Carta a un viejo amigo


Estimado E.,

Ahora comprendo porqué son ya casi más de treinta años de amistad. Estuvimos ahí en los buenos momentos, resistimos a las risas, las alegrías y los encuentros. Pero también estuvimos ahí en los malos momentos, cuando empezamos a conocernos y resultaba que no todo era tan bonito. Fue cuando vimos que las diferencias eran mucho más pesadas que las coincidencias. Pero llegó un tiempo en que la conclusión fue extraña y hermosa a la vez: pesó más la amistad y el amor que sentíamos el uno por el otro. En lo bueno y en lo malo, siempre estábamos ahí, apoyándonos, abrazándonos sentidamente.

Y es extraño, digo, porque había momentos de nuestro recorrido vital en el que no nos soportábamos y en que nuestras diferencias vitales podían más que nuestras certezas. Por eso cuando después de tantos años me sigues llamando puntual y expresas ese “mi querido hermano”, me siento tranquilo y compensado con la vida. Hemos reconocido nuestras virtudes al tiempo que reconocíamos aquellas cosas que menos nos gustaban el uno del otro. Me hacía gracia cuando al principio discutíamos constantemente sobre política para luego limar las diferencias en nuestras partidas de tenis de mesa, o en nuestras carreras locas en bicicleta por aquellos bosques que tanto amábamos o volando en parapente por aquel Pirineo que ahora extraño. Treinta años dan para compartir muchas vidas, y nosotros las hemos compartido todas. La muerte de nuestros seres queridos, el nacimiento de nuevos seres, el amor y el desamor… Treinta años son muchos años, y siempre he pensado mucho sobre la longevidad de nuestra amistad, sobre todo cuando siempre hemos sido tan diferentes y, sin embargo, tan amables y generosos… Siempre ayudándonos cuando uno u el otro lo pasaba mal, y siempre estando ahí, de alguna forma, aunque la distancias siempre nos separaban y unían a su antojo. Ahora, que ya nos hacemos viejos y seguimos luchando con la vida, podemos estar agradecidos a este regalo que el universo nos otorgó. Nuestra amistad, verdadera y sincera, convertida en hermandad no de sangre, pero sí de espíritu, que ha sobrevivido a todos los avatares y que, presumiblemente, nos acompañará hasta el final de nuestros días…

Que así sea querido amigo, por siempre…

Tu hermano que te quiere…

2 respuestas a «Carta a un viejo amigo»

  1. DICE LA BIBLIA: » El que tiene un amigo tiene un tesoro».
    Javier, te recuerdo que seguimos colaborando con Somalia, ya han facilitado un número de teléfono, si quieres colaborar solo tienes que darle a compartir la noticia te lo he puesto en tu muro de FACE BOOK, UN ABRAZO!!!

    Me gusta

  2. ENTREVISTA DE KOLDO ALDAI A SUZANNE POWELL
    El Maestro Tibetano apunta que cuando nos consagramos al servicio, los males se olvidan…

    Efectivamente, ¿quieres olvidar tus problemas de salud, tus problemas físicos…?, ayuda a los demás, entrégate a los demás. Tu dolor de muelas desaparece, cuando ves a una persona sin pierna por un accidente de moto. Siempre hay alguien peor que tú.

    Me gusta

Replica a m c Cancelar la respuesta