Ayer recibí un mensaje largo de un indignado que no deseaba, bajo ningún pretexto, editar parte de su obra poética en una editorial donde habíamos editado a banqueros. La afirmación me dejó atónito y sin palabras. Justamente ayer estaba escuchando el discurso que en 1963 pronunció Martin Luther King a cuento del racismo y la xenofobia que por esos años y durante más de cien años se vivió en Estados Unidos. Tengo un sueño… decía…
Parece mentira que en un mundo donde están cayendo moralmente los muros del apartheid aún existan personas excluyentes, que te juzguen por tu clase, tu raza, tu condición social, tu cartera, tus ideas o ideologías, tus creencias, tus virtudes o defectos. Como si nosotros fuéramos absolutos poseedores de la verdad y el otro un pobre errado y perdido con el que no merecemos mezclarnos.
Es cierto que existe una ley de afinidad, pero no hay mayor afinidad que ver al otro como un ser humano, como una persona sintiente, de carne y hueso, independientemente de su circunstancia egoica, capaz de ser libre, capaz de querer ser libre, capaz de soñar en ello.
En estos años he vivido muy de cerca todo esto. Gente epidérmica que se acercaba a ti por la apariencia, por lo externo, por todas esas florituras que adornan nuestras vidas, sin pararse un minuto a explorar a la persona que había dentro, al ser que habitaba en todo eso. Personas confundidas por los flases de la fama y el poder, del dinero y la apariencia. De ahí luego las decepciones, las desilusiones. Cuando para nosotros es más importante lo de fuera, que siempre es circunstancial y provisional, y olvidamos lo de dentro, hemos perdido el sentido verdadero de humanidad. Es una pena que hoy día aún se juzgue al otro por lo que tiene y no por lo que es, por lo que piensa y no por lo que hace. Es una pena que la epidérmica visión de las cosas aún nos suplante como seres humanos.
Sí querido amigo, hemos editado a banqueros en nuestra editorial, y también hemos editado libros a camareros, jardineros, carniceros, abogados, artistas, poetas, místicos, historiadores, catedráticos, científicos, profesores, antropólogos, pintores, amas de casa, presos… en definitiva, a personas de carne y hueso… adultas, maduras y libres.

Totalmente conforme con tu reflexión. Las personas que excluyen a otras deberían revisar la faceta que les perturba, seguro que algo tiene que ver con ellos.
Muy bien contestado Javier, besos.
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Yo no voy a dejar de comprar (en las medidas de mis posibilidades) libros a vuestra editorial, aunque editeis a «indignados»…
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Amén.
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En mi opinión, uno de los problemas principales del ser humano, en general y en muchísimas ocasiones, es el enorme ego, la patente egolatria, con que están revestidas muchas personas, lo cual les hace obviar todo lo que les rodea exteriormente, incluídos otros seres humanos. Por lo cual están cegados, sólo miran unidireccionalmente, unilateralmente hacia sí mismos.
Para mí, dicho rasgo es un defecto importante a la hora de comprender a otras personas, de respetarlas, de sentir compasión por ellas, de no ponerse en el lugar del otro, como reza el dicho indio de «no caminar con sus mocasines para comprender a la otra persona».
Además, a mi modo de ver, tanto como ha evolucionado en muchísimas cosas el ser humano, en otras muchas todavía se juzga, desafortunadamente, como tú muy bien apuntas, a la persona por la apariencia externa y si no es como nosotros somos o no entra en nuestros esquemas, directamente no le prestamos atención, no nos detenemos a ver qué es lo que contiene ese continente externo, ese caparazón que es nuestro cuerpo y sus vestidos, no llegamos a la esencia de ese ser humano.
Creo que ese prejuicio es muy limitativo y empobrecedor para la gente que se mueve con ello y que son muchísimas personas, a mi juicio.
Por otra parte, pienso que, lamentablemente, el prejuzgar a las personas es una conducta universal ya que no estamos viendo en el mundo mucha concordia ni comprensión hacia gente que por raza, cultura, religión es diversa a nosotros, sino todo lo contrario ya que muchos paises y ciertas religiones se han radicalizado ostensiblemente, incluso con fallecidos por causa de ello y parece que es un hecho, lamentable a todas luces, in crescendo … Y la gente asistimos atónitos a tamaño vilipendio …
Será, quizás, que el ser humano no ha cambiado tanto desde los principios del mundo en cuanto a su evolución espiritual, que somos muy imperfectos en tantas cosas …
Mas siempre quedan las honrosísimas excepciones de seres humanos que son capaces de elevarse espiritualmente sobre el barro general y realizar hercúleas acciones de bondad y comprensión con sus semejantes, con gran altruismo y ello nos sirve para seguir creyendo en el ser humano como algo positivo y esperanzador, al menos así yo lo creo.
Muchas gracias, Javier, por tu interesante texto.
Un abrazo para todos.
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Ese poeta del que hablas rezumaba mucha maldad…
saludos
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