La vida de un discípulo


«Gran parte de la enseñanza dada es nueva en su forma, y otra lo es de hecho. Pero hay algo que surge con claridad, y es que las antiguas reglas a las que fueron sometidos los discípulos en el trascurso de los siglos, son aún válidas, pero susceptibles de nuevas y con frecuencia, distintas interpretaciones». (D.K.)

Un discípulo es aquel que tiene un maestro. Un maestro no tiene porqué ser una persona. Puede ser una enseñanza, una intuición o una verdad revelada. En general, un discípulo siempre es un aprendiz, y en términos amplios, todos, desde el ser más minúsculo hasta el más desarrollado, es un discípulo de la vida.

Cuando desde la humildad más sincera se reconoce ese don natural para el aprendizaje, ocurre un lento peregrinar solitario donde la incomprensión y el desconcierto se apodera del buscador. La travesía por el Desierto, ardua y solitaria, es necesaria. Y lo es porque se aspira a saciar la sed de conocimiento y el alud de hambre intelectual y espiritual que se posee. Soledad, perdida de juicio y destierro caracterizan esta etapa, pues de alguna forma somos rechazados por el mundo en que vivimos.

La siguiente etapa tiene que ver con la reconciliación con el mundo y sus gentes. Nos volvemos invisibles y la búsqueda se encierra dentro de nosotros, volviéndonos cautos y tranquilos. La sed del desierto se convierte en una formidable aliada para superar las cimas de las montañas a las que ahora nos enfrentamos. Seguimos solos, pero percibimos cierta compañía, cierto acercamiento y reconciliación hasta llegar a la cima de nuestra aspiración.

Una vez en ella comprendemos que el verdadero sentido de todo, la verdadera causa de nuestra curiosidad, de nuestro discipulado hacia la vida, tiene que ver con la eterna reconciliación con el mundo, con el otro.

Es aquí donde nace la siguiente fase de nuestra vida, el lento descenso hacia el valle, donde el mundo, y los buscadores de nuestra misma naturaleza nos esperan con los brazos abiertos. Allí nace la comunión con el otro, con nuestro grupo, que nos hará más fuerte y nos obligará a compartir todo aquello que hemos aprendido. Es en ese valle de servicio y amor donde ya no deseamos adquirir conocimiento ni experiencia individual, sino donde, mediante un acto de renuncia y generosidad, volcamos toda nuestra existencia en el anhelo de actuar como parte consciente de un todo mayor. Es así como la vida, nuestra verdadera maestra, nos enseña desde el egoísmo y el orgullo a trascendernos a nosotros mismos para, a través de la entrega y la generosidad comprender la esencia de la aspiración transcendental.

3 respuestas a «La vida de un discípulo»

    1. La responsabilidad y el esfuerzo no se pueden eludir. El poder, el desapego, el servicio, la humildad, el esfuerzo, la perseverancia… Eso son cosas que se aprenden o no se aprenden, pero que no se nos dan dadas en ningún curso acelerado. 🙂

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  1. No estás solo editor, no estamos solos aunque a veces, hay días, que pienso que todo son imaginaciones. Luego…veo que el sendero es irreversible. Saludos de un aprendiz desde el sur

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