La lealtad de decidir por nosotros mismos


En la estación de metro de la exclusiva y lujosa urbanización residencial de la Moraleja había una joven entusiasmada con su móvil. Estaba tan centrada en el mismo que no se daba cuenta de sus movimientos inconcientes, de esas cosas que hacemos de forma invisible, como si una fuerza ajena a nosotros nos pudiera y en cierta forma nos engañara o traicionara. Así es el noventa por ciento de nuestras vidas, de nuestras acciones, de nuestras emociones y de nuestros pensamientos: pura rutina inconsciente y dirigida por algo que no somos nosotros, ni nuestra consciencia emancipada. Nos dejamos dirigir por las fuerzas ocultas que provienen de nuestros ancestros, de nuestros registros subconscientes, de los viejos paradigmas que nos dominan. Así, la joven, muy bien vestida, por su facha de clase media-alta, con la última tecnología, subió su mano izquierda hasta la nariz, metió su dedo índice en una de las oquedades, sacó algo, no sabemos qué, y se lo metió en la boca. No se dio cuenta de que los que no estábamos jugando al solitario ni ensimismados en nuestras cosas, la observábamos.

Al día siguiente cogimos el autobús dirección Barcelona. El AVE costaba casi 200 euros por cabeza para un trayecto de pocas horas. Nos preguntábamos qué forma era esa de fomentar el consumo responsable y ecológico, es decir, el que la gente no utilizara su vehículo particular, sino el tren, evitando con ello muchas cosas: accidentes, contaminación, dependencia energética, consumo de un bien escaso como es el petróleo, etc… A veces resulta difícil entender ciertas políticas. ¿Por qué el transporte público y la vivienda son mucho más baratas en países como Alemania que en España? Cuando vivía en el norte de la Baja Sajonia, por un módico precio podía recorrer todo el país en alta velocidad. Aquí por ese precio no puedes salir a ninguna parte. ¿Tendrá algo que ver la consciencia de los pueblos en todo esto, la lucidez y los valores? ¿Hay pueblos más dormidos que otros?

En esas cosas pensábamos cuando llegamos a Barcelona y nos topamos con una nueva sorpresa. El precio del metro se había multiplicado por dos. De un euro que valía hace un año en Madrid, en Barcelona costaba ya la friolera de dos euros, es decir, unas 332 de las antiguas pesetas, es decir, casi el mismo precio de lo que costaba hasta no hace mucho viajar hasta Andorra desde Barcelona. De nuevo, una buena política para fomentar el transporte “público”.

Al día siguiente lo pasamos en familia. Viajamos hasta Monistrol y comimos con mis padres y hermana, subiendo horas más tarde hasta la montaña mágica de Montserrat. Allí pasamos el jueves santo, rodeados de religiosidad y espiritualidad enlatada, pero muy felices por haber vuelto a nuestra querida montaña. Por la tarde, atravesamos toda Barcelona hasta llegar al mar, a la mar, y pasar una agradable merienda con mi tía.

Ayer fue un día largo cargado de experiencias y emociones. Ya en el coche que debemos bajar al sur, hicimos una parada en Sant Carles de la Rápita, un lugar cargado de recuerdos, algunos dolorosos, que intentamos administrar desde la consciencia para reconciliarnos con ese pasado que tanto nos ata, a veces, a nuestro presente y que tanto determina, a veces, todos nuestros actos. Por eso es necesario volver atrás de vez en cuando para reconciliarnos con aquellos episodios no cerrados con la sana intención de liberarnos de esas fuerzas que tanto condicionaron nuestras vidas y nuestras decisiones futuras.

Más tarde, fuimos cerca de Castellón, en la Serra D’Esparà, en la masía de un viejo amigo, donde nos esperaba un entrañable ambiente familiar y una exquisita paella valenciana. Pasamos una entrañable tarde “escoltant les històries de l’àvia” y recordando viejos tiempos. Luego, de nuevo enfilando carretera hasta Madrid, donde hemos pasado la noche y desde donde vamos a salir en un par de horas dirección de nuevo al sur. Allí pasaremos algo aislados unos cuatro días… y luego… luego… la vida…  intentando que ese noventa por ciento de inconsciente no nos domine, sino que seamos nosotros, en cada momento de lucidez consciente, los que decidamos hacia donde, con quién, cuando y cómo deseamos seguir transformandola existencia. Porquede eso se trata, de no parar de transformar cada segundo de nuestra vida para hacernos mejores, para hacer mejor el Planeta.

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