Amor, compatibilidad, proyecto


© @bewatts52

«Todavía podría haber algún lugar para nosotros en algún lugar». Charles Bukowski.

El amor en nuestros días es una sucesión de nuevos comienzos con breves y casi indoloros finales. No queremos ataduras de ningún tipo, ni compromisos, ni responsabilidad con nada ni con nadie. Las relaciones son breves episodios en los que priva la búsqueda egoísta del beneficio personal. Cuando una pareja deja de ser rentable, se deja de lado y se busca una nueva. Me sirve, no me sirve, que diría el poeta.

Amar en tiempos revueltos ya sabemos que es complejo. Con el paso de los años descubrimos que amar no es suficiente para tener relaciones estables. Tiene que existir, además, cierta compatibilidad, cierta atracción y química, cierta admiración por el otro y un proyecto de vida en común. Esto son valores cada vez más caducos. Lo sólido está siendo sustituido por lo líquido, que decía Bauman. Las relaciones en nuestra sociedad, basadas en el individualismo, se han convertido en algo temporal e inestable, en un tiempo que carece de aspectos sólidos. Todo lo que somos y tenemos es cambiante y con fecha de caducidad, basando toda nuestra vida en la constante impermanencia, sin raíces, sin nada de cuajo, sin pilares ni soportes.

El miedo al compromiso es la razón principal de nuestro fracaso presente. Cuanto más rara se considera una persona, o cuanto más inteligente, consciente, independiente, libre y solitaria sea, más complejidad encuentra para compatibilizar una vida ya de por sí complicada con alguien, comprometida con alguien. La compatibilidad es más fácil cuanto más fácil sea tu vida, más simple tu inteligencia y más dócil tu manera de vivir. Pero si eres rebelde por naturaleza, independiente en cuanto a normas y formas y costumbres y consciente de que más allá de recrearnos en nuestros ombligos, hay vida más allá de nosotros, la cosa se complica.

Luego viene todo eso de la química, de la atracción. Uno puede amar a alguien, pero puede abrazar a esa persona como el que abraza a una ameba. Esta parte es compleja porque la química que une a las personas es compleja. La química es muy irracional, no está relacionada con ser más o menos inteligente, consciente o emotivo. La atracción es algo que se da o no se da. Y el grado o intensidad de atracción, de química, también es fundamental.

Luego viene la parte de la admiración: ¿admiramos a la persona que nos atrae y amamos? Esto es igualmente complejo. ¿Nos gusta su forma de pensar, su forma activista ante la vida, su manera de ver el mundo y mostrarse ante él? ¿Admiras su belleza, su inteligencia, su consciencia, su constancia? ¿Podrías estar un día entero mirándola, sin decir nada, solo admirando su sonrisa? Estas partes del amor se están perdiendo, es algo caduco para los tiempos que corren, y de ahí, en parte, es que vivimos en una especie de apocalipsis de una civilización que se acaba. Hemos dejado de admirarnos los unos a los otros, y ahora solo hacemos un uso mercantilista del otro. Me sirve, no me sirve, como decíamos al principio. Y así nos va.

Y luego queda el ingrediente principal, el proyecto común. ¿Tenemos algo que celebrar juntos? ¿Tenemos un proyecto común? Normalmente, o antiguamente, depende de como se mire, el proyecto común más común era tener una familia. Era, digamos, el pack básico de toda relación. Pero eso ya no está de moda, ¿quién quiere tener una familia en una sociedad líquida donde cambiamos de pareja cada dos años a lo mucho? ¿Quién es capaz de tener la audacia de comprometerse responsablemente a tener ningún tipo de proyecto común hoy día? En una sociedad donde la presión de cualquier tipo es motivo de ruptura, donde el romanticismo parece algo asqueroso, controlador o manipulador, donde nadie está para lo malo, sino que sale corriendo a la primera de cambio, donde la realidad virtual es más poderosa que el mundo real, que muchas veces suele ser decepcionante. ¿Quién quiere tener, realmente, un proyecto de vida hoy día más allá de tenerlo consigo mismo y su ombligo?

No estamos preparados para el amor. Amar hoy día es un acto constante de rebeldía. Es, diríamos, una provocación contemporánea. Un riesgo que pocos asumen, porque asusta amar, porque se teme perder un ápice de algo para entregarlo al otro. Nos protegemos, olvidando que un gran amor viene siempre acompañado de certeza. Si dudas, no amas. Aunque nos protejamos, aún no somos conscientes de que somos dignos de amar y ser amados. Y cuando podamos descubrirlo sin protegernos, a pecho descubierto, la vida tendrá un cariz diferente, un aroma diferente, una verdadera y bella alborada.

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