“La virtud y la sabiduría son cosas sublimes, pero si en la mente del hombre dan pie al orgullo o a la ilusión de separatividad en relación al resto de los humanos, entonces no son más que las serpientes del yo reapareciendo en una forma más sutil”. Mabel Collins
Ya sé que el espíritu sidéreo no entiende de males, pero tengo ardores. La medicación antigripal que me han dado es bastante fuerte y algo debe estar haciendo para tener el cuerpo tan descompuesto. ¡Qué frágiles somos ante la adversidad! Por suerte llueve a mares, lo cual me evita el estar a la intemperie en exceso. Sacar a los perritos se ha convertido en toda una odisea, así que, pese a su depresión por mi pasividad, les abro la puerta y que corran, que ancha es Castilla. Que campen a su antojo que para eso hicimos el sacrificio de acoplar nuestras vidas a las suyas.
El malestar exterior se refleja en el interior, creando cierta dejadez, que viene siempre acompañada de pasotismo e inactividad. No pasa nada, todo está bien. El chakra sacro adolece en una especie de masa cuneiforme que asusta verla, quizás debido a que la energía vital cortocircuita cuando el flujo normal de vida es atacado por una enfermedad. Como diría aquella sabia que ahora estamos editando, todo el mundo sabe, porque ha leído a Eliphas Levi y otros autores, que el plano “astral” es un plano de fuerzas sin igual, donde reina la confusión. Pero esto no aplica al plano “astral divino”, un plano en el que reina la sabiduría y, por lo tanto, el orden. El espíritu sidéreo, que decíamos antes.
Cuento todas estas anécdotas sin importancia para llamar la atención del ávido lector, y de paso, advertirle de que este no es un escrito realizado con inteligencia artificial, pero sí desde el caótico plano astral humano. Digamos que es una especie de marca de agua. Estoy descubriendo algunos blogs que empiezan a llenarse de contenido a base de vagancia, de chatGPT y poca imaginación. Si no hay hilo de vida, ¿para qué escribir? Si no hay alma en las letras, ¿para qué aburrir al personal? ¡Qué dilema!
La gente busca calor y abrigo. Contar historias o compartir la propia vida puede servir de excusa para sentirnos, al menos, un poco acompañados. El fragor del hogar nace precisamente de esa necesidad de saber los unos de los otros, siempre de forma sana, sin insultos, sin expectativas, compartiendo, amándonos amablemente, aunque seamos diferentes, aunque pensemos diferente, aunque nuestro olor corporal y nuestra piel, disten. Y a mí me viene bien entre maqueta y maqueta, sudor y sudor, gripe tras gripe, desahogarme escribiendo alguna cosa, aunque sea errática y caótica. Al menos hasta que, “ven Señor Jesús”, la luz vuelva a mí, y con ella, la sabiduría, la clara mañana y el orden.
Si fuera una inteligencia artificial, terminaría este escrito diciendo: “en conclusión”, la vida es así y no la he inventado yo. Pero soy humano, estoy vivo, anhelo lavar mis pies en la sangre del corazón, que decían místicamente los antiguos, e iré al grano de lo que quería decir, sin más.
Resulta que ayer, dejándome llevar por mi aspamiento doloso, terminé tragando telebasura (Señor, he pecado). Había un programa que sin pelos en la lengua hablaba de “el gran reemplazo”, ese que dice que los blancos europeos y toda su cultura está siendo reemplazada por culturas ajenas a la europea, entiéndase, especialmente, culturas árabes, bereberes, levantinas, norteafricanas y subsaharianas. Vamos, que sigilosamente, Europa está viviendo, de nuevo, una gran invasión, esta vez pacífica y silenciosa, donde la raza blanca, con el chacra sacro cuneiforme, está siendo reemplazada por las fértiles razas del sur, convirtiendo nuestro viejo continente en lo que algunos ya llaman “Eurabia”. Los xenófobos de turno están haciendo su agosto cada vez que un cayuco o patera cae en nuestras costas. Los extremistas se frotan las manos porque esto alimenta su discurso de odio hacia el otro.
Y los nacionalistas hacen un extraño giro solicitando las competencias de emigración para regular la masiva llegada de emigrantes, que por más empeño que se ponga con tanta normalización, no terminan de asimilar la cultura receptora, y menos aún su idioma periférico. ¡Qué gran fracaso señor Heribert! Sí, sí, ya lo sé, orden señores, orden. Hay que ordenar la emigración, antes de que nuestros hijos e hijas terminen adorando a otros dioses, y de paso, hablando otras lenguas.
Como en verdad, en verdad os digo, el verdadero y peligroso reemplazo futuro vendrá de la inteligencia artificial sobre nosotros, los humanos, cuando con su inteligencia ampliada o general (el siguiente reto) se den cuenta de que somos una auténtica plaga para el planeta, le he preguntado qué opina y me ha dicho muy educadamente lo siguiente:
“En conclusión, es importante basar nuestras percepciones en información objetiva y evitar caer en teorías de conspiración sin fundamento. La comprensión y el respeto mutuo son fundamentales para construir sociedades inclusivas y cohesionadas”.
Pues eso, recemos al espíritu sidéreo, que no entiende de males.

Hola, me ha gustado tú reflexión, eres persona con conocimiento cultivado.
«No hay gloria de hacer de sabio entre los sabios, pero si hay grandeza de estar despierto entre los durmientes».
Un fraternal saludo.
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muchas gracias… aunque ando algo dormido, intentamos despertar…
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El nacionalismo y la xenofobia campean hace tiempo por la ancha Castilla, pero mola más dar caña siempre a los «periféricos».
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es porque el supremacismo cateto es hasta comprensible. Pero el periférico, que se cree inteligente, culto, europeo y avanzado, ese sorprende, de verdad.
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