Ayer recibía los recortes de algunos escritos que había plasmado hacía unos años para utilizar en algún libro. Me conmovía releer una y otra vez experiencias pasadas, aventuras pasadas. En cierta forma era como si el tiempo no hubiera pasado, o como si hubiera pasado una eternidad. La selección de los mismos tenía su propia magia. Había un hilo conductor que la amiga que los había seleccionado pudo captar enseguida.
Ahora me quedo inmóvil, quieto, nublado. Porque los escritos explican una historia que se repite una y otra vez. Era como penetrar en el eterno retorno. Y ahora me veía como en el final de aquella historia, de aquellos recuerdos. De nuevo solo, sin muchas ganas de “volver a empezar” ninguna otra historia, ningún otro proyecto, sino con ganas de terminar realmente con este círculo vicioso. Pero, ¿cómo salir de esta rueda de reencarnaciones vitales? Realmente me siento como si estuviera en un “bardo” budista, en un estado intermedio o de transición hacia no se sabe donde. Pero esta vez sin fuerzas, medio agotado, anhelando los fríos del invierno. Recordando como verdean en mi alma los suspiros por aquellas primaveras cargadas de flores y árboles teñidos de frutos. En mi mejor tierra escarbo entre aquellas islas afortunadas que me tocó vivir. Y suspiro. Con ese aliento listo para ser cosechado. Con esa carga de volver a aprender sobre la soledad, sobre la tenacidad, sobre la prudencia.
Quizás sea el calor del verano, quizás el que haya pasado aún poco tiempo desde que ocurrió el gran mediodía. Ni siquiera hay sufrimiento o dolor. Sólo cansancio, un cansancio metafísico casi insoportable. Pero pronto llegará el otoño y su frío invierno. Pronto rebrotarán los halos del espíritu que nacen de los vuelos sobre cielos apacibles, con alas propias, rodeado de inmensidad y el placer que hincha las velas en busca de lo desconocido. Sí, esa pasión del navegante pronto volverá… Ya centellean allá a lo lejos los anillos de la aventura…

Volverá Javier… volverá.
Un abrazo
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Viviendo en la certidumbre de que en esta vida todo es finito, estamos en un continuo bardo…
Nuestra naturaleza nos salva, nos resistimos mentalmente al cambio, deseamos el ideal preconcebido y nos olvidamos de que todo tiene un final, un renacimiento… Sobrevivimos en lugar de seguir VIVIENDO…
Estoy en una playa desierta, con el cielo nublado, algunas gotas de lluvia me rozan, la brisa eleva la arena… Un placer sublime, la mayoría huyó, consideró esta situación nada ideal…
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Hola,
Estas atravesando seguramente, los distintos bardos del libro tibetano de los muertos. Seguramente sean los pertenecientes al segundo bardo y al tercero, que son con los que mas se sufre (los mas alucinatorios).
No te preocupes mucho por los dolores físicos, ya que estos, son debidos a la transmutación.
Intenta pensar lo mas mínimo porque ya sabes que desde el «no pensamiento» es donde de verdad se piensa (se canaliza).
Pronto dejaras de sufrir y perderás todos tus miedos. En ese momento te darás cuenta de que eres un «Maestro», y «casi» todas las dudas que tengas, serán resueltas y respondidas en su MOMENTO. Tendrás el poder de resolver «casi» cualquier duda existencial y seras UNO con el TODO.
Cuídate mucho y toma un gran abrazo con todo mi AMOR!!!
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Le dije al informático que opinara sobre el texto.
Cuídate y sigue a tu corazón.
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