Más allá del orgullo


Cuando llegué la última vez de mi viaje a Madrid Luna estaba en la puerta esperando. No sé como había llegado pero desde el primer momento hubo una conexión hermosa con esa perra. De corazón noble, cariñosa y amable, venía todos los días para saludarme. La dejaba entrar en casa, estaba un rato a mi lado curioseando cada rincón de este lugar y luego se marchaba… Desde hacía unos días, sus visitas venían acompañadas de unos amigos al que bautizamos con el nombre de Rastra y Gorila.

Las dos perras eran todo corazón. Saltan de alegría cuando me ven, me siguen en los paseos por el monte, me acompañan a todas partes y se quedan a dormir, como hicieron ayer, vigilando la puerta de entrada y esperando mi salida… El perro Gorila, el cual bauticé así porque soñé con un gorila y me recordó a él, es orgulloso y obstinado. Al principio nos acompañaba en los paseos pero siempre desde la distancia, celoso por descubrir que había un nuevo macho alfa entre tanta perrita. Me era imposible tocarlo, y siempre que lo hacía se alejaba ladrando o gruñendo. Pero el paseo de ayer fue diferente. Soy muy obstinado y me gusta luchar por lo que quiero, por lo que deseo. Así que hice un ejercicio de paciencia en el paseo hasta conseguir que el perro no ladrara, y hasta que el espacio de seguridad fue amortiguándose y reduciendo. Me iba acercando cada vez más, hasta que cuando llegamos a casa, y galleta en mano, pude atraer su atención… Cuando le di la galleta, el perro terminó por convencerse de que no deseaba competir con él, sino que mi intención no era otra que la de hacerme su amigo. Y fue así como, tras un rato de miradas cariñosas, de repente se abalanzó hacia mí para lamerme y jugar como uno más.

La experiencia me entusiasmó, y descubrí como el orgullo puede impedir que las relaciones de amistad, las relaciones amorosas, nos alejen de lo realmente importante. Y ayer, mientras jugábamos los cuatro en el jardín, descubríamos que lo único importante eran esas caricias, esos abrazos perrunos y esos lametones a diestro y siniestro. El compartir ese buen rato tuvo su premio en el corazón, más allá de los roles o el estatus que el perro Gorila reclamaba desde el orgullo para sí. Cuando la barrera de la inseguridad desapareció, el amor perruno brotó como un manantial. Una experiencia muy hermosa que me recordó la que días antes tuve con el ratoncito de campo…

(Foto: Luna es la perrita negra, encantadora y amable, dulce y fiel, obediente y respetuosa con todo. Rastra es preciosa, y tiene las mismas virtudes que su amiga Luna, pero además tiene una mirada increíble. Gorila es el perro blanco, pequeño, gruñón, pero ahora amable y por fin cariñoso. El milagro de las galletas… )

12 respuestas a «Más allá del orgullo»

  1. Como sigas así le vas a quitar protagonismo al encantador de perros de la tele…..cuidado no crezca la pandilla perruna.

    Solo tú podías tener y contar una experiencia así, eres un amor y cada dia me siento más afortunada.

    Besos

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    1. Gracias Celia… solo un corazón grande como el tuyo puede verse rebosado por una historia sencilla pero tan llena de lecciones para el alma… La vida está llena de oportunidades hermosas… Las perritas y el gruñón Gorila siguen ahí fuera, esperando más paseos, más ilusiones… Son ángeles protectores y me llenan de gracia con su presencia…
      besitos

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    1. Mi querida Luna… inspiraste el nombre de la perrita que tantas alegrías me está dando… Así que gracias por tu constancia y cariño… Gracias de corazón por estar ahí…

      besitos

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      1. 🙂 Al leer lo escrito esta mañana pensé (y sentí) «uy Luna no será por mí», pero al momento me dije «mírala que egocéntrica».

        Y ahora veo tu respuesta, jejeje. Me encanta inspirar cosas y detalles bonitos.

        Gracias 😉

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  2. Yo. Yo doy más.

    Respeto por las decisiones ajenas.
    No injerencia en los asuntos ajenos.
    Comprensión del fin de oportunidades.
    Ausencia de chantaje emocional.
    Asunción del dolor cuando toca.

    Doy más y pido más para nuestro anfitrión.

    Saludos a tod@s.

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    1. Gracias Manuel… de nuevo hemos pasado un gran día juntos rodeados de maravillas en Sevilla… Todo esto forma parte del aprendizaje, de la fortaleza de sabernos vivos… Los perros me han dado una gran lección… No hay que forzar las cosas y hay que dejarse amar por los que te aman… Y si ves a alguien con cara de cabreo, pues simplemente invítale a una galletita… Quizás eso cambie su rostro… Fíjate qué cosa tan simple, una pequeña y redonda galleta es capaz de obrar cualquier milagro… Mucho tiempo reclamando esa galleta y solo ahora parece que la magia quiere obrar, y por ahí fuera hay alguien dispuesto a ofrecer no una, sino cientos de paquetes… Esa idea me hace muy feliz, y a esa idea me aferro agradecido… Soy afortunado, porque al igual que Gorila, alguien comprendió que lo único que necesitaba era una pequeña y redonda galletita… 🙂
      Gracias de corazón por el paseo de hoy… Ha sido hermoso estar rodeados de monjitas que dan su vida por los otros…
      un abrazo

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  3. Un poco más de «la magia de los perros».
    El perro que teníamos antes, Oso, nacido y criado en el campo, no soportaba subirse en coche. Era una odisea llevarle al veterinario. Se ponía enfermo.
    Cuando volvimos a la ciudad, pensábamos dejarle allí, en su terreno. Pensábamos que no se acoplaría a la vida en la ciudad. Y, además, su madre, su padre y sus hermanos vivían al lado. Hasta que un día, ya de traslado, llenando la furgoneta, nos lo encontramos subido, tumbado y mirándonos con una expresión que parecía algo así «¿Os creéis que me vais a dejar aquí? Lo tenéis claro. Yo me voy con vosotros». Y se vino, claro. Y se adaptó, como si siempre hubiera vivido allí.
    Después llegó Nemo al que, con el tiempo, apellidé «el enviado», por todo lo que ha hecho y hace por nosotros. Es tanto, que merecería un apartado especial y no quiero aburriros.
    Besos.
    Que siga «la Magia».

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