Aristócratas del dividendo


 

En economía, se habla de “aristócratas del dividendo” a esas empresas que han pagado y aumentado réditos de manera constante durante un largo período de tiempo. Es un síntoma de que esas empresas van bien, o al menos, tienen la potestad de compartir sus beneficios con sus accionistas. Para ser considerado un aristócrata del dividendo las empresas deben pertenecer al prestigioso club del S&P 500 Dividend Aristocrats, en el cual, actualmente, pertenecen no más de setenta empresas. Sus directivos son formados en las mejores instituciones donde se imparten los nuevos paradigmas de dirección, los nuevos estilos de liderazgo y amplias visiones estratégicas en la toma de decisiones. Forman parte de una aristocracia económica donde la formación y los contactos juegan un papel importante.

En un mundo tan competitivo como el nuestro, es complejo liderar proyectos, incluso es complejo emprender y llegar a vivir del emprendimiento. Las empresas que se gestionan gracias a la deuda, tienen posibilidades de potenciar sus beneficios a largo plazo, pero son recorridos de fondo que requieren de mucha imaginación financiera. Los emprendedores arriesgan todo su capital y tiempo, su prestigio y su vida entera sin tener garantías de ser privilegiados. Los pocos que lo consiguen, cuando se retiran, a veces sienten ese vacío del éxito fugaz, el cual repercute en una vida vacía y anónima. Si ya no estás en el mercado y no ejerces influencia, dejas de existir.

Por eso es hermoso ver que hay personas que, más allá de conformarse con liderar empresas, dirigen con éxito proyectos de otro calado que pretenden ayudar a fomentar un mundo mejor. Buscan personas buenas, capaces, estimulantes, curiosas, sensatas y carismáticas para emprender proyectos humanistas que valoren la ayuda mutua, la cooperación y el progreso de las sociedades. Son un tipo de aristocracia perenne, porque más allá del éxito o el fracaso, sus proyecciones, más que personales, son grupales, y sirven para todos.

Esos aristócratas del dividendo humano se empeñan en hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. Y buscan para ello personas buenas que deseen ser mejores para así adumbrar un mundo más solidario, positivo y capaz de enfrentarse a los retos que cada generación soporta. Resolver la ecuación de beneficio para todos versus capacidad para llevarlo a cabo es complejo. Requiere de recursos, de visión, claridad, paciencia, perseverancia y constancia.

Abrirse al mundo y encontrar ese tipo de aristocracia es complejo. Encontrar personas buenas que desean mejorarse y mejorar con ello a la sociedad en la que viven es difícil. Buscar equilibrio entre gestionar equipos válidos y entregar dividendo social es un reto de valor que generará, a muy largo plazo, beneficio compartido. El dividendo humano y social repercute inevitablemente en el dividendo cultural y espiritual de nuestras sociedades. La educación y la nueva pedagogía tienen ese reto por delante. Hacer de un mundo bueno, un mundo mejor, es el reto inmediato de los nuevos aristócratas del dividendo.

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