Predicción de series temporales


Tendemos a pensar que somos como algoritmos lineales que viven en una frecuencia temporal determinada, aislada y propensa a la finitud. El paradigma de pensar que vivimos en una especie de red neuronal interconectado debería ayudarnos a enfrentarnos a la vida de forma diferente. Podríamos decir que en ese instante de cambio, empezaríamos a hablar de Vida, en mayúsculas, como algo que nos trasciende y como algo de lo que somos partícipes. Algo muy parecido a lo que puede ocurrir en un sistema neuronal. Una neurona aislada carece de sentido, pero sus interconexiones con otras producen la magia de la comunicación, de la atracción, de la asimilación, del corriente de flujo de vida constante.

En verdad, aunque aún de una manera simple e inconsciente, el ser humano vive de señales que se envían unos a otros, de marcadores que nos conectan, directamente los unos con los otros. Por la mañana, por decir algo, nos duchamos, desayunamos y nos preparamos para la jornada. Todas esas funciones no serían posible sin la intervención directa o indirecta de otros seres que nos ayudan en nuestro devenir diario. Es cierto que en nuestro proceso evolutivo actual, ese desarrollo se realiza de forma inconsciente y egoísta. Pero el hecho de que podamos desayunar todos los días requiere de una compleja red de cooperación para que nuestra tostada salga caliente y pueda ser untada con mantequilla y mermelada cada día de nuestras vidas.

Esa cooperación es inevitable, y está fundamentada en el egoísmo y el intercambio. Pero en un futuro se hará consciente y estará fundamentada en la generosidad, el compromiso y la responsabilidad individual y grupal. Todo fenómeno que acontece en nuestro día a día, desde el más simple al más complejo gesto, requiere de una colaboración mutua. Ir a un hospital cuando nos encontramos mal es una muestra de todo lo que se moviliza a nivel grupal para poder ser atendidos y protegidos. Encontrar un hogar, un trabajo o comprar un vehículo requiere de la intervención de cientos de mecanismos, personas y procesos que se activan para que cada cual, desde su propia circunstancia, pueda acceder a ese deseo.

Podemos predecir esas series temporales de hechos y relaciones, pero podemos, en una mayor consciencia, interpretar lo que subyace detrás de cada hecho, y agradecer todo lo que ocurre a nuestro alrededor para que la Vida continúe. Tener esa visión amplia nos ayuda a desentrañar ciertos misterios vitales, y de paso, ser partícipes de los mismos con cierta consciencia de agradecimiento, respeto y amabilidad.

El otro día estuve en un encuentro en el que participaban una cincuentena de activistas y voluntarios que de forma generosa se iban a implicar en la mejora de la enseñanza pública de la ciudad. Era emocionante ver como esas cincuenta personas participaban responsablemente en unas tareas que pretendían profundizar en la igualdad y la solidaridad en la educación. De alguna forma, había un eslabón superior que les dotaba de una visión de grupo y de mejora no solo individual, sino también colectiva. Se puede decir que en esas personas está naciendo la semilla de un orden mayor, de una voluntad más profunda y una visión más amplia que desea engendrar la semilla de la generosidad. De alguna manera, los modelos de predicción de series temporales nos ayudan a mejorar como seres humanos, ampliando, gracias al aprendizaje colectivo, nuestro desarrollo y potencialidad, extendiendo «el ojo de la mente» hacia una noogénesis aún más profunda.

Al igual que una neurona aislada carece de sentido, un ser humano aislado carece de sentido. El apoyo mutuo y la cooperación neuronal es un claro ejemplo de la expresión universal de la vida. Eso que llamamos Amor, no es posible si no hay relación con el todo circundante. Así que de alguna forma somos como neuronas de un gran ser llamado Tierra, y cuando tengamos consciencia de eso, y de que el propio Universo es una gran red neuronal que aprende y se expande y evoluciona y se llena de Vida, empezaremos a ser mensajeros de una realidad mayor, de esa cosa que los antiguos llamaban «divinidad» y los modernos algo así como «noosfera».

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