Vocación misionera


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En la Pascua de 1992, en Siete Aguas, con el grupo de Barcelona. Aquí, con 18 añitos y ya con barbas. Por aquel entonces solía calzar espardeñas. 

Y les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura».
Evangelio de Marcos 16:15

Estaba repasando la previsión de ediciones para este año, que será pobre y escasa pero bien motivadora, cuando me llegó una noticia que me dio un vuelco el corazón. A principios de los años noventa, cuando rondaba los 17 o 18 años, solía ir con un grupo de amigos a una de las casas que las misioneras de Verbum Dei tenían en el barrio gótico de Barcelona. Eran tardes preciosas donde explorábamos con nuestra curiosidad la figura de Jesús, sus hechos, sus mensajes. Cantábamos y rezábamos al mismo tiempo. A veces hacíamos retiros espirituales en lugares como Piera, en la comarca de Anoia, en Barcelona, o Siete Aguas, en la comarca de la Hoya de Buñol, en Valencia, donde solíamos celebrar la Semana Santa junto a cientos de jóvenes venidos de todo el mundo. Sentíamos una gran admiración por la imagen de Jesús venida de las manos de esas misioneras de corazón limpio y puro. Había dos de ellas que dirigían nuestras vocaciones espirituales: Leire y Geni.

Treinta años después recibo noticias de Geni, la cual, por su franqueza y vocación, influyó positivamente nuestras mentes y corazones. Me llega de manos de un buen amigo que conocí en aquella época en la casa de retiros y que años más tarde, tal fue la influencia, bautizó a una de sus empresas con el nombre de Geeni. Esta feliz misionera se encuentra en la Amazonia desde hace ya unos años, atendiendo a los grupos indígenas de los Sateré-mawe y los Manaos, los Machineri y los Yaminahua, poblaciones que se encuentran en la zona fronteriza entre Bolivia, Brasil y Perú. Me ha sorprendido ver una foto suya aparecida en un artículo con su cara treinta años después. Me alegró de corazón saber que su vocación era real y continua viva. Hay personas que son auténticos héroes. Geni siempre lo fue para nosotros.

¿Qué fue de mi vocación? En uno de los retiros de Semana Santa, sufrí una llamada que abrió mi corazón de forma indescriptible. Sentí dentro de mí como si todo el amor del mundo hubiera atravesado mi pecho. La sed espiritual de aquellos tiempos hizo que la “gracia” se manifestara de forma profunda y verdadera. Sentí el apostolado como misión, sentí la necesidad de ir a las misiones. Tuve una profunda conversación con Geni que me alentó a tomar tierra. Sus sabias palabras le quitaron a ese joven de temprana edad el deseo apabullante e irracional de compartir la nueva buena sin apenas tener ningún tipo de experiencia en el mundo. De alguna forma, Geni hizo de barrera amorosa y comprensiva entre mi impulso, mi llamada y mi juventud. En aquellos tiempos en los que prefería ir a orar o leer la Biblia en vez de ir a la discoteca, aquella charla supuso una noticia que llevé durante años con cierta pena.

Un año después de aquello, en 1992, me marché a hacer el Camino de Santiago, intentando poner orden en mi batalla interior. Al terminar el Camino, y mientras descansábamos en el albergue del Seminario Menor de la ciudad compostelana, conocimos a dos jóvenes alemanas diez años mayores que nosotros, vegetarianas y con una profunda vocación espiritual. Mantuvimos una larga correspondencia durante años hasta que una de ellas me invitó a marcharme a vivir a una comunidad del Arca que había fundado Lanza de Vasto en Francia. Ante mi rechazo, de nuevo con la excusa de mi juventud y mis deseos de ir a la universidad, años más tarde aquella mujer me invitó a ir a otra comunidad en México, rechazando por segunda vez la invitación. Allí le perdí la pista. Sentía profundamente la llamada, pero el miedo a enfrentarla era mayor.

Aquellas fueron oportunidades claras de seguir mi vocación interior, pero a veces por miedo y otras por mil razones propias de la juventud, siempre rechacé la llamada. Durante todos estos años sentí siempre una necesidad de servicio y compartir. Desarrollé mi vocación interior haciendo trabajos de voluntariado con Cáritas o la Cruz Roja o cualquier organismo que se presentara ante mí y al que yo pudiera ser útil. Con los amigos de Verbum Dei trabajé algún tiempo colaborando en lo que podía con niños con síndrome de Down o personas con problemas múltiples. Después me hice trabajador social e intenté desde la profesionalidad ayudar a los otros. Estuve de trabajador social en una asociación del Raval, en Barcelona, que se llamaba L’Hora de Deu. Siempre había largas colas en aquel lugar porque corría la voz de que un nuevo asistente social ayudaba a todo el mundo sin excepción. Aquello fue agotador.

La vocación iba y venía y siempre buscaba la forma de ser útil. La última vez que hice el Camino de Santiago, en 2013, sentí de nuevo la llamada. Esta vez no me convertí en árbol de laurel y seguí la senda señalada. Desde entonces estoy aquí, en los bosques, buscando la forma de ser útil, pero, ¿qué pasó con la vocación? Ahí está, desplegándose ahora en silencio, sin necesidad de nada, orando en aquellos lugares donde solo Él puede hallarme.

Gracias de corazón por apoyar esta escritura…

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2 respuestas a «Vocación misionera»

  1. Es magnífico aceptar el pasado como motor de crecimiento. La espiritualidad nace vestida con ropas de la época y no deben considerarse obsoletas por pretéritas. Me alegra tu referencia al Dios que construye también hoy tu vida. Feliz viaje hermano, sea en los trenes que sean y cojas o no los que pasen ante tu corazón.

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