Lo único que permanece es el cambio


Ayer me despertaba en Barcelona. Pasé casi todo el día en Lérida hasta que llegué a eso de la una a Madrid. Esta mañana acompañé a A. al aeropuerto y hace no más de una hora que he llegado a Córdoba, donde una brisa fresquita acompaña a estos inusuales veinticinco grados.

Ayer fue un día de despedidas. Después de un día intenso dejaba mi puesto de venerable. Lo cierto es que esa palabra aplicada a un joven de treinta y ocho años suena casi extraña. Pero ha sido un año en el que he tenido que ejercer un bonito rol que me ha llenado de satisfacción en un momento donde parece que el cambio va a ser inevitable.

Eso pensaba cuando de repente me he visto mirando fijamente el letrero de “se vende” que hay colgado en una de las fachadas de mi casa. Me ha entrado cierto escalofrío porque si bien el desapego lo tengo más que asumido, la construcción de esta casa y su conservación han sido más que un reto, más que una prueba. Mi madre me decía ayer eso de que “bastante has hecho tú solo en estos años hijo mío”. Una forma de alabar el esfuerzo pero también de consolar cierta pena. Cuando rozas los cuarenta, estás completamente solo, no tienes familia y ves como todo lo que has construido en estos años se derrumba como una baraja de naipes te da cierto vértigo.

Y vértigo no significa pesimismo. Cuando una puerta se cierra se abre una ventana. Sin duda, este ha sido un año sin desperdicio y muchas cosas están destinadas a pasar en los próximos meses. Estoy muy alerta porque sé que cuando empiezan los cambios ya no paran hasta que la rueda ha girado sus trescientos sesenta grados. Incluso A. se ha cambiado de coche y el mes que viene de casa. Y es que los cambios nunca vienen solos. Y como nunca me canso de repetir: lo único que permanece es el cambio.

 

5 respuestas a «Lo único que permanece es el cambio»

  1. No sé si es la casa de Córdoba, pero si es así, siento nostalgia hasta yo por todas las historias que has contado y por haber dicho siempre que las puertas estaban abiertas para todo aquel que quisiera, y eso es muy bonito.

    🙂

    Me gusta

    1. Podéis venir cuando queráis… Hay unas llaves escondidas en el jardín (antes siempre tenía las puertas abiertas hasta que me robaron por ingenuo)… Esta sigue siendo vuestra casa porque para eso se creo, para ser compartida… No tiene sentido vivir en una casa tan grande si no es porque deseas compartirla… 😉 Ahora es complicado poder vender, pero si lo hiciera y construyera otra, también sería vuestra casa…

      Me gusta

  2. Mira Javier, mientras sigas tu sendero de la vida con la misma alegria y ganas que le pones siempre, la rueda podrá girar y girar…pero siempre quedará Javier…ese Javier que a pesar de su soledad, nunca estará solo porque con su ser a sembrado afectos allí donde ha estado.
    Estamos contigo en Barna, Córdoba o como si te vas a Pekin.
    Un abrazo fuerte, de esos que da KILI KILI 🙂

    Me gusta

Replica a Luna Cancelar la respuesta