Desde Cataluña


Esta mañana me fui temprano dirección Sabadell. Me equivoqué de autopista y acabé en mi antiguo pueblo, muy cerca de Montserrat. Atravesé por una carretera casi abandonada las montañas que separan el Baix Llobregat del Vallés Occidental. Fue bonita la pérdida porque pude contemplar entre valles cerrados y montañas escarpadas los restos de viejas masías que aún pervivían al tiempo. En Sabadell localicé más de dos mil quinientos libros que andaban perdidos desde que la distribuidora catalana nos había quebrado hace un par de años dejándonos la friolera de cien mil euros en libros y facturas pendientes. Estos libros localizados tienen un PVP de casi cincuenta mil euros. Y me he pasado toda la mañana negociando para ver como podía recuperarlos… Veremos a ver como termina la cosa, pero seguramente, tras el pago de alguna cantidad, pasaran de sus almacenes a los nuestros a la espera de tiempos mejores…

Luego he ido a dar un paseo por el barrio, recordando cuando, donde ahora hay tan sólo bloques de pisos, centros comerciales y asfalto antes solo había bosques y campos de cultivo, masías donde íbamos a comprar huevos frescos y leche recién ordeñada todos los sábados. Recuerdo que de niño jugábamos por esos campos que ya no existen para cazar ranitas de San Antonio, o hacíamos excursiones para enterrar la sardina en las fiestas de primavera. Los olores a establo ya no existen, ni tampoco las vacas que deambulaban por las calles y los prados cerca del río. La generación de mis padres se ha hecho mayor, rondando ya los sesenta o setenta años. Algunos han desaparecido y otros perviven en sus paseos, en esa decadencia que la edad no perdona. Saludaba a unos y a otros mientras veía sus pelos blancos y sus arrugas. Mi generación, engordada y vacía, ya con sus hijos algunos, también paseaban cabizbajos, sin ningún tipo de prisa en este primer día de vacaciones que se presenta caluroso ante las brisas del mar cercano.

Sí, ya estamos en julio. Muchos se marchan de vacaciones a descansar. Otros seguirán trabajando un poco más. Cataluña sigue su ritmo vertiginoso. Aún no ha llegado aquí la posmodernidad. Pero quizás esta crisis ayude a ello y las fábricas se conviertan en centros culturales y el asfalto se detenga para dar paso de nuevo al verde de antaño. No volverán las ranitas de San Antonio, pero quizás en alguna parte cerca del río las siguientes generaciones puedan seguir celebrando el día de la tortilla y el entierro de la sardina.

(Foto: Aquí, justamente donde ahora hay un centro comercial, en la loma de un pequeño cerro había una hermosa masía propiedad de los padres de Teresa, una alumna de mi clase, donde íbamos a comprar huevos. La masía ya no existe, y tampoco los caminos llenos de ranitas).

3 respuestas a «Desde Cataluña»

  1. Amigo mio, te noto muy melancólico. Efectivamente la masía ya no existe pero gracias a Dios, aún puedes ir allí a comprar huevos.
    Te deseo como siempre lo mejor. Un abrazo.

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