El helado alarido


De nuevo vagando por el mundo. De nuevo como peregrino, o casi diría como ermitaño mendigante, de esos que dormían en cualquier cueva o comían cualquier cosa sin un exceso de preocupación por lo uno o por lo otro. Lo importante es la experiencia del camino, el dejarse guiar por el sonido de las grullas, por la luz de alguna estrella o por la oportuna elección de no saber hacia donde ir, excepto hacia los propósitos del alma.

Aún recuerdo aquel cuadro de Klimt que posaba a mi izquierda. Me quedaba horas mirándolo, intentando descubrir la esencia de ese abrazo sentido que parecía cargado de un mensaje desbordante. Y recuerdo cuando a su sombra el abrazo se hacía realidad, sintiendo en parte el significado profundo de sus secretos. Cuando viajo y hace frío, y el frío atraviesa el alma y el alma atraviesa la existencia pura, recuerdo ese cuadro y sus sombras.

Esta noche será fría, dicen que muy fría. Mañana… quién sabe mañana donde amaneceré. Quizás debajo de un abeto navarro o cerca de las playas de San Sebastián. Lo importante será no morir congelado, porque los alaridos del alma pueden congelar cualquier instante.

8 respuestas a «El helado alarido»

  1. Después del invierno siempre llega la primavera. Hoy Madrid amaneció, como ayer, triste, feo y sucio. De repente, las nubes se marcharon y aquí está el sol recordando la luz que nunca se apaga. Abrazo

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  2. Pienso que, aunque el exterior esté gélido y desapacible, incluso algo desangelado, no tenemos que permitir que nos enfríe por dentro y que se lleve la luz y el calor que siempre tiene que iluminar y avivar nuestra esencia interior.
    Javi, no te olvides, tampoco, del cuadro El Beso, también de Klimt …
    Mil gracias y felices vagabundeos y peregrinajes.
    Un abrazo para tí, extensivo para todos.

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