Ayer fui con el niño a jugar al Retiro… Tuvimos intensas conversaciones que me asombraron cuando ves que parten de una persona de ocho años. Es capaz de desarrollar discursos sobre cualquier tema, ya sea físico o metafísico, pero lo más asombroso es su percepción de la realidad, y la consciencia y empatía que tiene sobre la misma. Es capaz de sentir y comprender sistemas anímicos y complejas emociones ajenas como si fueran suyas, pero además, y esto es lo sorprendente, los racionaliza y les encuentra lógica solución. Sin duda, ahora comprendo más cuando algunos padres dicen encantados de sus hijos que son verdaderos maestros para ellos. Sin duda.
Y hoy, intentando racionalizar los consejos del niño, pasaba unas gratas horas con J. en su maravilloso jardín, hablando de temas igual de complejos, pero tratados desde eso que llamamos la experiencia. Experiencia pasada y también futura, porque con la serenidad de haber cerrado puertas, se encuentra el vasto universo de la experiencia, pero sobre todo, de la incertidumbre futura.
Con ese discurso me fui de un lado a otro de Madrid, hasta el templo de Debod, donde esperaba C. con más historias, con más argumentos para esta película que es nuestra vida… Sin duda, se presentan dos meses difíciles en muchos aspectos, pero los contemplo con cierta esperanza y optimismo. Hay que seguir luchando, y sobre todo, hay que seguir creando…

Tienes toda la razón Javier, los niños te enseñan y te hacen ver cosas que de otro modo ni pasarías por ellas.
Si, además, estás dispuesto a aprender de ellos (puede paracer una obviedad, pero no todos los adultos están por la labor) se pueden lograr cosas insospechadas.
Buen sábado!!!
PD: no se te estará despertando el instinto paternal? 😉
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