La frustración existencial de soñadores, poetas y artistas


“Parte de la tarea que desempeño en mi Ashram es entrenar discípulos para que reconozcan las nuevas ideas que surgen y las traduzcan en conceptos que condicionarán el pensamiento humano en el ciclo inmediato. La segunda etapa de este entrenamiento involucra el cultivo del correcto sentido cronológico. Esto evitará que el discípulo emprenda una acción precipitada o prematura; le dará la clave para el significado real del Eterno Ahora –la síntesis del Pasado, del Presente y del Futuro. Luego se le enseñará el arte de la precipitación, o el método de impartir esas ideas a las mentes de los intelectuales del mundo… Su trabajo y su presentación del ideal a las masas humanas de todas partes no conciernen al discípulo, cuyo trabajo es principalmente con el pensador evolucionado y precursor, y no con las masas exigentes. Les pido que recuerden esto”. D.K.

Me imagino lo frustrante que debe ser para un soñador, un poeta o un artista querer dedicarse, como oficio, a soñar, crear poesía o crear arte. “Mamá, quiero ser artista”, es una frase que encierra un futuro poco prometedor para la mayoría. No deja de ser curioso que aquello que nos diferencia del resto de animales, sea lo que menos reputación y prestigio tenga entre nosotros. Esa parte de ensoñación humana, esa parte de mente abstracta desarrollada que es capaz de crear mundos, mejoras técnicas, desarrollar herramientas útiles y crear maravillas, sea lo más denostado de todo. El amor, la poesía, el arte, la belleza, no es algo que esté muy de moda en nuestros tiempos materialistas.

El mundo no podría existir tal y como lo conocemos si no fuera por los soñadores, poetas y artistas. Un pintor no es menos útil que un albañil. Ambos construyen hogar, y ambos construyen mundos posibles. Un poeta debería tener capacidad de poder alimentar su estómago con versos, y la humanidad tener esa sensibilidad para poder sostenerlo. Y los soñadores deberían ser la avanzadilla de nuestro mundo, porque son ellos los que imaginan el futuro e incitan a hacerlo realidad.

Recuerdo que en el proyecto utópico teníamos unas tres o cuatro horas de actividad común. Era nuestra forma de mantener un cierto “karma-yoga”, un momento de acción después de la meditación, los estiramientos y el canto. Había una joven que nunca quería participar de la huerta o la recogida de leña o los trabajos más rudos. Ella era poeta, bailarina, artista, soñadora. Se pasaba todas las mañanas deambulando, recogiendo flores y adornando los lugares. Al principio nos costó aceptarla, incluso a nosotros, que íbamos de posmodernos. Pero alguien nos señaló con justicia poética que la forma de colaborar de aquella persona era con sus cantos, sus bailes y su poesía. Ese era su “karma-yoga”. Aquello fue muy revelador para todos, especialmente cuando las aparentes prioridades, y diría que las urgencias, eran otras.

Pero las urgencias materiales no podrían existir si no hubiera soñadores que pusieran en marcha nuevos ideales. Leía el otro día en una noticia económica que las palancas de crecimiento empresarial están creciendo gracias al aumento de la población mundial, a la mayor expectativa de vida y al crecimiento de las clases medias. En otra parte leía que durante la siguiente etapa del desarrollo evolutivo no se recalcará tanto el desarrollo de la mente como la utilización de la mente concreta y la facultad adquirida para desarrollar los poderes del pensamiento abstracto. Esos poderes del pensamiento abstracto es lo que empuja a la humanidad a su desarrollo material, pero también, por así decirlo, espiritual.

El otro día fuimos a ver una preciosa finca aquí en la sierra oeste. Mientras paseábamos entre arroyos y caballos, imaginaba y soñaba con todo lo que se podía hacer allí. Recordaba con tristeza todo lo que hicimos en el anterior proyecto y todo lo que quedó por hacer debido al cansancio y la falta de recursos. Todo aquello fue un sueño, un empujón abstracto de las directrices que seguramente se afianzarán en cuatro o cinco siglos en la humanidad. Fue una guía para soñadores, poetas y artistas. Soñaba con ello mientras me daba cuenta de que estaba a años luz de poder materializar algo similar. Este tipo de proyectos encienden la imaginación humana y sirven para despertar la mente abstracta en muchos individuos inteligentes y, por eso, lo celebrábamos como un avance en la evolución de la conciencia humana. Pero pocos entienden su funcionalidad o necesidad de existencia. Quizás el «pensador evolucionado», el sensitivo altamente entrenado.

Pensaba, más allá de la ensoñación, en cómo podría mejorar nuestra empresa, cuánto más deberíamos vender para poder sostener un emprendimiento ético e inspirador de esas características, que acompañara a eso que ahora llaman “responsabilidad social corporativa”. Hemos conseguido avances significativos a nivel interno, como editar nuestros libros en papel reciclado, sostener nuestras instalaciones con placas solares y comprometernos con la movilidad cien por cien eléctrica para que nuestros envíos y viajes editoriales sean lo más ecológicos posibles. Pero para un soñador, un poeta y un artista, todo eso no es suficiente.

Dicen que Aries es el lugar de nacimiento de las ideas, y la clave del éxito reside en su nota clave: Surjo, y desde el plano de la mente, rijo. Quizás este sea el medio para convertir el sentido de los sueños en la experiencia de un movimiento real y activo.

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