El giro subjetivo


Sonaba Free yourself, de los Canarios, mientras me dejaba deslizar desde las tímidas montañas hasta las llanuras. Llegué al impresionante aserradero y mientras observaba las portentosas maderas alguien me abordó. Le expresé mi intención de comprar algunos troncos, bases y tarimas para construir una modesta logia, una cabañita donde colocar mis libros personales de mística y antropología, alguna vela con su pequeño altar para meditar y un tímido escritorio donde trabajar. En definitiva, un Sancta Sanctorum donde meditar en silencio, estudiar y buscar nuevas fórmulas de servicio.

En las ligeras ondulaciones del aserradero había cientos de gamos y pavos reales que nos miraban con curiosidad. Le dije a mi interlocutor que el dueño de aquel lugar debía estar orgulloso. “Yo soy el dueño”, me dijo complaciente. De todos los que allí trabajaban, me estaba atendiendo el mismísimo Santiago Ramos Izquierdo, de Maderas Rado. Santiago, de 77 años, me explicaba orgulloso la historia de su empresa, la cual empezó cuando terminó la mili, hasta entonces. A pesar de su edad, no tenía ganas de jubilarse, porque disfrutaba de sus gamos, sus maderas y sus pavos reales.

No quise entrar en detalles de para qué iban a ser utilizadas sus maderas, pero me fui satisfecho por el trato y el rato agradable de charla complaciente y sincera. Pedí presupuesto para postes R4 de tres metros, tarima sueca solapada y sus bases. Qué emoción pensar en la construcción de una pequeña logia, de nuevo, de cero, sin nada.

De allí me fui al Ecocentro a llevar algunos libros que la buena de María, la gerente, me había pedido. Me escribió hace unos días para ver cómo podíamos colaborar, y en esas andamos, buscando sinergias que puedan ser útiles para ambos. Con lo que ahorré en los portes de Correos, pensé en sentarme en alguna terraza a tomar una merienda, pero llegaba tarde a Casa Asia. Allí estaba el sabio Agustín Pániker, que nos iba a dar una intensa charla sobre la espiritualidad en occidente y oriente. La última vez que lo vi fue en el garaje de su casa de Barcelona. No recuerdo muy bien cómo llegamos hasta allí, pero sí recuerdo que había pasado mucho tiempo de eso. Así que fue un placer poder saludar al maestro y editor al mismo tiempo que disfrutaba sobre su lúcida charla sobre el giro subjetivo, la diferencia entre reencarnación (hinduismo) y renacimiento (budismo), el saber que Buda no fue un “iluminado”, sino más bien un “despierto” (Bodhi (बोधि)), y toda la profundidad de su dialéctica influenciada por ese marco inventado llamado Oriente vs Occidente, inexistente excepto en la narrativa del eurocentrismo.

A la charla fui con la amiga Mayte, reconocida presentadora de televisión española, retirada de la primera línea, pero empecinada en hacer y rehacer entrevistas y reportajes de máxima calidad. Aún la recuerdo cuando presentaba hace muchos años Informe Semanal, y qué gran honor el poder escuchar ahora de su sabiduría tras haber entrevistado a cientos de personas ilustres de nuestro tiempo. La conocí hace muchos años de la mano de Rosa Sinespina, un misterioso autor editado por nosotros, medio alquimista, medio científico reputado, que se esconde en ese pseudónimo para no revelar su verdadera identidad, un importante cargo de dirección en el proyecto internacional de fusión nuclear  IFMIF. La última vez que lo vi fue en el bautismo de su primer hijo. Y justo ayer hablaba con él para prologar un libro sobre cábala que pronto editaremos, un libro sobre la mística de los trece pétalos de la rosa.

Uno se impregna del magnetismo de aquellas personas que como Santiago, Agustín, Rosa o Mayte, cada uno en su oficio y a su manera, transmiten a los demás. Es como aquel libro de “encuentros con hombres notables”, de Gurdjieff. Pues lo mismo. El privilegio de encontrarte con gente notable, no importa si vende maderas, da conferencias, es el jefe de un proyecto internacional de fusión nuclear o sale en televisión. Lo importante es el momento único de la ocasión, el momento único del encuentro, del compartir y del relacionarse sin esperar nada más que colaborar en el giro subjetivo, en la morada interior que todos tenemos, en el extracto en el que las almas, de alguna manera, se unen y reconocen, como una vela que enciende a otra para transmitir la luz, revelando, en el despertar, que todos somos Uno, y que nada nos separa ni nos diferencia en la verdadera realidad. Eso, en la tradición budista, se llama renacer. Algo así ocurre cuando te reencuentras con el otro. Renaces, te expandes, te iluminas, y al hacerlo, te vuelves receptáculo de generosidad y vida. La empatía estética, que diría Theodor Lipps. El giro subjetivo.

 

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