Oncológico de Santo Domingo, la prueba más dura


Cuando vas a estos lugares a veces todo se paraliza. Cuando nos pintamos la cara de payaso lo hacemos muy lentamente. Cuando nos ponemos la chaqueta y los sombreros y los calcetines multicolores miles de pensamientos contradictorios se entremezclan con el olor a hospital y el silencio del lugar. De repente todo cambia. Una especie de magia contamina todo lo que a partir de ese momento ocurre. Y esa es la clave: «ese momento». Porque quizás mañana «ese momento» para algunos niños del oncológico ya no exista. En India los padres lloraban cuando actuábamos en el oncológico de Bombay. Aquí todos reían, como si lo irremediable fuera parte de la vida. Como si «ese momento» fuera lo único importante. Había una niña a la que le habían dado máximo diez días de vida. Cuando supimos la noticia nos crujió el alma. Pero ahí estaba «ese momento», ese último grito de rebeldía existencial.

 

 

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