La muerte del cisne


Hablaba ayer con un buen amigo sobre la necesidad de conducir nuestros pasos a un mundo verdadero de pureza y lealtad. Me resultaba extraño pensar en esas cosas después de haber asistido a un sufrido camino impuro, desleal y falso en el que el pensamiento divagaba entre las contradicciones propias del alma.
Me imagino el sentimiento que debió albergar aquellos que vieron en el jardín de cualquier edén los últimos coletazos de un cisne herido. El domingo, mientras paseaba por la dehesa entre robustas e impresionantes encinas, perdidos lentiscos, matagallos, jaras, torviscos… sentía como mi alma reclamaba desde lo alto. Cada paso hacia la frondosidad mostraba los últimos momentos del cisne herido.
El fin de semana ya fue inusual e insólito. Había que poner sobre la mesa muchas cosas y fueron desplegadas una por una sin miramientos. Me resultaba extraño administrar el cúmulo de dolor y rabia con cuentagotas, ya fuera en los alaridos de Ayamonte, viendo desde sus atalayas las fronteras imaginadas por el hombre, o desde el pacífico Algarve portugués, saboreando las mieles de la buena vida desde la amistad y el consuelo. Y luego Sevilla reclamando… y luego la noche, cargada de flores que decoraban toda la casa gracias al paso angélico de esos seres divinos que de vez en cuando tienen la gracia de venir a mi casa para limpiarla por dentro y por fuera.
Mientras el domingo zigzagueaba por el monte de encinas llegando cerca de campos de ribera, por alisedas de centenarios almeces, olmos, fresnos y quejidos, abrigados por esa cohorte de arbustos, matorrales y herbáceas que parecían querer preñar este alma perdida, reflexionaba sobre la necesidad de morir. De morir a un momento, de morir de dolor, de morir para siempre a un pasado incierto con la esperanza de volver a nacer en otra realidad, en otro momento diferente, en otra forma de vida. Por supuesto, una muerte simbólica, como las que se pertrechan en los ancestrales ritos de iniciación. Pero muerte al fin y al cabo. Como la muerte del cisne… una muerte anunciada, perpetrada desde la más absoluta de las tristezas, pero también, desde la más absoluta de las esperanzas: «la única forma de ser felices es Amando, si no amas tu vida será fugaz como un destello…»

4 respuestas a «La muerte del cisne»

  1. Hoy sólo te puedo decir, después de ver estas bellísimas imágenes, que acojas mi sentido abrazo hacia ti con la misma armonía y suavidad con la que la genial bailarina aletea sus brazos.

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  2. En mi opinión, la vida es una sucesión, una sarta de ciclos ya que, pienso, siempre se comienza algo, se desarrolla y fenece, se acaba, de una manera u otra. Es la tónica, el transcurrir de nuestra existencia, a mi modo de ver y hay que llegar hasta el puro final, hasta lo último para volver a renacer, a comenzar, cual sucede en la naturaleza inexorablemente cada año donde todo brota, todo nace una vez más, después de haber quedado agostado. Todo ello, ciertamente, con su correspondiente dosis de sufrimiento, con su inherente y maltrecho corazón lacerado en dolorosa soledad.
    A mi juicio, los seres humanos siempre nos estamos reinventando, recomponiendo, volviendo a colocar las piezas descolocadas de nuestro ser en su lugar, quitando antiguas capas de nuestro anterior crisálida para volver a volar, como si cada uno fuéramos el Ave Fénix que renace de sus cenizas cada cierto tiempo, después de cada ciclo, vigoroso, fresco, ilusionado, expectante …
    Lo mejor, no hay que olvidarlo nunca, siempre está por llegar … porque, pienso yo, la esperanza hay que tenerla siempre muy presente …
    Os dejo una preciosa canción, en mi opinión, cuyo título ya nos dice que no se sabe del Amor …

    http://www.youtube.com/watch?v=eUJC0fW9z4k

    Mil gracias, Javier, por tu precioso, sentimental y sensible texto.
    Un afectuoso abrazo para tí, extensivo para todos.

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  3. Yo beso una flor desde el bacón de mi ventana
    Y escondo el dolor en el desván entre manzanas
    Y luego en otoño soñando veranos
    Buscando la luna que se escapa entre mis manos desde hace años
    Me bebo el silencio de la noche con espadas
    Y cuando me abrazo solo encuentro mis espaldas
    Yo no cambio mi rumbo ni bajo la guardia
    Mantengo el camino que tome para mi marcha
    Lleno de escarcha

    ¿Quien es el loco que me dice que estoy loco?
    ¿Quien no a tenido algún cartel a sus espaldas?
    Dejadme en paz por que lo mío es contagioso
    Dejadme en paz que estoy en calma
    ¿Quien es el loco que me dice que estoy loco?
    Dejadme en paz que estoy en calma

    Levanta los ojos a la vida cotidiana
    Y riega el jardín aunque quizás llueva mañana
    Se buena persona que estamos a falta
    Vivimos un tiempo que se opone con sus trampas
    Y siempre hay armas

    ¿Quien es el loco que me dice que estoy loco?
    ¿Quien no a tenido algún cartel a sus espaldas?
    Dejadme en paz por que lo mío es contagioso
    Dejadme en paz que estoy en calma
    ¿Quien es el loco que me dice que estoy loco?
    Dejadme en paz que estoy en calma
    ¿Quien no a tenido algún cartel a sus espaldas?
    Dejadme en paz por que lo mío es contagioso
    Dejadme en paz que estoy en calma
    ¿Quien es el loco que me acusa de estar loco?
    Dejadme en paz con esta calma en el alma

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