España en su más profunda humillación


El título quiere imitar al de aquel folleto antinapoleónico que el librero de profesión, sobrino de editores, Johannes Philipp Palm, editó costándole la vida por no querer delatar la autoría del mismo. Fue fusilado por orden de Napoleón el 26 de agosto de 1806, acusado de la publicación del escrito titulado “Alemania en su más profunda humillación”.

Y el título viene a colofón de todo lo que está ocurriendo en nuestro país en los últimos tiempos. Especialmente a la humillación a la que estamos siendo sometidos día tras día desde las instituciones del poder que, agotadas por no saber reconducir una situación crítica, aboga por confundir, delatar y fusilar todo cuanto puede.

España se desquebraja ante la mirada atónita del mundo. Parte de Cataluña gira de nuevo hacia sentimientos independentistas. El País Vasco, según los más duros, está siendo articulada desde las últimas elecciones por ETA. En el País Valenciano, los ciudadanos prefieren votar a corrupto conocido que corrupto por conocer. En Andalucía, pude escuchar un mitin político en el que el consejero de turno exigía más subvenciones para el campo. Y en el resto de España, los que pueden, como las infantas y algunos marqueses y cierta aristocracia económica, buscan salida en otros países mientras que en el nuestro, el heredero a la Corona insiste en ser un hombre del Sistema en un momento en el que el Sistema se derrumba y hace aguas. El minuto de gloria no fue sin duda para su súbdita, sino para el declive de su reinado futuro, de haberlo. Nadie quiere darse cuenta, pero España hace aguas.

Una acción social está destinada a restituir derechos perdidos. En nuestro caso más grave, derecho a la vivienda y al trabajo. Pensamos que el movimiento 15M iba a ser la chispa que detonaría en un despertar colectivo, o al menos, en un atisbo de esperanza futura. Cuando la situación de un pueblo está psicológicamente agotada, lo mejor es, antes de que el pueblo muera por inanición, abrazar soluciones impecables que nos alejen de la humillación.

Eso pensó mucha gente ante el agotamiento psicológico y la desesperación de ver como un Estado no es capaz de asegurar la subsistencia de su pueblo. Surge de la necesidad el propio pueblo, la justificación moral  de adueñarse de las soluciones pertinentes…y de las plazas. Lo hemos visto en cientos de revoluciones que no son sino la explosión psicológica del agotamiento de un pueblo o una sociedad. Y lo hemos visto estos días en nuestras calles y plazas, ante el atónito silencio y la incapacidad de reacción de un Estado, de un Sistema totalmente agotado y deslegitimado por sus propios ciudadanos y sus propias contradicciones. Las plazas, ese concepto tan europeo, y sus gentes, han doblegado al Sistema.

A partir de ahora nos movemos en un círculo peligroso del todo vale, y ese todo vale puede terminar en tragedia o en destrucción del orden establecido. Todo lo que ha ocurrido en esta primavera se yergue hoy como una advertencia al porvenir.

Antiguamente, cuando el agotamiento y la humillación eran insufribles, se recurría a la violencia como forma de desatascar una presión psicológica grupal inaguantable. En nuestro Occidente, una acción de ese tipo sería no sólo inaceptable, sino inasumible.

La pesadez y la desesperanza acumulada empiezan a hacer estragos. El egregor en el que hemos convertido ese magma de pesimismo y sentimiento catastrofista está amordazando cualquier tipo de salida a este atolladero.

En el fondo, no es un problema de más trabajo o menos paro, de más fluidez económica para las empresas o menos corrupción política. Es un problema que va más allá de todo eso y que tiene que ver con aquello que los ilustrados llamaban la unidad psíquica de la humanidad, más expresiva si cabe en los románticos que hablaban del alma de los pueblos. Y ese alma se siente vieja, y esa unidad psíquica cansada. No por esta crisis, sino por un sistema de valores y comportamientos sociales que ya no encuentran salida en el sistema de cosas que hemos establecido.

Muchos piensan que con las próximas elecciones generales habrá un cambio importante en el sentimiento crítico del alma español. Seguramente esa perspectiva nos mantendrá distraídos hasta ese momento, y como mínimo, esperanzados. Pero por pura lógica, no van a cambiar mucho las cosas porque el país necesita un cambio radical, importante, profundo y esencial.

Y ese cambio profundo no puede ser orquestado por los partidos que dirigen el orden actual. Debe aparecer un resurgir nuevo, una llama que sea capaz de meter una cuña en el edificio tambaleante para que la inclinación vaya inevitablemente hacia el derrumbe total. Y cuando el derrumbe sea total y el viejo orden haya desaparecido entre sus escombros, la presión psicológica cesará y la esperanza de un nuevo día volverá al espíritu de nuestros corazones. Los tiempos reclaman una fuerza nueva, un nuevo movimiento capaz de digerir lo caduco para vomitar lo nuevo. Habla así el espíritu del pueblo… y sus plazas… y sus corazones…

 

( Artículo publicado en el foro de la Fundación Civil:  http://www.fundacioncivil.org/2011/06/espana-en-su-mas-profunda-humillacion/)

 

11 respuestas a «España en su más profunda humillación»

  1. Con todo el respeto, nos estamos instalando en estar tristes todo el rato, resaltar la tristeza en todo momento para instalarse en ella con no se que motivos ocultos. Claro que España no anda como quisieramos, pero son cosas que pasan, ciclos que se repiten, no hay que sacar intencionadamente los ciclos y extrapolarlos a «la eterna perdición» pongamos los pies en el suelo.

    Está claro, hay problemas ¿Y bien? ¿hacemos poesía melancólica o miramos el asunto a ver si alcanzamos a comprender algo?

    No hace falta hacer piruetas tristes. Lo que hace falta es comprender la tristeza que se adhiere al corazón como norma de vida. Mal asunto estar siempre derrotados y entregar esa derrota al mundo.

    Quiero vivir, lo triste y lo alegre. No estoy interesado en mantener ningún estado de ánimo de estos por separado. De los cuatro jinetes del apocalipsis intento matar a dos observando simplemente las cosas como son, sin realzar lo gris, sin realzar el color. Dos estados perniciosos: el pesimista y el optimisma, dos manipulaciones que imposibilitan ver la realidad, la que tenemos bajo los pies.

    Suerte.

    Me gusta

  2. Yo sé como podemos salir de esta crisis. Pero no os voy a descubrir ningún elixir mágico, sólo os diré cosas que todos sabemos ya, pero hace falta que nos decidamos a hacerlas.
    Lo que tenemos que hacer es estudiar, prepararnos, trabajar, formarnos, inventar, abrir un negocio, trabajar, estudiar, hacernos autonomos, formarnos, irnos al extranjero a trabajar de camareros o de investigadores, arañarle la cara a la crisis, patalear, estudiar, trabajar en economia parcialmente sumergida ó totalmente sumergida, cambiar de comunidad, trabajar cuidando ancianos de momento hasta que salga algo mejor, luchar, formarse, aptitud, actitud, esfuerzo, iniciativa, ímpetu, tesón, trabajar, moverse, formarse…..
    Cuando hayamos hecho esto, entonces será el momento de intentar arreglar algunas cosas del sistema que no van bien.
    Lo que no se debe hacer tambien está claro no?. Andar vagando por la ciudad hasta que encontremos una carpa y pararnos a protestar no sé bien porqué y a quejarnos de lo desgraciados que somos.
    Otros paises se están poniendo las pilas y ya están manos a la obra.
    Nosotros a lo nuestro.

    Me gusta

Replica a ilusion Cancelar la respuesta