Estimado M.,
La verdad es que el mundo de la pareja está destruido hasta que inventemos alguna fórmula para reconstruirlo con cierta seriedad… De seguir así, vamos a extinguir la raza en poco tiempo, a no ser que los católicos y los musulmanes consigan algún tipo de alianza y vengan a parir como sea…
Miro a mi alrededor, y a parte de zulo veo soledad. Es una sensación extraña que no debería suponer ningún trastorno para una persona adulta y emancipada. Pero no se trata de eso. He llegado a esa edad donde la hora que apunta hacia el sol más alto requiere cierta descendencia, la del sol, la de la luz, y eso equivale a compartir, y eso es relación. Y la soledad me molesta aunque me guste, porque siempre es más divertido discutir sobre las trivialidades de este mundo que poner la radio como acabo de hacer ahora después de años sin escucharla con tal de que la música sirva de sustitutivo artificial a la compañía y el abrazo de cualquier ser humano. Sí, hay un doble fracaso en todo esto. No por la parte que implica el abrirnos a ese ropero de soledad, sino también la dificultad de entrañar una relación duradera, de compromiso y cierto sacrificio de egoísmos y recelos a cambio de confianza y cariño.
Los arquetipos son importantes en este tipo de reflexiones. Los cuentos siempre han encerrado algún tipo de mensaje y es bueno contemplar la vida, pero también pringarnos de ella. El problema es que tenemos miedo a casi todo, y pocos son los que, pierdan lo pierdan por el camino, se animen a lanzarse a la piscina de la incertidumbre. Y como lo digo, cuando lo hacemos, no siempre sabemos querer, y menos aún amar, porque olvidamos las enseñanzas, despreciamos los arquetipos y sus mensajes. Preferimos danzar al son de cualquier fundamentalismo propio, esos que no nos dejan revisar ciertas creencias o ciertas actitudes y que, de paso, nos alejan de los nuevos caminos. Somos fundamentalistas hasta para amar. Siempre pensando que nuestras pobres estructuras mentales son la única y exclusiva verdad. Así nos va.
Es curioso lo que dices: «escribirte me ayuda a focalizarme en mí, en lo que verdaderamente me importa». Gracias por la parte que me corresponde. Últimamente me importa bien poco lo que verdaderamente me importa. Por eso es curioso, porque me pasa desde hace un tiempo todo lo contrario: ya casi no me importa nada que tenga que ver conmigo. Tras tantos y tantos años de autoconocimiento, de autoayudas del tres al cuarto, de profundización en lo que llamamos vagamente «nuestro interior», estoy saturado de mí, quizás por el extravagante descubrimiento de que el «mi» y el «yo» no existen. De ahí la poca pasión que le pongo últimamente a todo lo que tenga que ver con «mi» vida y mi «yo». Tampoco creas con esto que soy un apasionado del nosotros. Porque el «nosotros» también es una entelequia inexistente. Llego a pensar últimamente, y quizás por eso mi dejadez hacia lo interior, que hay algo más grande que todo lo que existe, y que, de alguna forma, ese «algo» maneja nuestros hilos a su antojo. Es una idea escurridiza, pero que tiene su miga. Y no contemplo esto como un desánimo, sino como una fuerte apuesta por algo diferente que ando explorando y descubriendo. Algo mucho más motivante que la vida de uno, que puede ser graciosa y divertida o incluso, si me estiras, apasionante. Pero cuando descubres con cierta ansiedad lo aburridos que somos con nuestras complicadas y pueriles vidas y decides embarcarte en ese grado mayor de espectativa, dejas de causarte dolor por deleites espurios y atraviesas la mónada que va más allá de nosotros mismos. Y cuando eso ocurre te vuelves una especie de doctor, como decía el Buda. ¿Doctor de qué, qué medicina aplicas? Le preguntaban una y otra vez sus discípulos, a lo que él contestaba con calma: «mi medicina es solamente una: ser consciente. Prescribo consciencia». Pues espero algún día ser un buen doctor, y al igual que tu carta te ha servido ciertamente de terapia, a mí me ha servido para seguir prescribiendo…
Gracias de corazón por tus letras, y ahí va un abrazo…

Los que no saben volar pierden el tiempo con él/ella y él/ella pierde experiencias con los que no saben volar…
La esencia de la soledad, tanto de la positiva como de la negativa y como bien sabemos todos, está en el interior de cada uno. Así que, como bien dices Javier, necesitamos esa prescripción de consciencia para saber vivirla de la forma adecuada.
Y no olvidemos que con algunos medicamentos se debe seguir estrictamente la pauta 😉
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