Nunca deseches a nadie


«Las personas, incluso más que las cosas, tienen que ser restauradas, renovadas, revividas, reclamadas y redimidas; nunca deseches a nadie». Audrey Hepburn

En la colonia para el nuevo mundo que fundamos en las tierras del norte, era fácil que se colara todo tipo de almas en pena, de hombres y mujeres perdidos, abandonados, desahuciados. Algunos resultaban insoportables, de carácter difícil, incluso peligrosos. Más de una noche la pasamos en vela cuando algún desconocido con formas extrañas entraba en nuestra abierta y generosa casa de acogida. Un lugar gratuito donde cualquiera podía ser acogido todos los días del año a cualquier hora del día.

Nosotros intentábamos, desde nuestros limitados medios, acoger a todo el mundo desde una curiosidad sagrada. Nuestro lema de acogida era que nunca sabíamos si acudiría a nuestra casa algún ángel, algún ser que tuviera algo que enseñarnos. Nos hicimos resilientes e intentábamos siempre buscar soluciones a situaciones complejas.

Realmente el mundo no estaba preparado para ese tipo de colonias para el nuevo mundo, y diez años después, nos dimos cuenta de que nosotros tampoco lo estábamos. Era un proyecto ambicioso, con pocos recursos y con ningún tipo de experiencia previa. Los pioneros se cansaban y terminaban abandonando el lugar y los más ilusionados fingían fuerza cuando solo quedaba debilidad y cansancio. Éramos combativos, pero ese combate constante desgastaba nuestras vidas.

Más allá de las quejas o los elogios, los aprendizajes fueron profundos. Uno de los más clarificadores fue aquel de mirar al otro como un ser humano, y no como una cosa. Buscábamos la manera de restaurar sus almas dolientes, de renovar sus energías frágiles, de revivir sus cuerpos cansados. Reclamábamos para ellas una oportunidad donde redimir sus vidas, y a veces, en contadas ocasiones, lo conseguíamos. Nunca desechamos a nadie y pocas veces tuvimos, excepto en situaciones de auténtico peligro por brotes psicóticos, tener que expulsar a nadie.

Hubo muchas salidas injustas, muchos enfados y muchos errores. Estábamos aprendiendo y a veces el dolor podía más que el amor. Nos dolía cuando alguien se marchaba enfadado o malherido. Nos dolía profundamente cuando no éramos capaces de generar confianza y cariño. A veces no teníamos el suficiente coraje para manejar las tensiones y las situaciones difíciles de manera productiva. No éramos capaces de transformar el conflicto ni de soportar la tensión del momento. Algunos se quejaban porque soportábamos lo insoportable sin necesidad alguna. Solo debíamos invitar a las personas conflictivas a que se marcharan, y pocas veces lo hacíamos.

Lo más difícil de todo era encontrar ese punto de equilibrio entre personas tan dispares. Especialmente, entre aquellos que tenían interés en el proyecto, y aquellos que demandaban y tenían necesidad del mismo. El verdadero conflicto surgía cuando la necesidad era mayor que el interés, y los abusos se volvían recurrentes.

Las colonias del nuevo mundo algún día volverán. Serán diseñadas a partir de los errores de pasadas experiencias y se perfeccionarán para acoger a todos aquellos que deseen experimentar unas nuevas coordenadas de vida y consciencia. Son necesarias y serán útiles para la formación de esa nueva consciencia que está por venir. En esas nuevas colonias se intentará no desechar a nadie, porque todos somos producto de un milagro que vive a veces circunstancias difíciles. Se intentará apoyar a los afligidos y se intentará vivir desde el asombro y la alegría de ser útiles a los otros. Acogerán sin prejuicios a todo tipo de diversidad, promoviendo la fuerza y la belleza de la misma. Será el amor, y no la guerra, lo que impere en ese nuevo mundo.

Esas añoranzas compartidas


Mientras trabajamos en la edición de Tratado sobre fuego cósmico y La naturaleza del Cuerpo Etérico, dos libros de casi mil páginas cada uno, se suceden los mensajes de personas que recuerdan con añoranza el proyecto utópico. Es evidente que algo caló en la memoria colectiva. Se intentó una explosión de fuerza y un milagroso proceso de elevación que, a pesar de su dureza y sacrificio, algo impregnó en la mente y los corazones de aquellos que lo vivieron. E incluso de muchos que no lo palparon, pero lo seguían en la distancia.

La nostalgia no es buena compañera porque la vida sigue y los milagros como aquel se suceden día tras día. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor y explorar lejos de los males de nuestro tiempo, los puntos de luz que nos rodean, la afluencia constante del río de la vida que algo nos quiere transmitir. Hay que buscar la luz en toda oscuridad, y tener como guía aquellos poderosos puntos de luz que alguna vez iluminaron nuestra senda.

Lo cotidiano devora lo sagrado. Eso ya lo sabemos. De ahí la importancia de buscar en las pequeñas cosas encuentros con lo milagroso, con el misterio, con lo sacro. El pan nuestro de cada día encierra un algoritmo lleno de sabiduría y amor que endulza nuestro caminar: vida, dánoslo hoy. La promesa de un reino celeste está siempre palpitando entre nosotros, recorriendo nuestros ríos de sangre viva y nuestro aliento determinado. En verdad, más allá de la queja diaria, vivimos en el milagro diario, en la fiesta del sentir, de pensar, de levantarnos a cada caída, a pesar del cansancio y el agotamiento que todo eso supone. Mirar la vida, experimentar la vida, sentir la vida como se expresa a cada instante. No hay mayor milagro que ese.

Es cierto que todos añoramos aquellos instantes de silencio en la pequeña ermita, o aquellos a veces interminables círculos de consciencia, donde entre todos intentábamos elevar el ánimo y la desidia de este mundo extraño. Cuando los tambores cesaban su ruido y el bosque aclamaba su protagonismo, se podía escuchar el latido de la naturaleza proclamando su reinado. Los bosques y los prados y las montañas y los ríos que nos rodeaban eran testimonio directo de la esperanza, de la belleza, de la sabiduría silenciosa y arquetípica de todo lo cuanto existe.

No solo se trata de un recuerdo, sino de algo vivo que nos une, ese lazo místico del cual tanto hablábamos y practicábamos con los almabrazos, con la música o con las risas a media tarde, mientras unos dormían y otros paseaban y otros se enamoraban inevitablemente, creando lazos indestructibles. Sí, terminábamos agotados al final del día, pero ansiábamos el próximo, porque allí, entre unos y otros, sentíamos el latido del mundo.

Aquello pasó y no pasó, porque sigue vivo en nosotros, y ese recuerdo nos perseguirá por los tiempos de los tiempos. La sagrada comunión, la conquista del reino de los cielos, porque allí algo se conquistó, está ya dentro nuestra. Porque allí, de alguna manera, a veces torpe y otras prodigiosa, aprendimos a amar al otro. Nos gustara más o menos, teníamos que bregar con la vida humana en todas sus ramificaciones, en todos sus grados y condiciones. Pobres y ricos, altos y bajos, negros y blancos, gordos y flacos. De todo había entre los cucharones y la leña, entre la huerta y los paseos interminables bajo la sombra de abedules, robles y castaños.

Un ejemplo vivo era ver como Geo, nuestro amado perro que ahora posa bajo mis pies mientras escribo esto, adoraba a todos por igual. Él, en su inocencia pastoril, solo requería la palabra mágica “Geo paseo” para sentirse entre iguales. Libre, fraterno, amoroso, adorable Geo. Resquicio vivo de aquel tiempo, y privilegio mío de poder abrazarlo todas las mañanas, recordando cuando asomaba el hocico en la ermita antes de la meditación, rogando poder entrar. Era una fiesta cuando todos salíamos y lo rodeábamos para abrazarlo como uno más, aunque hubiera guardado con celo el secreto de nuestros rezos. Geo paseo sigue vivo entre nosotros, y aunque ya mayor y anciano, aún mira con cierta melancolía el horizonte lejano, añorando su tierra y sus prados verdes, confiando en que algún día, el aullido nocturno volverá.

Que sea eterno todo lo que nos hace bien.

La frustración existencial de soñadores, poetas y artistas


“Parte de la tarea que desempeño en mi Ashram es entrenar discípulos para que reconozcan las nuevas ideas que surgen y las traduzcan en conceptos que condicionarán el pensamiento humano en el ciclo inmediato. La segunda etapa de este entrenamiento involucra el cultivo del correcto sentido cronológico. Esto evitará que el discípulo emprenda una acción precipitada o prematura; le dará la clave para el significado real del Eterno Ahora –la síntesis del Pasado, del Presente y del Futuro. Luego se le enseñará el arte de la precipitación, o el método de impartir esas ideas a las mentes de los intelectuales del mundo… Su trabajo y su presentación del ideal a las masas humanas de todas partes no conciernen al discípulo, cuyo trabajo es principalmente con el pensador evolucionado y precursor, y no con las masas exigentes. Les pido que recuerden esto”. D.K.

Me imagino lo frustrante que debe ser para un soñador, un poeta o un artista querer dedicarse, como oficio, a soñar, crear poesía o crear arte. “Mamá, quiero ser artista”, es una frase que encierra un futuro poco prometedor para la mayoría. No deja de ser curioso que aquello que nos diferencia del resto de animales, sea lo que menos reputación y prestigio tenga entre nosotros. Esa parte de ensoñación humana, esa parte de mente abstracta desarrollada que es capaz de crear mundos, mejoras técnicas, desarrollar herramientas útiles y crear maravillas, sea lo más denostado de todo. El amor, la poesía, el arte, la belleza, no es algo que esté muy de moda en nuestros tiempos materialistas.

El mundo no podría existir tal y como lo conocemos si no fuera por los soñadores, poetas y artistas. Un pintor no es menos útil que un albañil. Ambos construyen hogar, y ambos construyen mundos posibles. Un poeta debería tener capacidad de poder alimentar su estómago con versos, y la humanidad tener esa sensibilidad para poder sostenerlo. Y los soñadores deberían ser la avanzadilla de nuestro mundo, porque son ellos los que imaginan el futuro e incitan a hacerlo realidad.

Recuerdo que en el proyecto utópico teníamos unas tres o cuatro horas de actividad común. Era nuestra forma de mantener un cierto “karma-yoga”, un momento de acción después de la meditación, los estiramientos y el canto. Había una joven que nunca quería participar de la huerta o la recogida de leña o los trabajos más rudos. Ella era poeta, bailarina, artista, soñadora. Se pasaba todas las mañanas deambulando, recogiendo flores y adornando los lugares. Al principio nos costó aceptarla, incluso a nosotros, que íbamos de posmodernos. Pero alguien nos señaló con justicia poética que la forma de colaborar de aquella persona era con sus cantos, sus bailes y su poesía. Ese era su “karma-yoga”. Aquello fue muy revelador para todos, especialmente cuando las aparentes prioridades, y diría que las urgencias, eran otras.

Pero las urgencias materiales no podrían existir si no hubiera soñadores que pusieran en marcha nuevos ideales. Leía el otro día en una noticia económica que las palancas de crecimiento empresarial están creciendo gracias al aumento de la población mundial, a la mayor expectativa de vida y al crecimiento de las clases medias. En otra parte leía que durante la siguiente etapa del desarrollo evolutivo no se recalcará tanto el desarrollo de la mente como la utilización de la mente concreta y la facultad adquirida para desarrollar los poderes del pensamiento abstracto. Esos poderes del pensamiento abstracto es lo que empuja a la humanidad a su desarrollo material, pero también, por así decirlo, espiritual.

El otro día fuimos a ver una preciosa finca aquí en la sierra oeste. Mientras paseábamos entre arroyos y caballos, imaginaba y soñaba con todo lo que se podía hacer allí. Recordaba con tristeza todo lo que hicimos en el anterior proyecto y todo lo que quedó por hacer debido al cansancio y la falta de recursos. Todo aquello fue un sueño, un empujón abstracto de las directrices que seguramente se afianzarán en cuatro o cinco siglos en la humanidad. Fue una guía para soñadores, poetas y artistas. Soñaba con ello mientras me daba cuenta de que estaba a años luz de poder materializar algo similar. Este tipo de proyectos encienden la imaginación humana y sirven para despertar la mente abstracta en muchos individuos inteligentes y, por eso, lo celebrábamos como un avance en la evolución de la conciencia humana. Pero pocos entienden su funcionalidad o necesidad de existencia. Quizás el «pensador evolucionado», el sensitivo altamente entrenado.

Pensaba, más allá de la ensoñación, en cómo podría mejorar nuestra empresa, cuánto más deberíamos vender para poder sostener un emprendimiento ético e inspirador de esas características, que acompañara a eso que ahora llaman “responsabilidad social corporativa”. Hemos conseguido avances significativos a nivel interno, como editar nuestros libros en papel reciclado, sostener nuestras instalaciones con placas solares y comprometernos con la movilidad cien por cien eléctrica para que nuestros envíos y viajes editoriales sean lo más ecológicos posibles. Pero para un soñador, un poeta y un artista, todo eso no es suficiente.

Dicen que Aries es el lugar de nacimiento de las ideas, y la clave del éxito reside en su nota clave: Surjo, y desde el plano de la mente, rijo. Quizás este sea el medio para convertir el sentido de los sueños en la experiencia de un movimiento real y activo.

Desapego y renuncia a los frutos de la acción


Interésate solamente por el acto, pero jamás por sus frutos; no actúes en vista de los frutos de tus actos; no te apegues a la inacción”. (Bhagavad-Gītā)

En la tradición oriental es muy importante la práctica del desapego. Desapego y renuncia a los frutos de la acción forman parte de un gran conocimiento arcaico que invade la vida de cualquiera que aspire a cierta sabiduría. Estos días en los que la primavera avanza rápido para abrazar nuestro nuevo día, me llegaban voces que insistían en la necesidad de un nuevo reencuentro en alguna parte, en algún lugar, con tal de encender de nuevo la llama de la comunión, de la común unidad, de la utopía. Resulta curioso pensar que cuando teníamos ese tesoro oculto allí entre los bosques, el aprecio era el necesario para ir sobreviviendo colectivamente. Cuando ese lugar desapareció, dejó un gran vacío en muchas personas.

En estos meses he intentado hacer un gran ejercicio de desapego y renuncia, pero admito que aquel lugar, a pesar de su extrema dureza, era un lugar necesario. Me percataba hoy cuando un buen amigo me llamaba y reclamaba “volver a la tribu”. Utilizó esas palabras porque supongo que no encontró algo más definido. Se hacía vocero de otras voces que compartían el mismo anhelo, la misma necesidad, un lugar como aquel que construimos con nuestras manos y corazones donde el ser humano, más allá de las pantallas posmodernas y del individualismo egoísta de nuestros días, pudiera abrazarse tras una sesión de meditación y yoga. Esa necesidad de contacto ante una realidad asfixiante se perdió, y ahora se reclama.

Me da miedo pensar en una segunda parte, al mismo tiempo que me da miedo pensar en toda la energía que habría que desarrollar para poder llevarla a cabo. Mañana iremos a ver una finca de mucha tierra después de haber descartado una docena de ellas por falta de, llamémosle así, “fuerza”. Es verdad que la de mañana es más asequible, pero aún muy lejos de poder ser ni siquiera un ápice lo que alguna vez fue. En estos momentos la «fuerza» está a años luz de la posibilidad.

Interiormente me planteaba que sería posible volver a intentarlo, pero esta vez desde una posición más privilegiada y desapegada. Es decir, no me importaría crear de nuevo un proyecto utópico y dar el noventa por ciento de mis recursos si con ese diez por ciento restante pudiera vivir dignamente. No quisiera repetir el cansancio y agotamiento que sufrí en la anterior década dando todo lo que tenía, incluso aquello que no tenía (y que aún ando devolviendo), con tal de mantener viva la llama.

Creo sinceramente que la utopía sigue siendo necesaria. Ya no me importa la idea de que unos pocos se enfaden o no estén de acuerdo en cosas tan banales como si en el desayuno hay o no aguacates, por decir algo. La experiencia debe servir para algo, y sobre todo, debe servir para emprender aventuras que puedan ser sostenibles en el tiempo.

La ilusión y la exploración siempre quedarán. Prueba de ello es la excursión de mañana. Pero también existe un gran desapego y una gran renuncia. Es cierto que cuando se tiene cierta sensibilidad, uno no puede quedarse mirando de brazos cruzados mientras el mundo se derrumba. Nace la urgencia del actuar, aunque sea en base a no esperar obtener ningún resultado de los frutos de la acción.

Quedarse en casa viendo pasar la vida está bien, sirve para descansar y tener esa cierta e ilusoria sensación de seguridad. Pero el mundo gira, la vida pasa y la necesidad mundial requiere de manos voluntariosas que puedan hacer algo, aunque sea poco. Y también de recursos. Inevitablemente. Cuando el mundo termine, nuestro pequeño mundo, al menos marcharnos de aquí con esa sensación de haber cumplido con nuestra parte. Más allá de palabras bonitas, el mundo requiere de Acción, y pequeñas acciones de cada uno de nosotros.

Cuando el ánimus vuelve


Jung nos hablaba de la sizigia ánimus-ánima para descifrar los avatares que provienen del consciente y el inconsciente colectivo del hombre y la mujer y que nos empujan a lo que él llamaba el «sí mismo», es decir, la esencia de la plenitud humana. Cuando el ánima o el ánimus o el ánimo vuelve a nosotros, se encienden las palancas de la vida y nos empuja a la actividad que debe conducirnos hacia ese yo esencial, hacia ese mundo de la consciencia plena. La materia por sí misma es animada por este ánimo, por esta alma o espíritu que todo lo envuelve, según las teorías hilozoístas. La diferencia entre un vivo y un muerto es precisamente ese ánimo, esa alma animada, encarnada.

Cuando en vida sentimos desánimo, es una señal de que una parte de nosotros, ese aspecto vida, se está alejando. El desánimo, la depresión o la tristeza es ese camino hacia una muerte en vida, hacia un momento en el que algo esencial se aleja de nuestra existencia. Cuando esto ocurre, lo mejor es descansar, pasear, estar tranquilos. No hay que preocuparse en exceso, solo estar atentos a ese proceso de desánimo y esperar a que el “alma”, como decían los antiguos, vuelva de nuevo a nosotros. Ese «ven Señor Jesús» de los cristianos, el maranatha arameo, no deja de ser una imploración a que el Espíritu nos atraviese y venga a nosotros.

Este mes que he estado entre fiebres y resfriados, notaba como el ánimo desaparecía. Estaba apático y con poco deseo de hacer cosas. Me lo tomaba con calma, reconociendo que a veces la luz de la vida se ensombrece por cualquier motivo. Como los astros, entendía que solo debía esperar al nuevo ciclo. Y en esa espera reposaba y hacía lo propio de cuando se está sin ánimo. Hace un par de días, sin motivo aparente, quizás porque ya empezaba a recobrar la salud, el ánimo volvió, y con ello, el deseo de adentrarme de nuevo en el camino jerárquico del «sí mismo», de la búsqueda o el reencuentro con el ser esencial. Utilizo expresamente las palabras de Jung cuando se refería a este camino como un recorrido jerárquico, donde los arquetipos pasan de un lugar a otro hasta llegar al centro, al ser esencial, en una especie de procesión iniciática donde hay que ir venciendo ciertas pruebas.

Recogiendo esas ideas he ordenado el trabajo a seguir en los próximos meses, y esta vez, no voy a empezar la casa por el tejado, como hice en el otro proyecto, sino que empezaré siguiendo la sabiduría de los antiguos constructores, es decir, empezaré con la construcción de una pequeña logia (lugar donde encarna el logos) o taller donde guardar las herramientas adecuadas. En el trozo de terreno que tenemos hay un pequeño círculo hermético que ahora utilizamos, cuando el tiempo lo permite, para tomar el sol y trabajar al aire libre. Esa plataforma, que tiene exactamente la misma medida que la pequeña cabaña del septentrión, servirá de base para esa pequeña logia.

Este fin de semana pasamos un tiempo ordenando y reciclando las maderas de la antigua construcción, tal y como hicimos con la cabaña del primer proyecto. Ya tenemos algunas maderas que iremos puliendo, barnizando y colocando debidamente. A medida que vayamos vendiendo libros y entrando recursos, iremos construyendo con paciencia, serenidad, alegría y constancia.

Vamos a ver si somos capaces, años después, de construir este pequeño lugar que utilizaremos como espacio de meditación, estudio y servicio, herramientas indispensables para poder construir algo mayor. Si todo va bien, será un lugar aislado, silencioso, lleno de libros, y un pequeño rincón donde meditar al amanecer y al atardecer, como hacíamos en aquellos tiempos. Y desde allí, desde esa pequeña logia o taller, seguir construyendo catedrales llenas de ánimus, de ánima, de espíritu. Un lugar donde, emulando a Hermes, encarne el significado, el puente entre lo inconsciente y lo consciente, en definitiva, la luz, el maranatha.

Luz en el sendero


«Del seno del silencio que es la paz, una voz resonante se elevará. Y esta voz dirá: “Hace falta algo más: tú has recogido, ahora tienes que sembrar”. Y, sabiendo que esta voz es silencio, obedecerás. Tú, que eres ahora un discípulo capaz de mantenerte firme, capaz de oír, capaz de ver, capaz de hablar, que has vencido el deseo y alcanzado el autoconocimiento, que has visto tu alma en flor y la has reconocido y has oído la Voz del Silencio, encamínate al Templo del Saber y lee lo que allí está escrito para ti». Mabel Collins, en Luz en el Sendero.

Ella me enviaba las últimas notas desde el aeropuerto mientras preparaba su importante viaje a Londres. Allí liderará a un grupo de tejedores dentro de unos meses, y dejará su vida pastoril en España para vivir una vida de entrega y discipulado. Sentí cierta envidia sana porque alguna vez había soñado con un retiro de entrega parecido en un lugar parecido. El proyecto del norte tenía algo de eso. De alguna manera, era una luz en el sendero donde sembrábamos todo el elixir que habíamos recolectado años atrás. Ella estuvo dos años allí, dándolo todo en un lugar que prometía ser un nuevo punto de luz en la mente de Dios, como dicen los místicos. Pero el punto de luz explotó como una supernova, como una stellae novae.

Mientras comíamos, hablábamos en el jardín bucólico de la joven pareja que durante muchos años vivió con nosotros en el proyecto. De forma sincrónica, como si de alguna manera todo estuviera conectado, nos envió unos mensajes, enseñándonos la adquisición de su nueva caravana. Por fin su sueño de vida salvaje y libre se está haciendo realidad. Curiosamente, la caravana es el mismo modelo que teníamos en el proyecto, en ese precioso hogar que me cobijó durante tres largos años, con sus tres largos y fríos inviernos. Cuantos recuerdos me han venido cuando veía esa casa móvil deseosa de aventura.

Imaginaros la escena: una caravana perdida en mitad de las montañas viendo la nieve caer mientras redacto la tesis doctoral, edito libros, escribo algunos y me sumerjo en la fascinante aventura de reconstruir una casa del siglo XVI en ruinas de mil metros con la ayuda de visitantes extraños a los que damos cobijo y algo de calor humano para traspasar las pruebas que la vida nos iba poniendo por delante.

Los otros seis años los pasé en una pequeña cabaña que construí con mis propias manos en los «ratos libres», la que aparece en esta foto. Ayer me mandaba un audio el amigo escritor que pasa una temporada de retiro amanuense en México. Me preguntaba curiosamente por la cabaña, ya que él mismo también había pasado una pequeña temporada entre las caravanas y las cabañas en compañía de su inseparable nuevo amigo Chip (cómo echo de menos a los mininos). Sincronías de la vida, esta noche soñé con el lugar, con las cabañas, con la buena gente que ahora las habita y con todo lo que allí estarán haciendo ahora.

A la cuenta del proyecto sigue escribiendo mucha gente que desea estar informada de lo nuevo que vayamos a hacer, de la nueva stellae novae, de esa nueva luz en el sendero. En el jardín bucólico desde el que ahora escribo, en la apacible y hermosa Sierra Oeste de Madrid, hay un pequeño círculo hermético hecho de cemento que sobresale de la tímida floresta. En el centro hay dos sillas y una mesa y cuando los días son primaverales, como los de ahora, gusta estar aquí tomando el sol con los cuatro perros mientras escuchamos la algarabía de los pájaros. El círculo tiene exactamente el mismo tamaño que tenía la pequeña cabaña, y fantaseo, cuando los ánimos vuelvan y las fuerzas me acompañen, con construir aquí una pequeña cabaña donde encerrarme con mis libros para meditar en el seno del silencio, que es la paz e indica siempre el Camino, la Senda. Sueño con esa idea porque sé que desde el silencio y la meditación se pueden crear muchas cosas y se pueden hollar esos mundos que de otra manera son inaccesibles. Y quizás de ahí salga una nueva stellae novae y todas esas almas que ahora de alguna manera están unidas desde el lazo místico y sus sincrónicas apariciones, hallen un nuevo lugar de reencuentro.

Estas cosas pienso al solecito, en el jardín bucólico, en el pequeño círculo hermético, mientras termino la maqueta de la segunda edición de Luz en el Sendero, a la espera de poder entrar en la imprenta una vez pasada la cuesta de enero y una vez la vida nos plante de nuevo en la senda de la abundancia. El sol irradia estos días con fuerza mientras las cabañas octogonales, y todo lo que simbolizan, esperan. Vendrán de nuevo aquellas antiguas encomiendas, cuando el laurel florezca de nuevo.

¿Qué estamos haciendo desde la Fundación?


La tristeza profunda que arrastramos por el cierre del proyecto O Couso nos afianza y empuja para seguir trabajando por el alto ideal, esta vez esperando que ese actuar sea de forma más inteligente y sabio. Aprendimos mucho en esta década prodigiosa, dura pero fascinante. Ese aprendizaje nos ha tenido que ayudar para imaginar mundos mejores y más accesibles. La posibilidad se palpó, con mucho esfuerzo, y por eso ahora no nos achicamos ante los futuros retos.

En estos momentos estamos trabajando en un pequeño centro de operaciones que sea lugar de encuentro futuro. Durante estos meses, en la Sierra Oeste de Madrid, donde la fundación dispone de un pequeño terreno, hemos limpiado el espacio profundamente, ya que el antiguo propietario sufría de síndrome de Diógenes y hemos tenido que dedicar mucho tiempo a la adecuación del lugar. La limpieza material y energética ha sido una labor importante para que el lugar vuelva a cierta belleza natural (en las fotos se ve el antes y el después).

De forma paralela, hemos contratado los servicios de un arquitecto para que realice los planos de la nueva construcción. Seguramente estos planos estarán este mes de enero, lo cual nos capacitará para empezar a buscar recursos (creemos que de la venta de libros de nuestra editorial) para empezar a construir el tejado del nuevo espacio.

Una vez tengamos el edificio funcional, suponemos que, en uno o dos años, dependerá de la capacidad de generar recursos , trasladaremos la sede de la editorial y de la fundación al nuevo edificio. Desde allí daremos cobijo a actividades y encuentros que puedan ayudar a imaginar nuevos mundos, a impregnarnos de la magia de los nuevos paradigmas que han de llegar, y también a personas que nos quieran ayudar a imaginarlos y ponerlos en práctica.

Para nosotros será como un volver a empezar, pero desde una base de conocimiento importante y una ilusión renovada, a sabiendas que el mundo necesita renovar su compromiso con ese mandamiento necesario de amaros los unos a los otros, y con esa creencia de que el amor solo es posible mediante la oportuna relación. Por eso O Couso realizaba una función importante, ya que permitía relacionarnos los unos a los otros, poner en práctica el amor incondicional en circunstancias a veces muy adversas, y de paso, impregnar nuestro día a día de altos ideales y nuevos paradigmas que poníamos en práctica en cada acción realizada.

No podemos perder ese vínculo, de ahí que queremos mantener la llama viva y la alegría suficiente para llevar a cabo la nueva siembra, creando un nuevo punto de luz, un nuevo lugar de encuentro donde compartir y aventurarnos de nuevo a la acción activista inevitable. Llenarnos de quietud por dentro para luego sembrar el mundo de buenas acciones.

¿El gran fracaso de la Gran Renuncia?


Grupo de amigos que apostaron por la gran renuncia en el proyecto O Couso

El título lo copio de un artículo de un diario de tirada nacional (ver aquí), y lo pongo entre interrogación para advertir de que quizás no haya sido un fracaso del todo. En estos últimos años han pasado muchas cosas que han cambiado para siempre nuestra forma de ver el mundo. Primero, el Covid y todo lo que trajo consigo (acabamos de editar un libro que habla de la pandemia desde una perspectiva alternativa, ver aquí). Ahí, en ese momento de crisis mundial, se gestó en nosotros muchos interrogantes existenciales que nos hicieron pensar que quizás la vida valía la pena si podía ser vivida (ver algo más sobre mi gran renuncia personal aquí). Muchos se dieron cuenta de que, de alguna manera, tenían la mente contaminada con la rutina, la inacción, la comodidad y simpleza de una vida rutinaria y aburrida. Pero algún tipo de chispa explotó dentro de nosotros, dando a continuación el nacimiento de la Gran Renuncia. Miles de personas que de repente dejaban sus vidas cómodas y se marchaban al campo a vivir una vida nueva.

Los que hicimos esa renuncia hace una o dos décadas no nos pilló por sorpresa. La vida bucólica en el campo estaba dentro de nosotros y queríamos experimentarlo. Creamos un bonito proyecto (ver aquí) que intentaba impulsar a otros a que también alcanzaran esa gran renuncia. Pero nos dimos de bruces cuando nuestra generosidad infinita empezó a ser cuestionada con estupideces de todo tipo. La que marcó un antes y un después, sin duda, fue aquella en la que la queja se expresaba porque no había aguacates en el desayuno. Diez años luchando para mantener un espacio diferente, alternativo, plural y brillante en muchos aspectos resumido en esa queja. Fue un momento muy frustrante, agotador y desesperante (gracias querido Enrique por desencadenar aquella inevitable ruptura).

Al cerrar el proyecto me di cuenta de que de alguna manera estaba haciendo una gran renuncia, pero a la inversa. La sensación que tuve y que aún arrastro es como la del titular de ese diario: algo ha fracasado. La vida bucólica en el campo no fue tan bucólica como uno se imagina. Nos faltaba de todo al principio y diez años después, no había aguacates en el desayuno. Más allá de la ilusión de los comienzos y de la proyección hacia un futuro mejor, las fuerzas y nuestros ahorros menguaron hasta el límite.

Sin embargo, pasado un tiempo, algo late dentro. Al leer el artículo, el cual cuestionaba el fracaso de esos miles de personas que se marcharon al campo y que luego, de alguna manera, han regresado a la ciudad, obvia que dentro de esas gentes que han saboreado el halo y las mieles de esa libertad casi absoluta, late dentro de ellos la semilla sembrada. Me doy cuenta cuando observo mi realidad actual, aburguesada, tranquila, sin sobresaltos. Viviendo de un oficio que me gusta y apasiona rodeado de libros y conocimiento y cultura y espiritualidad, siento que algo late. También lo siento cuando hablo sosegadamente con unos y otros que estuvieron allí, que experimentaron aquel milagro y comprobaron por sí mismos que otro mundo es posible. Y lo latente, ya sabemos que al final sale de alguna manera, nace de nuevo, se reinventa, surge hacia una nueva oportunidad.

Por eso sueño que, de alguna manera, aún no imaginada ni soñada, esa nueva gran renuncia está ahí, esperando de nuevo. Quizás no sea tanto una renuncia material con una bucólica vida en el campo, pero de alguna manera, si habrá una renuncia a todo lo que tenga que ver con el egoísmo y el individualismo de nuestra época. Atesorar experiencia posibilita tener una visión más amplia de cómo actuar en el futuro. Solo es cuestión de tiempo para que todos aquellos que se sintieron fracasados en su gran renuncia, vuelvan de nuevo a soñar, a inspirarse, y a realizar su nueva y particular revolución, su nuevo y particular universo paralelo, como aquel que en el norte de España sobrevivió durante casi diez años lejos de los paradigmas actuales. Volver a intentarlo. Eso es lo que nunca fracasa. Y por omisión, el único fracaso real es dejar de intentarlo. Así que estemos alertas, que algo late profundamente, como un volcán que espera latente esa imparable erupción.

Los saludables beneficios de aceptar el fracaso


© @ninapapiorek
© @ninapapiorek

“Uno nunca tiene miedo de lo desconocido; uno tiene miedo de lo conocido llegando a su fin.” Jiddu Krishnamurti

Hace unos días vinieron hasta el proyecto un grupo de personas interesadas en darle continuidad. Nos sentamos distendidamente, tras visitar toda la finca, para que nos explicaran sus propósitos. Al final de la conversación nos ofrecieron trescientos mil euros por la finca. Les comentamos cordialmente que era de agradecer la propuesta, que en total nos habíamos gastado 485 mil euros en la compra y rehabilitación de la misma (sin contar aquí los gastos derivados del proyecto, alojamiento y manutención durante nueve años a cientos o quizás miles de personas que se beneficiaron de la economía del don), y que además aún debíamos casi cien mil euros de todo lo invertido.

Era la tercera oferta que recibíamos en poco tiempo sin que nosotros hubiéramos solicitado o propuesto ninguna venta, más allá de tantear si alguien estuviera ilusionado en darle continuidad al ideal aquí plasmado, y de saber cómo lo harían y desde qué intenciones.

Hoy alguien que vivió en este lugar durante muchos años venía a ayudarnos a ordenar algo de leña de la finca y le comentamos lo ocurrido este fin de semana. En vez de ánimos, recibíamos de su parte una valiente crítica que nos dejó boquiabiertos un par de horas. Sentimos que en su corazón no había aceptado los saludables beneficios del fracaso y que de alguna manera nos culpaba, con o sin razón, de los mismos.

Recibir críticas en el país de la crítica no es algo que nos moleste. Siempre nos sorprendemos cuando las críticas son tan valientes, aunque no hayan sido solicitadas. No pedimos consejo ni guía para saber qué hacer con nuestras vidas o con el proyecto en estos delicados momentos de nuestra vida. Realmente, en este lapso, solo pedimos silencio, respeto a este proceso y descanso, mucho y necesario descanso. Y si entreabrimos las puertas para recibir a alguien y ese alguien empieza con el ruido, con la crítica, con la manipulación o el atropello, nos sentimos francamente violentados. No los juzgamos ni nos enfadamos, porque ni siquiera tenemos fuerzas para eso, pero nos encerramos aún más en nosotros, y nos protegemos, inevitablemente.

Es difícil entender que el problema no es por una cuestión meramente económica, aunque la economía haya pesado tanto. No se trata de trescientos mil euros, ni de medio millón ni de un millón de euros. Hay cosas que nunca pueden ser compradas o vendidas porque tienen un valor incalculable. No se puede vender o comprar un alto ideal, ni una esperanza, ni ese punto de luz que durante tantos años ha resplandecido en nuestros corazones. El alma no está en venta. Tampoco está en venta la ilusión que tantas y tantas personas han puesto en este lugar, aunque ahora muchas de ellas se sientan desalentadas o decepcionadas.

Las utopías a veces se vuelven distópicas. Forma parte de la vida, de los ciclos. Las cosas nacen y mueren. Los proyectos ilusionantes y esperanzadores, la mayoría de las veces, desaparecen o se vuelven grises y opacos. Unos más tarde que otros, pero todo pasa y todo renace de otra manera. El fracaso forma parte de la vida, igual que el éxito o la victoria. Salir laureados de las batallas es un tópico muchas veces inverosímil, porque en toda batalla, siempre se pierde algo. Es cierto que los fracasos tienen mala fama, al igual que las crisis o los momentos de tensión, pero muchas veces son necesarios para ascender hacia otras metas, otras montañas, otros cielos.

Olvidamos que las noches oscuras son necesarias para recibir la nueva alborada. Nunca caemos en la cuenta de que el alma, o por defecto, nuestras consciencias, necesitan dormir, descansar, reponerse, invernar. Refugiarse y cobijarse es natural, para eso se inventaron la noche y el fuego. Todo el mundo necesita de su privacidad, de su espacio, de su pequeño territorio donde gobernar a su antojo su propia dignidad humana y de paso poner límites adecuados. Todo ser necesita calentarse en la noche oscura.

Cuando te despojan de eso, te despojan de todo significado profundo de la existencia. El ser humano sin dignidad, sin descanso, sin reposo, sin espacio de privacidad propio, sin un lugar donde encender el fuego y la llama de la vida, no es humano, de alguna manera se deshumaniza. Nuestra razón de ser en estos momentos es precisamente eso, de ahí que nos parezca sorprendente que nos llamen egoístas por el simple hecho de reclamar descanso o soledad, especialmente cuando llevas toda la vida dándolo todo a los demás, sin descanso, sin soledad. Y realmente, como decíamos, no es una cuestión de dinero ni de egoísmo, en última instancia, es una cuestión de supervivencia psicológica, de recuperación vital.

Solo necesitamos descansar, saborear el fracaso, permitirnos el lujo de observar todo cuánto ha ocurrido para sacar alguna esperanzadora conclusión y algún tipo de enseñanza. El sendero hacia Shamballa, la resplandeciente, tiene sus noches oscuras. Sentémonos junto al fuego, en silencio, y disfrutemos del estrellado manto de la sublime bóveda celeste mientras el universo entero se despliega misteriosamente ante nosotros.

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El Buda que llora


«Debéis aprender a vivir con vuestro ideal como si este ya fuese una realidad, pero, al mismo tiempo, no olvidaros de que estáis en la tierra. Es muy importante que, en vuestra vida, lleguéis a unir ambas cosas: no perder el sentido de la realidad terrestre y, sin embargo, estar completamente consagrados a vuestro ideal divino. He aquí el verdadero equilibrio, pero raramente es realizado: la mayoría de las veces os encontráis, o bien con idealistas, que no saben por dónde andan, o bien con materialistas completamente obnubilados. La superioridad de una enseñanza espiritual consiste en formar seres que saben que están en la tierra para trabajar en ella, pero que orientan todo su ser hacia la realización de su ideal divino. Entonces se tornan uno con él, se fusionan con este ideal sin perder el sentido de la tierra. Estos son los seres del futuro.» Omraam Mikhaël Aïvanhov

Ayer nos pasamos todo el día limpiando la casa de acogida y las cabañas. Cuatro personas vienen este fin de semana con la intención de ver la posibilidad de hacerse cargo del proyecto. Mientras limpiábamos el patio con todas nuestras dudas y recelos interiores, observamos el Buda que hay mirando hacia la puerta de la casa. Vimos que en sus ojos se había derramado una especie de pintura. Visto arquetípicamente, parecía como si el Buda estuviera llorando, sufriendo con nosotros ese conflicto interior que ahora nos acosa, ese que pretende buscar el equilibrio entre el alto ideal y las cosas de la materia.

También llora la casa, y toda la finca entera. Hay cierta tristeza en el lugar a pesar de que en nuestros corazones reina la alegría y la paz interior por el descanso merecido que estamos sufriendo. Suponemos que la tristeza es en parte porque estamos en invierno, y en parte porque al estar prácticamente vacío todo este gran espacio, algo parece haber muerto. Seguimos con la conclusión de seguir descansando durante al menos un año, y luego ver qué pasa. Pero el mundo no se para, todos preguntan y algunos incluso se quieren lanzar a darle continuidad al proyecto.

La muerte siempre es simbólica. En los ciclos de la vida, siempre nos queda la resurrección de toda primavera, y eso nos da cierta esperanza en este invierno que ahora atravesamos. Sabemos que todo se está ordenando. Este silencio está siendo propicio para que todo se recoloque en su lugar. A pesar de que este espacio lleva ya cuatro meses cerrado, aún sentimos el cansancio acumulado de tantos años de entrega. Las cuentas siguen a cero, sin capacidad de ahorro, y las deudas todas por pagar. En cuatro meses no ha dado tiempo a encontrar ningún tipo de equilibrio, ni ante el alto ideal, ni ante las necesidades terrestres y materiales. Solo a descansar, suspirar y disfrutar de este silencio, soledad y naturaleza salvaje. La apuesta fue francamente muy grande y el listón, rozando lo milagroso, se elevó demasiado hacia lo alto.

No sabemos si esas personas que vienen podrán sostener el proyecto, el alto ideal y todas sus exigencias. Quizás, cuando este fin de semana les expliquemos los pormenores, el alto grado de sacrificio que supone sostener algo así, se vengan atrás. Si son idealistas sinceros y equilibrados en la materia, tal vez haya llegado la hora de plantearse el relevo, para que el Buda vuelva a sonreír. Si no ocurre nada, si todo sigue igual, en un año, ya con las energías renovadas, pensaremos qué hacer.

En nuestro fuero interno, la llama existe y sigue alumbrando. Nos preguntamos hacia dónde dirigirla, cómo dirigirla. En estos meses de incertidumbre la mayoría ha salido corriendo, otros han traicionado la amistad por cuatro prebendas, y otros, viendo la imposibilidad de mercadear, faltaron incluso al respeto. El alto ideal sigue ahí porque no pertenece a nadie. Nosotros solo somos instrumentos, manos que intentan ejecutar una voluntad mayor, un propósito que solo llegamos a intuir. De alguna forma, fuimos guardianes durante casi una década para que el ideal no se pervirtiera, no estuviera sometido a los caprichos cambiantes del líder de turno. Pero esa figura guardiana está cansada, vencida, por decirlo de alguna manera, por cierta decepción y abatimiento. Ahora solo deseamos fusionarnos con el alto ideal sin perder el sentido de la tierra. Por ello, deberemos esperar, escuchar las señales, buscar la nueva necesidad y seguir sirviendo, quizás silenciosamente, de forma invisible, aquietados, sensibles a los tiempos que corren.

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El anillo de Giges


Tras pasar unos días en Madrid, otros en Londres, y de nuevo vuelta a Madrid, hemos reflexionado mucho sobre lo que ha pasado en estos últimos meses y sobre hacia donde deberíamos encaminar nuestros pasos futuros. Hablar de futuro entre terremotos mortales, guerras, pandemias y cambio climático asegurado resulta casi irrisorio y temeroso. Pero los ciclos reclaman cambios y los cambios renuncias, desapegos, vuelta a empezar de nuevo.

En el ciclo anterior, sin darnos cuenta, hemos vivido durante casi diez años inmersos en una anocracia inestable, ineficaz, incoherente, infantil y desordenada. Probamos lo del consenso, el todos iguales en esa inocente horizontalidad que predicamos como solución ante cualquier rasgo carismático o autoritario, pero fue una empresa inútil. Cada dos días había golpes de estado que pretendían hacerse con el control, con el dominio, con el poder, básicamente para cambiarlo todo a su imagen y semejanza. La cosa evolucionó a un consenso jerarquizado que no permitiera a personas recién llegadas cambiar ningún tipo de pilar esencial. El poder, por así llamarlo, lo ejercían los elders, es decir, los ancianos del lugar, los que llevaban más tiempo o los que se implicaban en mayor compromiso o responsabilidad. Esto tampoco funcionó, porque de alguna manera, se estaba pasando a una democracia inservible, a una aristocracia donde no prevalecía la autoridad moral y justa de los sabios, sino el criterio emocional del cabeza de turco de turno.

La anocracia evolucionó hacia el despiporre, donde la falta continua de respeto hacia todo lo realizado era un valor cambiante. Se podía decir que habíamos pasado de lo aristocrático finolis al poder más absoluto de los anos de turno. La hibridación del poder siempre es compleja. El poder siempre nos seduce, aunque sea un poder temporal, estúpido, erróneo. El colmo de los colmos es el apoderarnos de lo dado, como si eso nos diera mucho más derechos o más poder.

Lo ya exagerado viene cuando el poder se ejerce desde la fuerza, la conquista o el derecho de usucapión. La usucapión “secundum tabulas”, que dirían los expertos. Si a ese tipo de abusos le añadimos componentes emocionales, o personas que simplemente vivía en la calle y reclamaban como suyo lo poco que durante ese tiempo habían usurpado, la cosa se complica. ¡Qué aburrido y pesado resultaba intentar hacer pedagogía de lo fraternal a personas incapaces de valerse por sí mismas! ¡Qué sensación de pérdida de tiempo cuando veías que los resultados finales eran el egoísmo más puro y la avaricia en todas sus dimensiones! Ni fraternidad, ni unión, ni círculo, ni nada que se le pareciera. Poder, poder, poder, aunque fuera minúsculo y disimulado.

Lo cierto es que estaba en paz, muy en paz, hasta que de nuevo llegó el ruido. Un ruido atronador, exigente, insensible ante una situación tremenda y delicada. Como buenos autistas, cualquier ruido nos turba, y terminamos desquiciados, fuera de nuestro sitio, fuera de nuestras casillas, y con tal de acabar con ese ruido, somos capaces de regalar el esfuerzo de muchos años y tirarlo todo por la borda en un momento de acelerada desesperación. ¡Qué injusticia hubiéramos cometido de habernos dejado llevar por la inquina o la desesperación temporal!

Solo queríamos y deseábamos silencio para este año, así que ante el nuevo ruido decidimos cerrar las puertas durante un tiempo mayor, y pensar y sentir si merecía la pena tanto esfuerzo para nada. ¿Estamos ante un final de ciclo inevitable? Ante el episodio desagradable de estos días, hemos decidido cerrar durante más tiempo y ver qué pasa con el sentir. Y de abrir de nuevo, si eso ocurriera, sería bajo el formato original: el silencio. Una, dos o tres semanas de experiencia, pero en silencio.

La casa que tantas alegrías y disgustos nos ha dado, cerrará definitivamente. Y de abrirse, se abrirá en formato escuela, única y exclusivamente para aprender juntos los secretos de estar callados, de no molestar, de no injerir, de no demandar, de no exigir, de ser como el ruiseñor, que no mira a la tierra desde la rama verde donde canta sin esperar mucho más que el disfrute de ese instante evocador. De venir unos días y luego volver cada uno a su casa y practicar la nobleza del silencio tanto como se pueda. Y que cada uno, en su casa, y no en casa ajena, practique lo que más le guste, la anocracia, la aristocracia, la democracia, la sociocracia, la holocracia, la dictadura, la fraternidad, el círculo o la unión. Se terminó eso de ir a casa ajena a dictar lo que se debe y no se debe hacer. Se terminó para siempre.

El silencio es el comienzo del estado de gracia. El alma desprendida entra en gozo ante el silencio. Su éxtasis precede al susurro acallado. Los místicos caminos de Dios nacen en el silencio. El silencio nace del hogar. Así que quédate en tu casa, en tu rincón, en tu fuego, en silencio, sin usurpar el silencio ajeno, sin perturbar el espíritu ajeno ni la casa ajena. Engendrarnos en ese silencio es ser cautos y amables con la vida. De lo contrario, nos volvemos ávaros e injustos, como el mito del anillo de Giges, el cual nos advierte de que el ser humano hace el bien hasta que puede hacer el mal cuando se hace invisible, y puede acceder a cosas que no son suyas, por lo que, llevado por esas circunstancias, las personas se corrompen irremediablemente.

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As bestas, la nada bucólica vida en el mundo rural


Nuestros primeros años viviendo en caravanas mientras reconstruíamos la ruina…

En la aparente y apacible calma que vivimos en la pequeña cabaña, en mitad de un bucólico bosque perdido en un aparente idílico mundo rural, pudimos visionar la película “As Bestas”, del director Rodrigo Sorogoyen. Nos impresionó mucho ver la película, especialmente porque desde hacía semanas hablábamos de lo difícil que resulta vivir en el mundo rural, y de la difícil aceptación que por ser “extraños”, “extranjeros” o lo que fuera, recibimos por parte de algunos paisanos.
Todo empezó cuando ella, recién llegada, ajena a todo lo ocurrido en estos años, marchaba feliz a saludar a uno de los vecinos. En el paseo, quizás por mala suerte o porque tenía que suceder, nuestros perros se enfrentaron al perro del vecino, el cual vino amenazante hacia nosotros con un palo en la mano, enfurecido, gritándonos de muy malas maneras. Unos días más tarde, paseando por la aldea, unas vecinas se santiguaron cuando nos vieron, como si hubieran visto al mismísimo diablo. Ella, recién llegada, no daba crédito.
Esto no dejaría de ser meras anécdotas si no fuera porque años antes algunos vecinos nos tiraban piedras, rompiendo los cristales de los coches y las ventanas de las casas, o entraban en nuestra finca con jabalíes muertos y amenazando, o recogían firmas para echarnos de nuestras propias tierras o corría el bulo insano de que éramos okupas, drogadictos, una secta o de todo tipo de cosas que uno puede imaginar ante lo desconocido. El estigma del extraño, que decimos los antropólogos. Tuvimos buena suerte porque en estos años, más allá de la desconfianza de unos, las malas caras de otros y la poca aceptación de muchos, la cosa no ha ido a más. Eso no quita que vivamos con cierto miedo, porque cuando uno no es bien recibido, nunca sabe hasta donde se puede llegar. El protagonista de As Bestas, basada en una historia rural, no tuvo mejor suerte.
Tras cerrar el proyecto y poner una verja en la entrada de la finca hace unos días, mirábamos las cuentas en una perdida cafetería de Madrid. Por más cábalas que hacíamos, el proyecto no era viable tal y como estaba concebido. No se puede alimentar a cuarenta personas al día con unos ingresos de siete euros por persona a la semana en donativos “conscientes”. Mirábamos atónitos los donativos de unos y de otros. Cincuenta euros por un mes, cien por toda una familia, veinte euros por una semana. Los donativos más generosos, los menos, quizás uno o dos, no subían de quinientos u ochocientos por uno o dos meses. Si a eso le sumamos el desgaste de haber estado casi diez años luchando por el proyecto ante el rechazo de los vecinos, las exigencias surrealistas de algunos y la ruina económica que ha supuesto construir y mantener la utopía, me daba cuenta de que nada aparente merecía la pena. ¿Para qué?, te preguntas al final, algo cansado y decepcionado.
Estos días que nos veíamos solos en el bosque contábamos lo costoso que resulta mantener la finca. Siempre se estropea algo, siempre hay mil cosas por hacer. El mantenimiento de todo es inasumible, y el volver a la dinámica de antes inaceptable. El deseo y el anhelo del alma choca frontalmente con la realidad. También chocan frontalmente las necesidades del alma con las necesidades de la personalidad, y nos preguntamos si existe un término medio, si se pueden manejar las utopías en un mundo en el que nunca serán comprendidas, aceptadas y exitosas desde algún tipo de justo equilibrio. ¿Qué hacer? ¿Qué hacemos? ¿Cuántas veces más me tengo que arruinar para darme cuenta de que el mundo no está preparado para según qué cosas e ideales?
El otro día recibimos algunas ofertas por la finca y el proyecto. Eran ofertas casi ridículas que se situaban en el entorno de casi la mitad de la inversión que habíamos hecho. Vender a pérdidas podría ser una opción, pero resultaba casi insultante hacer algo así después de tanto esfuerzo, de tanta pérdida no tan solo material, sino también emocional, psicológica, personal y casi diría que espiritual. No hay dinero que pueda comprar eso.
¿Qué hacer, qué hacemos sin pervertir el ideal, sin mancillar el sueño? La mirada de desprecio que sentimos hace unos días cuando bajamos al pueblo por parte de una vecina desencadenó dentro de nosotros una lista de dudas. ¿Qué necesidad tenemos de aguantar ese desprecio de personas que ni siquiera nos conocen? ¿Merece la pena seguir adelante aún con el riesgo de que algún día, alguien enfurecido, nos golpee con un palo y terminemos como en la película de As Bestas? ¿Tiene sentido vivir con miedo, mientras vemos como se arruinan nuestras vidas personales?

Sobre la creación de una moderna Escuela de Misterios


«Cuando nacemos lloramos y sollozamos, cuando morimos deberíamos sonreír». Hans Gebser

Este año, el Seminario de Buena Voluntad Mundial ha sido una celebración de las innumerables oportunidades a las que se enfrentan hoy en día grupos de todo el planeta, de todas las naciones y de todos los campos y disciplinas mientras se esfuerzan por participar en una gran transformación de nuestra cultura global durante esta fase transitoria de nuestra vida planetaria, nos dicen en sus comunicados. Continuan diciendo que la fluidez del cambio introduce dificultad e incomodidad, pero también sirve para suavizar la rigidez mental y las estructuras existentes, preparando así el terreno de la experiencia humana para nuevos enfoques y nuevas aventuras.

Durante estos años, hemos querido profundizar, desde nuestro pequeño proyecto, en esos enfoques y nuevas estructuras, creando una visión diferente de aquello que pueda ser útil para nuestra transformación personal y grupal mediante el esfuerzo y el trabajo práctico. A niveles interiores, quisimos crear una especie de Escuela de Misterios vestida de modernidad. A diferencia de las escuelas tradicionales, basadas en el intelecto y el estudio, las escuelas de misterios provocan mediante la praxis y la práctica de ciertas herramientas, acompañadas de estudios basados en la intuición de cada participante, una verdadera transformación e iniciación a una realidad más amplia y universal.

Creamos para ello una estructura y una pedagogía que deseaba, de forma ordenada y metodológica, profundizar en las partes de nuestro ser que deben ser transformadas para progresar hacia una dimensión diferente. Bajo la excusa de la búsqueda de nuestros dones y talentos, lo que verdaderamente dibujamos era la búsqueda interior de nuestro ser esencial, llamado por algunas tradiciones alma o espíritu. Eso crea una transformación en nosotros, un encuentro con nuestro ser, y por lo tanto, un cambio de mentalidad, consciencia y visión, tanto individual como grupal.

Los Cuadernos de Experiencia son los pilares pedagógicos de lo que llamamos La Escuela, basados en unas técnicas y metodología adecuada a estos fines (para nosotros, a nivel interior, una Escuela de Misterios, dado que hay unas prácticas, conocimiento y experiencias transformadoras basadas en la gnosis universal y en la praxis y experiencia grupal e individual). Para hacernos una idea algo más profunda, las experiencias de los cuadernos engloban de forma holística el control del llamado ego, personalidad o cuaternario (según lo nombra cada tradición), provocando con ello la transformación que cada individuo desee trabajar a diferentes niveles: transformación material, anímica, emocional, mental y espiritual, ya sea de forma individual o grupal. Las experiencias son progresivas y se dividen en siete. Cada una de ellas desea provocar algo diferente y se ordenan de la siguiente manera:

1. “Semana de Experiencia”. (GRUPAL) Reconocimiento y transformación sobre el cuerpo físico mediante la práctica de la inofensividad, la simplicidad voluntaria, el apoyo mutuo, el decrecimiento, la acción o trabajo grupal, la divina indiferencia, el desapego, la economía del don, etc… todo ello resumido en nuestros tres acuerdos de convivencia básica. A nivel interior, este cuaderno se conoce como “Luz en el Sendero”.

2. “21 días de Experiencia”. (INDIVIDUAL) Reconocimiento y transformación sobre el cuerpo anímico, vital o etérico, mediante la práctica del silencio y varios ejercicios basados en varias tradiciones espirituales y pedagógicas. Esta experiencia pretende transformar nuestro estado de ánimo y llenarnos de vida y entusiasmo mediante la práctica del silencio y la meditación. A nivel interior, este cuaderno se conoce como “Trabajo mágico del alma”.

3. “Tres meses de Experiencia”. (GRUPAL) Reconocimiento y transformación sobre el cuerpo emocional mediante la experiencia de gobierno grupal, llevando la facilitación, administración y guía en la Casa de Acogida. El llevar un grupo cambiante de treinta o cuarenta personas durante tres meses desde una perspectiva integral te hace tener un mayor autocontrol emocional por todo lo que en esa casa, la casa de los espejos, sucede. Esta experiencia está apoyada y tiene como guía nuestros Doce Principios. A nivel interior, este cuaderno se conoce como “Camino Iluminado de Integración”.

4. “Seis meses de Experiencia”. (INDIVIDUAL) Reconocimiento y transformación sobre el cuerpo mental, mediante una experiencia de seis meses en una caravana, la cual simboliza la cueva en la cual debe nacer nuestro yo esencial. En esos seis meses se pretende conectar con tus dones y talentos, al mismo tiempo que ayudas a los demás en la parte pedagógica, facilitando los procesos anteriores. Aquí te conviertes en facilitador de facilitadores. A nivel interior, este cuaderno se conoce como “Síntesis Aplicada”.

5. “Dos años de Experiencia”. (GRUPAL/INDIVIDUAL) Reconocimiento y transformación de nuestro ser esencial, consciencia, alma o espíritu, según cada tradición. Algunos lo llaman la construcción del Antakarana, el puente que nos conecta con nuestra alma o ser esencial. Dos años de vida en la comunidad Simorg en una cabaña apartados en un bosque, en las montañas, en un entorno privilegiado de retiro y silencio. A nivel interior, este cuaderno se conoce como “Tejedores en la luz”.

6. “Sirviendo a la Humanidad”. (GRUPAL/INDIVIDUAL) Una vez terminadas estas experiencias, las siguientes tienen que ver con la expansión del individuo a nivel grupal y social, según sus dones y talentos, siendo útiles para sí mismos, pero también, para la humanidad. A nivel interior, este cuaderno se conoce como “Servicio al Propósito”.

7. “Puente hacia el Futuro”. La nota clave principal de cada transformación personal, grupal o incluso planetaria, es RELACIÓN… Amor es Relación, la meta de todo esfuerzo en nuestro ser es establecer correctas relaciones entre un ser humano y otro, y entre el ser humano y la naturaleza; entre todas las expresiones de vida, desde el más ínfimo átomo hasta la Infinitud. A nivel interior, este cuaderno se conoce como “Puente hacia el Futuro”.

Esto sería, en resumen, el significado de cada Cuaderno y el significado profundo de esta moderna Escuela de Misterios.

SOBRE LA CONSCIENCIA DE LA ECONOMÍA DEL DON


Haber cerrado el proyecto durante un tiempo nos ha permitido centrarnos en nuestra propia vida personal, en nuestra propia economía y en la búsqueda de cierto equilibrio mental, emocional, anímico y material. Concentrarnos en la editorial sin tener que prestar excesivo tiempo al mantenimiento de la finca y el proyecto nos ha liberado en muchos aspectos. También nos está permitiendo poco a poco poner orden en las deudas que se han generado estos años debido a lo difícil que resulta empujar cualquier proyecto desde la consciencia de la economía del don. Se han hecho muchos sacrificios personales en esta última década, y siempre queda para el anonimato el beneficio que esos sacrificios hayan podido generar en el resto. Las utopías son complejas, y esta no iba a ser menos.

En estos últimos años, las donaciones recibidas eran de una media de un euro por persona/día. Había personas que por necesidades varias alargaban la estancia durante meses y años aportando lo que podían. Otros utilizaban muchas veces egoístamente el proyecto para hacer caja, o para disfrutar de unas vacaciones low cost en un lugar privilegiado. Estos siete euros por persona/semana no han sido suficientes para sostener todo en equilibrio, y tampoco justificaba las exigencias de aquellos que demandaban cada vez mayor comodidad y bienestar a cambio de queja constante.

Con esta media de donaciones, ha sido muy difícil sostener el proyecto, creando una deuda en estos años de unos sesenta mil euros, más las deudas que los residentes han tenido que soportar a modo particular. La economía del don es compleja y es útil si todos colaboramos en ella, dando la oportunidad a que aquellos que no tengan recursos puedan disfrutar de la experiencia. En O Couso no se cobra por los cursos, retiros, estancias o experiencias. Ni siquiera para cubrir los gastos de comida (desayuno, almuerzo, merienda, cena) y alojamiento. Todos los gastos son sufragados por donaciones de personas que han experimentado los beneficios de este lugar y desean también dar a otros la oportunidad de beneficiarse.

Muchas personas nos han preguntado qué dinero sería apropiado donar para que el proyecto fuera sostenible en el tiempo. Nunca hemos dado ninguna cantidad orientativa para que cada cual pueda ofrecer según su propia consciencia. Para que no hubiera un gran déficit, alguna vez calculamos interiormente que unos 250 euros a la semana sería un donativo justo, cifra que se aleja mucho de los siete euros por semana que hemos tenido de media estos años. Poder subir la media de siete euros a doscientos cincuenta sería empezar a entrar en cierto equilibrio económico.

Para hacernos una idea de nuestro déficit, podemos poner varios ejemplos de otras comunidades que también ofrecen la Semana de Experiencia. ¿Qué cuesta esta experiencia en otras comunidades?

Comunidad Esalen: 2.650€
Comunidad Findhorn: 1.470 €
Comunidad Dhamanur: 1.240€
Comunidad Los Portales: 680€
Comunidad Lakabe: 650€

Así que estos próximos años vamos a concentrar nuestras energías en hacer pedagogía de la economía del don para que el proyecto pueda ser sostenible en el tiempo, teniendo siempre en cuenta que todas las personas que colaboran con la Fundación y aportan su trabajo para que las actividades y organización se lleven a cabo, lo hacen de modo voluntario y no reciben ningún tipo de retribución.

La resistencia no es solo aguantar sino construir algo nuevo


«Sé suave. No dejes que el mundo te endurezca. No dejes que el dolor te haga odiar. No dejes que la amargura te robe la dulzura. Aunque el resto del mundo pueda estar en desacuerdo, sostén con orgullo tu creencia de que la tierra es un lugar hermoso». ~Iain S. Thomas

Este receso está sirviendo. Es útil. Estamos descansando, estamos renovando energías, propósitos, cambiando cosas de sitio, creencias de sitio, modos inútiles de sitio. Hemos aguantado estoicamente estos años como si de una pequeña resistencia se tratara, en la montaña madre, en la naturaleza salvaje y dura, en las alturas inhóspitas y áridas para el que no tuviera un poco de fortaleza interior. Hemos resistido porque deseábamos construir algo nuevo, un nuevo paradigma. Pero ese algo nuevo se volvió viejo, inútil, inservible, y toca renovarse, cambiar el modelo, el paradigma, como diría Thomas Kuhn en su reconocido libro La estructura de las revoluciones científicas.

Cambiar el paradigma de lo que ya fue revolucionario en su día va a ser complejo. No queremos bajar el listón, sino aumentarlo, profundizar en él para que las estructuras internas sigan modificándose. Construir algo nuevo de lo nuevo, provocando que el sueño del despertar siga adelante, cueste lo que cueste. Los viejos patrones cristalizados de un pensamiento caduco y añejo ya no sirven. Tampoco sirve lo excesivamente revolucionario para los tiempos que corren. Los altos ideales deben encontrar un remedio casero para poder plasmarse con cierta coherencia en el mundo en el que vivimos.

Un nuevo paradigma puede provocar que la revolución o lo revolucionario se vuelva invisible o incluso inservible. De alguna manera, eso nos ha pasado. Lo novedoso, lo milagroso, lo increíble del proyecto al que dedicamos tanto tiempo y recursos, se volvió invisible. Lo importante ya no era lo milagroso ni lo novedosos ni lo increíble de todo lo que hicimos, sino que al final, la conclusión final, es que no había aguacates en el desayuno o arroz integral en la comida. A eso se redujo la constante revolucionaria, el sacrificio, la inmolación que algunos sufrimos por querer participar de en ese cambio de paradigma.

Thomas Kuhn pensaba que la ciencia no puede evolucionar gradualmente hacia la verdad, sino que, de manera a veces dramática, se ve obligada cada cierto tiempo a cambiar cuando un modelo dominante se vuelve incompatible con los nuevos fenómenos. De alguna manera a nosotros nos ha pasado lo mismo. Ya no podemos avanzar porque de alguna manera el pensamiento simiente se ha cristalizado y se ha perdido, en la vorágine de la normalidad diaria, el sentido profundo del mismo. No hay aguacates en el desayuno es el síntoma inequívoco de que la idea ha muerto, y que, por lo tanto, se tiene que hacer algo para resucitarla, para revivirla en ese instante dramático y liminal que toda muerte y resurrección requieren.

El milagro, lo inédito del proyecto, se ha vuelto disfuncional. Requiere una profunda revisión para que siga siendo útil. Requiere una muerte, un receso inevitablemente que provoque una renovación, una profundización en su esencia, un renovado enfoque pragmático y efectivo. La idea romántica creó su ciclo mágico. Ahora toca profundizar en la fortaleza de toda supervivencia. Cada aspecto del maravilloso diseño que inspiró a tanta gente debe ser profundamente revisado, ampliado y mejorado.

Como decía Arthur Miller, Einstein demostró que no hay un tiempo verdadero. El tiempo es un valor relativo que depende de los movimientos relativos del observador. En esa tesitura, se abre un nuevo tiempo, un nuevo y marcado propósito donde los observadores deberán diseñar una nueva realidad. Por eso entendemos que la resistencia no es solo aguantar, sino construir algo nuevo. Crisis – tensión – surgimiento. Es el proceso alquímico de transmutación, transformación y transfiguración. En esas andamos.

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Antropología de las Comunidades Utópicas


Después de muchos años de esfuerzo pude doctorarme como antropólogo (diría más bien como antropoloco, tal y como me bautizó un colega de profesión). Ha sido una carrera apasionante hacia un mundo indolente (el humano) cargado de aprendizaje y aventura. Como diría Nietzsche en La Gaya ciencia, ha sido como encontrarme ante la sociedad de los últimos hombres, ante las últimas utopías, la de nuestro tiempo, que son necesarias por la urgencia en la que vivimos. Ante la religión de la indolencia y la comodidad, de lo pusilánime, de la sobre exposición de los caprichos del mercado que da la espalda a los desafíos de la transformación y sus ideales, que diría Nietzsche, aquí queda esta muestra de esperanza, de utopía, de esencia que hace que lo humano merezca la pena. Un pequeño elixir, una ambrosía necesaria para seguir viviendo.

Con este libro me despido de mi trabajo doctoral, de mi carrera académica y de mi pedagogía sobre lo utópico. Entraré en un silencio extraño, sin saber muy bien hacia donde me conducirá, como el de Siddhartha de Herman Hesse cuando decidió quedarse junto al río con Kamala. Coincide su presentación con el cierre de un importante ciclo en mi vida que empezó en 2005. Son diecisiete años de utopías, de sueños, de esperanza. Y ahora, el cuerpo y el alma solo piden silencio, reflexión, calma. La utopía de volver a reconciliarnos con el nosotros desde la dichosa distancia de los espacios imposibles.

Sobre el libro podemos decir lo siguiente:

El interés de esta Tesis Doctoral focaliza el análisis de un conjunto de comunidades utópicas contemporáneas desde perspectivas teóricas próximas a la crítica postmoderna. Etnografiadas durante años en diferentes localizaciones de cuatro continentes, este estudio socio-antropológico pondrá de relieve las características, devenir e imagen social de esta compleja y apenas conocida realidad social.

La perspectiva será no solo espacial, es decir, abarcará no solo el “estar allí”, conviviendo con los sujetos utópicos en sus propias comunidades, sino también temporal, ya que se pondrá asimismo énfasis en la continuidad, en la existencia de grupos y comunidades heterodoxas a lo largo de la historia. La nueva critica ética, el problema ecológico y el temor a una inminente cuarta extinción nos guiarán hacia la exploración de creencias milenaristas de nuevo cuño surgidas de los nuevos movimientos religiosos nacidos en la llamada Nueva Era. Un detenido repaso por estos cultos, que con dificultad se ciñen a un patrón reconocible, nos permitirá comprender de qué manera algunas ideas son utilizadas en la llamada era postcapitalista o, para los más críticos, era ecocapitalista. Nos acercaremos a las comunidades utópicas entendiéndolas como reductos significativos de aquella contracultura que se ha alineado con los nuevos tiempos, exploraremos sus espacios simbólicos y su idea de progreso basado, entre otras premisas, en el decrecimiento y la simplicidad voluntaria.

El libro se puede adquirir en el siguiente enlace: 

https://www.editorialdharana.com/catalogo/antropologia-de-las-comunidades-utopicas?sello=dharana

O Couso cierra sus puertas hasta el verano


a

Estimados amigos,

Durante estos casi nueve años hemos hecho lo imposible por mantener a flote el proyecto O Couso y ha sido todo un milagro haberlo conseguido y haber restaurado de la nada la gran ruina con la que nos encontramos al inicio del proyecto. Cientos de personas en estos años han pasado por el proyecto, beneficiándose de sus inspiradoras enseñanzas, principios y experiencias. Han sido unos años apasionantes y llenos de riqueza interior y exterior. Muchas personas, según sus testimonios, han vivido momentos transformadores que han cambiado para siempre sus vidas.

Nos sentimos enormemente agradecidos y satisfechos por el logro conseguido, habiendo podido crear un referente inspirador donde los valores y principios de buena voluntad y nueva cultura ética han servido de instrumento transformador. Una ética viviente que hemos intentado plasmar en cada una de las experiencias que el proyecto ha ofrecido a todos los visitantes, desde la Semana de Experiencia, pasando por los 21 días de Experiencia, los Tres meses de Experiencia, los Seis meses de Experiencia y los Dos años de Experiencia. Toda una Escuela transformadora que deseaba crear un cambio positivo en todos nosotros. Una Escuela donde los dones y talentos se han podido manifestar de forma libre y desapegada, donde la meditación, el estudio y el servicio han servido como pilares suficientes para sostener esta utopía necesaria en nuestros días.

En estos momentos nos vemos en una situación donde deseamos reajustar y definir todos estos años de aventura. En primer lugar, deseamos anular la deuda contraída con terceros para ponernos al día con las cuentas. De forma directa, tenemos una deuda de algo más de 65 mil euros que la fundación ha asumido para poder comprar y restaurar la casa de acogida. De forma indirecta, los residentes asumieron una deuda personal de algo más de 40 mil euros, que sumado al coste de compra de la finca (125 mil euros) y al coste de restauración y mantenimiento del proyecto en estos casi nueve años (unos 400 mil euros), han supuesto un gran esfuerzo para todos.

Es por ello por lo que en este tiempo de otoño e invierno que se presenta, vamos a cerrar la casa de Acogida hasta el verano, reabriendo sus puertas el 21 de junio. La intención es no seguir entrando en gastos y poder así asumir la deuda pendiente, amortizando poco a poco todo lo que queda antes de entrar en nuevos gastos.

La economía del don y la consciencia que en ella hemos depositado todos los participantes del proyecto no ha sido del todo suficiente para poder mantener y conservar el proyecto con toda la dignidad que hubiéramos deseado. Es por ello por lo que preferimos mantener las puertas cerradas durante un tiempo hasta que podamos ponernos al día con todo. Dicho todo esto, en el año 2023, O Couso solo estará abierto los meses de verano, volviendo a cerrar de nuevo en el próximo otoño. Cerramos por lo tanto del 1 de noviembre de 2022 hasta el 21 de junio de 2023.

Agradecemos profundamente la comprensión y esperamos poder vernos pronto.

Buscando la paz del hogar


«El hombre feliz es aquel que, siendo rey o campesino, encuentra paz en su hogar”. Goethe

Siento que en estos años he cumplido con un propósito que supera con creces mi propósito personal y cualquiera de mis perspectivas. Digamos que he sido partícipe de un propósito mayor, al que siempre he llamado ideal utópico, y que aspiraba a crear una semilla de valores y consciencia más allá de nuestros pequeños valores y consciencias individuales. Ha sido un sobre esfuerzo titánico que en un principio debía ser grupal, pues esa era la naturaleza de su idea primera, y que al final se ha convertido en una trampa compleja que ha terminado por desgastar todas las fuerzas que cualquier persona pueda albergar para cualquier obra mayor.

Noto, interiormente, que el agotamiento es excesivo. También el desgaste y el comprobar que durante unos años tendré que ordenar toda la economía personal para poder volver a cierto equilibrio. Nunca pensé que las utopías fueran a costarme diez años de ahorros, esfuerzo y trabajo, y todos los que puedan quedarme por delante antes de volver al menos a como estaba antes de emprender esta locura. Solo pensarlo ya es agotador.

Eso me plantea muchos interrogantes interiores. Por un lado, la necesidad personal de reordenar mi vida, de pagar esos más de cien mil euros que hay de deuda entre lo personal, lo empresarial y lo utópico que ha nacido de este proyecto. Lo segundo, asumir la pérdida de todo lo invertido personalmente en el mismo, que fácilmente puede llegar a ascender a más de quinientos mil euros. Estoy desapegado de la pérdida, pero me crea inquietud lo que pueda ocurrir con todo lo demás.

Sí, las utopías son caras. Ya antes muchos otros se arruinaron con ellas. Tenemos los ejemplos de Robert Owen y Charles Fourier a los que no les fue nada bien. Y de cientos más. Me pregunto y me interrogo en estos días cual sería el camino correcto, qué debería hacer realmente para no terminar crucificado de la misma manera que terminaron otros antecesores. Y no es por una cuestión económica. Sería muy fácil pervertir los principios del proyecto y recuperar parte de lo invertido en cualquier momento. Pero me niego rotundamente a esa perversión y a esa traición. Prefiero la pérdida, la derrota y la sensación de fracaso antes que pervertir uno solo de los principios.

Entre lo blanco y lo negro hay muchos claroscuros, muchos tonos grises que aún no logro definir. Entre el orden y el caos, están los principios de la termodinámica, las misteriosas leyes causales, la base de toda creación, conservación y destrucción, que inevitablemente ejercen influencia en todos los procesos de nuestras vidas. Y en todo eso me debato en estos meses, quizás ya años, de incertidumbre imperfecta.

También está la cuestión de ese sentimiento de falta de hogar. Uno no se puede sentir en su hogar cuando vienen otros de fuera a decirte como debes hacer las cosas. Esto me ha pasado muy recurrentemente, diría casi a diario en los últimos nueve años. Gente que viene e intenta imponer sus manías, sus antojos y rarezas a los que llevamos años viviendo en ese lugar. Es algo que ahora me desquicia y que cada vez me cuesta más tolerar. Esa falta de intimidad constante, esa falta de delicadeza hacia la privacidad.

En definitiva, esa falta de hogar, ese lugar donde llegar y poder poner la música alta o bailar desnudo si te place o gritar si te viene en gana sin que nada ni nadie te imponga una forma de vivir, una disciplina de vida, unos horarios o una manera de existir determinada. Está bien por una semana, por una semana de experiencia, pero no está bien para toda una vida. E ahí la cuestión de todo, el meollo de todo. La falta de libertad, la falta de hogar, la falta de aquello que se aproxima siempre a los lisos parámetros de la felicidad individual. Y aun siendo rey o campesino, necesito para los próximos años esa paz, esa libertad, ese hogar. Ese inevitable equilibro para ser totalmente feliz, vivir con entusiasmo y estar impregnado de la alegría suficiente para seguir adelante.

Octavo Aniversario del Proyecto O Couso


Encuentro de la Red Ibérica de Ecoaldeas en O Couso

Estimados amigos…

hoy 12 de marzo cumplimos ocho años desde que adquirimos este hermoso lugar y casi nueve desde que el sueño comenzó. Volcamos una visión que no nos pertenece pero que de alguna forma flota en el mundo arquetípico del nuevo mundo que ya se está creando, y nosotros quisimos asumir nuestra parte a la hora de darle forma y realidad.

Es nuestro pequeño aniversario y esta vez, a diferencia de otros años, lo estamos celebrando en silencio por respeto a los trágicos acontecimientos que estamos viviendo en la vieja Europa. Un silencio abrumador que nos pone en alerta de nuestra fragilidad humana.

Con esa tristeza añadida tras la sufrida pandemia, si pudiéramos hacer un pequeño resumen de este tiempo, este ha sido un año de muchos retos. Terminar el ciclo del primer septenio y finalizar la reconstrucción de la Casa de Acogida. Campear la crisis del Covid y sus últimos coletazos. Ser perseverantes con todos los retos que hemos sufrido y, sobre todo, empezar un nuevo tiempo con la construcción pedagógica y material de la futura Escuela. Han sido ocho años agotadores, de total entrega y rendición al nuevo paradigma, a la utopía. Han sido ocho años llenos de retos y crecimiento, donde perdimos mucho de vida personal a cambio de intentar construir el sueño grupal. Pudimos trabajar duro en la planificación de la Escuela, en los planos y la búsqueda de los permisos. Ahora estamos a la espera de que todo eso siga adelante y podamos crear un lugar acogedor para potenciar la pedagogía de esta nueva era que ya está naciendo.

Somos un proyecto que nace bajo los pilares de la inofensividad, desde la comida hasta el trato con el otro. Inofensividad, paz, concordia, conciliación, tolerancia y fraternidad. Nuestro mensaje de paz está alineado con nuestro lema fundacional: hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. Es un alto ideal que nos pone a prueba todos los días, especialmente con la recepción en la Casa de Acogida de todo ser humano que pueda necesitar de sus valores y principios. Una acogida incondicional, todos los días del año, que pone a prueba toda nuestra perseverancia y empeño.

Por eso la guerra en Ucrania nos ha entristecido profundamente y nos ha llamado al silencio y la entrega y solidaridad en todo lo que podamos. Un silencio no vacío, sino lleno de trabajo y esfuerzo. No dejaremos de meditar, de estudiar ni de servir, que son los tres pilares de nuestro proyecto. Pero tampoco dejaremos que los discursos vacíos y cargados de buena voluntad se apoderen de nosotros. Trabajaremos duro y lo haremos como mejor sabemos: acogiendo al otro con todas nuestras limitaciones y con todo nuestro valor.

La semana que viene empiezan a llegar los primeros refugiados ucranianos a la Casa de Acogida. Familias huérfanas, algunos niños sin padres, y algunas madres con sus hijos que tuvieron que huir dejando a sus parejas en el frente de batalla. Se presenta para todos nosotros un reto muy importante, y un antes y un después en la Casa de Acogida. Estamos trabajando mucho a todos los niveles para ofrecer lo mejor de nosotros. Así que esperamos que todo salga bien y salgamos fortalecidos de esta nueva experiencia y reto. Hoy mismo hemos ido a comprar literas y estufas de pellets para intentar que las habitaciones sean lo más cómodas y calientes posibles. Actualmente tenemos muchas deficiencias en la Casa de Acogida y ojalá este reto nos ayude a mejorarlas.

Empezamos nuestro octavo aniversario con fuerza y con energías tras haber acogido la semana pasada el Encuentro de Invierno de la Red Ibérica de Ecoaldeas. Un encuentro que nos ha puesto a prueba y nos ha señalado nuestras distorsiones y deficiencias. Esperamos que ese campo de pruebas, después de ocho años acogiendo a todo tipo de personas con todo tipo de complejidades, nos ayude a ser mejores.

Cualquier ayuda que penséis que pueda ser útil para este nuevo reto, estaremos eternamente agradecidos. Cualquier ayuda material o psicológica que podáis aportar, será bienvenida.

un sentido abrazo… gracias por hacerlo posible

Comunidad de vida consciente


El secreto de toda buena comunidad está en conseguir que la cotidianeidad sea alegre y feliz. Thich Nhat Hanh

Uno de los retos más complejos de la sociedad es enfrentarnos a nuestro presente y futuro de forma esperanzadora. Los desafíos que vienen nos enfrentan a un mundo cada vez más cambiante, ajeno a nuestra esencia y aparentemente, más inhumano. Inhumano en cuanto a la necesidad cada vez mayor de aislarnos en frente de una pantalla (en el ocio y en el trabajo) y pronto, en frente de una inteligencia artificial que convertirá nuestras vidas solitarias, viciadas y aisladas en algo insulso y sin fundamento basadas en metaversos ficticios. La inteligencia artificial no tiene porqué ser algo bueno o malo, pero sí es cierto que el ser humano, al menos la tendencia de la mayoría de la población actual, está caminando hacia un aislamiento “inhumano”, hacia algo que nos aleja de la naturaleza y de nuestra propia esencia.

Si antes la vida estaba enmarcada en un contexto familiar y natural, donde la familia era algo extenso y múltiple, enriquecedor y experiencial, ahora cada vez nos estamos volviendo seres más individuales y aislados. Las personas se creen emancipadas y carecen de la necesidad de procrear o tener descendencia. Y aquellos que se atreven, no tienen más que un hijo, el cual termina creciendo en un entorno de padres separados, aislados entre telepantallas y “entretenimientos” virtuales. Esto es de una complejidad cada vez más preocupante, porque no sabemos a qué nos llevará en un futuro inmediato.

Una de las alternativas que en el futuro se gestará con mayor fuerza será la creación de comunidades de vida consciente. Uno puede preguntarse qué entendemos por comunidad y qué entendemos por vida consciente. Los conceptos pueden albergar múltiples significados. La vida en comunidad, en comunidad consciente, es algo complejo, porque requiere algo más que vivir juntos y buscar medios de subsistencia que permitan una vida material, emocional e intelectual lo más cómoda y sencilla posible. Más allá de esa triple dimensión del ser, debe existir una intención mayor, digamos, consciente, para vivir juntos. No se trata solo de compartir espacios y tiempos, subsistencia y desarrollo personal. Se trata de actuar activamente para generar un cambio positivo en nosotros y en nuestro entorno, más allá de nuestro aislamiento y ombligo. Es vivir conscientemente una vida plena, realizada, enfocada a ser útiles primero hacia nosotros mismos, luego hacia nuestra comunidad y también, con la mirada y la esperanza de ser útiles a todo el planeta.

La utilidad viene marcada por nuestro grado de consciencia en todo lo que hacemos grupalmente. En nuestros hábitos alimenticios, en nuestra dieta, en la construcción de nuestras viviendas, en nuestras relaciones interpersonales, en el trato al otro. Ser alegres y felices es fundamental para que la vida en comunidad sea posible. No podemos arriesgarnos a vivir cansados, malhumorados o en un enfado constante. El ser humano es frágil y delicado, y con esa fragilidad debemos tratar de hacer su vida más plena.

Vivir en comunidad no es la panacea perfecta, pero es un reto importante para salir de nuestro aislamiento, vivir una vida plena y sentir que somos partícipes de un movimiento global que busca y desea un cambio consciente para nuestras vidas y nuestro planeta. Los valores de la inofensividad, del cuidado de la tierra desde una forma respetuosa, de construcciones ecológicas basadas en la simplicidad voluntaria, de valores de cooperación y apoyo mutuo donde la tierra sea liberada y pertenezca a la generosidad del conjunto y no al egoísmo individual, son retos cada vez más posibles. La emancipación individual y grupal es posible en comunidades de vida consciente. Una vida que aspira a elevar la mirada y la visión más allá de nosotros mismos y crear el entorno posible para poder inspirar a más gente. Ese es el reto en el que nos hemos involucrado. Esta es la visión de la que deseamos aprender, crecer y compartir.

Se buscan hospederos


Estimados amigos de O Couso,

Llega el otoño y entramos en tiempo de reflexión. Seguimos en silencio trabajando para preparar el próximo año y queremos, aprovechando que ya tenemos la habitación de la hospedería terminada, hacer varias peticiones por si queréis participar de las mismas. Venir a O Couso es una experiencia profunda, que nos hace crecer, que nos llena de cariño y calor humano. De alguna forma, algo se expande cuando estamos aquí compartiendo, apoyando a unos y a otros en sus procesos vitales y sirviendo de inspiración a aquellos que desean enfrentar la vida desde otra perspectiva. Llevamos ya un año trabajando fuertemente en los pilares de la que será la futura Escuela, y también preparando la tierra para que en un futuro este lugar pueda albergar más personas residentes. La comunidad actual se vivifica todos los días con ese grupo de amigos que apoyan el proyecto con fe y esperanza, con intuición, compromiso y responsabilidad, haciendo Camino, con presencia y visión.

Tras la crisis del Covid, seguramente serán muchas las personas que querrán visitarnos el próximo año. Queremos mejorar la acogida y para ello estamos realizando un calendario de hospedería para todos aquellos que lo deseen puedan colaborar con la misma. Los requisitos para ser hospedero en O Couso es haber realizado la Semana de Experiencia y los 21 días de Experiencia. Estas experiencias nos ayudan a conocer mejor el proyecto, su filosofía y su profundidad. Son experiencias imprescindibles para poder acometer la difícil y compleja tarea de sostener la Acogida en este lugar y honrar la ciencia del Servicio hacia el otro. Si deseas comprometerte más profundamente con el proyecto, te invitamos a que participes en la hospedería durante el próximo año 2022. Esto ayudará a que los residentes y el grupo coordinador de la escuela pueda centrar sus esfuerzos en la construcción de esta. Será para nosotros una gran ayuda y un sostén y soporte en este tiempo de transición.

Las fechas que están disponibles para el próximo año son:

Febrero, Marzo, Abril, Agosto, Septiembre, Octubre y Diciembre.

El compromiso mínimo sería de un mes y máximo de tres meses. Es una experiencia intensa a la que hay que prepararse exterior e interiormente. También es una experiencia inolvidable, de gestión humana, emocional y espiritual en un entorno y contexto irrepetible. Los valores que se intentan inspirar desde la acogida ya los conocéis. La teoría de los mismos es compleja, pero su puesta en práctica es toda una vivencia para el alma. Cooperación, apoyo mutuo, economía del don, solidaridad, tolerancia, empatía, amor incondicional, fortaleza, perseverancia, desapego, … la lista es infinita, y los espejos que encontramos en esta experiencia nos hace crecer como nunca lo hemos hecho.

De igual forma, estamos buscando a una persona que desee durante una temporada larga comprometerse con el cuidado de la huerta. Vamos a empezar a poner fuerzas en ella y necesitamos a un responsable que pueda dirigirla y coordinarla.

También estamos buscando a alguien manitas que desee hacerse cargo del departamento de mantenimiento. En O Couso siempre pasan mil cosas y estamos buscando a alguien que nos ayude a poner en orden todas esas incertezas que siempre nos acompañan.

Si sientes la llamada de comprometerte más aún con el proyecto, serás bienvenido. Por favor, escríbenos a info@dharana.org explicando tu disponibilidad y compromiso. Gracias de corazón.

Un año de travesía para seguir materializando el sueño


«Tu hogar no es donde naciste; el hogar es donde todos tus intentos de escapar, cesan». Naguib Mahfouz

Hace un año hicimos un llamado para crear un grupo simiente que pretendía cocrear la Escuela en su triple vertiente. Una Escuela Preparatoria donde la persona pudiera aproximarse a sus dones y talentos (aquello que nos conecta con nuestro Ser Esencial). Una Escuela Media donde construir un puente entre la vida manifestada y la vida interior, aún por manifestar; y una Escuela Avanzada donde afianzar el sentir interior en la vida exterior mediante la meditación, el estudio y el servicio grupal. Después de un año de duro trabajo y duras pruebas, se creó un pequeño grupo simiente con dos vertientes de trabajo.

El primer grupo creado ha sido el constructivo. La arquitecta Paula facilitó los trabajos de creación de la Escuela y sus edificios. Coordinó y proyectó, junto con la supervisión de los miembros del patronato de la fundación, al resto del grupo compuesto por Franco, Eloy, Daniel, Martín y Víctor. Seis profesionales de la arquitectura han dado forma a un primer proyecto que ha servido de base para presentar hoy mismo al concello de Samos el Proyecto Básico de arquitectura. Si el ayuntamiento está de acuerdo con la propuesta, empezaremos a trabajar en el proyecto de Ejecución con la esperanza de poder empezar las obras a continuación.

Por otro lado, se creó un segundo grupo que durante los próximos años cocreará toda la pedagogía de esta compleja propuesta. Sus coordinadores y facilitadores son dos doctores en filosofía y antropología, Mayte y un servidor, que disponen de algo de trayectoria en los asuntos que les compete. Su labor, más allá de supervisar la construcción material de la Escuela, tendrá que ver con los aspectos pedagógicos, filosóficos y espirituales de la misma.

La idea de crear una escuela diferente, basada en la experiencia interior y en la revelación de la consciencia en su más amplia manifestación desde una simplicidad pedagógica y una propuesta sencilla pero contundente, será el reto de los próximos años. Su trabajo será de magnetizar esta idea para que se manifieste y se plasme en la realidad. Por lo tanto, será un trabajo triple: un trabajo silencioso, de meditación creativa y magnetizadora para provocar las fuerzas que deberán empujar el proyecto. Un trabajo de estudio concienzudo para crear la pedagogía necesaria y un trabajo de servicio desde el cual buscar los recursos necesarios, humanos y materiales, para que toda la idea se plasme en su conjunto.

Por eso queríamos compartir estas noticias con agradecimiento y gozo en el alma. De alguna manera, todo el esfuerzo de este año ha culminado con unos resultados que servirán de base para seguir construyendo el sueño grupal desde la aplicada ciencia del servicio. En este primer ciclo de siete años podemos decir que la casa de acogida está prácticamente terminada y en este segundo ciclo, profundizaremos y construiremos la futura Escuela en su parte material e intangible. Lo haremos despacio, sin prisa, porque queremos crear una propuesta firme, que resista los envites de los tiempos y que soporte una educación renovada, original y adaptada a esta nueva era que se presenta. Un tiempo nuevo requiere de unas ideas nuevas, una visión precisa y una guía para afrontar los retos del futuro.

Y en siete años más, terminado y consolidado el proyecto de Escuela, empezaremos a trabajar durante el siguiente septenio en la consolidación de una comunidad integral, capaz de asumir los retos de la convivencia y los retos de las rectas relaciones humanas desde el trabajo grupal. Un hogar donde cesen todos los intentos de escapar, un lugar donde el corazón esté alineado con la mente y juntos se pongan a trabajar en hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. Nos equivocaremos, tropezaremos, pero dejaremos de huir y asumiremos nuestro compromiso y responsabilidad en hacer las cosas lo mejor que podamos. Ese es nuestro reto. Este es nuestro sueño colectivo. A eso hemos sido invitados. Un año después, estamos de celebración. Ahora, a por los siguientes retos.

Gracias de corazón por apoyar esta escritura…

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Una comunidad no es un grupo de personas, sino un estado de consciencia


El proyecto social o cultural de O Couso es más comprensible que el proyecto espiritual. Socialmente, durante estos últimos años, hemos ayudado a mucha gente, tanto material como psicológicamente hablando para salir de situaciones complejas. Hemos contribuido a crear un hogar a aquellos que no tenían, y hemos ayudado en situaciones de exclusión social a personas que necesitaban una ayuda urgente o puntual. Por aquí ha pasado mucha gente que de alguna manera se ha sentido aliviada, sanada o dignificada. Sentirse útil, el poder ayudar a los demás, nos dignifica como personas y nos hace reencontrarnos con cierto sentido a la vida.

Espiritualmente nos gusta hablar de “síntesis”. De síntesis de todas las creencias y religiones, de todas las ideologías y pensamientos, intentando poner el foco en aquello que nos une y no en aquello que nos separa. Lo que nos une es simplemente el Silencio en las meditaciones y en los pequeños rituales de la vida cotidiana, espacios donde todo el mundo, sea creyente o no, tiene cabida. Ese silencio y esa síntesis espiritual la trasladamos a la vida cotidiana con sonrisa, alegría, fe y esperanza, otorgando a cada momento su propia experiencia extraordinaria. Nos esforzamos en que cada instante, más allá de creencias y dogmas, sea milagroso.

Es un modelo sencillo donde todos nos sentimos incluidos y donde todos podemos participar según nuestro ánimo. Intentamos entender que más allá de ser un grupo de personas, cada una con sus sesgos, con su herencia, con su cultura y con su propia y afinada personalidad, somos un estado de consciencia. Un estado unificado de consciencia donde de forma holística podemos respirar una atmósfera de familiaridad, de contacto con la esencia humana, de contacto con el Ser Esencial que somos.

Aquí lo humano participa de lo humano, pero también participa de lo natural, de lo sobrenatural, de lo trascendental. La naturaleza es una entidad viva en la que derramamos todas nuestras más profundas esperanzas, anhelos y certezas. Vivir rodeados de bosque y naturaleza nos hace partícipes de los ciclos, y nos hace interrogarnos por aquellas cosas que nos trascienden: la vida, la muerte, el amor. La naturaleza es para nosotros una madre que acompaña con generosidad nuestras vidas. Al igual que el Sol, la madre naturaleza soporta nuestras vidas y nos revitaliza cada día.

Nos gusta llamar a esta filosofía de vida “ética viviente”. La futura comunidad, el proyecto Simorg, será una “comunidad de ética viviente”, porque de alguna forma, la filosofía espiritual se basa en poner en práctica en la vida cotidiana, mediante el ejemplo, el amor y la buena voluntad, todo lo mejor de nosotros, todos nuestros mejores valores como especie humana. No aislados como antiguamente, sino abiertos al mundo, a las personas, al visitante, al peregrino. Una hermandad del espíritu libre, porque todos somos libres, emancipados e iguales, y con reunimos desde esa libertad en la fraternidad humana.

Una comunidad abierta para entre todos conseguir una práctica de ética viva abierta, universal, incluyente. Esta quizás sea una de las tareas más profundas que se nos demanda como especie humana. Volver de nuevo al trabajo grupal, desde la emancipación individual, pero bajo los valores del compartir y la generosidad. Una comunidad que mantenga en sí misma un alto grado de exigencia, pero también un acercamiento humilde hacia nuestros errores, sesgos y distorsiones. Una comunidad que crea, protegida por el trabajo de servicio, en la experiencia de los estados de consciencia grupales.

En resumidas cuentas, la espiritualidad de O Couso es una espiritualidad de ética viviente, de silencio, de acogida, de compartir y de generosidad extrema basada en la libertad individual practicada en la fraternidad grupal. Poco más añadiríamos. Esperamos que en el proceso de construcción del proyecto (21 años), lo vayamos consiguiendo siempre desde la humildad, la sencillez y el silencio, y sirva de referencia en inspiración en un futuro para próximas generaciones. Alma grupal, servicio grupal, trabajo y actividad grupal en esta nueva era que poco a poco irá naciendo desde la emancipación individual con personas libres, con una personalidad integrada, sana, equilibrada y fraterna.

GRACIAS POR TU APOYO. GRACIAS POR HACERLO POSIBLE…

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Despertando en la naturaleza


Todo sendero de la vida profunda, todo sendero trascendental, está regido por la ley del servicio, una ley donde los seres humanos ascienden del estado de consciencia homo-animal al de la consciencia espiritual. La naturaleza es nuestro mayor referente espiritual porque nos conecta directamente con la vida. La vida es como un sol radiante que da luz y calor sin esperar nada a cambio. La vida, el sol, la propia existencia misteriosa en la que nos envolvemos es un gran ejemplo de generosidad. Nosotros queremos ser partícipes de esa generosidad y expandirla, ofreciendo a otros este hermoso espacio construido por todos para que puedan igualmente llenarse de la gracia del don, de la gracia del regalo, de la gracia sublime del compartir.

Es por ello que este próximo fin de semana queremos invitarte a que compartas con nosotros esta primera experiencia intencional atendida bajo la economía del don. Este primer retiro en O Couso, facilitado por nuestras queridas Laura (cofundadora del proyecto), Erica y Manu pretende acercarnos en lo trascendente desde lo sencillo, lo humilde y la grandeza de la propia Naturaleza. Estáis todos invitados a penetrar en el sendero de la vida profunda. ¡Os esperamos!

 

Grupo Semilla Escuela. Cocreando la futura Escuela Dharana


 

Primer boceto de la Escuela creado por el arquitecto italiano Franco Anesi

 

Estimados amigos,

Estamos abrumados por la buena acogida que está teniendo la creación del Grupo Semilla para la creación de la futura Escuela Dharana. Como estamos recibiendo muchas solicitudes, queremos en este escrito puntualizar algunas cosas para no entrar en equívocos y que todos aquellos que sinceramente nos escriben para participar de este grupo, sepáis un poco qué es lo que vamos a hacer.

Cuando sentimos la llamada para crear el Proyecto O Couso, un grupo simiente de tres personas estuvimos durante un año meditando juntas, cocreando juntas e invitando a que el milagro de la manifestación del proyecto se manifestara. Tras un largo año de trabajo y proyección por fin vio la luz el Proyecto O Couso. Durante los siguientes años, grupos de meditadores llegados de muchos lugares de procedencia han hecho posible la creación de la Casa de Acogida.

Este proyecto está compuesto por tres fases de desarrollo de siete años cada fase. La primera fase (la ética del servicio puesto en acción) consistía en crear una familia subjetiva y una comunidad abierta en torno a la reconstrucción de la Casa de Acogida, una ruina del siglo XVI que ya está casi milagrosamente terminada gracias a la cooperación y el apoyo mutuo de cientos de personas que han pasado por este lugar.

La segunda fase (la ética del estudio y las ideas), la cual empezará en la próxima primavera, es más compleja. Trata de encarnar no solo un edificio, sino unos valores y una metodología pedagógica centrada en la búsqueda interior. Sostenida de forma grupal, deberá ser referente para futuras generaciones, estableciendo objetivos y estrategias a muy largo plazo que nazcan de nuestros tres pilares: la meditación, el estudio y el servicio. También será el soporte para la tercera fase (la ética viviente), la construcción de una comunidad basada en la Nueva Cultura Ética, la comunidad Simorg.

Para ello, estamos buscando doce personas que se comprometan a un mínimo de un año de voluntariado para cocrear dicho proyecto desde diferentes dimensiones, de forma holística, integral y multidisciplinar. Esas doce personas deberán convivir juntas en el proyecto y dedicar al menos tres horas de meditación/visualización grupal al día, cocreando desde la intención interior y grupal la futura escuela.

Como el reto es complejo y requerirá mucha disciplina y autocontrol, es necesario que los voluntarios que se postulen tengan algún tipo de experiencia en grupos y en la práctica meditativa. Tendremos un régimen vegano y no se permitirá el consumo de drogas, tabaco ni alcohol. Esto es muy importante para que las meditaciones puedan ser sostenidas con fuerza y vigor y para que el trabajo mágico del alma que se pretende realizar sea del todo posible. Las personas que participen deberán sostener el trabajo siempre desde la acción grupal y la más absoluta generosidad, y no desde una visión egoica, por ello es muy importante que los que deseen participar sea desde una fuerte y clara llamada interior, y no por una pérdida de sentido actual. Es importante que estemos totalmente integrados en esta idea para no dedicar la mayor parte del tiempo a la resolución de conflictos que surgen desde una personalidad no integrada.

El trabajo no se podrá hacer de forma virtual, sino que deberemos estar conviviendo en los espacios que se habiliten para ello de forma presencial, voluntaria y no remunerada, realizando profundas meditaciones grupales en el lugar habilitado para ello. Una vez formado el grupo simiente, cualquier persona interesada en colaborar en la distancia con las diferentes áreas de coordinación será bienvenida. La fundación Dharana pondrá todos los medios disponibles para que esto sea posible, tanto en la búsqueda de espacios individuales, el acomodo, la alimentación, el bienestar, etc. Las áreas en las que trabajaremos serán las siguientes:

Coordinación Grupal

Coordinación Planificación

Coordinación Tesorería / Recursos / Administración

Coordinación Comunicación

Coordinación Voluntariado

Coordinación Construcción Escuela

Coordinación Pedagogía y Trabajo Interior

 

Las fases se irán desarrollando durante los próximos siete años. En una primera fase, se realizará la selección del primer grupo semilla. Para ello, todos los participantes deberán haber realizado una Semana de Experiencia en el proyecto O Couso y 21 días de Experiencia antes del 21 de marzo de 2020. Con esto se pretende que la persona conecte con la tierra, el lugar y el grupo y tenga capacidad de discernir si la llamada es sincera y la fuerza de la misma se sostiene.

A partir del 21 de marzo, y ya empezando con la acción grupal, haremos una convivencia intensa de Tres Meses de Experiencia en la casa de acogida. Entraremos en la segunda fase, buscando espacios privados para las doce personas. Si no existen espacios suficientes habrá que construirlos o distribuirlos entre todos. Esta será la primera actividad grupal, que buscará evaluar nuestras capacidades y talentos, la convivencia, la organización grupal, nuestro grado de generosidad y la puesta a prueba de la cocreación del grupo formado.

Una vez el grupo esté totalmente integrado y detectadas sus fortalezas y debilidades, entraremos en una tercera fase de Seis Meses de Experiencia en la que se empezará a cocrear la escuela en sus formatos tangibles e intangibles, programando los siete años de trabajo posterior.

Metodología empleada:

  • Actividad grupal organizada según la sociocracia.
  • Meditación basada en los fundamentos del raja yoga y el agni yoga. Serán meditaciones de integración de la personalidad y cocreación mediante visualizaciones grupales. Tres horas diarias (dos grupales y una individual).
  • Círculos de consciencia, de familia y de sabiduría donde compartir los avances.
  • Posibilidad de hatha yoga y bhakty yoga.
  • Cuatro horas de actividad grupal por la mañana y resto de la tarde libre para el individuo de lunes a viernes. Sábados y domingos libres.

Recursos disponibles:

  • Habitación privada, cabaña, caravana o similar a partir del tercer mes.
  • Alimentación vegana. Desayunos y cenas libres, comidas grupales.
  • Lugares de trabajo para cada grupo según las infraestructuras disponibles.

Objetivos:

  • Crear una escuela de Meditación, Estudio y Servicio.
  • Crear una escuela de búsqueda de dones y talentos.
  • Construcción del edificio según las indicaciones del maestro tibetano DK.
  • Construcción de la metodología para una escuela del séptimo camino espiritual, también conocido como camino violeta, del séptimo rayo, camino del agni yoga, de la ética viviente, camino integral, de la nueva era, etc…
  • Construcción de las bases para la tercera fase del proyecto: la construcción de la comunidad Simorg, una comunidad de ética viviente.

Si estás interesado en participar en este hermoso proceso de cocreación, puedes escribirnos a info@dharana.org   Te enviaremos una serie de cuestionarios independientes para conocer vuestros roles y habilidades y así afianzar los grupos que se generen.

Gracias de corazón por coparticipar en la construcción del nuevo mundo…

Fundación Dharana. Cumpliendo con nuestra parte en el propósito de hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. 

Acogida excepcional Equinoccio de Otoño


Es un error permanecer en silencio cuando es oportuno hablar.
Pero si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no hace falta que abras la boca. El silencio es el muro que rodea a la Sabiduría.
Aforismo sufí anónimo. ”99 aforismos”. Sabiduría Sufí

“No os olvidéis practicar la hospitalidad, porque
por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.
(Hebreos, 13-2)

Estimados amigos,

Ante todo, esperamos que estéis bien, en salud y armonía interior y con ganas de seguir progresando interiormente. Tras este largo periodo de silencio, tenemos la necesidad de comunicar que estamos recibiendo muchas llamadas de auxilio para intentar ayudar a aquellos que en estos tiempos difíciles están pasando por un mal momento. Por ello hemos decidido seguir con el proyecto cerrado hasta la próxima primavera, pero acoger excepcionalmente a todo aquel que esté pasando por alguna situación compleja o difícil. Si estas leyendo esto y ese es tu caso, no dudes en escribirnos para ver de qué manera podemos apoyar vuestra situación.

En estos meses de silencio, la casa de acogida ha avanzado mucho. Aún no está terminada ya que la crisis del Covid nos alcanzó en plenas obras. No sabemos cómo ni cuándo podremos continuar, ya que de momento lo tenemos todo paralizado. La falta de actividad no ha generado ningún tipo de recursos para poder continuar con grandes inversiones, así que estamos a la expectativa.

A pesar de ello, en este verano son algunos los Amigos de O Couso que se han acercado en turnos de no más de diez personas para echar una mano en las labores de mantenimiento y reconstrucción. Estamos realmente agradecidos por el impulso que esto ha supuesto y por la grata compañía. O Couso está cada día más hermoso y habitable gracias al esfuerzo de cientos de personas que han ayudado a su reconstrucción. Podemos decir con cierto orgullo que lo que hace casi siete años era una ruina, ahora ya es una casa habitable. Hemos podido con ello demostrar que el apoyo mutuo y la cooperación son fuerzas mucho mayores que el egoísmo y la competencia, y pueden obrar milagros colectivos cuando la buena voluntad al bien es lo que rige en nuestras vidas. Estar alineados con las fuerzas vitales de la naturaleza, de la tangible y la intangible, nos ayuda a explorar de forma equilibrada todos sus misterios, compartiendo con ello la alegría de cualquier hallazgo.

En la próxima primavera termina el primer ciclo de siete años, donde teníamos como objetivo terminar la Casa de Acogida, un objetivo casi alcanzado. Este próximo otoño lo vamos a dedicar a preparar el siguiente ciclo, que consiste en la construcción de la Escuela Dharana, un lugar que servirá para agrupar a grupos que deseen profundizar en el autoconocimiento y la exploración interior, realizando en habitaciones privadas e individuales y en un edificio construido expresamente para este propósito con fórmulas milenarias de geometría sagrada. Para ello estamos trabajando en una nueva web, además de estar preparando con un arquitecto los planos para pedir los permisos adecuados. El arquitecto tiene un coste de quince mil euros y estamos viendo cómo poder afrontar este paso. También tenemos un primer presupuesto de casi diez mil euros para hacer el vaciado de la planta sótano. Esto será lo primero que hagamos en cuanto consigamos ahorrar ese dinero. Una vez esté realizado el vaciado, empezaremos poco a poco y con un plazo máximo de siete años, la construcción de la escuela.

Dada la situación que estamos padeciendo, vamos a regular tanto la acogida como el voluntariado a partir de ahora, limitando la capacidad según los espacios disponibles y el reglamento que se vaya produciendo en los próximos meses a raíz de la crisis sanitaria. Para la construcción de la Escuela y la programación pedagógica de la misma, vamos a abrir un plazo de presentación de voluntariado para poder afrontar así este reto.

La idea es crear un pequeño grupo simiente de unas doce personas que puedan comprometerse durante un periodo largo para acometer el propósito de la organización de la construcción de la Escuela, tanto material como pedagógicamente. Por favor, si estás interesado en formar parte de este grupo, avísanos con la referencia “Grupo Semilla Escuela”. El resto de las plazas disponibles quedarán de la siguiente manera:

Programa de Peregrinos: 7 plazas.
Programa de Huéspedes: 7 plazas (a partir del 21 de marzo).
Programa de Voluntariado: 12 plazas (por favor preguntar disponibilidad).
Programa de Estudiantes: 3 plazas (solo para el programa de ‘21 días de experiencia’).
Programa de Grupos: 10 plazas (a partir del 21 de marzo).
Programa de Vida en Comunidad: 3 plazas (‘3 meses de experiencia’, ‘6 meses de experiencia’, ‘dos años de experiencia’).
Programa de Amigos de O Couso: 10 plazas (por favor preguntar disponibilidad).

Actualmente tenemos 50 plazas disponibles, pero los programas solo podrán solaparse hasta un máximo de 25 personas. Gracias por la comprensión y gracias siempre por vuestro apoyo. ¡Vamos a por el siguiente reto! ¡Feliz Equinoccio!

Aquí podéis apoyar a la Fundación Dharana en sus próximos retos:

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Comunidades utópicas en quiebra


En la Comunidad de Findhorn, octubre de 2019

 

Mientras preparamos pacientemente este lugar hermoso para dar acogida a partir de la próxima primavera, sigo muy de cerca las noticias de algunas comunidades en las que he vivido y convivido gracias a la tesis doctoral. Hoy recibía un preocupante comunicado de la comunidad de Findhorn, donde expresaban su preocupación y alarma por la crisis que estaban sufriendo a nivel interno, especialmente a nivel económico. Hacían una petición de algo más de seis millones de libras para poder afrontar con tranquilidad los próximos dos años y para ello requerían la ayuda de todos. En marzo de este mismo año, justo unos días antes de que cerraran los aeropuertos internacionales, andaba de visita por Findhorn. Unos días antes había muerto Dorothy, la última de las fundadoras. Interiormente sentía que cuando ella muriera, Findhorn entraría en una gran crisis. Al morir Dorothy, de alguna forma moría el hilo conductor de sus orígenes espirituales, y de alguna forma, moría también el sentido de su creación.

Siempre fui un enamorado de los orígenes de Findhorn y algo crítico, especialmente en la tesis doctoral, con su evolución posterior. Mi reflexión giraba en torno a la idea de que las comunidades que entraban en la rueda del crecimiento estaban desarrollando un modelo contradictorio con el ideal del decrecimiento, la simplicidad voluntaria, la cooperación y el apoyo mutuo, cercano, amistoso, familiar y profundamente ecológico. Una comunidad que crece excesivamente, como es el caso de Findhorn o Auroville en la India, ya es otra cosa, algo más complejo, un sistema alejado del ideal humano de sencillez, cercanía y vida espiritual.

Findhorn es un referente mundial en el mundo de las ecoaldeas, pero los británicos, inventores de la propiedad privada y de la expulsión de la vida tradicional del campo (en el norte de Escocia este fenómeno se conoció como las Highland Clearances), siempre han sentido debilidad por sacar jugo a todo lo que se cociera. Y la Nueva Era, en algunos aspectos, ha sido durante muchos años una gallina de los huevos de oro que potencialmente se ha explotado desde muchos ámbitos, incluidos las ecoaldeas.

Hay una ley de oro en el mundo espiritual que dice que no se puede mercadear con la espiritualidad. Esto es ineludible. Jesús lo ejemplarizó, látigo en mano, expulsando a los mercaderes del templo de Jerusalem. En lugares como Findhorn, se ha llegado a crear todo un supermercado espiritual donde la supervivencia de sus habitantes pasa inevitablemente por la venta de productos y servicios espirituales de todo tipo. Al mismo tiempo, la privatización de todos los logros que en un primer momento se consiguieron, han hecho insostenible la vida allí.

A pesar de esto, Findhorn sigue siendo un lugar inspirador, un lugar lleno de belleza que aporta fe y esperanza en la visión de un nuevo mundo. Los que de alguna manera amamos ese lugar, a pesar de que ese amor nos haga ver con recelo algunos aspectos del mismo, sentimos la necesidad de unirnos y apoyarlos interiormente para que resuelvan de la mejor manera su extrema situación. También sentimos la necesidad de ayudar en todo lo que se pueda, y aprender de los errores y flaquezas que como pioneros, inevitablemente, han tenido que pasar.

Supongo que una de las enseñanzas que sacamos es que deben nacer más comunidades, pero pequeñas, de no más de veinte miembros, donde la cercanía y un modelo de vida sana y compartido sea motivo de alegría común. Otra de las enseñanzas es que hay que volver a la vida simple y cercana, al decrecimiento y a la búsqueda de valores compartidos. En la vida comunitaria del futuro, la adquisición y el consumo de dinero deberán perder importancia en comparación con la realización a través de la orientación espiritual, la vida compartida y el empleo significativo de valores y experiencias. Inevitablemente, en un futuro, pasaremos de un individualismo extremo a un individualismo compartido, porque no se puede entender la vida espiritual sino es en comunión con el otro. Y aprenderemos del error del crecimiento descontrolado para poner bases sencillas y crear redes de cercanía.

Si conoces Findhorn y quieres echarles una mano, puedes hacerlo aquí: 

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Del proletariado al precariado. Poner en valor la incertidumbre


Cuando se habla de precariado siempre se mira como si fuera algo horrendo, como si hubiéramos denigrado aún más aquella imagen del proletariado de siglos pasados. El precariado es la nueva clase social, aún mucho más baja que la clase media que tanto bien hizo por el bienestar del que ahora disfrutamos la mayoría.

Si alguien pudiera verme sin conocerme de nada pensaría que vivo una vida precaria. Pero mi precariedad es maravillosa. Me permite trabajar en libros alucinantes como las Odas de Salomón, al que le estamos dedicando estos días un tiempo de divertimento (por no utilizar la palabra trabajo), o jugar un rato con los patos del estanque, o construir modelos de cabañas que puedan servir para solucionar el gran problema de la propiedad, de la hipoteca y de la servidumbre que eso conlleva. En pocas palabras, la precariedad de mi vida me permite administrar el mayor bien preciado que el ser humano dispone: el tiempo. Y lo administro a mi antojo, haciendo de cada día una auténtica aventura tan radicalmente diferente al día anterior que siempre resulta algo emocionante.

Esta mañana trabajaba en una vivienda de lo más precario. Es mucho más pequeña que la precaria cabaña que ahora habito, que no supera los veinte metros cuadrados. Esta cabaña experimental en la que ahora estamos trabajando no debe llegar a los diez metros cuadrados, quizás algo menos. Pero la idea es increíble. Si la cabaña que habito tenía un coste aproximado de tres mil euros, esta nueva idea de cabaña no supera los trescientos euros. Es cierto que es muy precaria, pero al mismo tiempo, es una maravillosa oportunidad para ir desapegándonos de la idea de tener que vivir en auténticas mansiones, en lujosos apartamentos hermanados con el resto de conejeras o colmenas, en el mejor de los casos, y con la oportunidad de emancipar tu tiempo para aquello que realmente uno se ve capaz.

Digamos que sería cambiar un paradigma: vivir toda la vida trabajando en algo que no te gusta para pagar una hipoteca de una casa o apartamento que algún heredero, de tenerlos, se fundirá en cuatro viajes al Caribe, o gastarte el sueldo de un mes precario en crear un pequeño espacio donde tener lo mínimo para vivir, y a partir de esa pequeña base, ir progresando, si se desea, según las posibilidades o deseos.

Si pusiéramos en valor la precariedad, en vez de atosigarnos con esa manía del progreso, del ganar, del valorar las riquezas y las posesiones, viviríamos sin duda una vida más feliz. Hay otras soluciones menos precarias que las que señalo, por ejemplo, la vida en una autocaravana o en una tiny house. Pero como digo, para empezar, añadamos dosis de precariedad en nuestras vidas, y quizás nuestras vidas se resuelvan de forma diferente.

La incertidumbre de no tener nada tiene su parte positiva. Primero, uno se vuelve totalmente discípulo ardiente del Sermón de la Montaña, cuando se decía aquello de no preocuparse por el mañana, si hasta las flores del campo visten mejor que el rey Salomón. Ese mensaje es revolucionario, pero inconveniente para el sistema social que hemos creado. Sin embargo, ¿qué pasaría si un día dejáramos de preocuparnos y nos dedicáramos a hacer lo que realmente deseamos? ¿Para qué quieres ser un gran ejecutivo de una importante empresa si lo que más te gusta en el mundo es cosechar lechugas o hacer jabones naturales?

Pero resulta que la vida que nos han inculcado es absurda, y uno se pasa toda una existencia para darse cuenta de ello. ¡Pero ahí están los pioneros! ¡Atentos a aquellos que son capaces de dejarlo todo, vivir en una choza y demostrar que se puede vivir feliz con menos! ¡Atentos a los que empezaron a construir las casas con sus propias manos! Los que aprendieron nociones básicas de fontanería, de electricidad, de autoconsumo, de huerta, de albañilería y de todas esas cosas útiles que te permiten emanciparte de la ruidosa y exigente vida del tener. Atento a los que dejaron de ser prisioneros y liberaron su alma para ensalzar la vida hacia nuevas y diferentes metas.

Pero claro, la vida precaria no se lleva, no mola, no está bien vista. A nadie le gusta vestir mal, vivir mal, envejecer mal. Todos pensamos que la riqueza nos dará felicidad. Sí, claro que sí, siempre y cuando por dentro seamos felices. Pero cuando la riqueza, o la falta de la misma, nos da infelicidad, debemos girar nuestras mentes hacia otro tipo de cosmos, de valores y de visión. Hacia una radical y visionaria nueva forma de entender la vida y sus vínculos misteriosos.

Así que me levanto con cierto orgullo, tras llevar unos días construyendo una modesta cabaña de madera por menos de lo que vale un móvil de última generación y digo: claro, claro que se puede… La precariedad es maravillosa…

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Imaginar utopías nos mantiene a salvo


Esta foto es muy significativa… estamos celebrando la puesta en marcha de la primera cabaña comunitaria, la cabaña que ahora habito unos años más tarde… ¡pero aún hay tanto por hacer!

Creo que escribir todos los días conviene. Yo mismo no cumplo con ese precepto. Soy muy haragán, pero creo que uno debe hacerlo. Además, Eliot decía que un poeta debe escribir muchas páginas que sólo sean versos, y no de poemas, porque tiene que estar listo para la eventual llegada de la musa o de la inspiración. En cambio, si no está entrenado, digamos, cuando llega el momento puede ser indigno de esa alta visita. (Jorge Luis Borges)

Caminaba por los prados. Observaba los árboles uno a uno. Algún día me gustaría catalogarlos, pero hay cientos. Abedules, castaños y robles son los que más abundan, pero entre ellos se encuentra alguna rareza. Y habría que añadir a la lista los frutales que hemos ido sembrando a lo largo de estos años. También me encanta descubrir esas rocas blancas redondas que hay por todas partes. Algunas las recojo y las amontono en el círculo de la entrada. Las más bonitas tienen siempre cierto protagonismo. Los pájaros también son cientos y aún no logro distinguir las múltiples especies. En la ciudad solo había dos o tres pájaros muy definidos: gorriones y palomas. Luego llegaron las cotorras para dar un poco de vida a tan pobre variedad. Pero en los bosques todo es diferente. No es de extrañar que este lugar tan virgen esté plagado de incluso algunos que no se dejan ver. Contar los múltiples elementales también sería una buena forma de proteger el mundo intangible, pero para eso hay que tener una cierta sensibilidad de la que es mejor no hablar. Hay algunas formas de vida que es mejor proteger de la curiosidad del extraño o el curioso.

Aparentemente el lugar podría ser otro cualquiera si no fuera porque para algunos “no hay tal lugar”. Una utopía es un lugar que no existe, y para muchos de vosotros este sitio no es más que un puñado de árboles, prados, piedras y pajarillos que van y vienen ignorando qué es lo que aquí se cuece. Me tocó ser guardián del lugar y del “no lugar”. El “no lugar” es la utopía que se encierra en estas casi cuatro hectáreas. Hay un ideario, una promesa, una esperanza. No se trata de catalogar los árboles, sembrar algo en la huerta y pasar el rato. Se trata de escribir todos los días una posibilidad, una alternativa, una especie de eventual inspiración que pueda servir a otros para modificar algo de su visión. Escribir un boceto de piedra, árboles y promesas es algo complejo. A veces desesperante, pero siempre motivante. Es esa causa mayor a la que uno aspira cuando ha logrado mantener su vida material satisfecha. Cuando eso ocurre, siempre se abre el vasto campo de la experiencia espiritual con todas sus consecuencias. Y materialmente me siento pleno porque cada día necesito menos.

Al igual que los virus se contagian, aquí intentamos contagiar esperanza, utopía. La gente viene y va, ahora solo bajo invitación, en silencio y siempre y cuando sean amigos de estrecha confianza. Al menos será así hasta la próxima primavera. Luego habrá que aventurarse a abrir de nuevos las puertas a lo desconocido y ver qué pasa. Todo dependerá de la evolución del «bichillo». Debo, como guardián, escribir todos los días y apuntalar en letras lo que va ocurriendo mientras ese día llega. Hay que dejar una memoria escrita, algo que pueda servir para disparar la imaginación, para ensanchar el pensamiento, para ensamblar conductas en la nueva programación humana. Esto es un requerimiento antropológico, pero también artístico.

Hay que estar preparado para todo lo que pueda ocurrir. Escribir ayuda a dosificar las ideas, las experiencias, las promesas. Los amigos que se acercan entienden el proyecto, lo dulcifican y lo hacen más agradable con su presencia. Pero luego habrá que abrir las puertas de nuevo a lo desconocido, que, a su vez, permitirá hacer crecer las redes de amistad, fortalecer los lazos místicos que aún quedan por reencontrar y apuntalar el nuevo mundo que está preñado de esperanza.

En todo caso, imaginar utopías nos mantiene a salvo de la desidia, de la desazón, del desconsuelo. Las utopías son necesarias, especialmente en estos tiempos de derrumbe, de incertidumbre, de miedo. Las utopías, aún con sus fracasos arraigados dentro de su propia existencia, requieren cuidarse, mimarse, expandirse. El ser humano no podría vivir sin la promesa de tiempos mejores, de lugares mejores, de personas mejores. Sí, necesitamos las utopías, y a los poetas, y a los escritores, que son los que dibujan el mañana de nuestro espíritu humano, el cielo en la tierra, la esperanza de un mundo siempre mejor. Así que debo seguir escribiendo, y ser digno, si llegara, de tan noble visita. Sí, la inspiración, que viene de la parte arquetípica de nuestras vidas, del ser esencial, de la chispa original.

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El futuro inminente: hacia la «yogamia» colectiva


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La próxima década traerá muchas novedades a todos los niveles. La primera de ellas será la implantación progresiva de las redes 5G. Por suerte, el miedo irracional que supimos superar con la invención del microondas nos llevará a superar también el miedo irracional a las redes 5G. El mundo, cada vez menos supersticioso, abrazará la tecnología con vocación de mejora, y no con desconfianza. Esto permitirá, a su vez, una implantación progresiva de los coches eléctricos autónomos y del internet de las cosas. Ya no solo estarán conectados los seres humanos, sino también las cosas que los seres humanos utilizamos. Esto no cambiará mucho nuestras vidas, pero habrá un matiz diferente de percepción.

En la siguiente década, en los años treinta, la consciencia ecológica invadirá a toda la humanidad. Esto será irremediable si no queremos que el fatídico fin del mundo se siga apoderando de nuestro subconsciente colectivo. El miedo a una destrucción masiva de la humanidad desaparecerá progresivamente a medida en que los gobiernos y los individuos empiecen a pensar en verde, en sostenibilidad y en decrecimiento material. También debería, progresivamente, ir desapareciendo el dinero físico. Dicen los expertos que esto perjudicará a las clases que viven de la economía sumergida, pero estoy convencido de que la economía sumergida inventará nuevas formas de supervivencia. El dinero físico no tiene sentido en los tiempos que corren. Esto será revolucionario a muchos niveles.

En los años cuarenta, quizás en los cincuenta, el salto cuántico vendrá del mundo de la robótica y la inteligencia artificial. Será el comienzo de una nueva era y el trabajo manual será sustituido cada vez más gracias a la mayor presencia de máquinas que harán nuestro trabajo, no solo a nivel empresarial, sino también en la implantación de la robótica avanzada en nuestros hogares. Esto traerá consigo la necesidad de una verdadera renta básica universal para aquellas personas que no hayan podido adaptarse al nuevo reto, y el mundo se sumergirá en una nueva época tecnológica de avances inimaginables.

La vida en las ciudades será mucho más agradable de lo que es ahora, a pesar de que mucha gente abrigará la posibilidad de vivir en el campo, en el mundo rural, junto a su «yo-robot». Cada individuo, progresivamente y durante todo el siglo, dispondrá de un robot-avatar, y se comunicará con el mundo mediante el mismo. Lo interesante de esto, al menos a nivel sociológico y antropológico, es que las relaciones humanas se establecerán mediante un intermediario tecnológico. Algo parecido a lo que ahora ocurre mediante las «redes» sociales, pero mucho más sofisticado. Empezaremos a vivir en el mundo de la «yogamia», donde las relaciones «verdaderas» serán en exclusiva con nuestro «avatar» robótico. Esto incluirá las relaciones sexuales, afectivas e intelectuales. No habrá una mayor degradación de la que hay ahora. Los que basen su vida en el sexo lo seguirán haciendo, pero esta vez con sus avatares. Y los que basen sus vidas en el intelecto encontrarán una fuente inagotable de conocimiento en un avatar dotado de una sofisticada inteligencia artificial.

En las próximas décadas, el ser humano será cada vez más libre y estará cada día más emancipado emocionalmente de mitos como los del Estado, la nación e incluso la familia. Esa emancipación creará individuos aislados, que vivirán una vida en compañía de máquinas que sustituirán a las tradicionales parejas. Esto provocará una necesaria disminución de la pirámide poblacional, y un alivio para nuestro planeta. Al mismo tiempo, habrá una nueva contracultura que deseará revivir la nostalgia de la vida en familia, en comunidad y en estrecho contacto humano con la naturaleza. Ambas tendencias sobrevivirán juntas durante un tiempo.

Todos estos cambios crecientes y exponenciales permitirán que el ser humano sea cada vez más torpe en cuanto a habilidades manuales, pero más abierto a la experimentación con la mente abstracta. De hecho, este tipo de nueva vida permitirá que la mente abstracta entre en el dominio humano y se expanda en toda la especie humana. Esto creará una mayor conexión con el mundo espiritual, con la mística, con la búsqueda de verdades trascendentales y con la posibilidad de una vida espiritual unificada. En la década de los cincuenta y sesenta será absurdo hablar de patrias, de religiones o de lo “público” tal y como ahora se conoce, y la emancipación del individuo llegará a la mayor de las cúspides. Una nueva forma de relacionarnos emergerá en todos los ámbitos de nuestras vidas.

A finales de siglo, el mundo de Unanimidad estará más cerca. La exploración espacial habrá dado un salto cuántico y es posible que nazcan las primeras colonias fuera de nuestra tierra habitable. El ser humano será cada vez más biónico, y podremos elegir libremente nuestra retirada de este mundo sin necesidad de esperar a la vejez o la enfermedad. Seremos plenamente conscientes de cuándo nuestro ciclo vital ha terminado, y no tendremos necesidad de alargarlo mucho más. Para entonces, los gobiernos y las grandes corporaciones tendrán mucho menos poder del que ahora ejercen sobre nosotros porque podremos decidir en todo momento cuándo desconectar del mundo virtual que habremos creado a nuestro alrededor. Podremos elegir si vivir plenamente en la virtualidad o en el mundo real, a solas, con nuestro avatar, en nuestra vida «yogámica».

¿Y luego? Tras esta crisis de identidad tecnológica, en el siglo XXII, tecnología y humanidad convivirán en un reinado armónico, de mutua cooperación y aprecio. Los seres humanos volverán a estrechar sus relaciones, pero esta vez desde la paz y la armonía que la educación a «solas» con nuestro avatar habrá producido. Viviremos una edad de oro gracia al reconocimiento de nuestro justo lugar en el mundo y al descubrimiento de nuestra verdadera naturaleza trascendente.

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