L’amic Retrobat


 

“Dios, he sido enviado aquí ciego para aprender a ver. Recordar que siempre estabas ahí conmigo. ¿Pero sabes lo difícil que ha sido? ¿Se podría haber previsto todo esto?” (“Without a Map” de Markéta Irglová)

En el instituto nos hacían leer en catalán esta novela de Fred Uhlman, “L’amic retrobat” (“Reencuentro”, en castellano). Los años ochenta y los noventa era el tiempo de lo que allí llamaban la normalización lingüística, muy alejados aún de todo lo que vino después. La gente abrazaba entusiasmada esa idea de convivencia y de normalización de dos lenguas hermanas que aprendíamos con alegría. Tras la primera oleada de emigración nacional (especialmente del sur al norte del país) de la cual yo era parte y testigo, vino una segunda ola venida de países Latinoamericanos. Fue ahí, en esa segunda ola, en plena normalización lingüística, a principios de los años noventa, cuando conocía a Carlos y su familia. Una caminata nocturna por la ruta mariana hasta el santuario de Montserrat, la montaña mágica para unos pocos, hizo que los astros se conjugaran y nos uniera en destino común.

Mis idas y venidas por medio país nunca nos alejaron. Más bien lo contrario, nos unió de alguna manera, inclusive cuando me marché a vivir a Escocia tan entusiasmado por mi tesis. Sin embargo, algo pasó cuando hace diez años me marché a Galicia y allí nos perdimos la pista. Galicia supuso para mí una desconexión casi total del mundo que hasta ahora había conocido. Encerrado en el proyecto y en esa pequeña cabaña durante casi diez años, en aquellos bosques fríos y nublados me olvidé de lo más esencial.

Pero este año supuso el cierre del proyecto y mi vuelta a Madrid, y con ello, el cierre de una época a veces algo oscura, para volver poco a poco a cierta luz, a cierta claridad. En esa claridad he puesto orden en todos mis asuntos materiales primero, en los emocionales después y espero que en los intelectuales y espirituales en poco tiempo. En este año de tránsito desde el septentrión hacia el centro he podido equilibrar toda mi vida personal, reconectar con amigos que tenía abandonados desde hacía tiempo y volver a situarme en un lugar privilegiado para observar y retomar ciertos propósitos vitales.

El broche de oro a todo este asunto de equilibrios y armonías llegó ayer. El día anterior habíamos estado en el hospital enfrentándonos a una operación. Por suerte todo salió bien y pudimos ir a recoger nuestro regalo de reyes, nuestro nuevo coche eléctrico con el cual pretendemos empujar de forma más ecológica a nuestra pequeña empresa editorial, viajando de nuevo todo lo que haga falta para conseguir relanzar la empresa, y de paso que lo hacemos, reconectar con los viejos y nuevos amigos y con los viajes, tan abandonados este último tiempo. A la vuelta de todo ese agotador día quedé en Madrid al día siguiente con la familia de Carlos.

Fue muy emocionante después de diez años volver a verlos, a esta que consideré durante mucho tiempo mi segunda familia. Volver a casa de los tíos de Madrid y encontrarme con Carlos (padre) y Olivia (madre) y luego, la guinda, la aparición estelar de mi viejo amigo Carlos (hijo), el cual hacía muchos años que no veía. Fue francamente emocionante y para mí muy, muy, muy importante. Por eso, una de las mejores cosas que me han pasado este año, más allá de la bonanza en otros aspectos, fue el reencuentro con Carlos, l’amic retrobat.

Tras el encuentro y el abrazo, volví a la Sierra Oeste con nuestro nuevo y silencioso amigo ID4 (un caballero andante necesita siempre una buena cabalgadura), en presencia, con tanta tecnología abrumadora, escuchando mi añorada “Without a Map” de Markéta Irglová, dando las gracias a la vida por este increíble año que espero sea la base para unos años de prosperidad interna y externa compartida, porque el amor, sin relación, no es amor. Gracias Carlos, gracias familia, por tan hermoso regalo. Ahora toca caminar, sin un mapa, por la fe, y no por la vista.

Sirva este último blog de este año para abrazar a todos esos amigos que fueron, están y serán. Sirva de homenaje a los que siempre estuvieron, en lo bueno y en lo malo.

Que tengáis todos un feliz año nuevo, y que las siembras pasadas den fruto bueno en este nuevo renacer. Muy feliz 2024. Gracias 2023 por todas las experiencias y aprendizajes.

 

 

4 respuestas a «L’amic Retrobat»

  1. gracias querida Teresa… la verdad es que esa foto ya tiene sus años… la puse a modo de testimonio de esos amigos que siempre están ahí, a pesar de todo… un abrazo grande para ti y gracias siempre por estar ahí…

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