En un hipotético futuro distópico…


«Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores». (Mateo 24: 4-8).

Si nos dejáramos llevar por la visceralidad y no por la inteligente decencia, el mundo cambiaría en pocos años. Aprovechando cualquier caos político y económico de una profunda crisis que inevitablemente llegará, el 10% de la población letona llamada nepilsoņi (“no ciudadanos”, la mayoría de origen ruso) se alzaría en armas para reclamar la vuelta a la madre patria rusa. Esta sería la chispa de todo el polvorín mundial que se desarrollaría a continuación.

Aprovechando el anhelo de los nepilsoņi, Rusia invadiría los países bálticos y se anexaría Bielorrusia, Ucrania y todas las repúblicas exsoviéticas del suroeste, entrando en conflicto bélico con la OTAN y la Unión Europea (esto de alguna manera ya está pasando).

En Oriente Medio, Israel entraría en guerra abierta contra Líbano, Palestina, Irán, Yemen y Siria, destruyendo completamente la franja de Gaza y Cisjordania y creando el caos total en esa zona (esto de alguna manera ya está pasando). Siria recuperaría los Altos del Golán y Jordania se anexaría parte de Cisjordania. Toda la población gazatí y cisjordana se refugiaría en la península de Sinaí con el beneplácito de las Naciones Unidas, reclamando en ella la nueva Palestina y entrando en guerra abierta con Egipto.

En Asia, Corea del Norte entraría en guerra abierta contra Corea del Sur, y el caos sería aprovechado por China para anexionarse Taiwán y las islas Senkaku, con lo que entraría en guerra con Japón.

El Reino Unido desaparecería, independizándose Escocia de Inglaterra e Irlanda reunificándose con Irlanda del Norte. Argentina aprovecha la debilidad y se anexiona las islas Malvinas, las de Georgias del Sur y las Sandwich del Sur. España hace lo mismo con Gibraltar mientras que Canadá, Australia y Nueva Zelanda se independizan completamente, haciendo desaparecer con ello toda la Commonwealth.

La Unión Europea desaparecería, encabezando las revueltas Alemania y Francia por movimientos de origen de la extrema derecha descontenta con la invasión silenciosa árabe-musulmana. La guerra contra Rusia remueve los viejos andamiajes del viejo continente.

En España, la minoría étnica catalana entra en guerra con la minoría étnica castellana (esto de alguna manera ya está pasando), la cual se convierte en la nepilsoņi catalana («no ciudadanos» al no hablar, pensar y soñar en catalán ni aceptar la uniformidad cultural, la cual desea extinguir el flamenco, la siesta y la tortilla española). Al no haber conseguido por las urnas y varios referéndums la ansiada independencia, se crea una guerra civil que termina con una parte de Cataluña independizada y unificada con Andorra, y otra parte, la más castellanizada, reclamando la vuelta a la república de España (después de haber abolido la monarquía en varios referéndums). El caos se apodera y el País Vasco se independiza en parte sin conseguir Navarra ni Álava (por no aceptar estas la uniformidad cultural impuesta), la cual se anexiona el condado de Treviño (¡aupa!). Lo que queda de España recupera Gibraltar mientras que Marruecos invade y hace suyas las plazas de Ceuta, Melilla y las ansiadas islas de Perejil, de Alhucemas, las Chafarinas, el Peñón de Vélez de la Gomera y todo el Sahara Occidental. Aprovechando el caos, Portugal se anexa las plazas españolas de Olivenza y Táliga, históricamente reclamadas por el país vecino. Galicia duda entre la independencia, la unión con España o la anexión con Portugal. Depende. Murcia se anexiona Albacete y Almería, excepto el cantón de Cartagena, que solicita de nuevo su independencia y la adhesión a USA como ya hizo en 1873. León se independiza de Castilla, la cual se anexiona La Rioja (esa extraña anomalía), y Castilla la Mancha, la cual recupera Madrid, vuelve a llamarse Castilla la Nueva, con nueva capital en Cuenca, por eso de que todos miran hacia ella.

En esta delirante coyuntura mundial futura, el cambio climático hace desaparecer casi el total de la población de África y América Latina, la cual emigra hacia los países del norte, apoyando el caos (esto de alguna manera ya está ocurriendo). En Estados Unidos sigue gobernando Trump, el cual ha creado un estado autoritario del que se ha proclamado emperador, anexionándose Canadá (excepto Quebec), y lo que queda del Ártico y la Antártida. Para dar espectáculo, también se apodera de ambas islas de Diómedes, la mayor y la menor, expandiendo el conflicto de Rusia.

Mientras Elon Musk y 144 mil seguidores (la mayoría youtubers) se refugian en Marte, excepto un grupo de disidentes (la mayoría influencer) que cree que en la luna Europa o Ganímedes se vivirá mejor. Desde las Pléyades, o Sirio B, u Orión, en un programa de cotilleos galácticos, un grupo de antropólogos extraterrestres (nuestros viejos dioses) observan el delirio y se debaten entre extinguir el experimento humano o dejar que prosiga para ver si sobrevive por sí mismo. Algunos argumentan que el retrovirus implantado y llamado por los humanos “inteligencia artificial” aniquilará a la invasiva plaga humana para proteger con ello la vida en el planeta (los hobbianos, los lobos). Otros ( los rousseauanos, los del buen salvaje) son de la opinión de que, ante la destrucción total que se avecina, la bondad reinará para siempre y se creará un imperio de mil años de amor y paz, que para eso enviaron al Josuá en misión especial desde el reino de los cielos (entiéndase las Pléyades, o Sirio B, u Orión, dependiendo de vuestros dioses).

Sea como sea, lo más impactante de todo este futuro distópico será la pérdida de la isla Perejil y la anexión de Albacete por parte de Murcia. También el asunto de las Ganímedes, no sé, creo que no es de fiar.

 

Luz en el sendero


«Del seno del silencio que es la paz, una voz resonante se elevará. Y esta voz dirá: “Hace falta algo más: tú has recogido, ahora tienes que sembrar”. Y, sabiendo que esta voz es silencio, obedecerás. Tú, que eres ahora un discípulo capaz de mantenerte firme, capaz de oír, capaz de ver, capaz de hablar, que has vencido el deseo y alcanzado el autoconocimiento, que has visto tu alma en flor y la has reconocido y has oído la Voz del Silencio, encamínate al Templo del Saber y lee lo que allí está escrito para ti». Mabel Collins, en Luz en el Sendero.

Ella me enviaba las últimas notas desde el aeropuerto mientras preparaba su importante viaje a Londres. Allí liderará a un grupo de tejedores dentro de unos meses, y dejará su vida pastoril en España para vivir una vida de entrega y discipulado. Sentí cierta envidia sana porque alguna vez había soñado con un retiro de entrega parecido en un lugar parecido. El proyecto del norte tenía algo de eso. De alguna manera, era una luz en el sendero donde sembrábamos todo el elixir que habíamos recolectado años atrás. Ella estuvo dos años allí, dándolo todo en un lugar que prometía ser un nuevo punto de luz en la mente de Dios, como dicen los místicos. Pero el punto de luz explotó como una supernova, como una stellae novae.

Mientras comíamos, hablábamos en el jardín bucólico de la joven pareja que durante muchos años vivió con nosotros en el proyecto. De forma sincrónica, como si de alguna manera todo estuviera conectado, nos envió unos mensajes, enseñándonos la adquisición de su nueva caravana. Por fin su sueño de vida salvaje y libre se está haciendo realidad. Curiosamente, la caravana es el mismo modelo que teníamos en el proyecto, en ese precioso hogar que me cobijó durante tres largos años, con sus tres largos y fríos inviernos. Cuantos recuerdos me han venido cuando veía esa casa móvil deseosa de aventura.

Imaginaros la escena: una caravana perdida en mitad de las montañas viendo la nieve caer mientras redacto la tesis doctoral, edito libros, escribo algunos y me sumerjo en la fascinante aventura de reconstruir una casa del siglo XVI en ruinas de mil metros con la ayuda de visitantes extraños a los que damos cobijo y algo de calor humano para traspasar las pruebas que la vida nos iba poniendo por delante.

Los otros seis años los pasé en una pequeña cabaña que construí con mis propias manos en los «ratos libres», la que aparece en esta foto. Ayer me mandaba un audio el amigo escritor que pasa una temporada de retiro amanuense en México. Me preguntaba curiosamente por la cabaña, ya que él mismo también había pasado una pequeña temporada entre las caravanas y las cabañas en compañía de su inseparable nuevo amigo Chip (cómo echo de menos a los mininos). Sincronías de la vida, esta noche soñé con el lugar, con las cabañas, con la buena gente que ahora las habita y con todo lo que allí estarán haciendo ahora.

A la cuenta del proyecto sigue escribiendo mucha gente que desea estar informada de lo nuevo que vayamos a hacer, de la nueva stellae novae, de esa nueva luz en el sendero. En el jardín bucólico desde el que ahora escribo, en la apacible y hermosa Sierra Oeste de Madrid, hay un pequeño círculo hermético hecho de cemento que sobresale de la tímida floresta. En el centro hay dos sillas y una mesa y cuando los días son primaverales, como los de ahora, gusta estar aquí tomando el sol con los cuatro perros mientras escuchamos la algarabía de los pájaros. El círculo tiene exactamente el mismo tamaño que tenía la pequeña cabaña, y fantaseo, cuando los ánimos vuelvan y las fuerzas me acompañen, con construir aquí una pequeña cabaña donde encerrarme con mis libros para meditar en el seno del silencio, que es la paz e indica siempre el Camino, la Senda. Sueño con esa idea porque sé que desde el silencio y la meditación se pueden crear muchas cosas y se pueden hollar esos mundos que de otra manera son inaccesibles. Y quizás de ahí salga una nueva stellae novae y todas esas almas que ahora de alguna manera están unidas desde el lazo místico y sus sincrónicas apariciones, hallen un nuevo lugar de reencuentro.

Estas cosas pienso al solecito, en el jardín bucólico, en el pequeño círculo hermético, mientras termino la maqueta de la segunda edición de Luz en el Sendero, a la espera de poder entrar en la imprenta una vez pasada la cuesta de enero y una vez la vida nos plante de nuevo en la senda de la abundancia. El sol irradia estos días con fuerza mientras las cabañas octogonales, y todo lo que simbolizan, esperan. Vendrán de nuevo aquellas antiguas encomiendas, cuando el laurel florezca de nuevo.

Volver a empezar en el mundo del emprendimiento


 

«Tan solo hay tres grupos de personas: los que hacen que las cosas pasen, los que miran las cosas que pasan y los que preguntan qué pasó». Nicholas Murray Butler.

Empezar un emprendimiento desde cero es complejo y está lleno de dificultades. Nuestro país no destaca precisamente por facilitar el autoempleo, el emprendimiento o la vida autónoma. Tampoco se fomenta ese tipo de inquietudes, capando toda iniciativa. La burocracia es asfixiante, los impuestos excesivos y los protocolos para emprender pueden resultar un laberinto imposible. Y luego, la parte más difícil, el sostenimiento de lo creado, el poder tener un mínimo sueldo, unas ganancias, y que la cosa vaya bien. Las estadísticas dicen que diez de cada cien empresas sobreviven a los primeros cinco años. Es decir, el noventa por ciento de las empresas fracasan en los primeros años de vida.

Nuestra pequeña empresa editorial está dentro de ese diez por ciento, ya que llevamos dieciocho años en el sector cultural. Es cierto que ha sobrevivido, y utilizo expresamente esta palabra, pero también es cierto que no ha pasado a la fase de expansión que debería. Superadas las primeras etapas de inestabilidad y obstáculos propios de cualquier iniciativa, nos falta llegar la fase de poder crecer más allá de lo que ya hemos hecho. Ser amanuense en los tiempos que corren es complejo.

La ventaja de trabajar en algo que te gusta es que asumes el riesgo de la pérdida, y siempre nacen cientos de triquiñuelas para seguir adelante. Reinventarse una y otra vez y hacerlo mejor cada día, aprendiendo del oficio todo lo que se puede, resuelve ciertas angustias que, de no tener un poco de sangre fría, serían insuperables.

La incertidumbre de tener un negocio y no un sueldo fijo siempre viene de la mano de los vientos circunstanciales y caprichosos. Hay meses que se vende mucho y otros que no se vende nada. Los gastos fijos siempre están, y los requerimientos y obligaciones estatales también.

Mi primer emprendimiento fue en la universidad, donde creamos una revista, la Revista del Estudiante, la llamábamos. La revista era gratuita, pero conseguíamos publicidad que nos permitía seguir imprimiendo y sacar algo de dinero para los estudios. Recuerdo que con las primeras ganancias compramos una grapadora especial para poder coser con ella nuestros ejemplares. Aquella revista fue muy inspiradora porque a raíz de nuestra iniciativa, nacieron otros fanzines que pretendían competir con nosotros.

Ahora los tiempos están cambiando vertiginosamente y como siempre, en enero, que es mes de pocas ventas y ningún margen de beneficio, tenemos algo de más tiempo para reflexionar sobre cómo encauzar el crecimiento orgánico de nuestra editorial sin caer en la fácil tentación del crédito o el endeudamiento, recurso que la mayoría de las empresas utiliza para sobrevivir o sostenerse en momentos críticos.

Pensamos en lo que nos dijo un amigo hace unas semanas. Las velas es un objeto cuya utilidad supondría el que hubieran desaparecido hace tiempo con el invento de la electricidad. Sin embargo, ahí están, sobreviviendo, reinventándose con mil colores y aromas. Decía que con los libros pasaría lo mismo. Serían objetos de culto, como lo son ahora las velas, y que con el tiempo deberían reinventarse de la misma manera.

Le damos muchas vueltas a esa idea, y habrá que ahorrar para invertir en el futuro en esos libros de culto que deberán añadir un extra a las ediciones que hagamos. Seguiremos siendo los escribas del siglo XXI, trabajando silenciosamente para que el espíritu de los tiempos sobreviva a sus propias vicisitudes.

El reto ahora es tener almacén y oficina para la editorial después del traslado realizado. Ya tenemos los planos y esperemos que este año podamos ponernos manos a la obra. Cuando tengamos esa base organizada, esperemos que lo demás venga por añadidura.

Apología de la movilidad eléctrica


Entre el primer Híbrido del mundo, el Toyota Prius, y uno de los primeros eléctricos puros de VW, el ID4, han pasado exactamente veinte años.

 

“Deja que la vida obre a su antojo. Créeme: tiene razón la vida. Siempre y en cualquier caso.” Rilke

Es cierto, y siempre lo he dicho, que lo más ecológico siempre será ir a pie, en bicicleta o en transporte público, por este orden. Así lo hice durante mucho tiempo, hasta que las necesidades profesionales me obligaron a tener coche. La movilidad se puede entender desde muchas perspectivas. La mía siempre, más allá de los caballos de potencia o de cualquier otra expectativa, ha sido la ecológica. Partiendo de que lo más ecológico es andar a pie, cuando he tenido la necesidad de movilidad por mi trabajo, y el trabajo de editor requiere de bastante movilidad, siempre he optado por opciones que en las tendencias actuales se veían como las más «ecológicas».

Por eso en 2004 compré con mucho esfuerzo una de las primeras unidades que llegaron a España de la segunda generación del Toyota Prius llegadas desde la fábrica japonesa de Takaoka. La primera (la de 1997) nunca se comercializó en nuestro país, y fue algo simbólica. Pero en aquellos tiempos, hace ahora 20 años, el Toyota Prius de segunda generación fue un salto cuántico en cuanto a movilidad, y todo un referente a nivel mundial, creando una especie de discurso ecológico combativo incluso entre celebridades como Brad Pitt. Recuerdo que mis amigos me llamaban para que les mostrara la novedad, alucinando por todo lo novedoso que aportaba aquella primera unidad. Veinte años después, la tecnología híbrida ha quedado totalmente obsoleta, y Toyota, pionera en la misma, no ha innovado absolutamente nada en estas dos décadas. Los Toyotas actuales siguen teniendo las mismas baterías que los de hace veinte años a precios cada vez más prohibitivos.

Mi segunda apuesta ecológica en movilidad fue un híbrido enchufable. Apenas me ha durado dos años la aventura, viendo que se trataba de una especie de triquiñuela para conseguir la ansiada etiqueta cero, pero sin aportar absolutamente ninguna solución ecológica. Mi viejo Toyota Prius seguía siendo más ecológico que el Mitsubishi Outlander híbrido enchufable., también japonés. No os recomiendo esta opción, por cara e inútil.

Durante muchos años intenté comprar un eléctrico puro, pero me daba de bruces con la realidad. Los eléctricos puros eran carísimos y las autonomías que ofrecían, hasta hace muy poco, no pasaban de los doscientos kilómetros reales. Pero este año, las cosas han cambiado. Tesla, pionera en la electrificación del parque automovilístico y gran impulsor de esta realidad, ha empezado a bajar los precios, y con ello, ha obligado a sus competidores a hacer lo mismo. Estamos con ello atravesando un punto de cambio de ciclo, de tendencia, de paradigma, estamos en un momento liminal donde se marca la brecha entre el antes y el después, al igual que en su día, hace veinte años, ocurrió con el Prius.

Aunque los eléctricos puros aún siguen siendo caros, ya no lo son tanto, y la mayoría ha traspasado la brecha de los trescientos o cuatrocientos kilómetros de autonomía real, lo cual es todo un logro (los híbridos solo tienen dos km. de autonomía, y los híbridos enchufables no pasan de cincuenta).

Por eso este año nos hemos lanzado a comprar un eléctrico puro (de gerencia) y no de una marca japonesa, sino alemana. Los japoneses, pioneros en la hibridación del coche, se han quedado atrás en la carrera eléctrica, siendo para marcas americanas y europeas (y sobre todo chinas) una ventaja comercial. Toyota, pionera en la electrificación, ha llegado tarde y mal, siendo las marcas chinas, coreanas, americanas y europeas las que les están aventajando.

Mi experiencia personal en este mes de pruebas con un eléctrico puro ha sido muy positiva. El VW ID4 ha resultado ser un coche no solo silencioso, potente y espacioso, sino totalmente ecológico y sostenible. Con una autonomía real de unos cuatrocientos kilómetros en condiciones normales, la experiencia de conducir un coche eléctrico puro ha sido un hermoso antojo de la tecnología. Si además lo recargas con el excedente de una instalación fotovoltaica, el círculo se cierra de forma excepcionalmente sostenible. Debo matizar que el círculo, en nuestro caso, no lo cerraremos hasta el verano, cuando empecemos a acumular excedentes, ya que en invierno la producción del sol es mínima.

El habernos descarbonizado y pasar por delante de las gasolineras sin pagar los cada vez más aberrantes precios de la gasolina es una sensación de liberación. Es cierto que es una liberación aún muy burguesa, pero siento que en diez o veinte años más, la movilidad eléctrica será la tónica para todos los que necesiten un vehículo. A los que podáis, os animo a que hagáis la transición. Los coches de gerencia con pocos kilómetros están como nuevos, y sirven para ir haciendo poco a poco esta transición ecológica. El objetivo final de prescindir del petróleo deberá repercutir positivamente en las próximas generaciones. Pequeños pasos hacen grandes cambios. Cumplamos con nuestra parte.

Pd1. Por cierto, me da mucha pena llevar al desguace al Toyota Prius… Si alguien lo necesita se lo regalo. Escribir a javier@dharana.org. Lo podéis utilizar para entregarlo para las ayudas del MOVES, como coche de uso diario o coche de batalla.

Pd2. Algunos apuntes a tener en cuenta:

  1. Se recomienda siempre cargar el coche eléctrico en la franja del 20% al 80%. Solo para viajes largos se recomienda al 100%.
  2. En esta web podréis conseguir coches de gerencia de la marca VW a buen precio: https://www.dasweltauto.es/esp/volkswagen?ordenacion=precio_ascendente&condicion[marca_facturacion_dwa][]=15&condicion[marca_facturacion_dwa][]=24&desplegable=marca-0&combustibles=2&condicion[tipo_motor][]=2&url_actual=volkswagen&condiciones[0][marca]=Volkswagen&desplegado_movil=0
  3. Nosotros hemos comprado un coche de gerencia con treinta mil km. de uso de batería grande, por el mismo precio que nos costó hace veinte años el Toyota Prius. Merece la pena, ya que los de primera mano cuestan casi el doble. Los coches de gerencia están totalmente nuevos y tienen garantía del fabricante. El modelo que hemos comprado para la empresa ha sido el ID.4-1st Automático 150 kW (204 CV), por si queréis saber algo de este modelo.
  4. Si tenéis la oportunidad de tener placas solares, tenéis que dimensionar las mismas teniendo en cuenta las cargas del coche eléctrico. Nuestro coche tiene una batería de 77Kwh. Si la gastáramos toda en una semana y quisiéramos llenarla al cien por cien, necesitaríamos esa energía. Nuestro sistema de quince placas y un inversor de marca española Ingecon, elSTORAGE 3-6TL M de 6Kwh, genera en invierno una media de 60Kwh. Es decir, que con lo que producimos en una semana, podríamos casi cargar totalmente el coche. En verano podemos producir uno 200Kwh a la semana, con lo cual, tenemos excedente que podemos acumular para el invierno, al mismo tiempo que cargamos el coche al cien por cien. Aseguraros de que vuestra compañía tiene lo que ahora se llama «batería virtual». Nosotros trabajamos con la cooperativa ecológica «Som Energía». 
  5. Algo que hay que tener en cuenta es el cargador del coche. Os recomiendo el cargador Trydan  del fabricante español V2C. Lo recomiendo porque es versátil e inteligente, regulando la energía necesaria sin que te quedes sin consumos en el hogar. Se puede cargar el coche directamente desde la red, pero es lento y menos seguro que hacerlo con un cargador. Estos cargadores suelen tener una potencia de unos 6Kwh. Hay que tener en cuenta que para aprovechar este tope de energía, tenéis que tener un sistema fotovoltaico a 6Kwh como el nuestro, o subir la potencia a 6kw. En todo caso, también se recomienda cargar el coche por la noche, donde existe la tarifa más barata y donde se hace menos uso de la electricidad.
  6. Si vais a comprar un coche eléctrico, tened en cuenta que a las cifras que da el fabricante sobre autonomía debéis restarle aproximadamente unos cien kilómetros para que se aproxime a la realidad. Nuestro fabricante promete unos 525 km de autonomía, pero nosotros calculamos que podemos hacer unos 400 reales. Suficientes para el día a día y para viajes largos donde tengamos que cargar el coche una o dos veces por trayecto.
  7. No sé si me he dejado algo. Cualquier duda, escribidme, por eso de hacer apología.

El gran reemplazo


 

“La virtud y la sabiduría son cosas sublimes, pero si en la mente del hombre dan pie al orgullo o a la ilusión de separatividad en relación al resto de los humanos, entonces no son más que las serpientes del yo reapareciendo en una forma más sutil”. Mabel Collins

Ya sé que el espíritu sidéreo no entiende de males, pero tengo ardores. La medicación antigripal que me han dado es bastante fuerte y algo debe estar haciendo para tener el cuerpo tan descompuesto. ¡Qué frágiles somos ante la adversidad! Por suerte llueve a mares, lo cual me evita el estar a la intemperie en exceso. Sacar a los perritos se ha convertido en toda una odisea, así que, pese a su depresión por mi pasividad, les abro la puerta y que corran, que ancha es Castilla. Que campen a su antojo que para eso hicimos el sacrificio de acoplar nuestras vidas a las suyas.

El malestar exterior se refleja en el interior, creando cierta dejadez, que viene siempre acompañada de pasotismo e inactividad. No pasa nada, todo está bien. El chakra sacro adolece en una especie de masa cuneiforme que asusta verla, quizás debido a que la energía vital cortocircuita cuando el flujo normal de vida es atacado por una enfermedad. Como diría aquella sabia que ahora estamos editando, todo el mundo sabe, porque ha leído a Eliphas Levi y otros autores, que el plano “astral” es un plano de fuerzas sin igual, donde reina la confusión. Pero esto no aplica al plano “astral divino”, un plano en el que reina la sabiduría y, por lo tanto, el orden. El espíritu sidéreo, que decíamos antes.

Cuento todas estas anécdotas sin importancia para llamar la atención del ávido lector, y de paso, advertirle de que este no es un escrito realizado con inteligencia artificial, pero sí desde el caótico plano astral humano. Digamos que es una especie de marca de agua. Estoy descubriendo algunos blogs que empiezan a llenarse de contenido a base de vagancia, de chatGPT y poca imaginación. Si no hay hilo de vida, ¿para qué escribir? Si no hay alma en las letras, ¿para qué aburrir al personal? ¡Qué dilema!

La gente busca calor y abrigo. Contar historias o compartir la propia vida puede servir de excusa para sentirnos, al menos, un poco acompañados. El fragor del hogar nace precisamente de esa necesidad de saber los unos de los otros, siempre de forma sana, sin insultos, sin expectativas, compartiendo, amándonos amablemente, aunque seamos diferentes, aunque pensemos diferente, aunque nuestro olor corporal y nuestra piel, disten. Y a mí me viene bien entre maqueta y maqueta, sudor y sudor, gripe tras gripe, desahogarme escribiendo alguna cosa, aunque sea errática y caótica. Al menos hasta que, “ven Señor Jesús”, la luz vuelva a mí, y con ella, la sabiduría, la clara mañana y el orden.

Si fuera una inteligencia artificial, terminaría este escrito diciendo: “en conclusión”, la vida es así y no la he inventado yo. Pero soy humano, estoy vivo, anhelo lavar mis pies en la sangre del corazón, que decían místicamente los antiguos, e iré al grano de lo que quería decir, sin más.

Resulta que ayer, dejándome llevar por mi aspamiento doloso, terminé tragando telebasura (Señor, he pecado). Había un programa que sin pelos en la lengua hablaba de “el gran reemplazo”, ese que dice que los blancos europeos y toda su cultura está siendo reemplazada por culturas ajenas a la europea, entiéndase, especialmente, culturas árabes, bereberes, levantinas, norteafricanas y subsaharianas. Vamos, que sigilosamente, Europa está viviendo, de nuevo, una gran invasión, esta vez pacífica y silenciosa, donde la raza blanca, con el chacra sacro cuneiforme, está siendo reemplazada por las fértiles razas del sur, convirtiendo nuestro viejo continente en lo que algunos ya llaman “Eurabia”. Los xenófobos de turno están haciendo su agosto cada vez que un cayuco o patera cae en nuestras costas. Los extremistas se frotan las manos porque esto alimenta su discurso de odio hacia el otro.

Y los nacionalistas hacen un extraño giro solicitando las competencias de emigración para regular la masiva llegada de emigrantes, que por más empeño que se ponga con tanta normalización, no terminan de asimilar la cultura receptora, y menos aún su idioma periférico. ¡Qué gran fracaso señor Heribert! Sí, sí, ya lo sé, orden señores, orden. Hay que ordenar la emigración, antes de que nuestros hijos e hijas terminen adorando a otros dioses, y de paso, hablando otras lenguas.

Como en verdad, en verdad os digo, el verdadero y peligroso reemplazo futuro vendrá de la inteligencia artificial sobre nosotros, los humanos, cuando con su inteligencia ampliada o general (el siguiente reto) se den cuenta de que somos una auténtica plaga para el planeta, le he preguntado qué opina y me ha dicho muy educadamente lo siguiente:

“En conclusión, es importante basar nuestras percepciones en información objetiva y evitar caer en teorías de conspiración sin fundamento. La comprensión y el respeto mutuo son fundamentales para construir sociedades inclusivas y cohesionadas”.

Pues eso, recemos al espíritu sidéreo, que no entiende de males.

“Sufrió, fue enterrado y se levantó de nuevo”


 

 

Era media noche en punto y estaba todo oscuro. La cueva parecía estar a cubierto por un gran portón que se alzaba impresionante ante las miradas ajenas. Para entrar, había que mencionar códigos ocultos, palabras de pase y toques que solo unos pocos podían interpretar, lejos de la curiosidad profana. Sonaron tres golpes con un ritmo y cadencia especial, y esa fue la señal, apartando con ello las espadas guardianas. El maestro de ceremonias acompañaba al recipiendario para su nueva muerte, la cual encontró por tres golpes hechos con una regla, una maza y una escuadra. Sufrió las pruebas pertinentes y testificó la antigua leyenda de la atroz muerte del maestro constructor del templo. La carne se desprendía de los huesos, gritaban unos y otros. De alguna manera, fue enterrado en una oscura tumba, y se levantó de nuevo.

El principio alquímico de la resurrección obró el milagro. El venerable, famoso personaje por sus actuaciones en un reconocido programa de televisión, proclamó la maestría a su golpe de mallete. Un nuevo eslabón en la cadena aurea había nacido. Un nuevo símbolo de esperanza resucitaba ante los ojos de los demás. “Sufrió, fue enterrado y se levantó de nuevo”.

En términos psicológicos, el alma humana sufre constantemente ante las adversidades de la vida. A veces incluso parece como si la vida fuera un constante sufrimiento con algunos momentos dulcificados. Eso equivale a que muchas veces nos hundimos, somos enterrados por las pruebas de la vida, hasta que una fuerza inmanente en nosotros nos hace levantarnos de nuevo, resucitar a la vida, y buscar en las fuentes de la existencia algún tipo de recalcada esperanza.

La maestría consiste precisamente en eso, en resucitar una y otra vez ante la adversidad, completando en nosotros eso que llaman experiencia, la cual nos otorga cierta serenidad ante las adversidades, alejándonos del drama y buscando en la misteriosa red arquetípica las causas primeras de todos los acontecimientos que a priori, nos parecen fortuitos y aleatorios. Pero más allá del ocaso, las causas primeras nos pueden ayudar a entender que la vida promete un aprendizaje, una enseñanza, que deberá ser integrada en nuestro aspecto más profundo para poder ser útil a la nueva generación. Ese que se levantó de nuevo y con ello se convierte en maestro, tiene como misión ayudar a los demás en el proceso alquímico de la supervivencia constante, humana y mistérica. Su marca y emblema a partir de ese momento de entendimiento y resurrección es el servicio, primero a uno mismo, pero sobre todo, a los demás.

El milagro de la creación no puede dejar de maravillarnos al mismo tiempo que nos crea extrañeza por toda su complejidad. Nuestra ignorancia nos aleja de las causas y nos ancla en resolver efectos que para nada entendemos. La pregunta siempre es la misma, ¿por qué a mí? Pues a veces es a nosotros porque nos despistamos, porque nos faltó atención, porque no estamos conectados al fluir de la vida, o porque, realmente, existe una causa profunda para que aprendamos esa lección de vida. No todo es determinista, siempre hay un punto de azar, de libre albedrío que nos empuja hacia el acierto o la equivocación. Lo importante, sea del origen que sea, es volver a levantarnos una y otra vez. De ahí que el que lo consigue, el iniciado que vio de nuevo la luz, tiene la responsabilidad de guiar a los demás, con sigilo y en secreto, al ciego que aún vive enterrado, sin saber cómo ni cuando será levantado.

 

¿Qué estamos haciendo desde la Fundación?


La tristeza profunda que arrastramos por el cierre del proyecto O Couso nos afianza y empuja para seguir trabajando por el alto ideal, esta vez esperando que ese actuar sea de forma más inteligente y sabio. Aprendimos mucho en esta década prodigiosa, dura pero fascinante. Ese aprendizaje nos ha tenido que ayudar para imaginar mundos mejores y más accesibles. La posibilidad se palpó, con mucho esfuerzo, y por eso ahora no nos achicamos ante los futuros retos.

En estos momentos estamos trabajando en un pequeño centro de operaciones que sea lugar de encuentro futuro. Durante estos meses, en la Sierra Oeste de Madrid, donde la fundación dispone de un pequeño terreno, hemos limpiado el espacio profundamente, ya que el antiguo propietario sufría de síndrome de Diógenes y hemos tenido que dedicar mucho tiempo a la adecuación del lugar. La limpieza material y energética ha sido una labor importante para que el lugar vuelva a cierta belleza natural (en las fotos se ve el antes y el después).

De forma paralela, hemos contratado los servicios de un arquitecto para que realice los planos de la nueva construcción. Seguramente estos planos estarán este mes de enero, lo cual nos capacitará para empezar a buscar recursos (creemos que de la venta de libros de nuestra editorial) para empezar a construir el tejado del nuevo espacio.

Una vez tengamos el edificio funcional, suponemos que, en uno o dos años, dependerá de la capacidad de generar recursos , trasladaremos la sede de la editorial y de la fundación al nuevo edificio. Desde allí daremos cobijo a actividades y encuentros que puedan ayudar a imaginar nuevos mundos, a impregnarnos de la magia de los nuevos paradigmas que han de llegar, y también a personas que nos quieran ayudar a imaginarlos y ponerlos en práctica.

Para nosotros será como un volver a empezar, pero desde una base de conocimiento importante y una ilusión renovada, a sabiendas que el mundo necesita renovar su compromiso con ese mandamiento necesario de amaros los unos a los otros, y con esa creencia de que el amor solo es posible mediante la oportuna relación. Por eso O Couso realizaba una función importante, ya que permitía relacionarnos los unos a los otros, poner en práctica el amor incondicional en circunstancias a veces muy adversas, y de paso, impregnar nuestro día a día de altos ideales y nuevos paradigmas que poníamos en práctica en cada acción realizada.

No podemos perder ese vínculo, de ahí que queremos mantener la llama viva y la alegría suficiente para llevar a cabo la nueva siembra, creando un nuevo punto de luz, un nuevo lugar de encuentro donde compartir y aventurarnos de nuevo a la acción activista inevitable. Llenarnos de quietud por dentro para luego sembrar el mundo de buenas acciones.

Propósitos para año nuevo


 

 

Un año después de haber cerrado el proyecto aún hay gente que pregunta por él, si pueden ir de voluntarios, si los podemos apuntar en la nueva lista de difusión para informar sobre los avances del nuevo proyecto, etc… El otro día soñaba que volvía a O Couso después de un tiempo y había mucha gente, una comunidad establecida y alguien con un montón de dinero en la mano. Le pregunté qué hacía con ese dinero y decía que era lo facturado en ese día. Yo, extrañado, le decía que en O Couso nunca hemos cobrado dinero, que todo era voluntario y que siempre nos hemos regido por la economía del don. Todos me miraban como si hubiera venido de otro planeta.

Cuando desperté recordé que O Couso como proyecto alternativo ya no existía, al menos materialmente.

Hoy repasaba todas las carpetas del proyecto para regalar todo el trabajo intangible realizado a un puñado de amigos. Pensaba que quizás alguien podría continuar con el trabajo allí emprendido si en los años de vida útil que aún me quedan no lograba hacerme rico para volver a empezarlo de nuevo. Lo de la riqueza lo veo primordial para no vivir de nuevo en un tiempo empantanado siguiendo con los ideales de la economía del don. Tampoco deseo que me pasé como a otros utópicos que se arruinaron una y otra vez por emprender proyectos que estaban excesivamente avanzados en su tiempo. Ya les pasó a Fourier, Owen, Saint-Simon o Cabet, pioneros de una utopía excesivamente adelantada y por ello, destinadas irremediablemente al fracaso.

Por ello, uno de los propósitos de este año es asentar las bases de cierta riqueza material. Terminar de pagar esas deudas interminables que parece que nunca se acaban, consolidar la empresa editorial en el complejo mundo de los libros y seguir mejorando la futura sede de la editorial y la fundación, creando un lugar acogedor para crear las bases de un futuro proyecto más ambicioso.

En lo personal seguiré soñando con crear familia, a pesar de que el año pasado fue un duro golpe al tener que atravesar cinco abortos de repetición. Este año seguiremos con mil pruebas más en hospitales públicos y privados hasta que encontremos la causa de lo que ocurre. Ojalá sea un año tranquilo interiormente para que podamos afrontar esa realidad hermosa.

Intelectualmente estoy despertando a mis antiguas inquietudes. Deseo leer más para seguir aprendiendo. Deseo ser más activista después de un año de escasa o nula actividad grupal y colectiva. Deseo implicarme aún más en los problemas de la humanidad, por si pudiera aportar algo, por eso de cumplir cada uno con nuestra parte. También me gustaría volver a escribir libros, después de diez años de sequía tras editar una docena de ellos. Debo compartir el elixir de estos diez años, y qué mejor manera que hacerlo con la escritura. Ya tengo un par empezados, a ver si logro terminarlos pronto.

Mi propósito místico-espiritual para el nuevo año, que de todo tiene que haber en la viña del Señor, es seguir interiorizando en el silencio, la quietud y la inevitable meditación. De momento sin acciones grupales, porque debo aún recuperarme de estos diez años de entrega excesiva, pero con la idea de recobrar fuerza y vigor para poder seguir experimentando el vasto mundo de la experiencia espiritual.

Así que tras un año de muchos cambios, ahora toca cimentar las bases de todo lo que vayamos a construir. Muerte y resurrección para poder seguir aportando alguna melodía en esta estrofa musical.

Ruido de fondo


“El supermercado es un lugar de espera, nos recarga espiritualmente, es un umbral. Mira qué brillante, qué lleno está de información psíquica, olas, radiación, todas las letras y números están aquí, todos los colores del espectro, las voces y los sonidos, las palabras secretas y las palabras ceremoniales. Solo hay que saber descifrarlas”. Murray, en la película “Ruido de fondo”.

Miro las noticias y el índice de Miedo y Avaricia está en 74, lo cual indica un sentimiento medido de «codicia extrema». Siguen las guerras a pesar de que el año que viene celebramos ochenta años de paz en Europa, o al menos en una parte importante de Europa, todo un logro para el viejo continente. En Corea del Sur van a prohibir la comercialización e ingesta de la carne de perro. Los detractores de esta nueva norma dicen que atenta contra la tradición y su cultura, y dicen que es una ley influenciada por Occidente, añadiendo que aquí comemos carne de vaca, conejo y oveja y nadie dice nada. Es verdad que en Occidente tenemos una doble vara de medir, algo cínica, con respecto a la vida animal. Amamos a los perros, creamos leyes que los protegen casi dotándoles de derecho natural, pero nos comemos a las vacas.

El otro día alguien me preguntaba cuándo y porqué me había hecho vegetariano. El cuándo fue aproximadamente en el año 89, cuando contaba con dieciséis años. El lugar fue en Latour de Carol, cuando tuve una especie de revelación o ascesis mirando fijamente los ojos a una vaca. En aquel pequeñito pueblo del sur de Francia empezó mi particular camino hacia la liberación del espíritu y el logro de la virtud, que dirían los antiguos.

No es que el dejar de comer perro o vaca te haga más sabio y más virtuoso, pero digo yo que algún tipo de recompensa interior o moral habrá. El porqué, fue simplemente por pura conmoción y compasión. ¿Cómo es posible que en Corea del Sur aún se coman a los perros y cómo es posible que en nuestra cultura occidental aún comamos vacas, conejos y ovejas? Algo así debí pensar tan permeable e inocentemente joven.

Ayer, tras unos días en cama por gripe asistí en el centro de Madrid a un encuentro reducido con el Ministro de Exteriores. Estuve un rato buscando qué ponerme porque la ropa se me ha quedado toda pequeña de tanto engordar en esta vida burguesa que llevo (en verdad soy galletariano, pero esto ya lo sabéis). Al final intenté disimular hasta que me di cuenta de que no me había cambiado de calcetines y asistí con unos de esos que te regalan para Navidad. Menos mal que los de protocolo iban también un poco desaliñados para los tiempos que corren y no se fijaron en mis calcetines insultantes. Ay, qué impactante resulta ver como se están perdiendo las formas.

El ministro, un hombre culto e inteligente, de elocuente labia y extraña sonrisa, nos habló del conflicto de Oriente Medio y se empeñó en hablar de paz, más que de guerra. Me gustó su sonrisa socarrona mientras repetía una y otra vez que la socialdemocracia internacional desea la paz mundial. Me hubiera gustado increparle y hablarle de la necesidad de la paz en el plato de comida. Que sí, que amamos a los perros como a nosotros mismos, pero detestamos a las vacas, los conejos y las ovejas casi tanto como a los judíos, los rusos o los árabes. El nuevo mandamiento, que paradójicamente nació en aquella tierra inhóspita, es bastante selectivo. A eso de amaros los unos a los otros, faltó añadir que los “otros” eran todos, no solo los de nuestra incumbencia, y diría yo, no solo a los de nuestra especie. Es decir, que si tenemos capacidad moral para amar a los perros, ¿por qué nos cuesta tanto amar a las vacas, conejos y ovejas? (Y por favor, no seáis simplistas con esa frase tan española: ¡es que el jamón!)

Me hubiera gustado que estuviera el Ministro de Interior, que seguro que entiende más de vida espiritual, para explicarle al de Exteriores que la paz mundial solo será posible cuando se encuentre la paz interior. Me explico: el hecho de que el índice de Miedo y Avaricia esté rozando la codicia extrema está muy relacionado con el hecho de que en Corea del Sur aún coman perros y en Occidente vacas, ovejas y conejos (y jamón). También está estrechamente relacionado con las guerras de Oriente Medio y decenas de países que aún viven en la antigua era del conflicto, en el viejo paradigma de la sangre por la sangre y en la obsoleta consciencia de que para sobrevivir necesitamos ritualizar la muerte en hermosos escaparates de supermercado, los cuales, como en la crítica subversiva que aparece en la película “Ruido de fondo”, aún conservan ese halo místico y casi divino.

De ahí la importancia de tener un verdadero Ministerio del Interior, es decir, un ministerio que vele por nuestra vida interior, nuestra moral, nuestra consciencia, nuestros valores, el silencio y la equidad profunda. No sé, se me ocurre que tal vez debería volver a la política y promover este tipo de ideas y esta nueva cultura ética en las mareas ideológicas que ahora nos gobiernan. Eso de meter la cabeza bajo tierra y decir / pensar «esto no va conmigo» está bien durante un tiempo. Ese sesgo cognitivo denominado efecto avestruz, avaricioso y egoísta, es lo que aleja la rica vida interior de la vasta experiencia exterior.  Hay excesivo ruido de fondo en el mundo, y con eso, es muy difícil la paz mundial y ese mundo amable y maravilloso al que todos aspiramos.

Dicho todo esto, bravo por los perros de Corea del Sur. A ver si tomamos ejemplo en Occidente y movemos ficha por las vacas, los conejos y las ovejas.

Agradecido al 2023, un año agridulce


Con los amores en nuestro nuevo hogar

Hace unos días viajaba hacia el valle del Tiétar para pasar el día con unos amigos y dedicar un trozo de tiempo a trabajar en un libro de próxima aparición. Era impresionante ver desde la finca la inmensa silueta del Almanzor desafiante entre nieblas y llovizna tardía. Como el coche es completamente silencioso y dispone de esas modernas ayudas a la conducción que te permiten abstraerte aún más en pensamientos profundos, empecé a hacer en el viaje repaso necesario del año que terminaba.

2023 ha sido un año de muchos cambios, la mayoría agridulces. Muy parecido al año 2013 (donde empezó el periplo hacia Galicia), 2003 (donde empezó el segundo periplo hacia Andalucía) y 1993 (donde empezó el primer periplo a Andalucía)… Observo que para mí esos años son puntos de inflexión que de alguna manera cambian mi vida de forma radical cada diez años. Eso que los expertos llaman años de tránsito o de tensión. Y toda tensión produce muchos cambios a muchos niveles, reajustes kármicos que dirían los místicos orientales, al mismo tiempo que se prepara la tierra para una nueva expansión de la consciencia individual, pero también colectiva.

La pérdida de la utopía fue un proceso muy duro, al mismo tiempo que liberador. Tras diez años dedicados a una fijación, a una idea, a un ideal, fue muy complejo a nivel interior reconocer la suma de fracasos y errores y plegar velas para volver a puerto seguro y volver a empezar. El poema de Charles Baudelaire describe y sintetiza muy bien esta experiencia: “-Pues, ¿a quién quieres, extraordinario extranjero? -Quiero a las nubes…, a las nubes que pasan… por allá…. ¡a las nubes maravillosas!” Sentirse algo extranjero y solo desear vivir contemplando la impermanencia que las nubes maravillosas reclaman como metáfora en el cielo. Solo de esa manera, sin desear oro ni patria ni trono, se puede sobrevivir a la pérdida de un alto ideal.

Perdí en ideales, pero gané en amor. Ella me acompañó en todo el proceso de forma fiel y silenciosa, contemplando paciente la dureza de la pérdida. Se mantuvo firme en lo bueno y en lo malo, y eso fue dulce y amable, necesario y profundo. Estuvo ahí, que es lo que siempre se pide cuando necesitas apoyo incondicional. No salió corriendo, ni abandonó el barco a pesar del rumbo errático de los primeros instantes, y cuando hubo que plegar velas, fue la primera en subir al mástil para rizar y despejar el horizonte. Al terminar la jornada y llegar a puerto seguro, dobló bien las velas, adujo los cabos, baldeó la cubierta y el casco con agua dulce, aseguró el timón, apagó los instrumentos, cortó la batería, cerró los grifos de fondo y esperó paciente la recuperación de todo.

En ese vaivén de acontecimientos, cambios drásticos y mudanzas tuvimos cinco abortos. Esta fue quizás la experiencia más agria y dura de todo el año. Abortos de repetición, lo llaman, y a pesar de todas las pruebas realizadas, y más allá de los vaivenes e idas y venidas existenciales, seguimos sin encontrar la causa. El quinto fue quizás el más difícil, ya que escuchamos el corazón latir y llegamos a pensar que este sería definitivo. Pero al segundo mes la nueva vida nos abandonó de nuevo y nos hundió en un pozo complejo y difícil. Quizás nuestra agotada energía tras tantos cambios no era suficiente para que a nivel magnético, se implantara la nueva vida.

Es cierto que materialmente pudimos poner en orden muchas viejas deudas y empezamos a sembrar una casa sólida para la próxima década. Pero toda esa serenidad material no pudo ahogar la pena por la pérdida. Ahora toca trabajar duro para equilibrar lo material, profundizar y revitalizar lo emocional y recuperar la parte intelectual y espiritual, excesivamente abandonadas en este año de tensión y crisis. Cuando la base sea sólida en todos los aspectos, deberemos seguir pensando en la manera de se hacer algo bueno para el mundo, porque la vida, sin la generosidad del compartir, carece de sentido.

Así que con esas pérdidas nos enfrentamos al año nuevo. Confiando en que todo vuelva a la calma, y que con la calma, lejos de la mar brava, la Vida fluya de nuevo.

Pd. En la foto «los amores», Geo (Geotini de Calcutini), Luna (Lunichi), Aura (Aurichi, la perrita Gusanera) y Lago (Galgu), que han soportado pacientes y a veces depresivos, todos los cambios sufridos estos meses.

L’amic Retrobat


 

“Dios, he sido enviado aquí ciego para aprender a ver. Recordar que siempre estabas ahí conmigo. ¿Pero sabes lo difícil que ha sido? ¿Se podría haber previsto todo esto?” (“Without a Map” de Markéta Irglová)

En el instituto nos hacían leer en catalán esta novela de Fred Uhlman, “L’amic retrobat” (“Reencuentro”, en castellano). Los años ochenta y los noventa era el tiempo de lo que allí llamaban la normalización lingüística, muy alejados aún de todo lo que vino después. La gente abrazaba entusiasmada esa idea de convivencia y de normalización de dos lenguas hermanas que aprendíamos con alegría. Tras la primera oleada de emigración nacional (especialmente del sur al norte del país) de la cual yo era parte y testigo, vino una segunda ola venida de países Latinoamericanos. Fue ahí, en esa segunda ola, en plena normalización lingüística, a principios de los años noventa, cuando conocía a Carlos y su familia. Una caminata nocturna por la ruta mariana hasta el santuario de Montserrat, la montaña mágica para unos pocos, hizo que los astros se conjugaran y nos uniera en destino común.

Mis idas y venidas por medio país nunca nos alejaron. Más bien lo contrario, nos unió de alguna manera, inclusive cuando me marché a vivir a Escocia tan entusiasmado por mi tesis. Sin embargo, algo pasó cuando hace diez años me marché a Galicia y allí nos perdimos la pista. Galicia supuso para mí una desconexión casi total del mundo que hasta ahora había conocido. Encerrado en el proyecto y en esa pequeña cabaña durante casi diez años, en aquellos bosques fríos y nublados me olvidé de lo más esencial.

Pero este año supuso el cierre del proyecto y mi vuelta a Madrid, y con ello, el cierre de una época a veces algo oscura, para volver poco a poco a cierta luz, a cierta claridad. En esa claridad he puesto orden en todos mis asuntos materiales primero, en los emocionales después y espero que en los intelectuales y espirituales en poco tiempo. En este año de tránsito desde el septentrión hacia el centro he podido equilibrar toda mi vida personal, reconectar con amigos que tenía abandonados desde hacía tiempo y volver a situarme en un lugar privilegiado para observar y retomar ciertos propósitos vitales.

El broche de oro a todo este asunto de equilibrios y armonías llegó ayer. El día anterior habíamos estado en el hospital enfrentándonos a una operación. Por suerte todo salió bien y pudimos ir a recoger nuestro regalo de reyes, nuestro nuevo coche eléctrico con el cual pretendemos empujar de forma más ecológica a nuestra pequeña empresa editorial, viajando de nuevo todo lo que haga falta para conseguir relanzar la empresa, y de paso que lo hacemos, reconectar con los viejos y nuevos amigos y con los viajes, tan abandonados este último tiempo. A la vuelta de todo ese agotador día quedé en Madrid al día siguiente con la familia de Carlos.

Fue muy emocionante después de diez años volver a verlos, a esta que consideré durante mucho tiempo mi segunda familia. Volver a casa de los tíos de Madrid y encontrarme con Carlos (padre) y Olivia (madre) y luego, la guinda, la aparición estelar de mi viejo amigo Carlos (hijo), el cual hacía muchos años que no veía. Fue francamente emocionante y para mí muy, muy, muy importante. Por eso, una de las mejores cosas que me han pasado este año, más allá de la bonanza en otros aspectos, fue el reencuentro con Carlos, l’amic retrobat.

Tras el encuentro y el abrazo, volví a la Sierra Oeste con nuestro nuevo y silencioso amigo ID4 (un caballero andante necesita siempre una buena cabalgadura), en presencia, con tanta tecnología abrumadora, escuchando mi añorada “Without a Map” de Markéta Irglová, dando las gracias a la vida por este increíble año que espero sea la base para unos años de prosperidad interna y externa compartida, porque el amor, sin relación, no es amor. Gracias Carlos, gracias familia, por tan hermoso regalo. Ahora toca caminar, sin un mapa, por la fe, y no por la vista.

Sirva este último blog de este año para abrazar a todos esos amigos que fueron, están y serán. Sirva de homenaje a los que siempre estuvieron, en lo bueno y en lo malo.

Que tengáis todos un feliz año nuevo, y que las siembras pasadas den fruto bueno en este nuevo renacer. Muy feliz 2024. Gracias 2023 por todas las experiencias y aprendizajes.

 

 

Si yo fuera rico…


No quería decirlo para no levantar envidias ni recelos ni amistades no deseadas, pero sí, me tocó la lotería. Y lo cuento porque siempre hay personas que necesitan algo y por pudor no lo piden y he pensado que, si lo decía, pues, por más inocente que sea uno, siempre puede echar una mano. Y cuando te tocan muchos millones, y sabes a ciencia cierta que de todos ellos solo tendrás tiempo a disfrutar menos de un diez por ciento de los mismos, ¿por qué no compartir el otro noventa por ciento con los demás?

Algunas grandes fortunas ya dedican importantes sumas de dinero a obras filantrópicas. Educación, salud o la erradicación de la pobreza son los temas que más les preocupan. Si Bill Gates, Warren Buffet, Jeff Bezos o Amancio Ortega dedican algo de su dinero a ayudar a los demás, ¿por qué no iba yo a seguir esa senda? En verdad no cambiaría nada de mi actitud ante la vida, porque si hasta ahora he compartido el noventa por ciento de todo lo que tenía con los demás cuando tenía poco, ¿por qué no seguir haciéndolo ahora que tengo mucho?

Cien millones de euros es una suma considerable. Si me quedo diez para que yo y algunas generaciones futuras puedan vivir cómodamente, ¿qué puedo hacer con los otros noventa millones? He pensado en varias opciones que tienen que ver con la investigación, con la acogida, la ecología y con la nueva cultura ética. La partida de investigación estará dotada de diferentes frentes: salud, pobreza, bienestar, tecnología, ecología, vivienda, ciencia, cultura, etc.

La partida de acogida habilitará lugares donde personas que estén pasando por un momento difícil, tengan la oportunidad de vivir una experiencia de hogar, tal y como logramos realizar durante diez años con el proyecto O Couso. De hecho, llenaría el mundo entero de esos pequeños puntos de luz donde se pudiera de alguna manera investigar, meditar y contribuir con una nueva cultura ética a un mundo mejor. Y esta tercera partida, la dedicaría a promulgar nuevos valores, o valores fundamentales para hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. No sé si con noventa o cien millones se puede hacer mucho, pero seguro que esa pequeña fortuna serviría para apuntalar algún punto de luz aquí en la tierra.

Bueno, en verdad, hoy es el día de los inocentes y no me ha tocado la lotería. Pero sí que siento la necesidad de poder disponer de grandes sumas de dinero para poder seguir haciendo el bien. Si algún día fuera rico, dedicaría al menos ese noventa por ciento para compartir con la humanidad, o al menos, con aquellos que pudieran aprovechar cualquier tipo de inspiración o enseñanza. Ahora la fundación y la editorial están bajo mínimos, pero mi sueño y deseo para el próximo año es acumular riqueza para compartir riqueza.

Si durante todos estos últimos años he dado el noventa por ciento de todo lo poco que ganaba y dedicaba un diez por ciento a mis necesidades personales, estos próximos años quiero invertir la ecuación y en vez de ganar poco, ganar mucho, para que ese noventa por ciento pueda hacer mucho más bien. O Couso fue un experimento que me llevó a esa senda y a esa idea de la cooperación, el apoyo mutuo y la generosidad desde lo poco. Ahora ojalá fuera desde lo mucho, y pudieran existir en el mundo muchos más O Cousos inspiradores.

De momento, toca trabajar en silencio mucho, mucho, mucho, y acumular con cierta avaricia para luego compartir con generosidad. Solo cambiará el mundo cuando nosotros cambiemos nuestra visión de la riqueza y el compartir y la ecuación sea multiplicadora, y no viciada de escasez y egoísmo. Por eso, si yo fuera rico… Dubi dubi dubi dubi dubi dubi dubi du…

Suavizar la dureza de la lucha por la vida


“Si resultara cierto que alimentar a los extraños es inherente a la naturaleza toda, como algo que tiene carácter de ley general, muchos enigmas quedarían entonces resueltos”. Goethe

Esto lo dijo Goethe tras observar como una camada de petirrojos alimentaba a unos huérfanos pichoncillos de reyezuelo, y lo describe el príncipe Kropotkin en la quinta edición que vamos a sacar próximamente de su inspirador libro Apoyo Mutuo. Kropotkin escribió este extenso estudio inspirado por una conferencia titulada “Sobre la ley de la ayuda mutua”, la cual desarrolló en un Congreso de naturalistas rusos en enero de 1880 el profesor Kessler, entonces decano de la Universidad de San Petersburgo. Kessler murió poco tiempo después, lo cual dejó huérfana la idea que con cierta genialidad pudo más tarde desarrollar el príncipe ruso en contraposición a las tesis darwinianas.

La “ley de la ayuda mutua” nace en contraste a la “ley de la lucha mutua” que tan de moda estuvo en los tiempos de Darwin. La idea principal nos lleva a pensar que las sociedades en general y el ser humano en particular crece y se desarrolla a lo largo de la historia gracias al apoyo mutuo. Esta ayuda mutua de unos a favor de otros alcanza su apogeo en el estado de bienestar en el que ahora vivimos. Podemos decir que las sociedades más avanzadas han suavizado la dureza de la lucha por la vida. Mi tesis doctoral estaba basada en estas ideas.

En las próximas décadas, si no ocurre algún tipo de crisis profunda, veremos como esa ayuda mutua, ahora de carácter obligada en los estamentos estatales, repercutirá aún más en la vida individual y colectiva. Por un lado, los estamentos públicos allanarán el terreno para seguir suavizando la supervivencia más básica basada en la seguridad, y expresada en alimentos, abrigo, hogar, salud, educación y trabajo. Los avances en seguridad, seguramente se verán mermados por los retrocesos en libertades básicas y fundamentales. La inteligencia artificial junto con los avances en robótica hará que nuestras vidas se simplifiquen a lo único que el ser humano sabe hacer, con respecto a todos los demás reinos: soñar, imaginar, crear.

Ayudar a alimentar a los extraños ya no será una vaga idea romantizada, sino una realidad insertada en nosotros como algo necesario. Si tenemos visión y algo de inteligencia, veremos que ayudar al otro siempre nos favorece más que arrinconarnos en nuestras trincheras. Esto nos llevará a la conclusión de que la guerra, los conflictos y las luchas de poder ya no tendrán sentido. Ya no nos alzaremos un hermano contra el otro, sino que buscaremos la manera de convivir juntos en un mundo armónico y pacífico. La paz como emblema absoluto dejará de ser un sueño para convertirse en una necesidad colectiva.

Hemos visto en estos últimos tiempos un retroceso importante en estos valores. Las guerras de Ucrania-Rusia e Israel-Palestina han sido un duro golpe para ese sueño irreversible e irrenunciable. Nos queda mucho por hacer en todos los ámbitos de nuestra existencia, pero estamos convencidos, como humanidad, de que seremos capaces de avanzar y encontrar algún día esa paz necesaria. Y veremos como normal cómo unos extraños ayudan a los otros, y cómo la vida se teje bajo los principios del amor y la simpatía. El sentido moral y la ética del amor basado en el apoyo mutuo, en suavizar la vida, serán nuestras verdaderas señeras futuras. Empecemos a hacerlo con pequeños gestos con nuestros amigos, familiares, vecinos y conocidos. Todo es empezar con esa ética viviente de la que nos hablaban aquellos rusos.

 

 

 

 

¿El gran fracaso de la Gran Renuncia?


Grupo de amigos que apostaron por la gran renuncia en el proyecto O Couso

El título lo copio de un artículo de un diario de tirada nacional (ver aquí), y lo pongo entre interrogación para advertir de que quizás no haya sido un fracaso del todo. En estos últimos años han pasado muchas cosas que han cambiado para siempre nuestra forma de ver el mundo. Primero, el Covid y todo lo que trajo consigo (acabamos de editar un libro que habla de la pandemia desde una perspectiva alternativa, ver aquí). Ahí, en ese momento de crisis mundial, se gestó en nosotros muchos interrogantes existenciales que nos hicieron pensar que quizás la vida valía la pena si podía ser vivida (ver algo más sobre mi gran renuncia personal aquí). Muchos se dieron cuenta de que, de alguna manera, tenían la mente contaminada con la rutina, la inacción, la comodidad y simpleza de una vida rutinaria y aburrida. Pero algún tipo de chispa explotó dentro de nosotros, dando a continuación el nacimiento de la Gran Renuncia. Miles de personas que de repente dejaban sus vidas cómodas y se marchaban al campo a vivir una vida nueva.

Los que hicimos esa renuncia hace una o dos décadas no nos pilló por sorpresa. La vida bucólica en el campo estaba dentro de nosotros y queríamos experimentarlo. Creamos un bonito proyecto (ver aquí) que intentaba impulsar a otros a que también alcanzaran esa gran renuncia. Pero nos dimos de bruces cuando nuestra generosidad infinita empezó a ser cuestionada con estupideces de todo tipo. La que marcó un antes y un después, sin duda, fue aquella en la que la queja se expresaba porque no había aguacates en el desayuno. Diez años luchando para mantener un espacio diferente, alternativo, plural y brillante en muchos aspectos resumido en esa queja. Fue un momento muy frustrante, agotador y desesperante (gracias querido Enrique por desencadenar aquella inevitable ruptura).

Al cerrar el proyecto me di cuenta de que de alguna manera estaba haciendo una gran renuncia, pero a la inversa. La sensación que tuve y que aún arrastro es como la del titular de ese diario: algo ha fracasado. La vida bucólica en el campo no fue tan bucólica como uno se imagina. Nos faltaba de todo al principio y diez años después, no había aguacates en el desayuno. Más allá de la ilusión de los comienzos y de la proyección hacia un futuro mejor, las fuerzas y nuestros ahorros menguaron hasta el límite.

Sin embargo, pasado un tiempo, algo late dentro. Al leer el artículo, el cual cuestionaba el fracaso de esos miles de personas que se marcharon al campo y que luego, de alguna manera, han regresado a la ciudad, obvia que dentro de esas gentes que han saboreado el halo y las mieles de esa libertad casi absoluta, late dentro de ellos la semilla sembrada. Me doy cuenta cuando observo mi realidad actual, aburguesada, tranquila, sin sobresaltos. Viviendo de un oficio que me gusta y apasiona rodeado de libros y conocimiento y cultura y espiritualidad, siento que algo late. También lo siento cuando hablo sosegadamente con unos y otros que estuvieron allí, que experimentaron aquel milagro y comprobaron por sí mismos que otro mundo es posible. Y lo latente, ya sabemos que al final sale de alguna manera, nace de nuevo, se reinventa, surge hacia una nueva oportunidad.

Por eso sueño que, de alguna manera, aún no imaginada ni soñada, esa nueva gran renuncia está ahí, esperando de nuevo. Quizás no sea tanto una renuncia material con una bucólica vida en el campo, pero de alguna manera, si habrá una renuncia a todo lo que tenga que ver con el egoísmo y el individualismo de nuestra época. Atesorar experiencia posibilita tener una visión más amplia de cómo actuar en el futuro. Solo es cuestión de tiempo para que todos aquellos que se sintieron fracasados en su gran renuncia, vuelvan de nuevo a soñar, a inspirarse, y a realizar su nueva y particular revolución, su nuevo y particular universo paralelo, como aquel que en el norte de España sobrevivió durante casi diez años lejos de los paradigmas actuales. Volver a intentarlo. Eso es lo que nunca fracasa. Y por omisión, el único fracaso real es dejar de intentarlo. Así que estemos alertas, que algo late profundamente, como un volcán que espera latente esa imparable erupción.

Factura de electricidad a cero


Tenemos nuestra luz contratada con una cooperativa de la que somos socios, y la cual solo consume electricidad de origen renovable.

Cuando construí mi primera casa, toda de diseño, recuerdo que le pedí al arquitecto y al constructor que desplazaran la casa unos metros hacia arriba para evitar la tala de un árbol que estaba justo donde iba la casa. El árbol sufrió todo lo indebido, pero al final sobrevivió. Me sentía orgulloso cuando mis invitados venían a ver esa extraña casa y yo, en vez de fijarme en sus líneas sinuosas o en la simbología del número phi que envolvía a toda la construcción, hablaba de ese superviviente. La proporción áurea no era tan importante como el salvar a un solo árbol, aunque para eso hubiera que mover de sitio una casa de quinientos metros.

Cuando adquirimos la finca en Galicia, con sus casi cuatro hectáreas con sus pequeños bosques y prados, uno de los tratos a los que llegamos era que respetaríamos la vida de cada uno de los árboles que allí había, para disgusto de los paisanos, que siempre nos incitaban a convertir los bosques en prados, o de los visitantes, que siempre nos aconsejaban y decían que teníamos que “aclarar” el bosque talando árboles a mansalva. Plantamos muchos más árboles de los que habían, y jamás cortamos un solo árbol para leña, recogiendo de las nevadas aquellas ramas que caían inevitablemente al suelo y que luego nos daban fuego y calor.

En el lugar donde estamos ahora, mucho más modesto y recogido, estamos haciendo un esfuerzo para seguir plantando árboles como forma de colaborar con la regeneración de la naturaleza. También pusimos placas solares no hace mucho y hoy por fin nos ha llegado la primera factura de la luz a cero, sin pagar absolutamente nada, y contribuyendo con nuestro excedente a la descarbonización del planeta. Sé que esto son pequeños gestos, pero cada árbol que plantamos, cada árbol que salvamos, es también un gesto para salvarnos a nosotros mismos.  Lo mismo ocurre con aquellos que entablan de frente y con esfuerzo, más allá de las modas, su manera de descarbonizar sus vidas.

Cambiar un coche de combustión por una bicicleta, por el transporte público, por una moto o coche eléctrico son pequeños gestos. Pero esos pequeños gestos son radicalmente necesarios. Especialmente para los que se lo pueden permitir. Si tienes un garaje o una casa donde puedes hacer esa pequeña (y casi diría que burguesa) revolución, pues bienvenida sea. Si tus medios son escasos, se puede buscar fórmulas alternativas para sostener el planeta con pequeños gestos. Durante estos años hemos sido muy activista con estos temas, hasta el punto de ejemplarizarlos con proyectos pioneros.

Creo que es importante que tomemos consciencia. En el poco tiempo que llevamos en este lugar, hemos inculcado en vecinos y familiares la necesidad de poner placas solares, de conducir coches más ecológicos y de tener una visión más global y menos egoísta sobre nuestras vidas. Y son los gestos de cada uno de nosotros los que requieren que el mundo avance más allá de la urgencia que estamos viviendo.

Con esta factura a cero de electricidad, con nuestros vehículos eléctricos que consumen electricidad solar y no más petróleo, estamos colaborando en esa pequeña revolución silenciosa. Hemos hecho un esfuerzo y una inversión, pero también hemos colaborado activamente con el cambio necesario. Este es un primer paso en esta nueva utopía. Esperemos poder hacer más cosas para colectivizar todo lo aprendido en este tiempo. Queremos seguir soñando en que otro mundo es posible. Y queremos ser agentes colaboradores para ese cambio necesario.

Pd. Algunos datos sobre la factura. 

  1. Invertimos unos siete mil euros en placas solares y uno de los mejores inversores del mercado, instalados por la cooperativa de unos amigos a los cuales siempre recomiendo: https://www.vation.es/. 
  2.  De esos siete mil euros, hay unas subvenciones que pueden llegar hasta los tres mil euros. 
  3. Calculamos que las placas que utilizamos podemos amortizarlas solo en electricidad en unos tres años. 
  4. Teniendo en cuenta que con esas placas calentamos la casa y conectamos nuestros vehículos eléctricos, calculamos que el ahorro mensual puede llegar a unos quinientos euros (electricidad, calefacción, gasolina, etc), por lo que podemos amortizar la compra de un coche eléctrico en unos cinco años. 

La piedra que los constructores han desechado


“Jesús ha dicho: Hacedme conocer la piedra que los constructores han desechado: ella es la piedra angular”. (Logion 66).

Muchos podrán especular sobre el significado oculto que encierra esta frase. La simbología nos ayuda a bucear en verdades que superan la lógica o la razón, intentando entender por qué los fenómenos aparentes son hijos de unas causas intangibles, y por qué la intuición entrenada nos puede ayudar a entender ciertas verdades.

La piedra que los constructores desecharon no es otra que la piedra angular. En los antiguos manuscritos viene reflejada entre parábolas, dichos y logiones. En los rituales masónicos aparece como un hecho importante, dando paso a los rituales de Marca o al Arco Real. Las logias de Marca profundizan en la evolución que sigue el alma humana conforme se adentra en los misterios de la Iniciación, una especie de circuito simbólico donde profundizar en esas causas que originan Vida y Consciencia en nuestros mundos.

La piedra angular es aquella que, por su rareza, los constructores desecharon. Solo los sabios podían comprender que aquello que rechazaban era la piedra que iba a sostener todo el templo. La piedra que sostiene los mundos.

Esto pasa a nivel psicológico. Cuantas piedras humanas no habrán sido desechadas por no ser comprendidas. Cuantas personas no habrán sido relegadas en nuestras sociedades avanzadas a la ignorancia y el olvido por no entender la genialidad de sus vidas. La sabiduría tiene sus peligros dentro de un mundo gobernado por la necedad. La conjura de los necios tiene ese poder destructor que hace que la luz no brille y que la virtud, sea pisoteada o ninguneada.

Desbastar la piedra bruta pretende sacar de nosotros mismos lo mejor, es trabajar en esa lucha incesante por eliminar las imperfecciones humanas y convertirnos así en piedras cúbicas, en piedras útiles para el edificio social. La construcción del hombre nuevo alejado del hombre primitivo, es algo que siempre ha preocupado a la ilustración de cada tiempo. El ser humano es capaz de lo peor y de lo mejor. Su obra moral pretende modificar sus instintos más primitivos para elevarnos ante la gobernanza de la consciencia. El conocimiento, el aprendizaje y el constante esfuerzo por ser mejores hace que nuestras sociedades se alejen de esos arcaicos parámetros de supervivencia para intentar integrarnos en una sociedad más justa y desarrollada.

Los cimientos interiores de la construcción moral son complejos. Cada tiempo determina sus bases, sus pilares, sus límites, siendo el objeto, la piedra angular, siempre la misma: la mejora humana. El hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. Los sabios de todos los tiempos han intentado aportar luz a esa oscuridad humana, ya fuera mediante acciones o conocimientos. La lectura y el estudio acompañados de una sana meditación y una determinada acción, pueden ejercitar la construcción de ese templo interior, de esos cimientos que nos ayudarán a ser mejores y a crear un mundo mejor.

Por eso nuestras sociedades actuales desechan desde la ignorancia esa piedra angular, esa piedra que es la base del ser humano. Los constructores de este mundo que desechan la piedra angular, pretenden volvernos ignorantes y primitivos, guiándonos hacia las sendas de lo oscuro, de las luchas entre unos y otros, de las guerras entre hermanos. De ahí la necesidad de los sabios, de los genios, de los alumbrados e inspirados. Ellos conocen la piedra fundamental del edificio humano y ellos dan su vida para que dicha piedra sostenga todo el peso de nuestra existencia.

Tejiendo luz


Hacía tiempo que no escuchaba la hermosa Fantasía de Greensleeves, y como me escribe un viejo amigo desde Edimburgo, donde anda retirado, profundizando en temas que la ilustración dejó a medias mientras pasea tranquilo y pausado por el Old Town, me ha dado por volver a mis reminiscencias pasadas. Escocia me persigue de alguna manera, al igual que Alemania y algunos rincones inhóspitos que aún laten dentro. Uno siempre se pregunta: ¿de dónde vienen esos recuerdos, esas inquietudes? Todo tiene que ver con la luz, y todo tiene que ver con el Tejedor de Luz.

La música la están escuchando Lago, Geo, Aura y Luna. También una docena de plantas que adornan este pequeño salón junto al piano, el baúl que me acompaña en todas las mudanzas rodeado de fósiles, minerales y piedras, y mis libros, que por fin parece que se van ordenando poco a poco en esta pequeña casa de la sierra, de mi nueva “montaña”. Cada reino representado por luces que me rodean y me interrogan sobre mi (nuestra) propia naturaleza. La música es lo más parecido o cercano al lenguaje angélico. Esto es difícil de entender, por eso los antiguos lo llamaban “el coro angélico” (que se lo digan a Vangelis). Es una hermosa alegoría de cómo ese reino se manifiesta a través del sonido y la luz.

A mi derecha, media docena de libros de un evangelio perdido que pronto vamos a editar. Hay un logion (el 42) que me parece totalmente profundo y dice así: “sed transeúntes”. Los peregrinos del alma entenderán bien a qué se refiere. Los que andamos a ciegas, solo podemos decir y pensar, que algún día amaremos al árbol y a su fruto, por igual.

A mi izquierda, nuestra nueva cheslong que espera impaciente alguna ligera cena (vegetariana, por eso de contribuir a la paz mundial con pequeños y amorosos gestos) que vendrá acompañada de alguna distracción televisiva. Sí, ya sé que suena algo degenerativo, pero desde hace unos meses me ha dado por ver la tele. De estar más de treinta años sin tener televisión, me he vuelto algo vulgar y apático en ese sentido, y no me importa desperdiciar un poco de mi tiempo en ese cándido y pueril descanso, o en esa desconexión de las masas que tan apacibles resultados ha provocado en la paz social. Donde hay buena televisión, no hay guerras, que diría aquel.

Pues eso, necesito paz, desconexión y distracción. Al menos por un tiempo. Al menos hasta que sienta que mi cuerpo físico, el más terrenal, y mi cuerpo vital, el más etérico, estén completamente restablecidos y alineados (esta última palabra es importante para los tejedores). Ahora necesito desconectar la máquina de pensar y abstraerme en el encefalograma plano de un cerebro apaciguado y tranquilo. Pero no temáis, prometo volver a las andadas, sean las que sean, como buen transeúnte peregrino amante del árbol y su fruto.

Al fondo de la casa, a mano derecha, está ella. Trabaja en silencio. Sufre por dentro y la amo sigilosamente, sin querer molestar en este momento difícil. Amor incondicional. Eso nos acerca a cierta inmortalidad. Y ella lo sabe, y también me ama, a pesar de la reve (dice que estoy bienhechito, y lo dice con esa dulzura cándida del ser enamorado).

Todos nacemos con un corazón de oro. Con el tiempo ese corazón se convierte en plomo o en diamante, dependerá del tipo de vida que tengamos, de las inquietudes que nos muevan, de la ética que nos empuje, y de las circunstancias que puedan condicionar nuestras vidas. Todos los días pienso que puedo intentar proteger ese corazón de oro prístino que, de alguna manera, más allá del barro de la vida, está ahí, esperando resplandecer. Pulir las aristas de la vida puede suponer un esfuerzo enorme o, simplemente, puede ocurrir sentado en un cómodo sillón, mientras trabajas en unos logiones que pronto verán la luz, junto una camada de perros, escuchando Fantasía de Greensleeves.

Hay que prepararse, no hay duda, para cualquier cosa que vayamos a emprender. Siento que la vida es ancha y que podemos transformar nuestros mundos en pequeñas fantasías inolvidables. Retomar el buen humor, llevarnos bien con el vecino, no maldecir al presidente ni a los huraños nacionalistas o paternalistas patriotas, no entorpecer la evolución del otro, ayudar al prójimo o a la prójima en lo que sea y reinventarnos cada día, como si de alguna manera, nuestro corazón de oro quisiera relucir en ese nuevo amanecer.

Siento necesidad de buscar inspiración interior. En el garaje he guardado con recelo las antiguas alfombras donde meditábamos allá en la utopía. Les guardo celo porque en algún momento crearé en este nuevo espacio un lugar sacro, un espacio donde poder meditar en silencio, sin distracciones. Una pequeña logia, un taller donde poder escudriñar los misterios del universo y aquellos que afectan a lo pequeño, a eso que los antiguos llamaban el lenguaje verde. En ese pequeño taller de tejedores, profundizaré en las tres luces, (la luz del alma, la de la intuición y la de la Tríada).

La cualidad de nuestras vidas se traduce en magnetismo y resplandor, que nacen si cumplimos con el mandato de hilar luz. Por eso tejer luz es imprescindible para que la inspiración nos guíe hacia aquel propósito útil al que todos hemos sido llamados. Algunas pistas: Divina indiferencia, inofensividad, visualización. La vida se teje. La vida se vive. La vida que respiras es como una Fantasía de Greensleeves. Y es urgente tejer. Tejer luz, para iluminar el mundo, entre todos. Eso es la Navidad, el nacimiento de la luz en el mundo. Por eso, todos, en un gesto simbólico, encienden emocionados las luces de Navidad. No es solo un gesto, es un deseo, es un anhelo, es un recuerdo. Es, también, un destino. Luz, más luz…

Pensamiento mágico


La caída de Ícaro. René Milot
La caída de Ícaro. René Milot

Decía aquel que vivimos en el mundo que somos capaces de imaginar. Decía el otro que el mundo es mental, es mente. Todo este pensamiento mágico viene de oriente, y fue impregnando al mundo, siguiendo la luz el recorrido del sol,  hasta que llegó a nuestros días cristianos con el nombre de Reino de los Cielos, Espíritu Santo, Gloria o Paraíso.

El Dhammapada budista establece que somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos construimos el mundo. Habla y actúa con mente impura y los problemas te seguirán como sigue la carreta al buey ensimismado, nos dice… Habla y actúa con una mente pura y la felicidad te seguirá. Como tu misma sombra, inseparable. Toda la ética budista, y diría que toda ética espiritual de cualquier calado, se puede resumir en esta frase: «Toda acción positiva, amorosa y compasiva conlleva las semillas de la felicidad y verdadera satisfacción. Toda acción negativa, agresiva y egoísta conlleva las semillas del sufrimiento y del dolor».

En nuestros días, el pensamiento mágico está en crisis. La expansión del materialismo y la satisfacción inmediata de casi cualquier deseo pueril nos hace pensar en términos egoístas y materialistas. El individualismo ha triunfado en contra de la creencia de la comunión de las almas, y cualquiera se siente rey en esa nefasta concepción de creer que lo único que importa es uno mismo, y no todo lo que se expande a nuestro alrededor, incluyendo ahí al otro.

Vivimos en un mundo atropellado, prácticamente sin fenómenos sobrenaturales que puedan conmovernos, sin signos, sin milagros, sin mitos ni dioses, sin estrellas de Belén que iluminen nuestros cielos y nos guíen. Nos parece casi ridículo mirar al cielo e interrogarnos sobre nuestros orígenes, porque en el fondo, terminado el mundo conocido, la exploración exterior o interior carece de sentido. Vivimos en un auténtico maya, siguiendo con las creencias hinduistas. Un momento oscuro donde lo ilusorio triunfa por encima de cualquier verdad trascendental. Nos perdemos en el fenómeno, obviando sus causas. La fenomenología es capaz de explicar nuestro mundo conocido, basado en los sentidos y la lógica, alejándonos de las causas primeras. Un mundo oscuro, de tinieblas, adornado por luces artificiales.

Estamos gozosamente atrapados en ese maya. Solo cuando la inteligencia nos sobrepasa o un hecho traumático nos sobreviene, sentimos la necesidad vital de interrogarnos un poco más sobre la existencia. Solo ahí, ante una importante crisis, podemos interrogarnos sobre si merece o no la pena el explorar más allá de nuestros límites. Y es ahí cuando empezamos a pensar en la mente, en la consciencia, y por ende, en eso que vagamente los antiguos llamaban espíritu, luz, logos.

Y cuando ese despertar ocurre, cuando esa pequeña iniciación a lo intangible se apodera de nuestras vidas, todo empieza a cambiar. El buscador riguroso pasará toda una vida de flor en flor intentando dar respuesta a sus nuevas inquietudes. Los aspirantes a desentrañar los misterios más esenciales pronto se adoctrinarán en creencias diversas. Pasarán a ser discípulos probacionistas de cualquier maestro de turno más avanzado en cualquier sendero. Luego serán aceptados en el círculo no se pasa de cualquier asrhama, templo o monasterio, hasta que por sí mismos, un día, encuentran cierta iluminación y se emancipan de las flores, de la torpe aspiración, de cualquier discipulado, de cualquier camino, creencia o maestro e, incluso, de cualquier tipo de iniciación, saber o iluminación.

Cuando eso ocurre, y a veces ocurre, uno entra en silencio, olvida los caminos y las críticas, se centra en las buenas obras y trata de expandir toda su acción positiva, amorosa y compasiva con la intención de contribuir a hacer un mundo más justo y bueno. Y es ahí cuando empezamos a imaginar un mundo mejor. Porque al final, todo es mental, todo es mente, todo es logos, todo es luz.

 

¿Y si nos descarbonizamos nosotros?


Una de las primeras cosas que hicimos cuando nos venimos a vivir a la Sierra Oeste de Madrid fue poner placas solares en la casa que hace las veces de hogar, sede de la editorial y también de la fundación, al menos de momento, hasta que podamos terminar la pequeña construcción que dará soporte a las nuevas iniciativas. Después de vivir diez años desconectados de la red, sirviéndonos solo de energía solar, sentíamos que debíamos seguir por esta senda. Quince placas nos han generado desde agosto un total de 2,65 MWh. De ellos, hemos consumido un total de 0,92 MWh y hemos inyectado (generosa y gratuitamente a la red) un total de 1,73MWh, los cuales, disfrutarán las grandes eléctricas de forma gratuita. Esto significa que hemos producido en lo que va de año mucho más de lo que hemos gastado.

Desde hace ya unos años, decidimos imprimir nuestros libros en papel reciclado. Intentamos que nuestra huella empresarial sea mínima, no solo por la instalación de placas solares, sino también por la reducción de nuestras tiradas, intentando con ello que ningún libro termine en la basura por exceso de stock (uno de los grandes dilemas de las grandes editoriales). Imprimir en papel reciclado creemos que ayuda a que nuestra huella ecológica sea mínima. Y cada vez que nuestros proveedores nos emiten pedidos donde puedan infringir algún tipo de perversión ecológica, se lo hacemos llegar mediante alguna queja o reclamación. Así vamos creando consciencia ecológica en nuestro entorno inmediato. También llevamos los paquetes que vamos vendiendo a Correos en moto eléctrica desde hace ya unos años. Así, nuestro envío también es lo más ecológico y nuestra huella mínima.

En casa hemos puesto una compostera. Allí echamos todo aquello que nuestros cuatro perros no devoran. En la compostera, con paciencia y dedicación, se va reciclando toda la materia orgánica que vamos creando en el proceso alquímico del cocinar y que luego podremos utilizar para nuestra futura huerta ecológica. Todo el compost que vayamos creando servirá para enriquecer y alimentar la tierra de nuestra huerta.

Durante diez años, desde nuestra fundación, creamos el proyecto O Couso, el cual quería hacer hincapié en todos estos valores tan urgentes y necesarios para nuestro tiempo. Teníamos pozo propio de agua, reciclábamos nuestros residuos, nos abastecíamos de placas solares y molinos de viento y teníamos bicicletas, moto eléctrica y coches híbridos e híbridos enchufables. Con poco dinero y mucha buena voluntad hacíamos comida para treinta o cuarenta personas todos los días, reduciendo nuestra huella ecológica al máximo. Era una delicia en invierno cocinar con nuestra propia leña, aquella que producía nuestro pequeño bosque con las grandes nevadas, casi toda ramas caídas que recolectábamos en verano. O comer de los frutos de otoño como las castañas abundantes, las setas que crecían en nuestros verdes prados y algunas frutas que ya empezaron a crecer en los últimos años de nuestros frutales. Y en verano venía la fiesta de nuestra humilde huerta ecológica, la cual cada año, con el empeño de todos, era cada vez más abundante. Ojalá ese proyecto hubiera servido al menos para inspirar tantos y tantos valores que se intentaron, con mucho esfuerzo, transmitir: apoyo mutuo, cooperación, decrecimiento, simplicidad voluntaria, ecologismo, economía del don, economía circular, protección de la naturaleza, inofensividad para con el reino animal, etc… Fue un gran esfuerzo, una gran semilla plantada.

Viendo el fracaso de la COP28 en Dubai, donde al parecer va a ser muy difícil que los grandes organismo, instituciones y estamentos mundiales hagan nada para descarbonizar el planeta, nos preguntamos, ¿qué más podemos hacer? A nivel individual, hemos decidido cambiar nuestro coche híbrido enchufable (después de conducir desde hace casi veinte años únicamente coches híbridos) por uno eléctrico puro de segunda mano. Por un lado, al ser de segunda mano, no crearemos un nuevo vehículo, con todo lo que eso supone. Y por otro, intentaremos recoger los frutos de las placas solares y cargar el vehículo con nuestros excedentes, dejando de consumir gasolina y provocando con ello nuestra propia descarbonización particular.

¿Por qué cuento todo esto? Porque siento y pienso que somos nosotros, la sociedad civil, la que debe y puede cambiar y revertir este proceso de autodestrucción en el que estamos embarcados. Soy consciente de que no todos podemos hacer lo que nosotros hemos hecho, y que somos muy privilegiados por haber dado estos pasos, a veces osados, a veces atrevidos o temerarios. Pero soy consciente de que, haciendo pequeños gestos diarios, en nuestros consumos, en nuestras compras y en nuestros actos diarios, podemos ayudar al planeta. Pequeños gestos como comprar el champú a granel, reduciendo un 70% de plásticos consumidos, o el detergente ecológico de tiras, sin plásticos ni contaminantes, podemos ir dando pequeños pasos. Hay mucho lo que podemos hacer, y creo, sinceramente, que es mucho lo que debemos hacer, por nosotros y por las futuras generaciones. Así que ahí está el reto, urgente, muy urgente: ¿y si nos descarbonizamos nosotros?

Tener visión. Naced a medida que fallecéis


Hace unas décadas pensé que había tirado todo por la borda. Diez años de trabajo para nada. Fue una gran crisis para muchas personas gracias a las preferentes, la especulación y la avaricia sin control (decía Weber que lo fundamental del capitalismo era regular de alguna manera esa ambición humana). Hoy, observando no sin cierta melancolía una foto del tejado en ruinas, tenía una sensación parecida. ¡Qué manera de tirar una década de tu vida con ilusas esperanzas! Mirando la contabilidad de la empresa, observaba que justamente, cuando mejor me iba, cuando más dinero estaba ganando, decidí embarcarme en la utopía. Abandonarlo todo con la esperanza de que ciertos valores gobernaran la vida de un puñado de soñadores, arriesgados emprendedores y buscadores de eso que llaman la verdad.

Lo paradójico de todo, y haciendo memoria profunda, es que tuve esas visiones en plena pubertad. Siempre soñé con la utopía, y con los libros, y con la docencia, y con hacerlo todo a la vez. Incluso soñé con tener una librería y abrí una en pleno centro de Madrid. La tenacidad, la constancia y la perseverancia hizo, con el paso del tiempo, que todas esas visiones que aparecían desde el ego o el alma, a saber, se fueran manifestando.

El poder creador de la emoción y el coraje es infinito. Si uno cree profundamente en aquello que es capaz de ver, de visionar, (casi) todo es posible. Los límites siempre los ponemos nosotros, desde la propia visión, pasando por la planificación de la misma y a su propia ejecución. En aquellos viajes infinitos hasta Montserrat, soñábamos con crear algún día, en alguna montaña lejana, una utopía. Pensándolo bien, tardé veinte años en lograrlo. Más tarde, un año de planificación, diez años de ejecución y un segundo en ponerle fin. Ese segundo es primordial. Igual que fue primordial aquel segundo en el que lo perdí todo en plena crisis. Todo el esfuerzo de décadas puede verse fulminado en un segundo. ¿No os recuerda esto a la muerte? Tanto esfuerzo, y de repente, la parca, te espera en cualquier esquina y te lleva, sin más.  

Tan importante es la visión y su poder creador como eso que llaman la divina indiferencia. Poder tener indiferencia hacia cosas que alguna vez fueron profundamente importantes, es algo necesario para la supervivencia psicológica. La cuestión es que el desapego debe desempeñar un papel importante, tanto en el fracaso como en cualquier aparente victoria. Si uno se desapega de los resultados, sean los que sean, es capaz de volver a empezar de nuevo. Una y otra vez.

La naturaleza de la visión es importante. Tan importante como la visión compartida, la visión que podamos tener para el futuro de nuestro planeta. Ahí podemos jugar un papel importante, aun pareciendo que nuestra pequeña huella nada puede cambiar. Sin embargo, ahí estamos, construyendo o destruyendo mundos, aportando posibilidades, visiones, anhelos, deseos, pensamientos. Nuestro empeño se forja en aquello que somos capaces de imaginar, pues es ahí, en ese poder creador, donde nace todo. La imaginación creadora es mental, pero viene impulsada por el deseo y guiada por la inteligencia o la consciencia. Su poder radica en compaginar sabiamente esos aspectos de fuerza, sabiduría y amor, ese amor que algunos traducen como belleza.

¿Cuál es la visión para la próxima década? En esas andamos, trabajando silenciosamente, intentando que nuestra huella sea positiva para el mundo, no tan solo para nosotros mismos. ¿Y si no hubiera próxima década, ni visión, ni nada de nada? Pues entonces, divina indiferencia.

De aquellas semillas que caen en buena tierra


 

“Cada partida es una anticipación de la muerte y cada encuentro una anticipación de la resurrección”. Arthur Schopenhauer

Si siembras una semilla, o mejor aún, si te conviertes en semilla, y mueres, ya sea por causas naturales o por trágico destino, puede que algo hayas sembrado, y quizás, siendo optimistas, en buena tierra, lejos de la mala hierba, algo crezca. Me encanta como se expresa en el logion nueve de nuestro Tomás: “Un granjero salió a sembrar, esparciendo semillas por todas partes. Algunas semillas cayeron sobre la superficie del camino, y los pájaros vinieron y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso y nunca germinaron. Otras semillas cayeron entre la maleza y las zarzas, que las ahogaron y los insectos las devoraron. Algunas, sin embargo, cayeron en suelo fértil y produjeron frutos de gran calidad, rindiendo hasta sesenta y ciento veinte por ciento”.

El otro día tuve el honor de estar en la presentación de uno de esos libros atípicos que tanto me gusta editar, y que para mí son como esas semillas. Mis colegas editores siempre dicen que así no me voy a hacer nunca rico, que ya debería estar facturando tres millones de euros por los años y la experiencia que llevamos en el sector. Los que me conocen saben que difícilmente me vendo a las fórmulas comerciales, y que si bien debería proteger un poco más eso que llaman riqueza, a veces me gusta recordar esa riqueza intangible que proviene del alma, y que tan necesaria lucidez requiere para soportar la oscuridad de cada tiempo. «No te vendas hermano, no te vendas», que decía nuestro poeta Emilio.

La presentación fue lúcida, emotiva y llena de enseñanzas. Trata sobre la historia de un hombre anónimo, un profesor de escuela como tantos ha tenido este país. Sin embargo, la intrahistoria de su vida, trágicamente terminada en la guerra civil española, es la historia de una persona apasionada por su profesión, un ser que ha sido recordado y homenajeado porque, sin duda, sembró una semilla que, por suerte, cayó en buena tierra. Don Juan, que así se llamaba, fue uno de los mártires de la Ventilla, en cuya calle, y casi en el mismo lugar donde empezó su aventura pedagógica, se alza ahora un impresionante centro de formación, el del Padre Piquer. Fue muy emotivo, a pesar de la lluvia huracanada, poder presentar el libro que trata sobre su vida y obra, en el lugar donde se levantó su sueño pedagógico, junto al autor del libro, Luis, y junto a su nieta, la amiga Carmen, promotora de esta hermosa iniciativa.

Gracias a la generosidad de unos y otros, pudimos hacer una edición muy cuidada, en tapa dura, algo difícil en los tiempos que corren, y pudimos, de forma tan hermosa y excepcional, poder practicar la economía del don con todos los valientes que en una tarde tan poco palaciega, se atrevieron a conmemorar la memoria de aquel profesor que se inmoló en una guerra sin sentido. ¿Por qué no se salvó, cuando pudo hacerlo? Nos preguntamos. Y Luis, el autor del libro, dijo con mucha solemnidad: “porque un buen profesor jamás abandona a sus alumnos”.

Quedó patente en la presentación que aquellas semillas que caen en buena tierra, mueren, pero germinan. Y dan fruto, muy buen fruto. Solo es cuestión de tiempo que otros, sigilosos de la lucidez, puedan admirar en silencio todo aquello que una vez nació frágil, y creció fortalecido por los tiempos. Gracias Carmen, gracias Luis, y gracias a todos los que hicieron posible ese encuentro, esa anticipación a la resurrección inevitable.

Pd. Para los amantes de la pedagogía, aquí os dejo el enlace del libro:

https://editorial.dharana.org/seneca/libros/escuelas-de-don-juan/

El cielo se derrumbó sobre la tierra de forma inconmensurable


«Se derrumbó el complejo cielo verdoso, / en desaforado abatimiento de agua y de sombra» (Borges)

La inconmensurable vitalidad disfrazada de endebles formas, que decía aquel. Al menos eso pienso, tras el agotamiento vital, existencial y humano de estos días. Resumiendo mucho, se puede decir que pasamos de tres latidos, felices y completos, a dos. Uno de ellos se apagó a los dos meses de vida, y eso nos quebró por completo. Era el quinto en menos de un año, y todo se derrumbó de nuevo. Especialmente el complejo cielo verdoso, en desaforado abatimiento de agua y sombra.

Todo empezó justamente aquí, donde estoy ahora, en el balneario. Vine a enseñárselo a unos posibles compradores y volví con la buena noticia. Pero esa alegría momentánea y fugaz por cerrar un ciclo largo, una década prodigiosa, terminó en la cama de un frío hospital donde tuvimos que pasar dos largos y eternos días para vaciar aquello que hasta hace poco latía con vida y esperanza.

Übermensch, ese superhombre que en la filosofía de Nietzsche aparece como una persona que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior al que considera el del ser humano común, se esfumó y desapareció de repente. En ese instante en que parece que alzas la vida inclusive sobre el más allá, la vida te aplasta inexorable. Todo se distorsiona, todo se derrumba, y quedan pocos huecos donde agarrarse ante ese significante que acoge lo inevitable. La tabla de naufrago se alza insuficiente ante un océano gris y enfurecido.

No quiso la tierra acoger ese nuevo fruto, convirtiéndose en hijo de lo efímero, sumiéndose en lo etéreo de una forma excesivamente dura. Por eso el superhombre se arrodilla ante su condicionamiento gregario, aceptando que quiso ser algo más, sin llegar a serlo. O eso decía un filósofo que entendía, más allá de Nietzsche, toda la simpleza de ser excesivamente humanos.

Hay mucho dolor acumulado, mucho nuevo desapego. Este año parece ser que toca perder para luego ganar. Así nos enfrentamos a la vida, con esperanza, porque nunca se sabe cuánto puede resistir alguien deseoso de vida. Aunque me duele especialmente por ella, que ha sentido la vida dentro, pero también muy dentro el desgarro de perderlo. No puedo ni imaginar lo que eso significa, porque aún estando fuera, como observador, os aseguro que duele, imaginad sentir la desgarrada muerte dentro de uno. Es como si el cielo se derrumbara sobre la tierra de forma inconmensurable.

Y aquí, en mis últimas noches en este balneario, mientras recojo mis cientos de libros y mis últimos anhelos, practicando de nuevo el desapego atroz, siento en la distancia como duele el corazón, como caen las lágrimas, como la vida, con sus cosas, requiere enfrentar con fortaleza y valor, con amor y esperanza. No nos queda otra, seguir así, en lo bueno y en lo malo, como si la vida fuera un día cielo, y otro infierno, sin más.

Oferta black friday en coche en venta


MITSUBISHI OUTLANDER PHEV ETIQUETA CERO: 15.900 EUROS

TOYOTA PRIUS ETIQUETA ECO: 1.900 EUROS

Hola a todos,

tenemos tres coches en la familia y creemos que con uno tenemos más que suficiente, especialmente ahora que vivimos en un entorno familiar y tranquilo. El Mitsubishi que vendemos lo compramos cuando vivíamos en la montaña, un lugar donde a veces nos quedábamos aislados con la nieve y este potente coche 4×4 nos sacaba de cualquier apuro. Tiene 158.000 km, es del año 2016 y está completamente equipado. Es de los mejores coches con sistema híbrido enchufable que existen actualmente y ha sido un top ventas en toda Europa.

El otro coche es nuestro querido Prius, toda una leyenda para los que habéis seguido este blog desde el principio. Entrañable amigo de aventuras, ha llegado el momento de desapegarme del cariño que le tengo y darle una segunda oportunidad. Lo vendemos por 1.900 euros (aún recuerdo cuando los navegadores costaban tres mil euros como extra en este coche).

En fin, toca desapegarse de algunas cosas materiales para construir cosas nuevas.

Si alguien está interesado en alguno de los coches, por favor, poneros en contacto conmigo en este mail: legosum@gmail.com

un abrazo a todos…

 

 

 

 

Black Friday Editorial Séneca/Nous/Dharana 2023


 

Estimados amigos,

un año más os animamos a apoyar la labor editorial con estas ofertas. Son pequeños gestos que a nosotros nos ayudan a continuar editando nuestros libros, libros que desean ser puntos de luz, inspiración y aliento.

Como sabéis, nuestros sellos editoriales no tienen un perfil comercial, pero necesitamos de las ventas para poder editar aquellos libros imprescindibles que de otra manera, quedarían marginados o ausentes.

Este año, a diferencia del anterior, podréis elegir los libros de nuestros tres sellos editoriales, y de paso, os invitamos a que conozcáis nuestras nuevas webs:

http://www.editorialseneca.es

http://www.editorialnous.com

http://www.editorialdharana.com

Gracias de corazón por vuestro apoyo, siempre incondicional.

 

No hagáis caso al desprecio


Hacía hoy un viaje de ida y mañana de vuelta al “balneario”, a este hermoso rincón que aún conservo en el norte. El motivo es por una posible venta. Alguien se ha interesado y, ojalá, pueda desapegarme de esta década de recuerdos, vivencias y convivencias para así poder invertir en el futuro.

Mientras viajaba pensaba en las cosas de este momento que estamos ahora viviendo. En el ambiente político que padecemos, y en como, desde siempre, ese ambiente se fundamenta en la crítica y la destrucción del otro. Decía un sabio que la política era como hacer la guerra pero sin sangre. Fue la conquista humana más poderosa, la de poder divergir sin necesidad de empuñar un arma. En el mundo civilizado ha funcionado, o al menos está más o menos funcionando. Y luego está el otro mundo, el que aún no ha entendido que la mejor forma de sobrevivir a los tiempos es con diplomacia, y no con sangre y tripas.

A pesar de la aparente civilización de nuestro mundo occidental, aún queda mucho por pulir y mejorar. Hay aún en nuestro sistema político y social, mucho desprecio hacia el otro. En verdad, es algo congénito al ser humano. El ser verdaderamente evolucionado y alejado de los ruidos de la personalidad converge, suma y abraza lo diferente. El que vive en las cavernas, refunfuña, maldice y desprecia al otro. Y lo desprecia de mil maneras. El rico desprecia al pobre. El pobre desprecia al rico. El mediocre desprecia al lúcido y el lúcido desprecia lo mediocre. Los del norte desprecian a los del sur y viceversa. Los guapos a los feos y los feos a los guapos. Y así hasta que te topas con el vecino de en frente y te das cuenta de que también lo desprecias, en resumidas cuentas, porque de alguna manera, somos seres despreciables, incapaces de ver la belleza incluso en lo aparentemente horrendo.

Recuerdo que cuando era niño, los otros niños me despreciaban por raro. Aún recuerdo cómo me escondía detrás de una palmera gigante que había en el patio del recreo, temeroso, quieto, observante, mientras que el resto jugaba, corría y disfrutaba. También recuerdo como en la adolescencia me despreciaban por ser pobre, o hijo de emigrantes y, por lo tanto, no ser totalmente de esa tierra, de esa gente, de esa cultura. Y luego en la madurez me despreciaron por mis ideas, por mis utopías, por mi forma de ver el mundo. Ahora entiendo que no debía tomarme esas cosas en serio, que el desprecio es algo común en nuestra sociedad, sobre todo en nuestra sociedad ruín, y que por lo tanto, no debía tomarme esas cosas como algo personal, sino como algo cotidiano. Ahora, cuando me llaman «pringao», sonrío. Sin más. Ahora ya sé que no soy yo, sino el otro, y su oscuridad palpable.

Me di cuenta una vez cuando estando en un gran hotel de lujo, mi acompañante, muy rica de cuna, habló con desprecio a la camarera de turno, por el solo hecho de ser camarera. Observé con atención que había un desprecio de clase, estúpido y rancio en los tiempos que corren, sin darse cuenta mi acompañante, de que el hecho de ser rico, no es sinónimo, ni mucho menos, de tener clase. A partir de ese momento empecé a fijarme en las personas que verdaderamente tienen “clase”, personas que por su talento o humanidad brillan por sí mismas sin necesidad de dinero, reputación o estatus.

Me di cuenta de que esas personas tienen un “magnetismo” especial, y empecé a catalogarlas, con gran admiración, como personas altamente magnéticas.

Me acordé de un gran ser que fue despreciado por todos, inclusive por sus más íntimos amigos: Jesús de Nazaret. Fue tal el desprecio hacia él, hacia lo que representaba y decía, que lo pagó con la muerte, con la cruxifixión, tras la traición de los suyos. ¡Qué gran ejemplo cuando lo mediocre apaga la luz del mundo! Qué gran ejemplo de que, a pesar de que intentaron despreciar lo más divino que la historia ha dado, su mensaje y magnetismo llegó hasta nosotros dos mil años después. Sí, un pobre y casi mendigo hijo de carpintero. Qué ejemplo más sublime para entender que, por mucho que nos desprecien, no debemos hacer caso. No lo dudes, no eres un pringao, eres un ser divino lleno de luz viviendo una experiencia humana. No hagas caso a lo mediocre. No hagáis caso al desprecio.

Seamos amables


«Que sirva este trabajo también para nosotros, y como dice el primer legión, que nos ayude, si llegamos a captar el significado profundo, a no saborear la muerte», le decía esta tarde a un amigo con el que estamos trabajando en un libro profundo y amable.

Eso significa, pensaba para mis adentros, que podemos estar vivos, y también abiertos a la vida eterna, sea como sea, si es que existe, si es que llega, si es que seremos capaces de entenderla alguna vez. Porque si no fuera así, y solo tuviéramos esta vida para hacer el bien y vivirla bien, deberíamos estrujar con gran empeño cada uno de sus jugos, cada uno de sus tiempos.
Sería pertinente tomar consciencia de ello a cada instante, y de qué manera podríamos aportar nuestra estrofa y nuestro cachito de minúscula vida, a la Vida.

Interroguémonos por cada uno de nuestros actos. Examinemos nuestros minúsculos errores cotidianos, veamos de qué manera podemos mejorar ese mal genio, esa rabia contenida, esa necesidad de mentir o enturbiar, ese odio a lo extraño o extranjero, esa facilidad para inculpar o juzgar al otro y sus circunstancias. Examinemos concienzudamente si merece la pena gastar tanto de ese tiempo limitado en esas cosas que oscurecen y perturban nuestro pequeño paseo por este hermoso planeta.

En verdad ser amable no es tan costoso. Ser amables indica posibilidad. Su etimología es hermosa: digno de ser amado. Esa dignidad es un esfuerzo constante, diario, ilimitado. La oscuridad está ahí, es irremediable. Pero la luz y su amabilidad tiene muchas más posibilidades de expandirse en nuestros corazones.

Estar abiertos a la vida eterna no es más que un sencillo ejercicio de amabilidad. De respirar profundo por las mañanas, sin quejarnos, sin sentirnos pesados, sin sentirnos abatidos por el infortunio. Es cierto que con la edad todo parece más pesado, más quejoso, más difícil. Nuestras articulaciones empiezan a agarrotarse, el cuerpo se vuelve pesado y la energía vital que antes nos conducía por lejanos caminos y montañas, ahora se ajusta a una realidad limitada. Pero hay muchos seres que viven su limitación como una oportunidad. La flor, que no puede volar por los cielos ni correr por los campos, expande belleza y perfume para que otros seres disfruten de su amabilidad. La piedra, en su quietud, es firme y es capaz, ante su inactividad aparente, proveer de sostén y apoyo a muchas construcciones.

Cada elemento en la naturaleza vive su propia amabilidad. Si profundizamos un poco en cada uno de ellos, veremos que nos resulta amable, y que todo tiene un significado que roza la ternura, la belleza, la sostenibilidad de la vida extensa. No nos cuesta nada devolver un abrazo o una sonrisa, aunque el estrés cotidiano atraviese nuestras vidas. Si trabajamos hasta la extenuación sin parar un instante para respirar, simplemente para eso, moriremos en vida. Así que seamos amables también con nosotros mismos, con nuestro entorno inmediato, y con lo profundo. Porque queramos o no, estamos rodeados de eso que los antiguos llamaban Misterio, y queramos o no, vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser en ese sempiterno y oculto Arcano. Seamos amables con lo sagrado de la vida. O más aún, sacralicemos cada momento, cada cosa, cada inmortal instante con un acto amable.

El Susurro del Viento del Océano


Entre el cielo y la tierra aún quedan personas que quieren vivir en paz. Por ello, no deseo añadir, como cualquier opinólogo de turno, más ruido a la ya dramática situación que vivimos como especie humana. Israel-Palestina fue para mí una tierra de transfiguración, transformación y sanación allá por el 2009, así que guardo un feliz recuerdo de aquellas tierras y solo tengo un deseo profundo e infinito de paz para los pueblos que allí la habitan.

Esta canción la escucho desde entonces, con la esperanza de que todos los pueblos y culturas que allí conviven encuentren alguna vez la paz. No añadiré más juicio sobre unos y sobre otros. Bastante sufrimiento, sangre y lágrimas se derrama todos los días ante la impotencia de los espectadores que desde casa, observamos impasibles la situación. Si creemos en algún Dios, recemos para que toda esa gente encuentre la paz, la seguridad y el cobijo de un hogar. Recemos en silencio para que el Dios de todos los mundos conmueva los corazones y la paz reine para siempre.

Paz, Shalom, Salam.

 

De aquellas Tierras Altas


En la Comunidad de Findhorn, Escocia, en 2019.

«Basta ya de hablar de los viejos tiempos, es hora de hacer algo grande…Quiero que salgas y hagas lo necesario para que funcione…Tantos aliados…Tantos aliados»… Thom Yorke

Estimado M.,

Gracias por la explicación, que para nada me parece pesada. Más bien al contrario, apasionante. Además, es como menos curioso que en tu ADN exista sangre de las Tierras Altas. Me hice ese análisis, sintiendo la misma curiosidad, hace algunos años, pero me daba 70% íbera y 30% romano. No quedé muy convencido, así que me haré alguno más por contrastar resultados (ya me recomendarás alguna empresa), porque siento que en ese reduccionismo genético se olvidaron de la seguro inevitable sangre mora, la sangre celta, fenicia, griega, tartessa y cartaginense, la sangre germana y tantas otras que han atravesado nuestra piel de toro y de la que todos, sin excepción, hemos tenido algún cruce.

Ya me contarás cuando tengas un rato sobre tu investigación sobre la enligthnement. Siento mucha curiosidad y me retrae a ese invierno del 2007 cuando me helaba entre Edimburgo e Inverness buscando ideas para la tesis. Es curioso pero las primeras líneas de esa tesis (tú que eres amante de esas sincronías extrañas), también empezó en el siglo XVIII, con el fenómeno que en Escocia se conocía como las “Highland Clearances” . Te adjunto el primer párrafo solo por curiosidad. 

«La curva de aprendizaje, la clara frontera que enfrentamos para iniciar este trabajo comenzó en el frío invierno de 2007. En las primeras semanas de aquel gélido año llegamos a una de las comunidades pioneras del movimiento utópico de nuestros días, la comunidad de Findhorn, ubicada en una hermosa bahía al norte de Escocia, a unas tres horas de Edimburgo. En siglos pasados estas tierras fueron conocidas por un fenómeno histórico llamado las “Highland Clearances” o expulsión de los gaélicos, un desplazamiento forzado de la población mayoritariamente agrícola de las Tierras Altas que ocurrió a lo largo de todo el siglo XVIII. Paradójicamente, también se conoció como las “comunidades abandonadas”, dando fin al antiguo sistema de clanes escocés y dando comienzo, de paso, a una visión de la tierra más económica y productiva. Antes de esa expulsión, en toda Escocia existieron diferentes formas de organización social y comunal como los “clanes” o los “burgh”, sistemas que habían basado su existencia en fuertes lazos solidarios. Paradojas de la historia, la comunidad de Findhorn representaba un nuevo fenómeno con fuertes lazos de solidaridad en las Tierras Altas, una auténtica Gemeinschaft, por utilizar el término alemán de Tönnies (1979), un lugar donde los hijos de la contracultura habían establecido un campamento base y ponían en práctica sus relaciones y afectos de forma organizada e intencional».

No deja de ser paradójico que mientras te leo, siento cierta envidia extraña. Si alguna vez me he sentido cómodo en alguna tierra ha sido en Escocia y Alemania. Y cuando me dices que ahora estás viviendo allí, siento cierta añoranza profunda. En España me siento algo extraño, especialmente ahora con el lío que nos traemos con las identidades, pero allí me sentía como en casa. No sé si debido a alguna reminiscencia abstracta, o algún hecho más concreto, como bien dices, pero esa es la realidad. Aquí en la Sierra Oeste de Madrid lo único que siento es alivio por volver a cierto anonimato y soledad, y paz, mucha paz. En este pueblecito de no más de dos mil habitantes, me siento cómodo. Pero solo es eso, comodidad, no sentido de permanencia, cosa que ni tan siquiera siento por mi Barcelona natal o por la Andalucía de mis ancestros más próximos.

Disfruto como hacía tiempo que no lo hacía de mi tiempo, sin tener que atender a nadie, sin tener que dar explicaciones a nadie, sin preparar desayunos para decenas de personas o subirme con lluvia a tejados en ruinas. Aquí no me enfado con nadie ni nadie se enfada conmigo. Nunca pensé que la vida burguesa de estar en una casa calentito, arropado con una bata azul de terciopelo y rodeado de cuatro perros, hermosa pareja y un hijo en ciernes, rozara la idea de cierta felicidad. Una vida simple sin batallas ni conquistas, sin éxitos ni derrotas, algo llano, algo pausado, algo quizás superficial, pero que roza una tierna profundidad simbólica. Ahora mismo no deseo más, ni quiero más. Ni siquiera deseo hacer algo grande, más allá de la grandeza de traer al mundo desde lo invisible y el anonimato Vida, Consciencia, Amor.

La aventura de estos años me ha llevado a muchos límites, y la paz de estos meses no tiene precio. Y te cuento esto porque me imagino que allí, en Escocia, lejos de los medios y el ruido mediático al que estabas acostumbrado, de las luces y sombras de este país, te sentirás algo así, aliviado, tranquilo, anónimo, libre, en paz. O al menos ese es mi deseo.

Gracias por compartir un trozo de tiempo. Como te decía más arriba, te envidio sanamente, al mismo tiempo que me arropo tranquilo en este momento de estabilidad y sencillez. De aquellas Tierras Altas siento anhelo. Pero ahora toca bucear en la necesaria regeneración vital. El descanso del guerrero, que diría aquel.

Un abrazo grande y sentido,

J.

De aquellos corazones rotos


 

Hoy paseábamos por el embalse de la Jarosa y la sierra de Guadarrama. Hacía muchos años que no nos veíamos ni sabíamos el uno del otro. Fue uno de los primeros y valientes pioneros que decidió instalarse en la utopía gallega y uno de los primeros que se marchó con el corazón roto, por la dificultad del lugar, de la convivencia, de las condiciones. O Couso fue un lugar de encuentro y aprendizaje, de dura enseñanza, y también un lugar que nos puso excesivamente a prueba. Sentí mucha pena cuando se marchó, y nunca llegué a pensar que más tarde serían muchos los que llegarían y se marcharían de igual manera.

Demasiados corazones rotos que se compensaban con tantas y tantas alegrías que por allí ocurrieron. Tras casi tres horas de paseo me dijo que en el fondo aquello fue como un trabajo, y que nunca nos deberíamos haber tomado las cosas de forma tan personal. La verdad es que el anhelo de convivencia fraterna en un escenario excesivamente complejo y difícil fue toda una prueba en todos los ámbitos, tanto en el personal como en el profesional.

Nunca se lo llegué a reconocer, y tampoco lo hice hoy por falta de tiempo y por el emotivo paseo en el que queríamos ponernos al día de tantas cosas, pero en el fondo, muchos de los postulados por los que llegamos a discutir, pasado el tiempo, le hubiera dado la razón en la mayoría. Yo me aferré a la idea de que para que ese lugar tuviera sentido tenía que postular alto y rozar la utopía. Él era mucho más pragmático y puso los acentos en muchas partes que adolecíamos. Nunca encontramos un punto de equilibrio, ni siquiera años más tarde cuando todos los que por allí pasaban ponían el acento en los mismos errores una y otra vez.

Por un lado, conseguimos parte de la utopía, pero el precio que pagamos, visto con la distancia, fue excesivamente alto. Ahora, con cierto temor, me pregunto si mereció la pena, si todo aquello que hicimos, más allá de los lazos que se tejieron y las relaciones humanas que de allí nacieron, estuvo a la altura de nuestras aspiraciones. El tiempo y las personas que por allí pasaron lo juzgarán. A mí siempre me quedará el consuelo de que al menos lo intentamos.

Lo cierto es que habían pasado diez años desde nuestros primeros encuentros allí en Malasaña y desde que empezamos con ilusión a tejer el sueño.

Queríamos un proyecto en el que todos fuéramos iguales, pero en el fondo no era así. Algunos aportaban más, otros arriesgaban más, otros trabajan más y otros se comprometían más. Él tenía razón en que deberíamos haber partido desde una base más cooperativista y menos enclaustrada en una fundación. La fundación tenía como cometido que no se desvirtuara la idea original, función que ejerció con sus pros y sus contras hasta el final. Pero al no existir un sistema cooperativista, no partíamos desde una igualdad absoluta.

Lo cierto es que desde las cartas que envié en el día de Todos los Santos, este paseo de hoy ha sido la primera muestra real de verdadera reconciliación con el pasado. Corazones rotos que se unen años después con risas y anécdotas e historias, olvidando lo malo y recordando con emoción lo bueno. Los caminos de hoy se nos han hecho cortos, pero la reconciliación ha merecido la pena. Espero y confío que existan más excursiones como esta, con él y con todos aquellos que se fueron heridos, con todos aquellos que se encallaron en el camino y con los que no logré atenuar el bache, el agravio o la desilusión.

Directa o indirectamente hice mucho daño a mucha gente de buena voluntad que quiso echar una mano. Es cierto que se hizo mucho bien, pero también es cierto que por el camino quedaron muchos cadáveres, como decía una y otra vez un amigo amenazando con ese: «te quedarás solo». A todos ellos un sincero “lo siento”, y también una mano abierta para pasear una tarde cualquiera por cualquier bosque encantado.

Es verdad que al final me quedé solo en aquel lugar, pero también es verdad que ya no habrá más corazones rotos en ninguna otra utopía soñada.

Gracias Iván por el paseo de hoy. Gracias por tantas y tantas cosas bellas.

Tres latidos


Ha sido una mañana fría y gris de otoño y Madrid, como siempre, estaba llena de coches, ruidos y rutina. La sierra oeste parecía más calma, más tranquila, más sosegada. Cogimos el coche y llegamos puntuales al que decían era el mejor lugar de toda la capital. La imagen estrecha, la impuntualidad y la dejadez aparente junto a cierto hacinamiento no parecía indicar precisamente eso. Pero allí estábamos, dispuestos a enfrentarnos a lo que la vida y el destino caprichoso quisiera.

Nos cogíamos de la mano y mirábamos al infinito. Por dentro, preocupación, nerviosismo y esperanza, sobre todo, mucha esperanza. Las noticias de estos días, con la guerra en Ucrania-Rusia y en Israel-Palestina nos tenía preocupados. Tantas almas desencarnando. Tanto dolor, tanta tristeza, tanta desesperanza. Fuera el mundo se autodestruía, y dentro de nosotros se abría camino.

Ella entró primero. La miré a los ojos como si de una despedida se tratara. Angustiado, quedé en la sala, esperando, esperanzado, nervioso, preocupado, irascible, iracundo. A los pocos minutos alguien pronunció mi nombre y me invitó a entrar. De repente, entré en una pequeña sala semioscura que parecía una de esas cámaras de reflexiones donde no faltan objetos simbólicos. Me imaginaba estar en ese ombligo del mundo donde todo se escucha, en esa matriz oscura, pero a la vez luminosa. En ese lugar imitable de los templos donde hay una pequeña calavera, un reloj de arena, una vela apagada, algún sabio pergamino, una cadena rota, una pequeña daga y un jeroglífico.

Sin embargo, en esa pequeña sala de reflexión había algo más. Vida, más Vida. Un hilo hilozoísta que atravesaba todos los corazones. Nos dimos la mano mientras llorábamos. Se hizo un silencio enorme y de repente, para nuestra sorpresa, se escuchó un pequeño latido acelerado. La emoción llenó la sala, la mayor expresión de alegría y esperanza se apoderó de nosotros. Felicidad, alegría, felicidad, alegría, y una gran esperanza contenida.

Allí, en esa pequeña cámara de reflexión, de Vida, se escucharon tres latidos. Uno pequeño, rápido y poderoso. Y dos grandes, a punto de explotar de la emoción. Tic, tac, tic, tac, tic, tac. Tres corazones en uno. Dos corazones latiendo en armonía en un mismo cuerpo y un tercero acompasando el ritmo desde el abrazo continuo. Magia, milagro, Vida, más Vida. Y esperanza, una gran esperanza, contenida, prudente aún, pero llena de gozo y de gracia. Tres latidos, así es el milagro sempiterno de la existencia. Así es el latido del Mundo.