Reencuentro con el destino


Leía esta mañana una entrevista sobre la bella actriz Natalie Portman y me llamaba la atención su vegetarianismo desde los ocho años. Especialmente una frase que me ha gustado: “sentarme a la mesa es una manera de reafirmar mis convicciones y de recordar tres veces al día que la vida tiene un valor y es por ello que no quiero matar a otros seres vivos”. Presume de ser fiel y seria, de no beber café ni cerveza, de no haberse drogado y no beber alcohol. Su única adicción es el sorbete de fresa, dice. Sin duda, y tal y como hablaba esta mañana con el director de la Escuela Waldorf de Madrid, parece una de esas encarnaciones de la nueva generación, de esa “nueva era” cuyos valores intento aproximar en mi tesis doctoral con el estudio de mis comunidades utópicas y su nueva cultura ética.

Recordaba en la sobremesa con A. cuando pisé por primera vez su escuela hace más de cinco años, recién mudado a Andalucía y en un año fascinante que ocurrió de casi todo. Un día en el que asistía a las clases del master que imparten los fines de semana conocí a J., el cual me invitó a un vegetariano en Las Rozas de Madrid. También conocí a la increíble B., otra vegetariana de nacimiento con la que viví experiencias hermosas. Fue ella quién me presentó al amigo Y. y fue el quién me presentó a mi querida A. Lo recordaba hoy con el director de la escuela y veía con perspectiva las sincronías de la vida y como ella se encarga de hacer inevitable todo aquello que está destinado a suceder. Bonita charla, bonito abrazo y bonito reencuentro con el destino…

 

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