La aventura de no hacer nada


Hoy ha sido un día de lo más tranquilo haciendo promesa aquella intención de intentar no trabajar en fin de semanas, ni festivos, ni más de ocho horas al día. La experiencia ha demostrado que no por más trabajar se vendían más libros, así que he decido relajar mi mente y dedicar algo de tiempo a la creación, es decir, a pensar de forma imaginativa de qué forma lo que se ha convertido en un trabajo vocacional, sea, además, una forma de vida digna.

Pues para promover esa capacidad creadora, hemos puesto las manos en la masa y ha salido un casero, muy casero bizcocho que hemos acompañado con una infusión llegada directamente desde Alemania, con sus hojas secas y cogidas del campo o algún jardín amigo. Hacía muchos años que no me dedicaba a no hacer absolutamente nada, es decir, nada que tuviera que ver con trabajo. Y la verdad es que la sensación ha sido placentera. Tener el ordenador apagado todo el día, no mirar las ventas, ni las facturas pendientes, ni los royalties, ni las maquetas, ni las ilustraciones, ni erratas ni inéditos ni nada de nada. La verdad es que cuando estás acostumbrado a no parar, el no hacer nada te da una perspectiva de la vida diferente.

3 respuestas a «La aventura de no hacer nada»

  1. La vida sigue a pesar de todo…
    Tener tiempo-buscando ese espacio- para hacer lo que nos venga en gana es una de las satisfacciones mas placenteras que uno se puede regalar.
    ¡Ojo! no te acostumbres.

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