Tiempos difíciles


Uno de los placeres mundanos de los que más disfruto en otoño es el de perderme por las calles de cualquier gran ciudad y atiborrarme de castañas asadas compradas en esos puestos ambulantes que aún perviven al paso de los tiempos. Eso fue lo que hice ayer con C. en una sesión misógina donde nuestras conversaciones giraron en torno a cuatro grandes temas: la existencia, las mujeres, la política y el trabajo.

  1. La existencia. Nos miramos la edad y pensamos con cierta pesadez que estamos ya en la génesis de la decadencia y de que todo cuanto hagamos a partir de ahora será para apoyar la teoría apocalíptica de que las cosas solo pueden ir a peor. A las últimas estadísticas nos remitíamos: calvicie pronunciada, poca o nula actividad sexual, falta de recursos, ningún tipo de propiedad, un futuro oscuro como el tizón, pertenecientes a una generación perdida y sin esperanza sobre absolutamente nada, tomando un café y recordando los viejos tiempos en los que aún teníamos dinero para ir a chinos baratos, descuajados en lo emocional y aturdidos en lo espiritual… En fin, la lista era deplorable y penosa.
  2. Mujeres. Dado que esta era una conversación aún más penosa que la anterior, mejor la dejamos para tiempos mejores.
  3. Política. Aquí ardimos en pasión y cambiamos el mundo en dos minutos. Recordamos con ello que en los casinos, los abuelos hacen lo mismo mientras juegan al dominó o al mus, así que nada nuevo bajo el sol.
  4. Trabajo. Él se quejaba de que en pleno siglo XXI aún habían sectores que te hacían trabajar entre doce y dieciséis horas diarias, como en su sector. Y que además es legal y está regulado. Yo me quejaba de que como empresario o emprendedor (en este punto hubo discusión), aunque trabaje doce o dieciséis horas no gano ni la mitad de lo que él gana, y eso que él gana una miseria. Es decir, el trabajo empresarial hoy día es lo comido por lo servido, si es que no entras en un desequilibrio contable por una mala previsión o el pinchazo de algún cliente y todo se va al garete en cuestión de segundos. En resumen, un desastre sin apoyos  y sin ánimos circundantes.

Así que viendo el panorama, terminamos comiendo castañas y viendo el espectáculo de un graciosísimo payaso que había en la calle y que nos sacó alguna carcajada. Nos faltó ir a alguna concurrida plaza para darle de comer a las palomas, pero ni para eso teníamos. Tiempos difíciles la de nuestra generación, tiempos difíciles. Por cierto, aprovechando el tedio y el frío de la tarde entrevistamos a dos personas de diferentes sectores. El primero fue un hindú que regentaba un pequeño local de alimentación y donde compramos una pasta de chocolate buenísima por un euro. Se quejaba de que todo iba a peor y de que no sabía como mantener el negocio en los tiempos que corren.  Que la gente hacía mucho menos fiestas y por lo tanto ya no compraba tanto alcohol. Luego visitamos a un librero en el barrio de Chueca donde nos dio una gran lección de ilusión. “No gano nada con los libros desde que puse la librería, pero estoy haciendo lo que más quiero y eso me hace feliz”. Su felicidad fue tan contagiosa que la tarde terminó con final feliz. El remate del payaso en frente de la Almudena fue la guinda.

2 respuestas a «Tiempos difíciles»

  1. Cuidado con lo que escribes, Javier. Pensamos que las palabras sirven para describir la realidad, pero la verdad es que la crean. Si dices o escribes que no tienes recursos, que el futuro es negro como el tizón, y todas esas cosas, terminará por ser cierto.

    Estoy seguro de que todas las mujeres te adoran. ¿Qué tal una rusa? Son guapísimas. 🙂

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