Luz en el sendero


«Del seno del silencio que es la paz, una voz resonante se elevará. Y esta voz dirá: “Hace falta algo más: tú has recogido, ahora tienes que sembrar”. Y, sabiendo que esta voz es silencio, obedecerás. Tú, que eres ahora un discípulo capaz de mantenerte firme, capaz de oír, capaz de ver, capaz de hablar, que has vencido el deseo y alcanzado el autoconocimiento, que has visto tu alma en flor y la has reconocido y has oído la Voz del Silencio, encamínate al Templo del Saber y lee lo que allí está escrito para ti». Mabel Collins, en Luz en el Sendero.

Ella me enviaba las últimas notas desde el aeropuerto mientras preparaba su importante viaje a Londres. Allí liderará a un grupo de tejedores dentro de unos meses, y dejará su vida pastoril en España para vivir una vida de entrega y discipulado. Sentí cierta envidia sana porque alguna vez había soñado con un retiro de entrega parecido en un lugar parecido. El proyecto del norte tenía algo de eso. De alguna manera, era una luz en el sendero donde sembrábamos todo el elixir que habíamos recolectado años atrás. Ella estuvo dos años allí, dándolo todo en un lugar que prometía ser un nuevo punto de luz en la mente de Dios, como dicen los místicos. Pero el punto de luz explotó como una supernova, como una stellae novae.

Mientras comíamos, hablábamos en el jardín bucólico de la joven pareja que durante muchos años vivió con nosotros en el proyecto. De forma sincrónica, como si de alguna manera todo estuviera conectado, nos envió unos mensajes, enseñándonos la adquisición de su nueva caravana. Por fin su sueño de vida salvaje y libre se está haciendo realidad. Curiosamente, la caravana es el mismo modelo que teníamos en el proyecto, en ese precioso hogar que me cobijó durante tres largos años, con sus tres largos y fríos inviernos. Cuantos recuerdos me han venido cuando veía esa casa móvil deseosa de aventura.

Imaginaros la escena: una caravana perdida en mitad de las montañas viendo la nieve caer mientras redacto la tesis doctoral, edito libros, escribo algunos y me sumerjo en la fascinante aventura de reconstruir una casa del siglo XVI en ruinas de mil metros con la ayuda de visitantes extraños a los que damos cobijo y algo de calor humano para traspasar las pruebas que la vida nos iba poniendo por delante.

Los otros seis años los pasé en una pequeña cabaña que construí con mis propias manos en los «ratos libres», la que aparece en esta foto. Ayer me mandaba un audio el amigo escritor que pasa una temporada de retiro amanuense en México. Me preguntaba curiosamente por la cabaña, ya que él mismo también había pasado una pequeña temporada entre las caravanas y las cabañas en compañía de su inseparable nuevo amigo Chip (cómo echo de menos a los mininos). Sincronías de la vida, esta noche soñé con el lugar, con las cabañas, con la buena gente que ahora las habita y con todo lo que allí estarán haciendo ahora.

A la cuenta del proyecto sigue escribiendo mucha gente que desea estar informada de lo nuevo que vayamos a hacer, de la nueva stellae novae, de esa nueva luz en el sendero. En el jardín bucólico desde el que ahora escribo, en la apacible y hermosa Sierra Oeste de Madrid, hay un pequeño círculo hermético hecho de cemento que sobresale de la tímida floresta. En el centro hay dos sillas y una mesa y cuando los días son primaverales, como los de ahora, gusta estar aquí tomando el sol con los cuatro perros mientras escuchamos la algarabía de los pájaros. El círculo tiene exactamente el mismo tamaño que tenía la pequeña cabaña, y fantaseo, cuando los ánimos vuelvan y las fuerzas me acompañen, con construir aquí una pequeña cabaña donde encerrarme con mis libros para meditar en el seno del silencio, que es la paz e indica siempre el Camino, la Senda. Sueño con esa idea porque sé que desde el silencio y la meditación se pueden crear muchas cosas y se pueden hollar esos mundos que de otra manera son inaccesibles. Y quizás de ahí salga una nueva stellae novae y todas esas almas que ahora de alguna manera están unidas desde el lazo místico y sus sincrónicas apariciones, hallen un nuevo lugar de reencuentro.

Estas cosas pienso al solecito, en el jardín bucólico, en el pequeño círculo hermético, mientras termino la maqueta de la segunda edición de Luz en el Sendero, a la espera de poder entrar en la imprenta una vez pasada la cuesta de enero y una vez la vida nos plante de nuevo en la senda de la abundancia. El sol irradia estos días con fuerza mientras las cabañas octogonales, y todo lo que simbolizan, esperan. Vendrán de nuevo aquellas antiguas encomiendas, cuando el laurel florezca de nuevo.

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