Entre matar al toro y comer su carne


«Primero fue necesario civilizar al hombre en relación con el hombre. Ahora es necesario civilizar al hombre en relación con la naturaleza y los animales, … en las relaciones entre el hombre y los animales, las flores, y todos los objetos de la creación, hay una gran ética. Una ética, apenas percibida como tal, que a la larga saldrá a la luz, y será el complemento de la ética humana». Victor Hugo

Decía alguien en las redes de forma muy graciosa que cuando Roma quitó el Premio Nacional de echar Cristianos a los Leones, hubo resistencias. No quiero ni imaginar lo que tuvo que suponer ese cambio paradigmático, cultural, social y político en la Roma de aquel tiempo. El edicto de Milán en el 313 y algunos otros más tuvieron la culpa de aquel cambio de paradigma, en el cual se normalizó la relación con los cristianos, tratándolos de criaturas con derechos igual que cualquier otra. En aquel tiempo, por fin los cristianos dejarían de ser comidos por los leones. Fue un primer paso para civilizar al ser humano con respecto a otros seres humanos. Un paso aún no completo, visto las guerras de nuestros días.

Pero la ética humana no debe estancarse meramente en lo humano. Lo siento, pero ver matar a un toro no tiene ninguna gracia, no es civilizado, ni humano, ni ético. Por suerte los tiempos están cambiando y  ahora el tratar de no matar a un toro parece que tiende a normalizarse. Entiendo que esto es un primer paso para comprender que los seres vivos son seres sintientes, y como tales, deben ser respetados, cuidados y protegidos. Es algo simbólico que cualquier día de estos, la humanidad empiece a entender esta relación primordial con los animales y prohíba las corridas de toros. O al menos, las corridas que tengan como finalidad la muerte del animal. Porque digo yo que pasar la capota podría mantenerse como fiesta si ello no contribuyera al maltrato y la aniquilación.

Pero la cuestión es más profunda que la de no matar a un toro. Porque si aceptamos que la fiesta nacional es una barbarie propia de otros tiempos, también lo es lo que hay detrás de otras especies como las gallinas, los cerdos, las vacas, los conejos, los pescados, etc. Si matar a un toro es cruel, también lo es comer su carne. Llenarnos la boca y el estómago de sangre es igual de cruel con un toro que con un pollito recién nacido, aunque nos entusiasmen tanto las alitas de pollo rebozadas con harina o el jamón serrano aderezado con sal.

Sería hipócrita admitir la crueldad para unos y no para otros, siendo la crueldad del toro quizás la menos cruel, por eso de que al menos el toro puede defenderse e incluso, salir airoso si es capaz de destripar a su adversario el torero. Resulta más cruel normalizar lugares como los mataderos, las carnicerías o las pescaderías, que hasta el nombre duele si lo miramos con un poco de mayor objetividad y sensibilidad.

La crueldad humana con los animales no tiene límites, pero también es cierto que, una vez atravesados esos límites de ferocidad, saña y bestialidad, nace un movimiento adverso y reaccionario que aboga por un mundo menos cruel y más ético con la naturaleza. Los animalistas, vegetarianos y pacifistas imponen una moral más profunda, y advierten de la necesidad de cambiar nuestros hábitos por otros, que, además, han demostrado ser más saludables.

Quizás nuestras sociedades estén próximas y preparadas para ese cambio de paradigma, al igual que en su día se decidió por edicto dejar de matar cristianos. Tal vez pronto dejemos de matar a los toros en la plaza, y de paso, en los mataderos al resto de animales. Y quizás algún día veamos eso como algo aberrante, del mismo modo que ahora nos sería aberrante ver a un cristiano rodeado de leones, destripado en medio de un circo o una plaza por el simple gusto del espectáculo.

8 DE MAYO, DÍA DEL EXILIO ENGAÑOSO


Muchos conmemoran hoy la memoria de aquellos que, por circunstancias lejanas a su voluntad, tuvieron que abandonar sus trabajos, sus casas, sus pueblos, sus familias y ciudades, sus patrias, su cultura, su legado, su arraigo. Desde la fría Unión Soviética o la playa de Argelès-sur-Mer con sus campos de concentración hasta las tumbas de Antonio Machado en Collioure o Manuel Azaña en Montauban. Desde Argentina y Méjico al norte de África. Desde el paso de los Pirineos a las rutas marítimas emprendidas por el Sinaia, el Ipanema o el Stanbrook. Muchos son los que un día como hoy recuerdan a los que se marcharon para rehacer una vida ya de por sí difícil, huyendo de la muerte y buscando la vida allende los mares.

Sería grato también recordar los exiliados de nuestro tiempo, los que huyen del hambre, de la miseria, de las guerras y todas esas penurias de nuestro tiempo. No olvidemos a los gazatíes o ucranianos. También los exiliados invisibles, aquellos que huyen del supremacismo cultural o racial, aquellos que no han podido soportar que en su propia casa no se pueda hablar su idioma, o practicar su cultura, o rotular sus negocios en el idioma que les plazca.

El exilio es engañoso, excepto para aquellos que huyen de una muerte segura y venden su alma a cambio de un trozo de vida, sin importar dónde o con quien. Desterrados, expulsados, proscritos, abocados al ostracismo y la ignorancia, desarraigados para siempre sin posibilidad alguna de abrazar ninguna otra identidad excepto la del recuerdo lejano. Tachados de extranjeros, invasores, colonos, irregulares, maketos, charnegos, moros, jalufos, panchos y panchitos, cualquier cosa es válida para denigrar al ser humano que habita el exilio. Una vez denigrado y desacreditado, ya no se ve como una persona, sino como un ente extraño, ajeno, que crea desconfianza y sobre todo, rechazo.

El exilio es engañoso, porque uno sale de una miseria y se encuentra con otra. Sale de la miseria material y se encuentra con la miseria social y espiritual de una sociedad enferma, con el racismo, con la xenofobia, con la alterofobia. Siempre serás un extraño porque no eres de ese pueblo, de esa ciudad, de ese territorio, de esa cultura, de ese país. Puedes prostituir tus orígenes, puedes disimular tu nombre, tu cultura, tu lengua. Puedes integrarte y puedes incluso aculturizarte, pero por más que te esfuerces, nunca serás uno de ellos. Ni siquiera los hijos de tus hijos. Quizás hasta que la mezcla intergeneracional disimule el pasado y el exilio de los antepasados.

Y en eso olvidamos, especialmente los supremacistas de cualquier calaña, que todos tenemos un pasado de exilio. Que si tiramos del hilo histórico, todos somos descendientes de moros, de bárbaros, de romanos, de fenicios, de galos o de cualquier otra cultura que atravesara esta tierra. Todos somos hijos descendientes de algún exilio lejano, y de ahí que deberíamos tener algún sentido más profundo sobre la acogida, alejados de toda supremacía y toda xenofobia.

El odio y la repugnancia que sentimos hacia el otro, hacia el extraño, solo crea desdén, hostilidad e intransigencia. Olvidamos, como nos decía Beethoven hace ahora doscientos años, que todos somos hermanos, y que la raza humana requiere de una fraternidad profunda y verdadera basada en la libertad, la igualdad, la fraternidad y el amor hacia el otro. Escucha, hermano, la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día. Eso es lo que esperamos todos los exiliados. Un nuevo día, un nuevo canto alegre, una sonrisa del otro, del hermano. Un lugar de alegría para todos, un lugar habitable, sano, respetuoso, fraternal.

Ruido de fondo


“El supermercado es un lugar de espera, nos recarga espiritualmente, es un umbral. Mira qué brillante, qué lleno está de información psíquica, olas, radiación, todas las letras y números están aquí, todos los colores del espectro, las voces y los sonidos, las palabras secretas y las palabras ceremoniales. Solo hay que saber descifrarlas”. Murray, en la película “Ruido de fondo”.

Miro las noticias y el índice de Miedo y Avaricia está en 74, lo cual indica un sentimiento medido de «codicia extrema». Siguen las guerras a pesar de que el año que viene celebramos ochenta años de paz en Europa, o al menos en una parte importante de Europa, todo un logro para el viejo continente. En Corea del Sur van a prohibir la comercialización e ingesta de la carne de perro. Los detractores de esta nueva norma dicen que atenta contra la tradición y su cultura, y dicen que es una ley influenciada por Occidente, añadiendo que aquí comemos carne de vaca, conejo y oveja y nadie dice nada. Es verdad que en Occidente tenemos una doble vara de medir, algo cínica, con respecto a la vida animal. Amamos a los perros, creamos leyes que los protegen casi dotándoles de derecho natural, pero nos comemos a las vacas.

El otro día alguien me preguntaba cuándo y porqué me había hecho vegetariano. El cuándo fue aproximadamente en el año 89, cuando contaba con dieciséis años. El lugar fue en Latour de Carol, cuando tuve una especie de revelación o ascesis mirando fijamente los ojos a una vaca. En aquel pequeñito pueblo del sur de Francia empezó mi particular camino hacia la liberación del espíritu y el logro de la virtud, que dirían los antiguos.

No es que el dejar de comer perro o vaca te haga más sabio y más virtuoso, pero digo yo que algún tipo de recompensa interior o moral habrá. El porqué, fue simplemente por pura conmoción y compasión. ¿Cómo es posible que en Corea del Sur aún se coman a los perros y cómo es posible que en nuestra cultura occidental aún comamos vacas, conejos y ovejas? Algo así debí pensar tan permeable e inocentemente joven.

Ayer, tras unos días en cama por gripe asistí en el centro de Madrid a un encuentro reducido con el Ministro de Exteriores. Estuve un rato buscando qué ponerme porque la ropa se me ha quedado toda pequeña de tanto engordar en esta vida burguesa que llevo (en verdad soy galletariano, pero esto ya lo sabéis). Al final intenté disimular hasta que me di cuenta de que no me había cambiado de calcetines y asistí con unos de esos que te regalan para Navidad. Menos mal que los de protocolo iban también un poco desaliñados para los tiempos que corren y no se fijaron en mis calcetines insultantes. Ay, qué impactante resulta ver como se están perdiendo las formas.

El ministro, un hombre culto e inteligente, de elocuente labia y extraña sonrisa, nos habló del conflicto de Oriente Medio y se empeñó en hablar de paz, más que de guerra. Me gustó su sonrisa socarrona mientras repetía una y otra vez que la socialdemocracia internacional desea la paz mundial. Me hubiera gustado increparle y hablarle de la necesidad de la paz en el plato de comida. Que sí, que amamos a los perros como a nosotros mismos, pero detestamos a las vacas, los conejos y las ovejas casi tanto como a los judíos, los rusos o los árabes. El nuevo mandamiento, que paradójicamente nació en aquella tierra inhóspita, es bastante selectivo. A eso de amaros los unos a los otros, faltó añadir que los “otros” eran todos, no solo los de nuestra incumbencia, y diría yo, no solo a los de nuestra especie. Es decir, que si tenemos capacidad moral para amar a los perros, ¿por qué nos cuesta tanto amar a las vacas, conejos y ovejas? (Y por favor, no seáis simplistas con esa frase tan española: ¡es que el jamón!)

Me hubiera gustado que estuviera el Ministro de Interior, que seguro que entiende más de vida espiritual, para explicarle al de Exteriores que la paz mundial solo será posible cuando se encuentre la paz interior. Me explico: el hecho de que el índice de Miedo y Avaricia esté rozando la codicia extrema está muy relacionado con el hecho de que en Corea del Sur aún coman perros y en Occidente vacas, ovejas y conejos (y jamón). También está estrechamente relacionado con las guerras de Oriente Medio y decenas de países que aún viven en la antigua era del conflicto, en el viejo paradigma de la sangre por la sangre y en la obsoleta consciencia de que para sobrevivir necesitamos ritualizar la muerte en hermosos escaparates de supermercado, los cuales, como en la crítica subversiva que aparece en la película “Ruido de fondo”, aún conservan ese halo místico y casi divino.

De ahí la importancia de tener un verdadero Ministerio del Interior, es decir, un ministerio que vele por nuestra vida interior, nuestra moral, nuestra consciencia, nuestros valores, el silencio y la equidad profunda. No sé, se me ocurre que tal vez debería volver a la política y promover este tipo de ideas y esta nueva cultura ética en las mareas ideológicas que ahora nos gobiernan. Eso de meter la cabeza bajo tierra y decir / pensar «esto no va conmigo» está bien durante un tiempo. Ese sesgo cognitivo denominado efecto avestruz, avaricioso y egoísta, es lo que aleja la rica vida interior de la vasta experiencia exterior.  Hay excesivo ruido de fondo en el mundo, y con eso, es muy difícil la paz mundial y ese mundo amable y maravilloso al que todos aspiramos.

Dicho todo esto, bravo por los perros de Corea del Sur. A ver si tomamos ejemplo en Occidente y movemos ficha por las vacas, los conejos y las ovejas.

¿Estamos ya en la Tercera Guerra Mundial? ¿O ante el principio del Gran Colapso?


 

© @alpercukur_photography

Según la astrología tradicional, el 23 de marzo del 2023 Plutón entrará en Acuario. Estará 20 años transitando ese signo. La última vez que esto ocurrió fue en tiempos de la revolución francesa. La astrología predice grandes cambios cuando Plutón transita nuestro planeta, y al parecer, las predicciones indican que nuestro mundo está entrando en un periodo de colapso. Según las predicciones, en 2026 se completará el ciclo en el que el sistema colapsará definitivamente.

Según algunos analistas de la geopolítica internacional, en 2014, fecha que se celebra el centenario de la primera guerra mundial, empezó, con la anexión de Crimea por parte de Rusia, la tercera guerra mundial. Puede parecer aún un dato anecdótico dependiendo de cómo transcurran los acontecimientos en el próximo año, pero tal y como están las cosas, no parece que vayamos a un escenario optimista. China empieza a amenazar a Taiwan y Rusia se hace enemiga de todo Occidente, creando un nuevo eje de fuerzas que buscarán acometer un pulso para reorganizar el nuevo orden mundial. Los antiguos países del eje (Alemania/Japón/Italia), encuentran su réplica posmoderna en Rusia/China/Corea del Norte. Ya tenemos un nuevo eje del mal.

Este año empezó la guerra de Ucrania, la cual no parece tener fin dada la resistencia que los ucranianos están ofreciendo a Rusia. Esta guerra ha provocado daños colaterales en todo el mundo, elevando los precios de casi todos los productos y provocando una gran inflación mundial. La subida de precios, especialmente del gas, la electricidad y los combustibles fósiles, viene acompañada de una también mundializada sequía. Los recursos hídricos empiezan a menguar en muchas partes del planeta mientras que los polinizadores naturales se empiezan a extinguir. El cambio climático parece seguir dando señales de que algo está alterándose, nos cueste más o menos admitirlo.

Una de las señales inequívocas de que el mundo actual está colapsando reside en la propia inteligencia humana. Cada vez más son las personas y colectivos que deciden apuntarse a lo que se está llamando “la gran renuncia”. Personas y colectivos llamados “outsider”, fuera del sistema, que apuestan por una vida diferente, normalmente en el campo, viviendo lejos de las grandes ciudades con unos valores diferentes a los heredados por la modernidad. Esa inteligencia humana, o esa intuición por sobrevivir a un futuro colapso está haciendo crecer la implantación de pequeñas comunidades que quedarán fuera del sistema. Esas pequeñas comunidades que trabajan cada vez más en la autosuficiencia, se plantan como pequeñas semillas supervivientes al gran colapso que se avecina.

Con estos hechos, es evidente que la humanidad necesita actualmente una nueva cultura ética. Esto no es para nada ingenuo si se piensa en términos en los que la humanidad, nuestra sociedad actual, vivirá un caos que repercutirá en la implantación de un nuevo modelo de convivencia y quizás supervivencia. Al igual que el colapso de las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado hicieron posible cierta emancipación material, el colapso de este nuevo siglo creará las condiciones ideales para que la nueva tecnología, presumiblemente más ecológica, se implante definitivamente en nuestro mundo.

A pesar de todos los augurios pesimistas, podemos ver cómo esta nueva cultura ética se está empezando a cultivar en nuestros corazones, y esto se logra cultivando poco a poco la mente para que las semillas de la creatividad y la virtud puedan florecer en el futuro. Ese florecimiento, tras el presumible colapso al que nos avecinamos, dará nacimiento a una nueva era completamente diferente, una era donde el espíritu heroico y libre de aquellos que se atrevieron a salir del «sistema» gobernará el destino humano bajo la plena luz de la consciencia.

El que abre una escuela, cierra una prisión


«El que abre una escuela, cierra una prisión» (Víctor Hugo).

El alma siempre desea manifestarse en nosotros mediante dos aspectos: la vida y la consciencia. Una se expresa y nace en el corazón, la otra en el cerebro. Una utiliza la corriente sanguínea para que la vida se expanda en nuestro cuerpo. La otra, el sistema nervioso y su entramado de conexiones.

Las escuelas del futuro enseñarán estas verdades y ofrecerán herramientas y entrenamiento para que la realidad del alma sea manifestada, de modo que nuestra existencia responda a la vida del alma y a su consciencia, y no a la prisión de nuestra personalidad, atrapada siempre en una realidad limitada y egoísta.

El reto es profundo, especialmente cuando se intenta de alguna forma crear un espacio donde se pueda hablar abiertamente de estas cosas, y encaminar todos los esfuerzos a crear un laboratorio, una primera escuela que ofrezca herramientas y entrenamiento para el contacto abierto con nuestra alma.

Abrir una escuela del alma para alejarnos de la prisión de nuestra personalidad será el gran reto. El año pasado dedicamos mucho tiempo a la creación de los planos de esa escuela. Este año tocará empezar su construcción. La parte material de la construcción será todo un reto. La parte pedagógica será aún de mayor complejidad.

Encontrar personas íntegras que hayan completado en sí mismas un adecuado entrenamiento es difícil. No tan solo un entrenamiento del dominio sobre la materia mediante algunas disciplinas físicas que pongan el énfasis en la alimentación o la higiene de los cuerpos mediante la ingesta de sustancias inocuas. Sino también personas que tengan pleno dominio de sus estados de ánimo, de sus emociones y de sus pensamientos, demostrando con ello que están preparadas para albergar la posibilidad de la vida plena y de la consciencia plena, es decir, la esperanza de que la vida del alma se manifieste completamente en nosotros.

Una escuela para el Alma debería tener en cuenta aquellos atributos y aspectos que hacen posible su manifestación en el plano de la forma. Dichos aspectos han sido recogidos en cierta manera en algunos tratados de filosofía espiritual. Esos aspectos son los que procuran una buena praxis, cultiva la belleza en todos los aspectos de la vida y potencian la voluntad de servir, actuando al final de todo proceso, de forma grupal.

El primer aspecto es el de Voluntad o Propósito.
El segundo aspecto es el de Amor-Sabiduría.
El tercer aspecto es la Inteligencia Activa.
El cuarto aspecto es la Armonía (atravesando el conflicto).
El quinto aspecto es el Conocimiento Concreto.
El sexto aspecto es la Aspiración (antiguamente llamado Devoción).
El séptimo aspecto es el Orden.

La consciencia y la vida son principios fundamentales de la realidad. Existe el mito de que es el cerebro el que produce dicha consciencia y sostiene con ello la vida. Pero realmente no es así, la consciencia y la vida son aspectos universales que se expresan en nosotros dependiendo del equilibrio que tengamos interiormente. El cerebro y todo nuestro cuerpo es un instrumento, una antena que sintoniza, dependiendo de su “frecuencia”, aspectos más o menos profundos de la vida y la consciencia. Tener una antena adecuada hará que la profundidad del mensaje sea más contundente. Crear Escuelas dónde se estudie las frecuencias adecuadas y el cuidado de la antena que somos hará que el ser humano avance hacia su progreso inevitable. Un progreso que versará en la expansión de la consciencia hacia nuevas realidades y visiones.

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El problema de la educación


“Dejen correr la imaginación por un momento, e imagínense cómo será el mundo cuando la mayoría de los seres humanos se dediquen a hacer el bien a «otros», y no se ocupen de sus propias metas egoístas”. Alice Bailey

La cooperación, la compasión y el amor-sabiduría deben ocupar el lugar de las hasta ahora predominantes y valoradas cualidades de la competencia, la autoafirmación y la separatividad. Con esta frase podría resumirse ampliamente el problema de la educación y de la infancia. Podemos decir que los problemas de la humanidad se atajarían si tuviéramos la posibilidad de transformar profundamente todo nuestro sistema educativo. Un sistema educativo gratuito, profundo y universal, entendiendo por universal, capaz de llegar a todas las esferas de la vida humana, a todos los países y a todo el mundo por igual.

Educar en valores como el apoyo mutuo, la cooperación, la inofensividad e inclusive el decrecimiento y la simplicidad voluntaria podrían ser motivos para que las bases de la futura humanidad pudieran cambiar en varias generaciones. El problema de la infancia es básicamente un problema de pedagogía en valores. Educar en valores es pensar en un mañana esperanzador.

No solamente es un problema de educación, sino también de pobreza. La infancia de muchos niños no puede ser consolidada educacionalmente cuando no tienen comida que llevar a la boca. Gran parte de la infancia mundial vive en los umbrales de la pobreza. Erradicar la pobreza extrema es uno de los grandes retos de la humanidad, y para ello, es necesario también una reeducación a gran escala en los adultos, en los gobiernos avanzados y en las políticas de cooperación internacional, con la intención de poder asentar las bases hacia una nueva organización de la riqueza.

Desarrollar de forma paralela una nueva educación y una nueva pedagogía centrará la atención de los nuevos métodos y profesorado. Enseñar a ciudadanos del mundo, a personas libres de prejuicios, de racismos, de estrecheces mentales, de dogmas, de filiaciones políticas, profundizando en el libre pensamiento y en el libre sentimiento. Educar en la rica diversidad de todas las civilizaciones y culturas humanas nos ayudará a convertirnos en parte de esa familia universal, amando nuestra cultura particular, pero haciendo ese amor expansivo hacia las demás culturas y formas de entender el mundo.

La educación debería ser holística. Debería empezar por nuestros hogares, ampliarse a nuestro ámbito familiar y vecinal y seguir por los derroteros de lo universal. Al mismo tiempo, la educación debería ser también espiritual, entendiendo espiritual como la indagación y exploración interior sobre cuestiones fundamentales en el ser humano que atañen a nuestro devenir, nuestro contacto con la naturaleza y con los cuestionamientos básicos de nuestra vida en el planeta. La muerte, la vida y el amor deberían ser sostenidos por esa mirada interior, libre y desapegada.

Nuestra conducta, nuestras emociones y nuestros pensamientos deberán reconvertirse en posibilidades de estudio, de aprendizaje grupal y de excusa para potenciar nuestras cualidades y potencialidades. De ahí la importancia de educar en lo bello, lo verdadero y lo bueno como requisitos para una nueva educación. Las fallas de la educación actual han sido basadas en una mentalidad competitiva, nacionalista y potenciada en el orgullo y la avaricia. La codicia, la ambición y el orgullo son la base de nuestra educación actual, basada en la rapiña, destrucción o invasión de unos pueblos sobre otros o el desprecio del otro como enemigo.

En el Preámbulo de la Constitución de la UNESCO se dice: «Dado que las guerras comienzan en las mentes humanas, es en las mentes humanas donde se deben construir las defensas de la paz”. Es por ello que la educación debe basarse en los valores y principios de la paz. Crear personas comprensivas y amorosas libres de todo tipo de egoísmo y corrupción interior será el futuro que deberemos construir juntos. Ayudar a crear personas que tengan integrado dentro de sí la responsabilidad de dar, de recibir, de ser abierto, tolerante y libre ,será tarea para las futuras generaciones. Ayudar a los niños de todo el mundo en la tarea de ser los custodios de un tiempo y de un mundo que hemos heredado, y que debemos cuidar y mejorar. Es necesario encontrar nuevos caminos, nuevas visiones, y en ello, la educación abrirá puertas a esos nuevos universos.

Las cuatro libertades


«Libertad de culto», de Norman Rockwell

CONSIDERANDO […] que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del ser humano, el advenimiento de un mundo en que todos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias. (Declaración Universal de los Derechos Humanos).

El “Discurso de las cuatro libertades” fue pronunciado por el presidente Roosevelt en 1941. Es una síntesis de las “cuatro libertades humanas esenciales”, de las cuales la Carta de las Naciones Unidas se hizo eco: la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de vivir sin penuria y la libertad de vivir sin miedo

Es paradójico pensar que un tiempo después debamos tirar de la nostalgia para recordar esos valores que ahora parecen tan difíciles, irreales e imposibles. La crisis del Covid nos ha demostrado que ya no tenemos libertad de expresión ante la inmensa y universal censura en la que estamos envueltos. No existe una completa libertad de sentimiento espiritual o religioso, ya que de alguna manera ese sentimiento se ha pervertido y superficializado hasta el extremo de estar estigmatizado. Vivimos cada vez más en la penuria más espantosa. Un mundo lleno de cosas a costa de ser esclavos de las mismas. Y vivimos con miedo. Miedo a atentados, miedo al cambio climático, miedo a las pandemias, miedo al vecino, al extranjero, el emigrante…

De alguna manera vivimos en la tiranía de la meritocracia. Si no tienes éxito de cualquier tipo eres un auténtico fracasado. Ahí no importan las libertades, pues alejados de toda moral y ética, lo único que importa es vencer, ser el mejor, ser el primero, aunque sea ser el primero en un mundo mediocre. La meritocracia delega al inframundo del olvido a todo aquel que no participe de ella. Lo margina, segrega y separa hasta el punto de ignorar cualquier tipo de justicia, corrompiendo todos los ideales de libertad.

La libertad es elegir todos los días entre el argumento de la corrupción y el argumento de la justicia. La corrupción de nuestro sistema y de nuestra participación en el mismo, el cual cada vez socava más las libertades individuales, o la justicia de luchar constantemente para que eso no ocurra.

En un segundo ciclo de mayor comprensión, la corrupción del egoísmo, que nos lleva al aislamiento y a la reclusión más absoluta, olvidándonos del otro, de la justicia y del valor de poder apoyar, ayudar y animar al otro a realizarse bajo la más alta de las aspiraciones humanas. El advenimiento de ese nuevo mundo al que todos aspiramos debe venir de la mano de la justicia, la generosidad y la libertad más absoluta teniendo siempre presente un mundo humano unido.

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Filantropía. Retornar el elixir


 

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En estos días de autocuidado estoy empezando a darme algunos caprichos. Esta rosa es la primera que nace aquí en estos bosques. Fue un hermoso regalo que expresa la necesidad de seguir profundizando en la mística del corazón a partir de fortalecer todo aquello que soy

«En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto». Evangelio de San Juan 12:24

La filantropía es muy compleja. A veces, incluso los más ricos sienten interiormente que les falta dinero para realizar aquello que les gustaría hacer. El ser humano no conoce límites y está siempre llamado a la necesidad infinita. El dinero siempre se va rápido, y no importa cuanto tengas. Hay personas que han llegado a tener cientos de millones de euros que perdían en un día debido a cualquier crisis. Hay personas que aún teniendo poco o mucho, sienten un deseo interior de compartir su riqueza con el otro. Muchas veces la cuestión primordial es saber a qué causa ayudar. Otra muy importante es la de no basar la ayuda únicamente en una caridad mal entendida, intentando lavar con ello nuestras consciencias.

Hay personas cuya filantropía se basa en apoyar causas concretas, como ese donativo mensual de un euro o diez euros o veinte euros a organizaciones que dedican su esfuerzo en causas diversas que pretenden, al final de todo, mejorar el mundo. En Estados Unidos hay uno 400 multimillonarios, de los cuales, al menos treinta se comprometieron hace unos años a donar el 50% de su fortuna a obras benéficas. Este dato puede ser significativo. Al menos, hay personas que, a pesar de haber tenido la fortuna de acumular mucho, también han tenido la visión de compartir lo recibido.

Hace unos años un amigo al que considero buena persona y excelente ser humano me reprochaba de alguna manera el que hubiera creado una fundación para intentar aportar un granito de arena en este mundo que requiere de cambios. El reproche era debido a que, según su visión, eso solo podían hacerlo aquellos que tienen recursos. Con el tiempo he pensado que no tenía del todo razón. Es verdad que, en mi caso, en estos últimos años, he dedicado el cien por cien de mis recursos a intentar sostener este proyecto. Eso ha sido un gran error por mi parte. En primer lugar, porque dejé de pensar en mí. En segundo lugar, porque al hacerlo, entre en bancarrota en un par de ocasiones. También en cierto que quizás nunca tuve el dinero suficiente para hacer lo que algunas personas con dinero pueden hacer, pero sí tuve la visión y el coraje de intentar hacerlo.

No solo los ricos pueden hacer filantropía, también los que, aún no teniendo nada, hacen de su mundo un mundo mejor expresado en una generosidad infinita plasmada en sus acciones, en su sonrisa, en su forma de ver y entender la vida. A veces no da el que más tiene, sino el que menos necesita. La economía del don, del dar, es algo que está más allá de lo que uno pueda llegar a tener. Es una actitud del alma, es una experiencia, diría, que espiritual, una espiritualidad a veces disfrazada de moral o ética, pero en su esencia, el dar es algo trascendente. Por eso los que dan expresan una felicidad interior profunda y sostienen una paz duradera.

Hay que tener coraje para dar, como decía, pero a veces ese coraje puede ser objeto de desconfianza o excesivas críticas. Eso lo he podido vivir en estos años y ahora estoy haciendo un sano ejercicio que intenta ordenar esas críticas para ver hasta qué punto pueden ayudarme a mejorar. Releyendo “El héroe de las mil caras” de Campbell, redescubro la hermosura de la imperfección del coraje, de aquel que lo intenta a pesar del fracaso o la derrota, una y otra vez. Para Campbell, un héroe no es un ser perfecto que siempre acierta en todo. Es alguien que se enfrenta a algo mayor que a sí mismo.

Si miramos nuestras vidas, realmente todos hemos sido héroes. Hemos sobrevivido a mil avatares, hemos conseguido algunos éxitos y hemos cosechado grandes derrotas y fracasos que nos han permitido almacenar lo que Campbell llama el elixir, es decir, el fruto de la experiencia y el conocimiento. La experiencia del abismo, el fracaso, la derrota, puede transformarnos, logrando una metamorfosis interior gracias a nuestro empeño. Y el buen héroe destaca por esa necesidad de restaurar el elixir, es decir, por devolver y compartir con los otros todos los logros conseguidos.

Este es el principio que debería movernos a todos. Tengamos más o menos recursos, tengamos más o menos experiencia, tengamos más o menos conocimiento, en algún momento de nuestras vidas deberíamos devolver aquello que hemos conseguido. Restaurar o retornar el elixir debería ser un principio ético de primera magnitud. Nuestras vidas terminarán en poco tiempo. Todo se apaga al final de los días. Pero podemos ir encendiendo pequeñas luces en el camino ayudando en todo lo que podamos. Nada de lo que tenemos podremos llevarlo al otro lado, excepto la satisfacción de haber ayudado, mejor o peor, a todos los que podamos. De alguna forma, al morir, tenemos la oportunidad de producir fruto abundante. Ese y no otro es el verdadero elixir de la existencia.

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Aislados del aislamiento


o couso progreso 5 abril 2020

«¿Puedes dudar de que hasta el trabajo más penoso se volvería un placer, en vez de la abominable esclavitud que es actualmente, si sólo se requiriesen tres horas diarias bajo condiciones más saludables e higiénicas y en una atmósfera de fraternidad y respeto para con tu trabajo?» Alexander Berkman

Estos días nos llaman de algunos medios para interesarse por nuestro aislamiento. La verdad es que somos unos auténticos privilegiados. Tenemos comida abundante, tenemos un hogar modesto, pero del cual no tenemos que rendir cuentas a ningún casero ni hipoteca. Es cierto que nuestros recursos son limitados, pero no tenemos que pagar luz ya que utilizamos un rudimentario sistema de placas solares y no tenemos que pagar agua ya que bebemos de nuestros propios afluentes. Cuando tienes prácticamente todo cubierto, al menos todo lo necesario para una vida digna materialmente hablando, ¿a qué más se puede aspirar? Necesito poco y de lo poco que necesito necesito poco, nos decía San Francisco. Siendo así, que es nuestro caso, ¿a qué dedicar todo nuestro tiempo?

A la ingente tarea de compartir. A la inmaculada faena de expresar generosidad. Trabajamos como nadie para que este lugar esté cada día más hermoso y acogedor, para que otros afortunados, ya sea por un breve periodo de tiempo o por un tiempo prologando, puedan disfrutar de este privilegio. Realmente hablamos de privilegio cuando todo esto que aquí expresamos como algo utópico debería ser algo normalizado. La constitución lo dice claramente: tenemos derecho a una vivienda digna, a un trabajo digno, en definitiva, a una vida digna. No deja de ser un brindis al sol cuando eso no ocurre con todo el mundo. Lo vemos especialmente en este tipo de crisis, en los desahucios que tristemente han ocurrido en estos años, en personas que no tienen para comer en estos días (véase lo ocurrido en el sur de Italia).

Aquí vivimos en un nuevo paradigma. No centramos nuestras vidas en lo material. Nos conformamos con poco a cambio de poder compartir con alegría aquello que tenemos. Realizamos un trabajo común no para nosotros, sino para que otros lo disfruten. A nosotros nos basta con la alegría del compartir. Quizás en un futuro, en ese posmodernismo emancipador del que hablan algunos autores, la vida será un regalo que admiraremos con delicada observancia. Una vida a la que dedicaremos más tiempo a compartir que a atesorar. Nos daremos cuenta de que al otro lado no podremos llevar más que aquel bien que hayamos dejado en el mundo. La generosidad será moneda de cambio en el otro lado. También algún día en este mundo que pretende ser más justo, equitativo y de alguna forma, espiritual.

Aquí seguimos bien, con nuestras rutinas, sin estar excesivamente aislados excepto con esa sensación extraña de no poder coger el coche y no poder escapar a ninguna parte excepto a los bosques y prados y montañas contiguos. Estamos sanos y alegres, y con eso nos basta. Todo lo demás vendrá por añadidura. Mañana volverá a salir el sol, incluso aunque den lluvia.

Burger King y su hamburguesa vegetariana. Un paso hacia el tabú de la matanza


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Esta mañana temprano hacía un viento terrible (la borrasca Elsa provocará uno de los peores temporales de viento del año, leía más tarde, ya me vale). En el tejado se había levantado la loma que tapa la cumbre y tuve que subir para cubrirla. Estando arriba, un azote de viento casi me tumba al caer sobre mi cara de forma abrupta un trozo gigante de la loma. Esa bofetada me puso la cara roja, pero por suerte, pude mantener el equilibrio y no terminar en una comprometida situación. Estando arriba me llamaron del taller. El coche híbrido ya estaba preparado. Bajé algo precipitado y confundido por la experiencia en el tejado. Me miré la cara y me eché algo de agua fría ante el dolor. Cogí el coche de sustitución e hice el recorrido hasta A Coruña medio aturdido. En el camino paré para probar la Whopper Vegetal que Burger King ha sacado al mercado. Necesitaba parar antes de seguir. Me pedí el menú con patatas y aros de cebolla para complementar mientras planeaba cómo continuar el viaje hasta Madrid una vez tuviera el coche.

Hace doce años pude probar por primera vez en un Burger King situado en Princes Street, en el centro de Edimburgo, la primera hamburguesa vegetal que un restaurante de comida rápida se atrevió a comercializar. En aquel tiempo no debió tener mucho éxito porque nunca más las volví a ver. Nunca tuve nada en contra de la comida basura o la comida rápida, excepto aquella que utiliza el sacrificio animal para potenciar este mundo materialista e insensible. El otro día una amiga veterinaria me explicaba que solo la cadena McDonald’s comercializa, tan solo en España, más de un millón de hamburguesas… ¡¡¡¡al día!!!! En España, según datos de la NPD, consumimos 580 millones de hamburguesas al año. No quiero pensar cuántos pequeños terneritos suponen ese sacrificio.

Dentro de lo diabólico del asunto, porque ya sabéis que me parece una atrocidad el consumo de carne animal, la comercialización de una gran cadena de comida rápida de una hamburguesa vegetal es el indicador de algo. Es como si en un mundo de caníbales alguien de repente sustituyera la carne humana del menú y la cambiara por la carne de pollo. Seguramente eso ocurrió alguna vez en la evolución humana, y algo moralmente cambió, convirtiéndose en tabú la ingesta de carne humana. Este indicador de hoy, de principios del siglo XXI, seguramente es un antes y un después en el consumo de carne animal. En unas décadas, quizás en unos siglos, el consumo de carne animal también será un tabú, como ahora lo es el consumo de carne humana.

Ayer paseando a los perros por los bosques y los prados de los vecinos, viendo las terneras que pronto entrarán en la cadena trófica humana, me crucé con un vecino cuyo negocio consiste en criar y vender terneras de no más de un año para consumo humano. Estamos en fechas de “matanza” y me enseñó orgulloso, también para picarme, una gran mesa de trabajo con seis cerdos recién sacrificados. Antiguamente, y también ahora más por tradición y costumbre, la “matanza” era una fiesta que permitía, en estas frías tierras, disponer de proteína abundante para pasar el frío invierno. Seis cerdos por familia al año es suficiente. Seis cerdos que prácticamente no ven la luz del sol en todo año y cuyo cometido es engordar para luego ser degollado y embalsamado en embutido.

Probé la hamburguesa vegetal de Burger King, con su lechuga y su tomate y pepinillo. No me dijo nada especial, pero no estaba del todo mala. Imitar los sabores de la carne para engañar al gusto y el apetito no sé si es una buena idea, pero en este caso debo decir que lo han conseguido hasta cierto punto. No voy a entrar en la crítica de la comida rápida ni de este tipo de cadenas alimenticias, una fase superior de la arcaica “matanza”. Simplemente lo anoto como un paso hacia una nueva moral. Como una señal lenta pero efectiva de que los tiempos están cambiando. Lluvia fina… poco a poco…

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Es urgente


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© Marco Abergo

 

Vivimos en un momento de tensión y crisis mundial. Estamos experimentando un reto sin precedentes que debemos enfrentar individual, grupal y globalmente. En nuestra ceguera cotidiana, es difícil poder provocar un cambio positivo que afecte al conjunto y cree dinámicas de cambio y transformación. Estamos en un momento que exige una disciplina y un trabajo de acción radical para poder ser agentes transformadores. A veces, en esa ceguera, siempre nos preguntamos, ¿qué podemos hacer nosotros? La respuesta puede ser enfrentada desde ópticas diferentes.

Hay un velo de ilusión que no nos deja ver la vida en toda su expresión. De hecho, solo estamos capacitados para ver aquello que tenemos en nuestro entorno más inmediato y aquello que ha sido construido desde nuestros hábitos cotidianos. Existen dormileras, expresiones narcotizantes que nos alejan de la verdadera visión de las cosas y de la existencia en su mayor profundidad. Hay una suma de hábitos en nuestras vidas que nos ciegan, que no nos dejan ver la vida en su mayor expresión, y por lo tanto, limitan nuestros movimientos a una suma de actuaciones cotidianas que refuerzan aún más la ceguera. Vivimos en una sociedad narcotizada.

Aún es sorprendente como la relación con nosotros mismos está dañada a muchos niveles. Físicamente podemos decir que nuestros cuerpos sufren la atrofia del maltrato diario. En pleno siglo XXI, aún hay personas que contaminan su cuerpo de mil maneras. Aún podemos ver por las calles personas que fuman, que se drogan, que ingieren grandes dosis de alcohol como algo natural y bien aceptado en la sociedad. No somos capaces de entender que el planeta está enfermo porque nosotros mismos lo estamos, y para evitar nuestra responsabilidad ante este hecho, justificamos de mil maneras nuestros hábitos más dañinos.

El ser humano debería despertar a esa mínima disciplina de aceptar que las drogas, el tabaco y el alcohol no aportan ningún tipo de beneficio a nuestros cuerpos. Es algo tan básico que duele tener que recordarlo una y otra vez. Si fuéramos conscientes del daño que hace expresiones tales como “solo es un vinito” o “solo es una calada”, el mundo cambiaría radicalmente. Si todo el dinero que tiramos diariamente en vinitos y caladas se organizara para cambiar el mundo, viviríamos en un planeta totalmente sano y duradero. Nuestra calidad de vida sería superior y nuestra supervivencia sería mucho más equilibrada. No es la calada o el vinito en sí, es la consciencia que hay detrás de esas expresiones sociales que no somos capaces de erradicar de nuestras vidas. La complacencia de unos y de otros y el refuerzo social lastran cualquier intención de cambio. En el fondo, “solo es un vinito”.

Otro tema importante es la comida. Es algo que deberíamos pensar diariamente. ¿Qué clase de cosas comemos? ¿Cómo es posible que en un mundo tan abundante como el nuestro sigamos sacrificando gratuitamente vidas animales para ingestas de placer instantáneo? ¿Cómo es posible que sigamos torturando y comprando tortura y muerte en nuestro tiempo de progreso y despertar de consciencia? ¿Por qué como humanidad cuesta tanto entender este mínimo de respeto a la vida de esos seres inocentes que mueren a millones todos los días para satisfacer nuestra necesidad de placer engañoso?
La lista de cosas que podríamos hacer por nosotros mismos con respecto a la crisis planetaria sería infinita, pero he querido, una vez más, advertir sobre lo más básico, lo que está en nuestras manos diarias y que, con un poco de esfuerzo, podemos enfrentar de forma radical, pero posible. Cambiar hábitos es cuestión de hábito, pero no es suficiente.

Debemos también actuar grupalmente. El grupo es necesario para comprender que las cosas no van a cambiar si no empezamos a organizar la lluvia fina que cale cada vez más en las consciencias. Esa lluvia fina penetra poderosamente ante la actuación grupal. Cuantos más grupos existan creando consciencia, más fácil será la permeabilización del nuevo paradigma. Los grupos tienen el poder de crear semillas de consciencia que afectan globalmente. Los grupos deben organizarse de forma urgente y radical para ser una piedra viva en el edificio de la construcción del nuevo mundo.

 

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¿Qué es la felicidad?


 

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La pequeña ermita en la comunidad que soporta nuestra búsqueda de sentido

La próxima semana participaré en un encuentro temático que se realizará en el The Krishnamurti Centre, en Brockwood Park, Alresford, cerca de Winchester, en el sur de Inglaterra, el cual versará sobre la felicidad. Una amiga tuvo la amabilidad de invitarme a este viaje para empezar a dilucidar qué tipo de pedagogía realizaremos una vez la futura Escuela de Dones y Talentos esté construida. La parte material nos llevará un tiempo, pero la parte pedagógica, el contenido que albergará el hermoso edificio que pretendemos construir, será la cuestión más profunda y costosa.

Después del encuentro marcharé a la comunidad de Findhorn, un hermoso lugar que también centra su misión en la pedagogía para esta nueva era a la que estamos inevitablemente abocados. Allí estaré retirado unos días mientras que comparto ideas con una de las fundadoras de nuestro proyecto y mientras dedico algo de tiempo a la preparación final de la defensa de la tesis. Es bueno terminar esta gran trayectoria en el mismo lugar dónde todo empezó. Casi quince años tras las utopías merecía un bonito cierre final.

A parte de la economía del don, aún no sabemos qué tipo de identidad o característica nos diferenciará de ambos centros. Tendremos cosas en común como la búsqueda de una vida mejor para todos en un entorno privilegiado de paz en un tiempo tan convulso. En los próximos meses, deberemos buscar aliados que puedan aportar ideas que deban ser desarrolladas en este nuevo reto. La casa de acogida se consolida, la escuela empieza a nacer y en el final del camino, una comunidad integral que pueda vivir armónicamente bajo los auspicios de la nueva cultura ética: la cultura de la ética viviente, una visión que pretende aportar felicidad al ser humano y al entorno donde desarrolle su actividad vital en perfecto equilibrio con la naturaleza.

Pero, ¿qué es la felicidad? En los párrafos anteriores describo entre líneas qué es la felicidad. Es cierto que hay muchos tipos de felicidad, sin embargo, podemos decir que la felicidad en sí misma no es un fin, ni siquiera un medio para llegar a ninguna parte. Me gusta la idea de ir a Inglaterra. Hoy me cogí el día “libre” para poner orden en la editorial y adelantar algo de trabajo antes de marcharme de viaje. Viajar me gusta, me ofrece una oportunidad placentera de conocer mundo y culturas y compartir con amigos. El hecho de ir a este viaje me hace feliz, pero no porque me guste viajar o me encante Reino Unido o vaya a un centro pedagógico de Krishnamurti, persona por la que siento cierta admiración. Este viaje me hace feliz porque está dentro de un propósito mayor, hay una causa que lo mueve, hay un sentido profundo que emerge en la superficie del mismo.

La felicidad es un síntoma, un metalenguaje que nos indica que aquello que nos hace sonreír y nos hace feliz está totalmente alineado con nuestro propósito interior. Esta es la complejidad del viaje interior y por lo tanto, de la felicidad como metalenguaje. Si nuestra inteligencia se acalla, entra en silencio, se contagia de naturaleza en estado puro y se vacía de prejuicios, puede llegar a percibir una nota clave, un sonido interior que nos alienta a seguir uno u otro camino. Al principio pensamos que ese camino es “nuestro” camino, pero en verdad, es sólo una excusa, un pequeño arroyuelo cuya misión será fusionarse con un río mayor y éste, a su vez, con un gran océano. Realmente nosotros solo somos unas insignificantes gotas que deambulan torpemente por este azar de corriente. En el silencio profundo, podemos percibir nuestra esencia, nuestra finalidad. Y es ahí cuando surge la sonrisa, cuando la felicidad nos embriaga.

En términos espirituales, uno es feliz cuando sigue por la senda inequívoca de su Camino, del Camino. En términos psicológicos uno es feliz cuando hace aquello que cree que ha venido a hacer, sea lo que sea según su grado consciencial y evolutivo. Uno puede tener anclada su consciencia en lo material, y puede que su misión sea cumplir con los requisitos básicos que el limitado mundo material nos demanda. Otros pueden tener la existencia anclada en el mundo intangible de las energías, de la vida y sus corrientes anímicas. Podemos pensar que nuestra misión está centrada en la investigación y aplicación práctica de esas corrientes que van más allá de lo meramente material. De aquello que «anima» a la materia. Otros pensarán que su centro de gravedad gira en torno a las emociones, y que su particular misión es la de desentrañar las causas del sufrimiento y de cómo atajarlas. Habrá otros que se lanzarán a la misión intelectual de entender el mundo y no dejarán de bucear en todos sus misterios e incógnitas desde cualquier disciplina. Y otros, los menos, centrarán su vida en ampliar el horizonte de lo intangible, entregando, posiblemente, toda su existencia a esa obra espiritual basada en la fe y la esperanza.

No importa realmente el lugar donde cada uno se posicione en esta escala evolutiva, de consciencia, de mirada, de visión. Todo está bien porque cada uno está experimentando la vida según su grado de ebullición en la gran caldera vital. Lo importante es saber situarse y saber perseguir y profundizar en lo que realmente se desea, se expresa desde lo más recóndito de nuestro Ser. Si sabemos centrar nuestra mirada ahí dentro, en poco tiempo, quizás en una, dos o tres semanas, empezará a brotar un manantial de agua fresca y limpia que nos conducirá inevitablemente hacia nuestro propósito vital. Eso, y no otra cosa, será lo que nos haga felices, cueste lo que cueste.
Por eso estos días pasando calamidades bajo la lluvia encima de un tejado no me desmayaba de cansancio o temor o apatía. Por eso la próxima semana voy feliz y alegre a este viaje, a sabiendas que ambos hechos aislados están interconectados en un propósito mayor que le da sentido a todo. Trabajar en un tejado para ayudar a crear una casa de acogida y acudir a la defensa de una tesis doctoral que me ha llevado quince años al mismo tiempo que ayudo a construir una escuela de dones y talentos mientras en los ratos libres edito libros que hablan de consciencia a las puertas de un viaje a Inglaterra y Escocia son hechos en sí mismos que están interrelacionados. Es un proceso que da sentido a toda una vida. Y viendo la vida como una sucesión de hechos interconectados entre sí, fija inevitablemente en la memoria un halo de felicidad, una señal, nada más que una señal, de que vamos por buen camino. Por el Camino.

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Hacia un mundo amable


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Esta tarde meditando en O Couso

Domingo. Suena el despertador a las siete. Los pajarillos se escuchan en los árboles. El bosque amanece lleno de rocío inmaculado, preñado, fresco. Me estiro mientras sonrío interiormente. La noche fue bien, el reencuentro con la cabaña fue hermoso y tranquilo. Paz y silencio a esas horas. Observo atento a mi alrededor cada párpado de recuerdo. Miro por la ventana como llueve mientras se mecen los árboles con cierto aleteo alegre. Geo me mira, se levanta y se estira. Aprovecho su iniciativa y lo imito con cierta pereza. Me quito el pijama de franela. Me visto tranquilo. Hago la cama y emprendo el camino hacia la ermita. Allí ya está María silenciosa. La acompaño tras encender la vela y tocar los tres gongs.

La ermita es un centro de peregrinación para almas que buscan paz interior. El silencio acompaña los ritmos que creemos se expanden más allá de nuestra parte corpórea y limitada. Hay sutilezas difíciles de describir, mundos incapaces de manifestarse si no es ante una observación atenta y desapegada de todo lo que somos. La paz interior no es más que conectar la llama que nos ilumina y refleja nuestro sustento álmico con aquello que resplandece más allá de lo cognoscible. La paz nos sobrevive cuando auscultamos el universo en su magnificencia cósmica y conectamos con esa vibración compartida. Realmente funciona como la música, con sus armónicos y su oscilación auditiva. El sonido se extiende como la luz, a un ritmo diferente, pero eficaz. La voz del silencio permite esa conexión imprescindible y nos trae paz.

La vida ordinaria, el día a día, es convulso. Si estamos solos, la pelea es con nuestros miedos y fantasmas. Si vivimos con otros, ya sea con parejas, familia o amigos, la convulsión entonces puede llegar a ser violenta y descontrolada. No somos perfectos y ya sabemos que hay muchos tipos de violencia, y a veces resulta difícil controlarlas, apagarlas, dominarlas. La violencia puede ser psicológica, sutil, invisible pero poderosa. También puede ser verbal, como cuando berreas a un animal, y olvidas que, a los animales, y menos aún a las personas, no hay que berrearlas. A veces esa violencia se descontrola y pasan cosas horribles.

De ahí la belleza de empezar y terminar el día con un momento de silencio, de trascendencia, de coloquio interior con la paz. Esa música nos acomoda a un estado del ser diferente. Silencio, paz. Paz silenciosa. Gandhi sabía mucho de esa paz y la llevó al mundo como ejemplo encarnado. Nosotros deberíamos intentar, en la medida de lo posible, dejar de berrear, y aprender a ser amables, cariñosos, amorosos con los otros, sean los que sean. Ser amable con el mundo es ser amable con la parte trascendente de la que venimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Ser cariñosos y amorosos con todos aquellos que nos rodean producen un efecto multiplicador en la construcción inevitable de la paz mundial. El día que comprendamos la importancia de la amabilidad, del cariño, de los pequeños gestos, ese día el mundo empezará a cambiar. Paz al mundo, paz a los hombres y mujeres de buena voluntad para que lleven paz a todos los rincones de la esfera existencial. Feliz y pacífica vida a todos. Mi paz os doy, mi paz os dejo.

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Discernimiento


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Esta mañana me desperté a eso de las cinco totalmente despejado, con la mente clara, el corazón caliente, la vida por delante. A las seis y media asistí a la “early morning meditation” que durante una larga hora nos ayuda mediante el enfoque del pensamiento a adueñarnos de la posibilidad de discernir. Luego volví a casa y desayuné con la hermosa anfitriona, con la que tengo largas charlas sobre política, espiritualidad o la vida y sus misterios. Son momentos que se hacen cortos en las comidas pero agradables, porque sin atosigarnos, podemos entablar conversaciones de todo tipo.

Me gusta la educación de estos países donde te saludan amigablemente dándote los buenos días con una agradable sonrisa y donde las formas siempre vienen bien acompañadas del fondo. Últimamente me he vuelto un amante de las formas, no de aquellas hipócritas que desentonan en la cortesía, sino de aquellas sinceras, que nacen del corazón, haciendo que lo valiente nunca se disocie de lo cortés. Educación, cortesía, trato y corrección. Simple y llanamente hermoso. Pequeños detalles que a veces olvidamos y que marcan y difieren radicalmente nuestras vidas y nuestras relaciones. Por eso es necesario discernir, para acercarnos a lo hermoso y agradable y desechar lo tosco e insípido.

Discernir es una poderosa herramienta que hace que nuestras vidas se configuren de una u otra manera. Si estamos atentos, la vida siempre nos pone ante nosotros varios caminos, varias posibilidades, infinitas sendas para que nuestros escenarios nos ayuden a resolver las incógnitas a las que hemos venido a enfrentar. Discernir no es solo levantarnos para ver qué ropa nos ponemos por la mañana temprano. Es también decidir qué personas entran en nuestras vidas, qué seres permitimos que entren en nuestros cuerpos para honrarlos y amarlos, qué deseos pongo en el jardín de nuestras emociones para subliminar la belleza de la existencia, qué pensamientos empodero para que guíen mis acciones y qué clase de energía derramo sobre el mundo para generar el bien. Tan acostumbrados a prostituir nuestros cuerpos, nuestras emociones y nuestros pensamientos y creencias, el mundo se ha vuelto tosco e ingrato.

En cada acto minúsculo de nuestras vidas estamos discerniendo. Cuando comemos, podemos hacerlo causando dolor y sufrimiento a otros seres sintientes. Cuando compramos cualquier cosa estamos enriqueciendo a unos u otros. Cuando gastamos el dinero decidimos en cada momento a quien ayudamos con nuestra energía económica. Todo aquello que ingerimos, ya sean alimentos, energías, emociones o pensamientos repercutirá inevitablemente en aquello que ofrezcamos al mundo.

No se trata tan solo de discernir si vamos al mar o a la montaña, realmente eso no importa. Tampoco importa si elegimos a una persona igual o diferente a nosotros para emprender un proyecto común de vida. Lo que importa es lo que hacemos en cada escenario y con cada persona. Lo que importa es la suavidad y el tacto con el que nos enfrentamos a cada momento de nuestras vidas y el trato que ofrecemos a las personas que nos rodean. O si, por el contrario, preferimos vivir una vida irritada, enfadada o cargada de tristeza.

Me doy cuenta de lo difícil que resulta discernir sobre cosas que a veces nos superan, que a veces no dependen de nosotros. Una enfermedad o un accidente físico o emocional. A veces es la actitud, o simplemente la mirada ante la pérdida. Uno puede elegir mal, pero tiene la oportunidad de redimirse si realmente desea cambiar, si realmente toma consciencia de su error y busca la manera de ser amable con el mundo. Dar los buenos días con una sonrisa, enviar un caluroso y cariñoso mensaje a ese amigo querido, abrazar con pasión a esa amante despierta. Cada gesto discierne sobre el anterior y, por lo tanto, cada elección nos permitirá ser mejores personas, excelentes sujetos vivos.

Lo inteligente, lo sabio, diría que lo verdaderamente iniciático, es obrar de manera inofensiva y amable, aunque a veces esa inteligencia se vea empañada por ofuscas nubes. Hoy nos hemos levantado y hemos elegido qué clase de vida queremos. Hoy la vida nos propone aventuras y decidimos qué camino tomar. Estar atentos a los escenarios y a las personas que se acercan a nosotros para poder elegir el mejor de los mundos posibles. Discernir. Hoy quiero un mundo amable, inofensivo, bello. Hoy quiero una vida amorosa.

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BlackFriday: Regalar cosas o experiencias. Una reflexión sobre el ser y el tener


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© In_somnia

Hoy es el día del BlackFriday, un día donde nuestros valores, nuestra contención y nuestra disciplina económica se ponen a prueba. Vemos todas las ofertas y no deja de ser tentador en qué podemos gastar algo de dinero, aunque no lo necesitemos, con tal de poder hacernos con alguna cosa. Hoy debería ser un día de reflexión para todos, y no de impulso. La compra compulsiva puede educarse, puede adiestrarse de alguna manera de forma inteligente y madura.

Recuerdo que en la universidad, un altivo profesor de ciencia económica nos advertía de que si de repente todo el mundo se volviera budista, la economía de mercado se derrumbaría. Me llamó la atención aquella observación porque detrás de la misma había una profunda cuestión de valores. Sin embargo, con el tiempo, reflexioné que no hacía falta hacerse budista para cambiar de valores, y que tampoco hacía falta hacer quebrar la economía de mercado, solo debemos inundar esa economía precisamente de eso, de valores.

Ahí juega importancia nuestra elección a la hora de consumir. Es evidente que tal y como hemos montado nuestras vidas, debemos consumir, comprar y vender para seguir adelante. La cuestión de fondo es qué consumimos, cómo y cuándo. En estas décadas de visión materialista de las cosas hemos olvidado cuestiones principales. Hemos cambiado los valores del ser por los valores del tener. Está bien dedicar algo de tiempo y dinero a comer bien, vestir bien y tener una vida cómoda. El problema es cuando fijamos toda la balanza en ese aspecto básico de nuestras vidas, olvidando lo más importante de todo: vivir. O mejor dicho, saber vivir.

La vida está llena de matices, de ahí la importancia de ser conscientes de los mismos. Si hacemos y obramos desde la más absoluta de las inconciencias, olvidaremos el ser y todo se convertirá en una vacía vida llena de cosas. ¿Cómo cambiar esa experiencia del tener por el ejercicio del ser? Una de las cosas que más está ahora de moda es cambiar cosas por experiencias. Es decir, dejar de comprar cosas que terminan acumuladas y olvidadas y cambiarlas por momentos con los amigos, por salidas al campo, por retiros, vacaciones, excursiones, cursos donde compartir, conciertos donde bailar, lugares donde ir para practicar la calidez del abrazo y el amor compartido, conferencias y charlas donde aprender a vivir…

Hay una infinidad de ofertas basadas en la experiencia y no en la voluntad de acumular cosas. Y cambiando una cosa por otra, cambiamos nuestros valores y transformamos los valores del sistema capitalista sin destruirlo, sino tan solo transformándolo hacia algo mejor, más humano, cercano, próximo y verdadero. Pasar del mundo de las cosas al mundo de la experiencia humana está en nuestras manos.

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Hacia un mundo éticamente verde


Mi compra vegetariana

Si alguien busca real y seriamente vivir una buena vida, lo primero de lo cual tendría que abstenerse por siempre es de consumir carne, porque, sin mencionar toda la excitación de pasiones que provoca ese tipo de alimento, su consumo es simplemente inmoral, en la medida en que involucra la realización de un acto que va en contra de todo sentido moral: matar”. Tolstoi

El modelo fabril desde el que nacieron las ciudades intentó, mediante toneladas de cemento y asfalto,enterrar la tierra, la naturaleza y todo lo que tuviera que ver con nuestro origen más ancestral. Vivir en una ciudad, y lo estoy experimentando en estos días de tránsito por Barcelona, es vivir en un conglomerado de colmenas construido con materiales grises y oscuros. Alguna melancolía se oculta en esa costumbre de adornar las galerías y balcones con macetas que recuerdan que alguna vez, en ese lugar, había campo, naturaleza, bosques y ríos.

Las ciudades futuras ya no serán construidas alrededor de las fábricas. La experiencia humana habrá recordado la importancia de volver al respeto hacia aquello que nos creó, hacia aquello de lo que venimos, de lo que realmente somos. Ya no habrá diferencia entre naturaleza y nosotros, y por lo tanto, ya no habrá un mundo dual donde separemos ambas realidades, sino que nuestros esfuerzos redundarán en la integración de los mismos. Las ciudades futuras serán verdes, estarán llenas de jardines, de bosques, de ríos limpios y llenos de vida. Los edificios serán construidos siguiendo filosofías como la permacultura. Serán ciudades-campo, y no ciudades-fábrica como ahora. Las ciudades-dormitorio dejarán de existir para convertirse en ciudades-vivas, donde uno despierta, no duerme.

Esos cambios son muy lentos. Aún estamos saliendo de la revolución industrial y entrando en la revolución tecnológica. Pero aún nos queda empezar a soñar en la próxima revolución, que será la revolución experiencial. En esa cuarta revolución la tecnología ya habrá jugado un papel importante, acercando al ser humano hacia la necesidad de mejorar su experiencia con la vida, ya no centrada en la subsistencia propiamente dicha, como ocurrió en las anteriores revoluciones, sino centrada en vivir plenamente la vida desde un amplio consenso de bienestar, placer y convivencia ética con la naturaleza.

Experiencia y ética serán las claves de ese futuro. En mi propia tesis doctoral hablaba de Nueva Cultura Ética porque no podrá existir un nuevo mundo tecnológicamente desarrollado si no viene precedido de una profunda ética que lo acompañe. Esa ética, aunque aún tímida, ya la vamos encontrando en las pequeñas cosas del día a día. Especialmente en la alimentación. Estos días que ando solitario en mi particular retiro emocional siento pocas ganas de cocinar y recurro mucho a la llamada “comida basura”. Mi sorpresa, cuando voy al supermercado, es el poder ver productos cada vez más alejados del sacrificio animal. Salchichas vegetarianas, canelones vegetales, embutidos vegetales… La lista ya empieza a ser larga y la experiencia de poder encontrar esos productos en grandes superficies es un síntoma claro de que algo está cambiando en nuestros hábitos alimenticios.

Ese cambio, como digo, aún muy lento, es puramente necesario para que la nueva ética, cada vez más sensible con el sufrimiento animal y la destrucción a la que hemos sometido a la naturaleza, empiece a calar en nuestras consciencias. Empezar ese cambio consciencial desde un consumo de alimentos libres de sufrimiento hará que en el futuro nuestras ciudades empiecen a construirse así como pensamos y sentimos. Es decir, nuestras vidas empezarán a girar en torno a un nuevo modelo de desarrollo donde la austeridad de las cosas dará paso a la riqueza de las experiencias.

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    La matanza. Algunas reflexiones sobre el poder y lo civilizado


     

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    “Creo que existe una inclinación general en todo el género humano, un perpetuo y desazonador deseo de poder por el poder, que sólo cesa con la muerte”. Hobbes

    Cuando vives en la ciudad hay muchas vicisitudes que se ignoran con respecto al origen de algunas cosas que están ahí, muy cerca de nosotros, entre nosotros, dentro de nosotros. El poder es un intangible que nos acompaña desde la más primitiva edad y lo utilizamos a discreción no solo contra nosotros mismos, sino también contra los otros reinos de la naturaleza. Tenemos muchas formas de ejercerlo, pero es cuando vienes a vivir a los bosques cuando observas esa necesidad de potestad de forma diferente, sensible.

    En estos días de diciembre, en muchos ámbitos rurales existe una práctica ancestral que dan por llamar “la matanza”. Para que nos hagamos un dibujo y una idea, se trata de engordar durante un año uno o varios cerdos para más tarde ser degollados y consumidos. Aquí en Galicia, donde se realiza la matanza mediante el degüello, una fina sección de la arteria carótida, es costumbre usar la sangre para elaborar un postre típico, “las filloas de sangue”, una especie de crêpe que tiene la sangre como ingrediente principal. Este manjar vendrá acompañado de embutidos de toda clase, cortes de carne, sangre, tripas y todo tipo de desperdicio que pueda resultar ingerido por el «homo carnivurus».

    En la ciudad todo parece más civilizado, cínico, hipócrita. La carne ya viene cortada y estrangulada en bonitas bandejas termosellables de polipropileno o poliéster. Su presentación es tan elegante que nunca nos paramos a pensar, y menos aún a filosofar, sobre el origen de la misma. Simplemente la cocinamos con cientos de especias que disimulan su verdadero sabor y todo nos parece agradable, armónico, exquisito. Siempre se ha hecho así, es la costumbre, la norma. En la ciudad somos muy limpios, ordenados y civilizados y no tenemos tiempo para ese tipo de prácticas ancestrales. Preferimos pagar a otros para que en limpios y civilizados mataderos se consuma toda la cadena de atrocidades animales.

    Tanto en el mundo rural como en las ciudades, ejercemos un aparente civilizado acto de poder en contra de unos dóciles e indefensos animales que ignoran su futuro más inmediato. Mientras gastamos millones en cuidar a esas privilegiadas mascotas -perros, gatos  y demás-, sus congéneres, los animales de segunda clase, pasan por la guillotina moderna para ser consumidos por esa inconsciente masa homo animal sin escrúpulos ni sentimientos.

    Este es un tema peliagudo y mis amigos se empeñan en silenciar mi voz contra lo que yo considero una civilizada atrocidad. Pero evidentemente, no soy una persona caracterizada por mi sumisión a lo que la norma, la costumbre o la tradición impera. Es decir, no subyugo mi pensamiento libre al poder de la norma. Prefiero exigir una explicación a las consciencias que me rodean y hacerles pensar sobre un acto cruel en su naturaleza e inadmisible ética y filosóficamente en los tiempos que corren.

    Si hace veinte siglos hubiera opinado algo parecido sobre el canibalismo o la esclavitud seguramente me hubieran como mínimo quemado en la hoguera. Esa era la norma y la costumbre en esos tiempos de civilización y poder. Hoy día eso no lo harán. Ese tipo de atrocidades, por suerte, ya no ocurren. Quizás sea porque somos más civilizados.

     

    UNA FAMILIA, UNA VIDA, UNA HUMANIDAD


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    “Un nuevo siglo se aproxima, y con él el prospecto de una nueva civilización. ¿No podríamos empezar a sentar las bases para esa nueva comunidad con relaciones razonables entre todas las gentes y naciones y construir un mundo en el que el compartir, la justicia, la libertad y la paz prevalecieran?”  Willy Brandt, Common Crísis, La Comisión Brandt 1983

    Escribo desde Ginebra, desde las oficinas de Buena Voluntad Mundial, un lugar donde se esfuerzan día a día en inspirar nuevos valores para una nueva humanidad. Es una tarea ardua y difícil en un tiempo que a veces se nos antoja caprichoso. Pero es necesario seguir trabajando día a día para aportar un poco de luz y consciencia, de alegría y amor.

    Vivimos en un mundo complejo donde en los últimos siglos se han desarrollado dinámicas de injusticia social y precariedad que han sido difíciles de resolver. Es evidente que han existido muchos avances a todos los niveles, tanto materiales como políticos, económicos, culturales o filosóficos.

    Hay vicios y errores de la personalidad que se han visto extrapoladas a la convivencia social y grupal. Existe una necesidad vital de responder a esos problemas individuales que de alguna forma se han colectivizado. Empezando por cambiar el objeto y la visión de la vida, pasando de una situación exclusivamente egoísta e individualista a una percepción de la vida más generosa, donde se tenga en cuenta la necesidad de compartir unos valores más armoniosos con el entorno y con la vida una.

    Para ello es de vital importancia comprender en profundidad la necesidad de fomentar y proteger los principios de cooperación, de responsabilidad y de compartir, donde cada individuo sea capaz, en su medio de influencia, llevar a cabo la labor de transformación interior en cuanto a propósitos y valores líderes en ese empeño por un mundo mejor.

    La buena voluntad junto con una mente abierta y dispuesta a aceptar los cambios que vienen será imprescindible para poder afrontar los retos del presente y del futuro. Debemos aceptar que el ser humano en su conjunto está definido más allá de los límites de las razas, las naciones, los estados, las creencias y cualquier otra cosa que desee separarnos como una sola familia, una sola humanidad y una sola vida en su conjunto. Es de vital importancia profundizar en esta idea para poder abordar desde la generosidad de todos la resolución de conflictos, de visiones antagónicas y de reparar en una justica universal donde el ser humano se sienta atendido, protegido y cuidado.

    Estamos en un momento de cambio y necesitamos enfrentarnos a los mismos desde una positiva visión que nazca de nuevas formas de pensamiento, de nuevas ideas e inquietudes que pretendan facilitar una vida mejor, no solo para los individuos, sino para todo el conjunto de la humanidad. Cuando alcemos la mirada y veamos la necesidad de pensar en el grupo, y no tan solo en nosotros mismos, se estará gestando un cambio de paradigma, un cambio necesario de visión. Los problemas de la humanidad serán pensados y aclamados por todos y cada uno de nosotros, dejando de relegar a los demás dichos conflictos. Seremos en conjunto la solución a cada una de las problemáticas. Empezaremos entonces a sentir y comportarnos como una unidad, no uniforme, sino diversificada en las diferencias y en los retos particulares.

    La codicia, la ignorancia y el egoísmo individuales son condicionantes que impiden que los conflictos mundiales se resuelvan de forma generosa para todos. Solo un cambio de valores podrá revertir todos los acontecimientos. Nuestro destino común está determinado por los valores que gobiernan nuestras vidas, nuestras decisiones, todo el conjunto de cosas que realizamos en nuestro mundo ordinario.

    La piedra angular de toda vida debería basarse en esa energía y fuerza que es el amor en acción, en valores que pretendan junto a ella reforzar el amor a la verdad, el sentido de justicia, el espíritu de cooperación, el sentido de la responsabilidad individual y la búsqueda del bien común. Estos son valores universales que inspiran y elevan nuestra consciencia hacia un rumbo nuevo en nuestras vidas.

    Además de estos valores imprescindibles existen unos principios universales que deben tenerse en cuenta. Tienen que ver con el ejercicio de unas correctas relaciones enfocadas en el principio de la buena voluntad, ser acertados con el propósito grupal mediante el principio de unanimidad y comprender la importancia de la interiorización como una aproximación a lo esencial del ser humano.

    Ante todo esto, siempre surge una inevitable pregunta: ¿qué puedo hacer para ayudar? La respuesta podría ser algo simple: la verdadera ayuda nace de un flujo espontáneo entre un corazón amoroso y una mente inteligente. Con alegría, con amor, con cariño, un mundo nuevo es posible.

    Hacia una consciencia de paz empezando por la comida


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    Desde la rue du Stand hasta el bulevar Georges-Favon hay apenas dos minutos. Como en Suiza se suele comer a las doce de la mañana, suelo ir al Mikado, un restaurante de sushi donde siempre compro una tarrina de arroz y otra de espinacas con sésamo. Es lo más vegetariano que puedo encontrar. La chica morena siempre le dice a la pelirroja en un español perfecto: “siempre te toca a ti”. Se refiere a que siempre es la pelirroja la que, con una amplia sonrisa, me atiende a la hora de pagar la comida. Compartimos varias palabras y saludos y salgo corriendo para acompañar el arroz y las espinacas con una sopa de miso. También me he aficionado a unas algas coreanas nori que se preparan a modo de aperitivo. Todo en un ambiente cordial, amoroso, sencillo, alegre.

    Antes de venir a Ginebra me dieron los resultados de las analíticas que me había hecho y tras muchos años de dieta galletariana pensé que serían catastróficos. Pero el resultado fue que estaba todo correcto. Ni azúcar, ni ninguna carencia ni desequilibrio aparente. Llegué a la conclusión de que lo importante de la comida es que no exista violencia alguna en ella. No tan solo me refiero a la hora de que no exista un sacrificio de sangre, sino también, a la hora de recibirla en nuestros cuerpos. Si comes una galleta o un alga nori con una sonrisa y agradecimiento a la hora de recibirla en nuestros cuerpos, no debería hacernos ningún mal.

    Eso también ocurre con las relaciones humanas. Necesariamente tendemos a desconfiar, a ser egoístas con el otro, a mirar con recelo todo lo que venga de uno y otro. Es difícil mantener una posición alegre y tranquila. Muchos vivimos aún en la depredación, en el miedo a ser agredidos. Viendo las noticias te das cuenta de que aún estamos en un mundo violento donde unos agreden al otro simplemente por creer o pensar diferente. La violencia no tan solo es física, también es psicológica.

    Me pregunto qué pasaría si desde pequeños nos educaran a amar lo que comemos. Alguien debería inculcarnos agradecimiento y actos pacifistas a la hora de comer. Ayer, millones de pavos fueron sacrificados y consumidos por esa tradición extraña del día acción de gracias (Thanksgiving Day en inglés). La fiesta original seguramente era secular y tenía que ver con el fin de las cosechas, a modo de agradecimiento o fiesta que daba por concluida las actividades propias de la recolección. Realmente deberíamos recuperar el sentido original, al mismo tiempo que deberíamos inculcar ese agradecimiento de forma diaria. Habría que llevar a los niños desde muy pequeñitos a granjas escuelas para que supieran la procedencia real de las alitas de pollo o de los nuggets. Cosas tan inofensivas en apariencia pero que llevan consigo una gran carga de violencia congénita. El código abierto de la violencia nace en nuestros platos, en nuestros hábitos, en nuestra propia ignorancia consumista.

    Nos preguntamos muchas veces con cierta incredulidad como es posible que aún existan terroristas, o guerras o violencias de todo tipo. No debería extrañarnos tanto cuando aún, en ciertos hábitos, nos parecemos más a los animales que a los seres humanos completos. Un homo animal se alimenta de sangre. Una persona consciente y responsable adquiere hábitos de consumo más responsable consigo mismo, pero sobre todo, sensibles ante el resto de seres sintientes.

    En el Mikado podría haber escogido cualquier cosa para comer. Incluso podría haber incluido en mi diera cualquier otro tipo de alimento de procedencia animal. Pero al no hacerlo, de alguna forma estoy evitando un trozo, aunque sea mínimo, de terror. Algo menos de violencia se ha generado hoy en el mundo cuando en vez de comprar un producto compramos otro. Algo menos de terror asoma por cada país cuando empezamos a elegir las cosas desde una consciencia diferente. Una sonrisa a la pelirroja del Mikado y un poco de arroz es suficiente para seguir viviendo. Alegría y sencillez ante un mundo excesivamente complejo y extraño.

    De voluntario en Ginebra


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    Llegué hace unos días a la República de Ginebra (así es como se llama realmente esta hermosa ciudad suiza) y parece que llevara aquí toda la vida. Los amigos de Buena Voluntad Mundial me instalaron en el apartamento que la organización tiene para alojar a sus voluntarios en un lugar precioso llamado Petit-Lancy. Desde aquí puedo ver las majestuosas montañas que ya pertenecen a Francia y puedo disfrutar del silencio ordenado que embarga a todo el país helvético.

    Tras una primera jornada como voluntario en las oficinas que la organización tiene en la Rue de Stand, he dedicado toda la tarde a cocinar cuatro tortillas de patatas que mañana pretendo compartir con el resto del personal. Además de mi ramalazo culinario, el cometido del viaje tiene que ver con la puesta a punto de todo el arsenal editorial que la organización dispone, aprovechando mis conocimientos en la materia y mi predisposición para de alguna forma devolver todos estos años de estudio que he recibido sin que ellos en ningún momento hubieran pedido nada a cambio. Me parece un tributo justo que hago con ilusión, porque de paso aprendo sobre la marcha como se organiza una institución internacional. Aquellos que trabajan por los demás sin pedir nada a cambio siempre han merecido mi mayor respeto, admiración y consideración personal.

    M primera tarea ha consistido mirar en los archivos todos los países que colaboran en la difusión de sus libros, quienes son los contactos y como acceder a ellos para actualizar el estado de todo el departamento editorial. Una tarea ingente que me ha puesto en escena toda la magnitud del trabajo. También en tomar consciencia de la falta de manos que puedan ayudar en el servicio de la institución.

    Es curioso porque de este mismo problema adolecen muchas instituciones benéficas que no pueden tirar adelante por falta de personas de buena voluntad que deseen echar una mano. Incluso en O Couso nos ocurre, a pesar de toda la gente bonita que viene día a día. Siempre hay un exceso de trabajo, de ideas y de proyectos que nunca ven la luz por falta de personas capaces de ejecutarlos. Quizás por esta misma experiencia sentí la necesidad de venir hasta aquí y ayudar en todo lo que pudiera. Son sólo unos días de trabajo pero estoy seguro que algo positivo puedo aportar y estoy seguro que algo válido podrá quedarse.

    Estoy convencido de que algún día podremos dedicar mucho tiempo a ayudar a los demás. Lo podía hacer cuando era adolescente en instituciones como la Cruz Roja o Cáritas o agrupaciones ecologistas. Más tarde en organismos de tendencia política y ahora en lugares donde más allá de la acción y la caridad se asuma también la responsabilidad interior de trabajar para la consciencia. Quizás ahí se encierre una clave oculta muy importante. Pues si albergamos la esperanza de que algún ápice de consciencia se puede modificar, cambiar o engrandecer, podemos de la misma manera estar convencidos de que menos manos harán falta para la acción política y la caridad. A mayor consciencia de todos, mejor será el mundo que viene. De ahí mi empeño personal en dedicar una parte importante de mi vida en buscar fórmulas para acrecentar la luz y la lucidez en las consciencias humanas. Es sólo cuestión de tiempo que podamos poco a poco ser una influencia positiva para el mundo. Animaros a compartir vuestro tiempo. Hay mucho por hacer y pocas las manos. Y la recompensa os aseguro que no tiene precio.

    La triple cuenta de resultados con algo de consciencia


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    El otro día nos visitó Eduardo, un joven consultor que estaba haciendo el Camino y que ya había estado con su familia en O Couso. Fue agradable compartir la tarde junto a su compañero de viaje Pepe. Hablamos de muchas cosas, de las millonadas que las grandes empresas pagan para guiar sus próximos pasos a seguir. Un trabajo de consultoría en una gran empresa puede empezar a costar trescientos mil euros. A partir de ahí, si el cliente está satisfecho y sigue con el proceso pueden llegarse a cifras de más de un millón de euros. Es evidente que los consultores están bien pagados. Pero Eduardo, una persona con ideas llenas de consciencia, intenta poner un matiz diferenciador a su trabajo. O al menos, su sueño sería crear su propia consultoría donde aplicar la triple cuenta de resultados (económicos, sociales y medio ambientales) de forma consciente.

    Es decir, se trata de crear productos o servicios que sean buenos para la empresa en cuanto a su valor económico y el futuro beneficio, pero también bueno para el conjunto de la sociedad y para el medio ambiente. Una experiencia de consumo que beneficie a todos por igual.

    Este punto de la triple cuenta de resultados es transcendental hoy día debido a la importancia de la sostenibilidad grupal y planetaria tan entredicha por nuestras nefastas actuaciones sobre el medio. Parece ser que las empresas empiezan a tenerlo en cuenta de forma cada día más considerable, pero no sabemos cuanta masa ingente de personas aplica esta misma consciencia en el día a día.

    Cuando vamos a la compra existen cientos de opciones donde poder utilizar nuestro dinero. Algunos, cada vez más, optan por comprar productos bio o eco. Es cierto, son algo más caros, ¿pero acaso cuidar nuestra salud debería ser una cuestión de caro-barato? Hay otros que prefieren no comprar productos de origen animal. En una cuenta de resultados global, entienden que todos los pastos que son necesarios para mantener la cabaña de reses que alimentan a media humanidad podrían utilizarse para cultivar otro tipo de alimentos. Hay estadísticas y estudios que nos muestran todas las hectáreas de cereales que son necesarias para producir un kilo de carne de origen animal. Es algo inviable a largo plazo por los efectos contaminantes de los purines y los gases que producen, pero que pocos consideran en su dieta diaria.

    Es por eso que cada vez que vamos a comprar al mercado debemos preguntarnos como lo haría una empresa que aplique la triple cuenta de resultados. ¿Es bueno para mí, y además es bueno para la sociedad y el medio ambiente?

    Alguien nos contaba que en un pueblo de Cataluña de unos doscientos habitantes tienen una población de quince mil porcinos. Están felices porque están ganando mucho dinero, pero han descubierto que sus aguas en un radio amplio están contaminadas por los purines de los cerdos y deben traer agua potable desde más de cuarenta kilómetros de distancia. A largo plazo, este tipo de prácticas, y pongo esta sólo como ejemplo, ¿son sostenibles? Lo impresionante de todo esto es que somos nosotros los que provocamos que unos productos aparezcan y otros se mantengan o desaparezcan. Es nuestro voto cada vez que vamos al mercado lo que hace de este mundo un lugar habitable. ¿Lo hemos pensado alguna vez?

    (Foto: Luis «el polaco» ha venido a restaurar el horno de leña. Su sueño es que en O Couso podamos sembrar nuestros cereales y con ellos realizar nuestro propio pan. En todo el proceso tendremos en cuenta la triple cuenta).

    Bestiario


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    Esta mañana fuimos ingenuamente al mercado de animales para comprar un par de cabras que nos ayuden con la selva que está inundando toda la finca. Faltan muchas manos para atender la inmensidad de este lugar, así que pensamos en la simbiosis animal como trabajo cooperativo. Al llegar a la feria de ganado sentimos que nos encontramos en otro mundo, en otra galaxia, en otra dimensión. Había gente traficando con animales, vendiéndolos como antiguamente se vendían a los esclavos al mejor postor. Algo que en siglos pasados era normal ahora nos parecería inaudito. Lo que al principio parecía ser un bonito paseo se convirtió en una especie de pesadilla. Aquellos animales pronto iban a ser comprados, asesinados, descuartizados y devorados por el inconsciente colectivo. El tráfico consistía en la compra y venta de animales vivos para luego utilizarlos como alimento. Detrás de la nave donde se apostaba por las pobres criaturas habían puesto lugares donde se podían degustar, comer, saborear. En unas grandes ollas asaban carne de ternera, o de cabrito, o de conejo, o de pollo. Lo peor de todo eran esas ollas gigantes donde metían pulpos vivos en agua hirviendo. Luego los sacaban y los troceaban para ser engullidos. La imagen era atroz. Los pulpos apilados unos contra otros, asfixiados por el peso de sus congéneres, esperando angustiosamente su final mientras el agua hervida avisaba del momento.

    Al ver esa tragedia, fuimos y compramos todos los conejos que pudimos. Por 3,5€ la pieza nos llegó para comprar diez. Toda una camada lista para deglutir. “Esta es una buena camada, os gustará mucho en cuanto engorden un poco más”, dijo el amable trozo de cebo, un ser rechoncho y curtido cuyo cuerpo había sido engordado a base de bichos. “No son para comer”, contestamos amables pero con cierta repugnancia interior. ¿Cómo de verdad se pueden comer esas criaturas? Entonces el hombre nos miró con desconfianza… ¿Para qué sino iban a ser esos conejos enlatados en esa esclavitud sumisa?

    En unos días soltaremos libres a esas diez criaturas. No sabemos la suerte que correrán aquí en los prados y bosques. Quizás sean presa de un zorro o no puedan escapar a las garras de un águila. Tal vez alguno pueda vivir dignamente algún tiempo. Realmente no lo sabemos. Pero sí sabemos que no acabarán en una olla metálica con agua hirviendo. Sí sabemos que no formarán parte de la macabra ley natural que deja de tener sentido en seres que se autodenominan “conscientes”. ¿Conscientes de qué? ¿Acaso de la frágil vida de esos conejos? ¿Acaso de la dulce mirada de las terneras o el suave tacto de los corderitos que pastan libres la hierba? ¿Conscientes de la bondad de esos pollitos que no tuvieron tiempo de valorar la vida? ¿Alguien realmente es del todo consciente en este planeta?

    Creo sinceramente que no tenemos consciencia. La consciencia debe venir acompañada de cierta sensibilidad, de cierto amor hacia los más pequeños del reino animal, de cierta compasión hacia los seres sintientes. Pienso, y me incluyo, que las bestias somos nosotros, que a sabiendas del dolor que infligimos, preferimos seguir comiendo carne y sangre y vísceras.

    El próximo día veinte volverá la siguiente feria de animales. Será nuestra obligación moral intentar salvar al menos otras diez vidas más. No hacerlo sería ruin y repugnante. Ya no se trata de consciencia. Sólo de justicia, de libertad, de fraternidad, de compasión.

    WIKIPEDIA, un ejemplo de economía del don y apoyo mutuo


    Esta mañana, a petición de su presidente, muchos habrán hecho una donación a la fundación Wikipedia. Es una herramienta que usamos casi a diario y nunca hemos tenido que pagar por sus servicios. Pero desde hace unos años, vamos haciendo regularmente simbólicas donaciones para poder seguir apoyando este imprescindible proyecto.

    Muchos de los que se dedican a la investigación no podrían hoy día pensar en un mundo sin Wikipedia. Somos conscientes de que todo el saber humano está expuesto allí, de una forma objetiva y clara con acceso universal y políglota en decenas de idiomas. Es una primera puerta para saber y conocer, para aprender de forma autodidacta sobre cualquier asunto de interés. Cuando tenemos dudas sobre algún tema solemos recurrir a ese lugar accesible y fácil y de allí disfrutar de un mundo de experiencia singular.

    Lo maravilloso del proyecto es que es independiente y está editado de forma colaborativa. No aceptan donaciones gubernamentales ni de grandes corporaciones mediante anuncios o publicidad. Su desarrollo se basa en el voluntariado mundial y en donaciones privadas particulares.

    Resulta difícil darnos cuenta de que estamos viviendo en una nueva era de responsabilidad económica. No se trata de hacer las cosas gratis, se trata de que entre todos podemos hacer cosas extraordinarias. Wikipedia es un ejemplo de ello y todos los que la usamos casi a diario deberíamos intentar, en la medida de lo posible, apoyar este modelo.

    Estamos hablando de un claro ejemplo de economía basada en el don, es decir, de ofrecer al otro nuestro mejor talento y si gusta y al otro le sirve de algo, esperar su reciprocidad. Además es un ejemplo a escala mundial, lo cual refuerza la idea de que es posible una economía basada en el don y el talento, basada en los valores de compartir y la generosidad, de enriquecernos mutuamente mediante un medio libre y acorde con los tiempos.

    Sin duda, Wikipedia es un referente internacional de un nuevo paradigma y una nueva forma de ver el mundo, entenderlo y expresarlo. Si tienes posibilidad no dejes de apoyar este tipo de iniciativas y disfrutémoslas todos.

    ¿Nueva economía? Hacia la economía del don…


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    Querido I.,

    estamos estudiando con detalle tu propuesta económica y hoy hemos dedicado buen tiempo de la reunión de los martes a comentarlo con calma. M. se ha comprometido a enviarte algunas letras para detallar algunas visiones que tenemos sobre algunos asuntos. Es especialmente curioso todo lo que tiene que ver con la economía dentro del proyecto O Couso, un modelo tan alejado de lo tradicional, y al mismo tiempo, tan arriesgado.

    Nos hemos dado cuenta, al ver todo el plano económico, de lo lejos que estamos del que ya empezamos a llamar antiguo modelo. Para algunos autores, la nueva economía ya no está enfocada en la producción de cosas sino en la producción de conocimiento. Nosotros, siguiendo ese idea (que no es más que trasladar el modelo de producción de un lugar a otro disfrazándolo de «nuevo»), nos adherimos a una corriente que llamamos ingenuamente integral y que pretende no tan sólo crear conocimiento, también crear y servir de inspiración desde una nueva perspectiva. 

    A pesar de que el fenómeno de ecoaldeas lleva más de cincuenta años funcionando, vemos como su modelo económico se ha quedado, a nuestro particular entender, obsoleto en algunas cosas. No es que nuestro modelo sea revolucionario, simplemente vemos que difiere enormemente del que plantean las ecoaldeas actuales, las cuales utilizan un lenguaje y una praxis muy similar al que utilizamos en el “antiguo sistema” o en la estructura hegemónica, quizás decorado con tintes ecológicos y sostenibles, pero basados en sus mismas premisas de oferta y demanda. 

    Deja lo que puedas y coge lo que necesites” no es sólo una frase bonita y modélica, encierra dentro de sí un nuevo paradigma de responsabilidad con el dinero y los recursos, con el trabajo y nuestra autorealización. Nosotros no rechazamos el dinero, simplemente le dotamos de otra utilidad, de otro significado, de otra visión marcada, como decíamos, por la gestión de una nueva consciencia o una nueva cultura ética. Eso significa que las cosas en sí mismas no tienen precio ni valor tal y como se expresa en los mercados capitalistas (tendría que repasar a los clásicos de la economía para ponerme al día), sino que las cosas, los servicios, y todo lo que repercute en los aspectos materiales del ser humano deben dotarse de un nuevo sentido, y por lo tanto, de una nueva estrategia de intercambio. No están basados en la ley natural de la necesidad, ni tampoco en la ley de la oferta y la demanda, sino que nacen de una necesidad humana de autorealización no por y para obtener dinero, sino por y para obtener alegría y felicidad en el compartir, la generosidad y el respeto. 

    O Couso no aspira a vender lechugas, ni a hacer negocio con la artesanía o pedir subvenciones para plantar castaños. En O Couso habrá lechugas, artesanía y castaños, pero no condicionados por la ley de la oferta y la demanda, sino marcadas por el desarrollo de nuestros dones y talentos. Es decir, el valor estará en el don, no en el producto. Estará en la inspiración que ese don pueda ofrecer a otros, pero no en el coste monetario del mismo. Esto se parece al anuncio de aquella tarjeta de crédito que decía eso de que hay cosas que no tienen precio (para lo demás, la tarjeta en cuestión). Nosotros nos queremos centrar precisamente en esas cosas que no tienen precio, que no es ni más ni menos que sacar lo que llevamos de genuino y auténtico y compartirlo desde la cooperación y la generosidad, desde la honestidad y la alegría. Esto rompe totalmente con todo el modelo económico antiguo e incluso con los modelos más actuales (como el de «nueva economía», que centra su fuerza y desarrollo en internet). Lejos de la competitividad, de la producción, la productividad y los sistemas de organización actuales, desarrollamos nuestra praxis reorganizando todo el modelo y su estructura desde su propia base.  

    No queremos cobrar por lo que hacemos, queremos compartir lo que hacemos. Esto no significa que queremos optar por el obsoleto modelo del trueque, sino que queremos basar nuestras relaciones en la «economía del don«, en esa que se preocupa de que no le falte nada a nuestro vecino, o si quieres, en el dar sin esperar nada a cambio

    No tenemos prisa ni necesidad por poner un tejado o una ventana nueva. Si tenemos recursos lo haremos y si no tenemos recursos no lo haremos y viviremos felices profundizando en nosotros mismos y en las relaciones grupales y con el entorno. La necesidad de bienestar viene marcada por satisfacer aquellas cosas que nos hacen humanos y nos alejan de las bestias. De ahí que para realizar la transición hacia la completa e integral satisfacción de las necesidades básicas no debamos dedicarle todo nuestro tiempo a ello, sino unas horas al día o aquellas que nos hagan felices. Así, nos queda todo el resto para poder profundizar en nuestros dones. 

    Realmente esta (arriesgada) apuesta quiere servir de inspiración y desea innovar y profundizar en los aspectos psicológicos, éticos, sociales y morales de la sociedad. La economía, el orden económico es de vital importancia, pero deseamos tratarlo desde una nueva base, desde una nueva perspectiva más compleja y menos lineal. Las bases de una nueva sociedad deben proyectarse desde una nueva visión. No queremos una interpretación unilateral (oferta-demanda) de la economía, deseamos profundizar en todas sus facetas e integrarlas en todos los aspectos de nuestra vida. 

    De todo esto te hablará con más calma M.  y estructurará mejor algunas ideas que hemos tomado esta mañana para que la descripción que haces en el trabajo del modelo económico de O Couso se acerque algo más a la realidad. 

    Por favor, no dejes de ponernos al corriente porque el tema nos está inspirando y nos ayuda a resituarnos y afianzar nuestra visión.  

    Un abrazo sentido y felicidades por el esfuerzo y el trabajo realizado… 

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    La rotación jerárquica


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    Estaba redactando la carta de cese de la presidencia de la fundación para ser coherentes con nuestros propios principios de rotación armónica, cuando pensaba en esos anquilosados sillones inamovibles de la política, de las instituciones, de las empresas, de todo aquello que nace de una jerarquía de poder cuyo único propósito rezuma deseos vanidosos inamovibles, generando de paso que la sociedad no avance ni progrese.

    Hay algunos tan aferrados a sus sillones que prefieren destruir la institución entera antes que abandonar su posición. Véase el caso de las dictaduras, de los partidos políticos donde no hay renovación ni libertad de elección, de personas que creen de repente ser dueños de instituciones que llevan siglos funcionando con normalidad. Realmente vivimos en una democracia disfrazada donde no existe una necesaria higiene institucional.

    Cuando estudiaba la institución masónica, una de las cosas que más me llamaron la atención (véase el libro “Entrevista a un masón, perspectiva antropológica de una realidad ignorada«) fue la rotación de sus cargos. Uno se tira media vida para llegar a uno de los cargos más altos como puede ser el de “Venerable Maestro”. Pueden pasar diez o veinte años hasta que llegas al mismo y cuando lo consigues, cuando has pasado por todos los oficios y grados posibles desde el más joven aprendiz hasta el de maestro pasando por el de compañero, de nuevo, tras un año de “veneratura”, vuelves al comienzo. Te conviertes en un humilde “guardatemplo” cuya única misión será la de vigilar que los vicios mundanos no perturben el ritual ni condicionen el ritmo de los trabajos.

    En la fundación y en el proyecto optamos por ese modelo, por eso, tras un año en el cargo de presidente, llegó el tiempo de rotar y dejar que otros asuman ese rol. Lo hacemos a consciencia de que el verdadero poder carismático no reside en los puestos de “control”, ni en las representaciones de uno u otros cargos, sino que reside en el silencioso y arduo trabajo de cada uno de nosotros en nuestros respectivos trabajos diarios. Por eso es normal ver al presidente de la fundación limpiando las heces de los retretes o a la vicepresidenta cocinando para treinta o a la secretaria dirigiendo a un número sin fin de gente. No se trata de ejercer ningún poder, sino de empoderarnos todos en el trabajo diario, de seguir la estela de cooperación y apoyo abarcando con nuestras manos y corazones los trabajos del día a día. Nuestro único poder es el que sirva de inspiración, de ejemplo, de sencillez.

    Nuestra jerarquía obedece a otros patrones, quizás a los de antaño, a eso de respetar a nuestros mayores, de proteger a nuestros jóvenes, de ayudar al hermano y la hermana y a mirar a la naturaleza con reverencia y respeto. Sentimos que el verdadero poder no reside en ningún líder carismático, sino que el verdadero líder es aquel que se agacha a limpiar los pies del peregrino, o aquel que asume que la verdadera jefatura reside en el grupo.

    En O Couso estamos rompiendo con muchos viejos esquemas, y eso nos hace fuertes para afrontar todos aquellos muros que deberán caer en las próximas décadas. Si tenéis algún puesto de representación o de poder, reflexionad, ¿cuánto tiempo lleváis ahí sin ceder el testigo? Volvamos al sagrado círculo, allí donde todos podemos vernos las caras y humildemente compartir nuestro pecho descubierto y sincero.

     

    ME CAMBIO, CLARO QUE HAY ALTERNATIVAS


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    © Fahmi Bhs

    Existe una clara resistencia del ser contemporáneo a confinarse en una vida totalmente estática, abducida por el patrón de lo cotidiano como algo predeterminado desde nuestra propia cultura. Un mismo domicilio, una sola profesión, un núcleo familiar determinado, incluso una siempre y marcada identidad sexual. Nos arraigamos a los mismos patrones heredados, a las mismas ideas sobre el dinero, sobre el consumo, sobre la alimentación, sobre la salud. Somos incapaces de ver más allá de esos patrones.

    Sin embargo, algo está cambiando desde hace un tiempo. Ya somos capaces de olvidar nuestra fidelidad a la norma y hemos aprendido a cambiarnos de compañía de teléfonos, de compañía de luz, de banco, hemos aprendido a cambiar nuestro voto, nuestras formas de disfrutar, nuestras formas de compartir. Nuestros hábitos de consumo se han vuelto exigentes y hemos sido capaces de renunciar a cosas por vivir experiencias.

    Existe un éxodo masivo hacia otras formas de vida, de entendimiento, de relación. Internet está abriendo las puertas a una revolución cultural y social inimaginables. La emancipación individual y colectiva está marcando un nuevo rumbo, una nueva forma de relacionarnos de forma alegre, pacífica, hermosa.

    La transformación, el cambio, el nuevo paradigma es posible. Ya se está gestando en el corazón de mucha gente y muchos lo están llevando ya a la práctica cotidiana. Lo pensamos, lo soñamos durante mucho tiempo. Ahora ya es posible. Sólo hacen falta pequeños gestos en la vida diaria. Cambiar nuestro dinero de los bancos, cambiar de compañía de luz, cambiar nuestra forma de consumir. En la web “Me Cambio” nos dan alternativas. Muchos de nosotros ya estamos adscritos a alguna de ellas. Pero el mundo necesita que seamos muchos más, todos los que de verdad desean un profundo cambio y transformación, todos los que aspiran a un mundo más justo y verdadero.

    No lo dudes por un instante. Es hora de revolucionar el mundo y hacerlo mejor, mucho mejor.

    http://mecambio.net/

    Hacia la revolución integral


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    Estamos viviendo un momento de transformación social y cultural donde viejos valores y principios se renuevan y empoderan en una nueva mentalidad política, económica, cultural y social, filosófica y espiritual.

    La transición del individuo social hacia el individualismo ha provocado una transformación necesaria, donde el ser social e individualista se fusiona para crear una nueva entidad cultural: el individuo integral. Es decir, aquel que es capaz de integrar en solitario y en colectividad una nueva dimensión de relaciones.

    Esto se puede ver en la necesidad de una regeneración política y económica donde los desvalores de la competitividad y egoísmo dejen paso a principios y valores de cooperación, de apoyo mutuo y solidaridad.

    Todo esto se puede ver en los nuevos grupos políticos que están surgiendo, así como en los movimientos que nacen para dar respuesta a las nuevas necesidades, como las cooperativas de trabajo integral, como las ecoaldeas o comunidades integrales o las ciudades en transición, como el movimiento de decrecimiento, la permacultura o la agroecología.

    Realmente estamos siendo testigos de una lenta pero necesaria revolución que guarda distancia con los antiguos paradigmas de revolución social. Ahora la revolución se entiende como un cambio en la psique individual y colectiva, pero un cambio pacífico, silencioso, cargado de acciones individuales y colectivas que pretenden influenciar en el espacio social desde el ejemplo y la acción y no desde la protesta o la violencia verbal.

    Existe un trabajo individual irrenunciable de mejora, pero sobre todo, lo que caracteriza a este nuevo paradigma de cambio es el trabajo grupal, la iniciación colectiva hacia una nueva dimensión de cooperación. Estamos siendo testigos de un profundo cambio donde empezamos a valorar la vida desde su sencillez, donde decidimos voluntariamente poner barrera al consumo desbocado material para dar paso al consumo de experiencias, de sentimientos compartidos, de vida alegre y buen vivir.

    ¿Cómo participar en esta revolución? Buscando, apoyando o creando movimientos alternativos, lugares donde la creatividad y el amor compartido sean la premisa. Organizaciones o movimientos donde no exista el insulto al otro, donde todos puedan participar de forma pacífica y no violenta en la toma de decisiones. Creando, participando o apoyando iniciativas de convivencia, de economía compartida o de sistema de creencias liberados de los antiguos paradigmas. Hay mucho por hacer, y estamos llamados a cumplir con nuestra parte.

    (Foto: amigos cooperando en la Comunidad Integral de O Couso. Un lugar de exploración interior y compartida).

     

    Ananta News


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    La semana pasada tuvimos la suerte de participar en la primera reunión formal para dar vida y ánimo a un nuevo y hermoso proyecto de nombre Ananta News. Se trata de una revista digital y un boletín mensual que pretende aunar bajo un mismo paraguas diferentes personas, corrientes espirituales y grupos que trabajan por llenar la tierra de valores y principios universales.

    Pude asistir como representante de la Fundación Dharana y tuve la oportunidad de agradecer a Koldo Aldai el impulso motor y la iniciativa así como a la Fundación Ananta por dar cobijo a tan hermosa empresa. También a los demás grupos que asistieron con el deseo de albergar la unión desde la diversidad allí presente.

    La espiritualidad está pasando por un momento dócil pero al mismo tiempo por una amalgama de nuevos movimientos y corrientes que pretenden incidir en un camino o disciplina para promover una u otra visión acerca de los principios y las leyes que rigen el universo exterior y el interior. El deseo de Ananta News es el de informar de todo este maremágnum de corrientes al mismo tiempo que pretende crear opinión y unir lazos fraternales con escuelas, órdenes, movimientos, grupos, comunidades o personas que se sientan afines con el ideal de una humanidad unida y fraterna, libre e impulsora de cambios positivos y armónicos.

    No dudes en apoyar esta iniciativa desde tu posición, ya sea apuntándote en la base de datos para recibir mensualmente el boletín, escribiendo artículos de temática afín o apoyando la iniciativa económicamente para sostener el trabajo de servicio.

    Esperamos que os guste este nuevo medio de información y esperamos que podáis difundir su mensaje intrínseco.

    Un abrazo sentido a todos y a disfrutar de noticias positivas y reflexivas sobre la vida y su misterio, sobre el clamor del amor y la candidez de la sabia voluntad al bien.

    http://anantanews.org/

    (Foto: Reunión fundacional en el Hotel Princesa de Eboli, en Pinto)

     

    Ojo de Agua, ¿formarse o educarse? Un proyecto de aprendizaje diferente


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    Es una suerte acompañar a Emilio por toda la geografía del país. Te permite conocer a gente muy especial, comprometida con ese cambio que todos queremos, personas que desde sus vidas y sus trabajos aportan unos testimonios increíbles de transformación y posibilidad. Te das cuenta de que el nuevo paradigma no está solo ni huérfano, más bien, hay algo que le arropa en las miradas de toda esa gente que apuesta su vida entera para conquistar un sueño posible.

    Ese fue el caso de la mañana de ayer en el hermoso pueblecito alicantino de Orba, anclado en la comarca de la Marina Alta. En un paraje excepcional rodeado de naturaleza y montañas se encuentra el proyecto “Ojo de Agua”, una iniciativa de espacio abierto donde los niños pueden aprender de forma libre en un ambiente relajado y lejos de las tensiones de la escuela convencional. Tuvimos la suerte de pasar todo el día con sus fundadores, Marién Fuentes y Javier Herrero, aprendiendo sobre esta experiencia y sobre su desarrollo e impacto en la educación de los niños. Nos asombró mucho el testimonio de algunos padres que venidos desde muy lejos se asentaron en esta comarca única y exclusivamente para que sus hijos crecieran en un entorno diferente y con una educación alternativa a lo convencional.

    Emilio aprovechó la charla de la mañana para mostrar como el corsé educativo en el que actualmente vivimos ha caducado y ha dejado de tener sentido. Afirma que ya no estamos siendo educados, si no más bien formados. Formar viene de formare, lo que equivale a dar forma a una cosa, modelarla, configurar o conformar algo, hacer una cosa dándole una determinada figura desde fuera. Educar está emparentado con el verbo latín educere, que significa extraer fuera, extraer lo mejor del otro, sacar esos dones y talentos que llevamos dentro, desde el interior, sin ningún tipo de manipulación o condicionamiento exterior. El futuro pedagógico debería centrar sus recursos y habilidades en extraer lo mejor de cada uno, no en manipular o moldear nuestra psique.

    En la educación a la que estamos acostumbrados nos formatean y nos moldean, hacen de nosotros una especie de cosa adaptada a cada cultura o estrato social sin mayor oportunidad para ser nosotros mismos. Además nos educan en la competitividad como única alternativa al progreso, obviando el apoyo mutuo y la cooperación. En la nueva pedagogía se extrae lo mejor de nosotros, se aplica el principio del autoaprendizaje, de cooperación y libertad. Es lo que están haciendo en proyectos como Ojo de Agua, lo cual nos aporta inspiración y testimonio para nuestros propios futuros proyectos y la cual nos da esperanza de que otro mundo es posible. Claro que lo es. Posible y necesario.

    Para conocer más:

    http://ojodeagua.es/

    Acuario, hacia la Era del Saber


     Mientras trabajamos en un nuevo libro que trata algunos mensajes reveladores sobre la era de acuario escucho la música del quinteto The 5th Dimension, Aquarius, canción muy popularizada en los años sesenta entre el movimiento contracultural y la movida hippie de la época.

    En astronomía, según el ciclo equinoccial, también llamado año platónico, entramos en la Era de Piscis en el año 50 aproximadamente de nuestra era gregoriana y lo haremos en la era de Acuario sobre el año 2200. Otros estudiosos interesados en este movimiento cultural y espiritual han señalado varias fechas: 1904 Aleister Crowley, 1914 Peter Deunov y Omraam Mikhaël Aïvanhov, 1930 Godfrè Ray King, 1946 Raël, 1948 Serge Raynaud de la Ferrière, 1950 Jean Sendy, 1962, Samael Aun Weor, 1991 Yogi Bhajan, 2012 José Argüelles, 2020 Adrian Ross Duncan, 2025 El Tibetano Djwhal Khul, 2038 Elsa M. Glover, 2060 Robert Hand, 2062 Dane Rudhyar, 2080 Shepherd Simpson, 2160 Paul Le Cour, 2375 Rudolf Steiner, 2658 Max Heindel…

    Lo cierto es que más allá de creencias de cualquier calado, desde hace cincuenta años aproximadamente estamos entrando en una nueva esfera de influencia social y cultural donde la electricidad y la tecnología están marcando un antes y un después importante. El conocimiento está fluyendo de una forma jamás antes conocida gracias a las tecnologías de internet, las relaciones en red y redes y el bienestar que la revolución materialista ha provocado en los individuos.

    Todo ese calado de bienestar material, salud social y progreso en todos los sentidos acompañado de mayor conocimiento exterior e interior sobre cualquier tipo de cosa hará inevitablemente que en un par de siglos el mundo se transforme, deseablemente, a un lugar plagado de paz y armonía, tal y como lo expresa la canción de The 5th Dimension. Armonía, comprensión y empatía hacia todos y hacia todo. Una paz verdadera en lo social y en lo cultural donde la diferencia nos enriquecerá y nos unirá.

    El conocimiento, inevitablemente se convertirá en “saber” gracias al cúmulo de experiencias más allá de la posesión de cosas materiales. Por eso el futuro para muchos reluce como un sol resplandeciente, cargado de optimismo y amor, cargado de ánimo y entusiasmo.

    En abril del 2009 ya hablaba en mi tesis doctoral sobre la economía del futuro. Cogía el referente antropológico y lo aplicaba a la vida cotidiana del futuro. Sin duda, la economía del don, que es la que aplica la naturaleza en su vasta creación será la que nos regirá más allá del individualismo para abrazar el bien común.

    Sea como sea, nuestra responsabilidad generacional es ayudar a establecer las bases de esa nueva era del saber ayudando a comunicar los nuevos valores, la nueva cultura ética, poniendo en práctica las nuevas tendencias y aplicando en la vida ordinaria los principios básicos, que serán sus pilares, de la paz social. Hagamos que así sea y que, independientemente de las creencias y las fechas antes descritas, una nueva era se instaure en nuestras vidas.